Foto: Luisalvaz - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=39865910

La Luz del Mundo: corporativismo religioso al servicio del poder (segunda parte)

En meses reciente, la Iglesia de la Luz del Mundo ha tenido un lugar central en el debate público, debido a su cercanía con miembros del partido en el gobierno y al papel cada vez más protagónico que tienen las iglesias evangélicas en la política de América Latina. El acortamiento de distancias con los poderes en turno no es nueva en la historia de esta congregación religiosa.
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(Lea aquí la primera parte)

 

La Iglesia de la Luz del Mundo (LdM) es una institución total que controla todos los aspectos de la vida de sus miembros. La obediencia absoluta de los feligreses es atractiva para el proyecto morenista de construir un nuevo partido hegemónico, al cual le serviría la formación de grandes grupos corporativistas –o clientelares– para afianzar su poder.

Como veremos, la iglesia tiene un pasado clientelar que, una y otra vez, ha ofrecido su apoyo y votos a los gobiernos locales y federales en turno, sobre todo en Jalisco, al servicio del PRI y, posteriormente, del PAN y Movimiento Ciudadano (MC).

Hoy, ese servicio clientelar ha saltado hacia la política nacional y, por lo tanto, a la búsqueda de partidos en el ámbito federal, gracias a la constante expansión de la Iglesia. Este cambio no es coyuntural, sino que podría definir la vida política de México en el largo plazo, sobre todo en un contexto en el que las iglesias evangélicas, como la LdM, crecen exponencialmente

((No existen cifras lo suficientemente precisas y actualizadas sobre este crecimiento. Por ello, sin censos de población actualizados en esta materia y otros estudios de campo, resulta prácticamente imposible determinar el tamaño real de las iglesias evangélicas, su tasa de crecimiento en México y el lugar que la LdM ocupa en relación con ambas cosas. Sin embargo, sí es posible afirmar que el crecimiento de estas religiones, aún sin contar con suficientes datos exactos, hace que la LdM y otras iglesias evangélicas aparezcan, cada vez más, como poblaciones y actores políticamente relevantes en la vida de las democracias latinoamericanas y, en especial, de la democracia mexicana.
))

en la región latinoamericana y se han convertido en un aliado recurrente de los gobiernos populistas y, en el peor de los casos, en un aliado necesario para quien quiera ganar las elecciones determinados países.

El clientelismo pragmático de la LdM

Históricamente, el control total que ejerce la LdM sobre la vida de sus feligreses se ha puesto al servicio, no de una ideología específica, sino de una realidad contingente: quién detenta el poder. En un inicio, cuando el PRI era el partido hegemónico en México, la Iglesia ofreció la obediencia de sus miembros a políticos priistas jaliscienses. Como explica Reneé de la Torre:

“[L]os creyentes, además de ser buenos cristianos, [sabían que debían] ser buenos ciudadanos, no solo con su voto, sino colaborando con las acciones comunitarias de su colonia, así como respetando al gobierno y apoyando al PRI”.

((Renée de la Torre. (2000). Los hijos de la Luz. Discurso, Identidad y Poder en la Luz del Mundo, pág. 26. Jalisco, México: Producción Académica del ITESO.
))

Así la Iglesia creció gracias a intercambios clientelares con el gobierno. Primero, utilizando las conexiones de la LdM con el exgobernador de Jalisco y, en ese entonces, secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, para obtener los terrenos donde se construyó su primera colonia, La Hermosa Provincia. Después, ofreció el apoyo de los hijos de la Luz en votaciones y manifestaciones políticas priistas. En las elecciones para diputados federales de 1991, por ejemplo, las tres casillas que se localizaban en La Hermosa Provincia reportaron alrededor de 92%, 90% y 86% de los votos en favor del PRI.

((Ibidem, pág. 160.
))

 A cambio, el gobierno les concedió servicios públicos básicos, que difícilmente obtendrían otras colonias marginadas, y que permitieron que su comunidad creciera.

((Ibidem, pág. 82.
))

Sin embargo, los intercambios de la LdM han sido pragmáticos, y se dirigen hacia diferentes partidos políticos dependiendo de sus probabilidades de éxito. Así, con la creciente fuerza del PAN en Jalisco y en Nayarit, la LdM ofreció su apoyo a panistas locales, quienes ayudaron a que se realizaran grandes celebraciones de la Iglesia, como la Santa Cena, e incluso participaron en ellas.

((Bigileri, Paula. (2000). Ciudadanos de la Luz. Una mirada sobre el auge de la Iglesia La Luz del Mundo. Estudios Sociológicos, Vol. XVIII, núm. 2, pág. 421.
))

En 1991, apoyaron al PAN en la elección de legisladores federales en Baja California, sólo dos años después de que la entidad tuviera a su primer gobernador panista, Ernesto Ruffo Appel, quien también sería el primer gobernador de oposición en México.

Por otra parte, un grupo de feligreses michoacanos apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas en su campaña hacia la gubernatura de Michoacán por el PRI, y también en 1988 cuando compitió por la presidencia de la República por el Frente Democrático Nacional (antecedente político del PRD).

((Ver la cita anterior y Renée de la Torre. (2000). Los hijos de la Luz. Discurso, Identidad y Poder en la Luz del Mundo, pág. 158. Jalisco, México: Producción Académica del ITESO.
))

 Sin embargo, bajo el mismo pragmatismo, algunos feligreses de Guadalajara viajaron en trece camiones hacia la capital para apoyar la candidatura presidencial de Carlos Salinas de Gortari.

