Del Valle de Ourika al Valle de los CaĆ­dos: Ciudadanos y la tumba de Franco

El Congreso pidiĆ³ recientemente al Gobierno exhumar los restos de Franco en el Valle de los CaĆ­dos, para cumplir con la ley de memoria histĆ³rica.
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Ayer desayunĆ© crĆŖpes marocaines, zumo de naranja, pan con mantequilla y mermelada, yogur, bizcocho, pasteles Ć”rabes, un huevo a la plancha con cominos y leche con cacao. Me lo sirvieron en la azotea de un riad de Marrakech que olĆ­a a flor de azahar y que surcaban, cantarines, los gorriones africanos. Era temprano, pero el dĆ­a ya se anunciaba caluroso. Un mar de antenas parabĆ³licas se abrĆ­a paso hacia el horizonte, donde irrumpĆ­a, abruptamente, la majestad del Atlas.

Lo cierto es que aquella fue una opulencia vana, como calculo que son todas las opulencias, pues apenas probĆ© un bocado de cada cosa: no fue una buena idea haber pedido hielo para la Coca-cola con la que acompaƱƩ el tajin de pollo con aceitunas y limĆ³n el dĆ­a anterior, en Setti Fatma. Mientras revolvĆ­a cansinamente aquel sucedĆ”neo de Nesquik con grumosa vocaciĆ³n de Cola-Cao, evoquĆ© de nuevo los paisajes del Valle de Ourika, hechos de verde y arcilla. HacĆ­a solo unas horas que me habĆ­a encaramado, con vigoroso Ć”nimo, a lo mĆ”s alto de sus siete cascadas y, sin embargo, esta maƱana las escaleras del hotel me planteaban un reto mayor que el monte Toubkal.

TomĆ© un sorbo del zumo de naranja y mi estĆ³mago se apresurĆ³ a protestar. RenunciĆ© entonces al alimento y me asomĆ© a Facebook. AllĆ­ me topĆ© con un artĆ­culo de Cayetana Ɓlvarez de Toledo que habĆ­a compartido FĆ©lix Ovejero. Es cada vez mĆ”s infrecuente encontrar en prensa textos bien escritos, razĆ³n por la que siempre es agradable leer a Cayetana. Siento por ella simpatĆ­a y respeto intelectual, y tambiĆ©n por FĆ©lix, con quien creo compartir filias polĆ­ticas y deportivas.

La tribuna se titulaba ā€œPolĆ­tica de ultratumbaā€ y contenĆ­a una reprimenda a Ciudadanos que encontrĆ© injustificada. Acusaba al partido de Albert Rivera de haber votado en el Congreso a favor de la exhumaciĆ³n de los restos de Franco, traicionando, de este modo, la esencia de una formaciĆ³n que naciĆ³ para hacer polĆ­tica de otra manera. No tuve tiempo de comentar el texto con Jorge, pues aĆŗn tenĆ­amos pendientes bastantes recados antes de dirigirnos al aeropuerto.

HabĆ­amos comprado mĆ”s cosas de las que nos cabĆ­an en la maleta, incluyendo una alfombra bereber, un par de lĆ”mparas de mimbre y una estatuilla mauritana de madera. El encargado del riad, Oussama, un joven encantador y vestido a la moda occidental, se ofreciĆ³ a acompaƱarnos a la oficina de correos, donde podrĆ­amos arreglar el envĆ­o a EspaƱa. Quedaba un poco lejos, los bĆ”rtulos eran pesados y voluminosos, y ya superĆ”bamos los treinta grados. AsĆ­ que Oussama nos pidiĆ³ que esperĆ”ramos mientras iba a buscar un carro para llevar los bultos. ApareciĆ³ diez minutos despuĆ©s con un hombre que a duras penas alcanzaba el metro y medio. Las ropas, sucias y raĆ­das, le quedaban enormes: iba arrastrĆ”ndolas por el suelo, al mismo tiempo que los pies, maltratados por el tiempo y el trabajo, que dejaba ver sobre unas chanclas miserables.

CargĆ³ nuestras compras en su carro oxidado y sobre Ć©l se afanĆ³, pequeƱo como era, empujĆ”ndolo a travĆ©s del trĆ”fico demente de la medina. Jorge y yo lo seguimos en un silencio que denotaba una vergĆ¼enza inefable. No sabrĆ­a decir quĆ© edad tendrĆ­a aquel hombre que habĆ­a perdido las hechuras de una persona, pero no podĆ­a dejar de pensar que alguna vez fue un niƱo. Un niƱo con muy mala suerte.

