Foto: Presidencia de la Repรบblica.

La nueva era, la de los soldados

El partido que gobierna no estรก imponiendo la militarizaciรณn. La estรก dejando pasar, al gusto de esta sociedad afรญn a los mitos, ansiosa de un gobierno fuerte.
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Debemos discernir de aquellos que con comentarios tendenciosos generados por sus intereses y ambiciones personales pretenden apartar a las fuerzas armadas de la confianza y respeto que deposita la ciudadanรญa en las mujeres y hombres que tienen la delicada tarea de servir a su paรญs.

Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional




Escribo este artรญculo con desazรณn: vivo en un paรญs de militares. No le veo sentido alguno a indagar una vez mรกs en las razones que hacen de la militarizaciรณn de la vida pรบblica una mala idea, una desastrosa decisiรณn. Para quรฉ. Estรก hecho. Este gobierno, con sus mayorรญas legislativas, ha militarizado la administraciรณn pรบblica y la seguridad.

El equilibrio de la relaciรณn civil-militar en el sistema polรญtico mexicano se ha roto. Durante las รบltimas dรฉcadas, los militares ampliaron los lรญmites de su actuaciรณn, por รณrdenes civiles o por anhelos gremiales, pero habรญa formalmente una contenciรณn simbรณlica. Un sello hecho de historia y pruritos civilistas, que ya no estรก. Los militares violaron el รบltimo sello que los contenรญa.

No sรณlo tienen las tareas y los recursos de la administraciรณn pรบblica; hoy cabildean en el Congreso y logran reformar leyes a su favor. Tienen las armas y los recursos, los puertos y muchos aeropuertos. Se encargan de la seguridad interna y se burlan de los ciclos sexenales como ya quisieran el sector salud o el sector educativo. A ellos les conceden gracias y facultades blindadas para diez aรฑos.

Los militares no hacen esto a la mala. Quiero decir que no lo hacen en contra de los deseos de los ciudadanos; al contrario, responden a esos anhelos. No hay soldados apuntando a los legisladores que les entregan miles de millones de pesos, ni circulan tanques que amenacen a los opositores del Tren Maya. Al revรฉs. Los cibernautas aplauden los discursos autoritarios del general Luis Crescencio Sandoval, los legisladores se cuadran con respeto y el pรบblico celebra la presencia verde olivo en las calles. El ejรฉrcito es querido, respetado e incluso admirado. Su presencia en salas ajenas a las de la guerra no solo no incomoda a las mayorรญas, sino que es requerida. Grandes ensayistas, reconocidos expertos y robustos intelectuales han puesto su pluma y sus ideas al servicio de la desmitificaciรณn del ejรฉrcito, pero sus argumentos y su evidencia documental no convencen al elector.

Y no es para menos: sus alegatos libran una batalla en desventaja frente a emocionesย y mitos verde olivo inyectados desde la primaria en todas las generaciones del siglo XX posteriores a la revoluciรณn. Los mexicanos lloran (lloramos) con los poemas sobre la defensa nacional, las heroicas batallas (perdidas, por cierto), las muertes de soldados niรฑos (que ya tenรญan bigote) y la contenciรณn democrรกtica de leales generales en un sistema autoritario pero no militar.

Esas ideas, envueltas en papel manipulador, junto con la difusiรณn de imรกgenes de uniformados rescatando niรฑos en una inundaciรณn o repartiendo arroz, son mรกs poderosas que los datos duros de los crรญticos del ejรฉrcito mexicano y que las advertencias de los antimilitaristas.

Los mexicanos quieren un gobierno militar. Celebran que sean los soldados los que construyan obras y vigilen la vacunaciรณn. El paradigma del soldado mexicano eficiente, leal, disciplinado y dispuesto a dar la vida por los demรกs es tan potente que es este sector castrense el que se lleva las palmas a la hora de medir la confianza de los ciudadanos en las instituciones. El ejรฉrcito es el sujeto pรบblico mรกs confiable de todos en las encuestas que los encaran con la policรญa, los polรญticos, la iglesia.

Esas encuestas, sin embargo, no desmenuzan el tipo de confianza. ยฟConfรญan en los soldados si estos detienen a sus hijos? ยฟO confรญan en los soldados si estos se enfrentan a civiles armados de tierra caliente? ยฟQuรฉ tipo de confianza es? Tengo para mรญ que es una confianza en su poder. Los mexicanos creen, creemos, que los soldados sรญ pueden. Y pueden porque tienen armas. Y porque no escuchan y por lo tanto no pueden ser convencidos de desacatar una orden. Los soldados pueden porque si no hacen las cosas bien, los castigan. Los soldados pueden porque son fuertes, son muchos, son un solo cuerpo, son obedientes y tienen balas. Por eso pueden.

Y de esa certeza colectiva nace ese deseo de encargarles el desafรญo de la seguridad. El gobierno civil es un inรบtil, pero los soldados pueden. Mรกs de la mitad de los mexicanos estรกn de acuerdo en que sean los militares quienes se hagan cargo de la Guardia Nacional. Solo una penosa microminorรญa alerta sobre los efectos de ampliar diez aรฑos la tarea de las fuerzas armadas en seguridad pรบblica. Y solo dos o tres alzan la ceja porque los soldados hagan convenios con gobiernos de todos los รกmbitos para encargarse de sus tareas. La gran mayorรญa de los mexicanos, la verdad, quiere un gobierno militar. Soldados en los hospitales y en las escuelas. En los parques y en los puertos. En Palacio Nacional y en las alcaldรญas.

Esa es nuestra tragedia: el mito de las fuerzas armadas, en un contexto desafiante por la inseguridad, se volviรณ contra nuestra dรฉbil organizaciรณn democrรกtica. Las patraรฑas de la eficiencia, la lealtad, la incorruptibilidad y la capacidad castrense se impusieron sobre las evidencias de corrupciรณn, desobediencia, incapacidad, impunidad y enriquecimiento dentro del ejรฉrcito. ยกComo en toda instituciรณn humana!

El partido que gobierna no estรก imponiendo la militarizaciรณn. La estรก dejando pasar, al gusto de esta sociedad afรญn a los mitos, ansiosa de un gobierno fuerte. Esa es nuestra tragedia y esta es la nueva era.

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es politรณloga y analista.


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