Nos pidiĆ³ 25 dirhams (algo asĆ­ como dos euros y medio) por el servicio y le dimos un poco mĆ”s, aunque aquel gesto no sirviĆ³ para aliviar esa culpa extraƱa infligida por la desigualdad extrema. De repente, me parecĆ­a de una frivolidad terrible que, a esa misma hora, en mi paĆ­s, el debate pĆŗblico girara en torno al lugar que debĆ­a ocupar la vieja osamenta de un dictador. Lejos de rechazarla, sin embargo, celebrĆ© la frivolidad como artĆ­culo de lujo: pensĆ© que podĆ­amos ocuparnos de estas chorradas porque Ć©ramos un paĆ­s rico. AsĆ­ que aquĆ­ estoy yo tambiĆ©n, ya de regreso y con el estĆ³mago restaurado, para ocuparme de las menudencias patrias.

He vuelto a pensar en el artĆ­culo de Cayetana, y creo honestamente que incurre en algunas inexactitudes. Parte de un juicio que encuentro sumario y parcial: asegura que Rivera no puede ser Macron, porque ā€œsu voto a favor de la exhumaciĆ³n del cadĆ”ver de Franco del Valle de los CaĆ­dos es la negaciĆ³n de todo lo que el macronismo evocaā€. Coincido con la autora en que el lĆ­der de Ciudadanos no es Macron, aunque sea por metafĆ­sica aristotĆ©lica: es imposible que alguien sea Rivera y no lo sea al mismo tiempo. Pero Cayetana se sirve de un contrafĆ”ctico indemostrable cuando asegura que el nuevo presidente de Francia habrĆ­a votado en otro sentido.

En todo caso, la cuestiĆ³n que me parece central es la que tiene que ver con la naturaleza misma de la propuesta que el pleno del congreso votĆ³ la semana pasada. Los medios de comunicaciĆ³n han dado a entender que se trata de una iniciativa con carĆ”cter vinculante para trasladar los restos de Franco fuera del Valle de los CaĆ­dos. No es asĆ­. Lo que se debatiĆ³ hace unos dĆ­as es una proposiciĆ³n no de ley del PSOE por la que se insta al gobierno a cumplir con la implementaciĆ³n de una ley vigente, la ley de memoria histĆ³rica. A esto, Ciudadanos votĆ³ sĆ­.

Cayetana considera que ese voto significa la rendiciĆ³n de Ciudadanos, su renuncia a representar una opciĆ³n polĆ­tica con los ojos volcados en el futuro. La autora ve en este gesto una traiciĆ³n a la sustancia de un partido creado para superar la polĆ­tica de ultratumba obsesionada con la guerra civil. Pero yo creo que se equivoca. Precisamente porque Ciudadanos es una formaciĆ³n con proyecciĆ³n de futuro, su nacimiento no tiene nada que ver con ninguna postura respecto al pasado fratricida. Su germen estĆ” en CataluƱa, en la defensa de las instituciones y las leyes, en un momento en el que los nacionalistas anuncian que no se sienten obligados por ellas, con un PSC progresivamente anuente y un PP que ni estĆ” ni se le espera.

Si Ciudadanos tiene una mĆ©dula espinal reconocible esa es la defensa del Estado de derecho. Por eso, la votaciĆ³n de Ciudadanos a la PNL presentada por el PSOE para el desarrollo de la ley de memoria histĆ³rica es perfectamente coherente con esa defensa de la escrupulosidad constitucional, tan kelseniana. Una defensa de las leyes, las promulgue quien las promulgue y las vote quien las vote.

Quiero terminar renunciando a toda voluntad de polemizar en lo personal. Al contrario: celebremos juntos que podemos discutir estas majaderĆ­as. Tiene mucha razĆ³n Cayetana cuando asegura que, en este paĆ­s, algunos siguen detenidos en 1936. Si se dieran un paseo por Marruecos comprenderĆ­an lo mucho que ha cambiado EspaƱa desde entonces. Iba a decir que ā€œgracias a diosā€. Pero no, ha sido gracias a las leyes y las instituciones. RespetĆ©moslas todos.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politĆ³loga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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