((Ibidem, pág. 160.
))

En años más recientes, la LdM apoyó al partido que ganaba más terreno en Jalisco, Movimiento Ciudadano, cuando Enrique Alfaro competía por la gubernatura –y, según Salvador García Soto, también tuvo acercamientos con el candidato de Morena, Carlos Lomelí, diversificando, de nuevo, sus apuestas políticas–. A cambio de ese apoyo, después de que Alfaro ganó, MC concedió tres diputaciones federales a los hijos de la Luz. Después de esto, la LdM comenzó a obtener más y más espacios en la política nacional.

El 1 de febrero de 2019, el senador Rogelio Guzmán Zamora –hijo de un exministro de la Luz del Mundo–, quien se incorporó a la bancada del PVEM y, por lo tanto, a la alianza parlamentaria liderada por Morena, solicitó al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) un permiso para usar la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes para homenajear a Naasón Joaquín García. Al evento, celebrado el 15 de mayo, asistieron Martí Batres, en ese entonces presidente del Senado por Morena, y Sergio Mayer, diputado federal también por Morena y presidente de la comisión de Cultura en esa Cámara. El mismo día, la legisladora federal de MC e integrante de la LdM, Kehila Kú Escalante, entregó junto con dieciocho de sus compañeros de Jalisco –y otros 17 diputados federales– un reconocimiento a Naasón Joaquín por su trabajo en materia educativa.

Al respecto, Renée de la Torre manifestó que con el concierto de Bellas Artes quedó claro que “no hay una puerta que [Naasón Joaquín] no pueda abrir. Esto tiene un simbolismo muy fuerte para sus seguidores… Es ponerlo en un nivel alto en el mundo que está afuera de los creyentes de La Luz del Mundo”.

De esta manera, a lo largo de las décadas, los cientos de miles de feligreses de la LdM han funcionado sistemáticamente como una base de apoyo cleintelar que ofrece votos, participación en eventos públicos, cooperación en la gobernabilidad para los políticos en turno, a cambio de que los políticos en el gobierno –o con más posibilidades de convertirse en gobierno– les paguen con diferentes beneficios. Este apoyo es pragmático, por lo que migra hacia los partidos con más probabilidades de éxito, con la posibilidad de diferenciar su apoyo a nivel local y federal según las tendencias electorales, o incluso de apoyar a diferentes opciones políticas que compiten por un mismo puesto si varias de ellas tienen probabilidades de ganar.

La expansión internacional de la LdM y del evangelismo en Latinoamérica

El crecimiento de la LdM en México y en el mundo no es un hecho aislado. En la región latinoamericana existen diferentes religiones evangélicas que han ampliado su poder social y económico de forma creciente –en gran parte de los casos, aún más que la LdM–, y que, en algunos países, se han convertido en factores determinantes para el juego democrático: tener o no el apoyo de la religión puede significar la victoria o la derrota en una elección.

En una región donde nunca han existido verdaderos gobiernos laicos, a pesar de que la mayoría de las constituciones declara el laicismo como un principio fundamental del Estado –como la nuestra–, sino gobiernos que favorecen a una determinada religión, como el catolicismo –o, en algunos momentos históricos, la combaten, como sucedió durante la revolución mexicana–, el evangelismo, sobre todo en su vertiente pentecostal, ha aparecido como una alternativa más que compite por ganar espacios en la vida pública de las naciones.

Sin embargo, la intensidad de la participación religiosa en la vida pública varía entre países. En Brasil, la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) y otros grupos evangélicos han construido fuertes imperios mediáticos y cuentan con una cantidad significativa de representantes –desde miembros de la Iglesia hasta pastores– en el Congreso Nacional. Desde 1970 al 2010, la población evangélica creció del 5.2% al 22%. La IURD apoyó a Lula da Silva en la elección de 2002, pero, con el paso de los años y el desgaste del lulismo, distintos grupos evangélicos volcaron su apoyo hacia la candidatura de Jair Bolsonaro, y fueron un factor determinante para su victoria. Ahora, desde un populismo evangélico y militarista de derecha, Bolsonaro promueve una agenda ultraconservadora y explícitamente fundada en principios religiosos, hasta el punto de citar pasajes bíblicos para defender sus políticas, además de encajar su personaje en una figura mesiánica especialmente relevante para los brasileños, identificada con el “sebastianismo”.

((Mosca Pinezi, Ana Keila. (2019). Religion and Politics Interpenetrate in Brasil, translated by Christopher Lord for brasilwire.
))

La vida democrática y liberal de un país puede dañarse seriamente cuando las religiones ocupan la vida pública sin restricciones, promoviendo valores apoyados no en la razón sino en dogmas de fe que, la mayoría del tiempo, empujan hacia conflictos irresolubles, discriminación de las religiones que no detentan el poder y violaciones de derechos humanos. Esta amenaza, me parece, está al acecho en México. Más aún cuando el presidente López Obrador insiste, en contra de toda imparcialidad religiosa que es obligatoria en nuestro país, en revestir sus políticas con una retórica cristiana y su figura personal de un ropaje mesiánico.

Aunque sus cifras pueden ser exageradas, la LdM sostiene que en 2014 reunía a más de 5 millones de feligreses en cinco continentes, un millón y medio de ellos en México. Sus registros cuentan 50,000 bautizos trimestrales –sin incluir a niños menores de 14 años, edad hasta la cual se realiza el bautizo–, esto es, 200,000 nuevos feligreses cada año. Estas cifras deben tomarse con reserva, ya que los últimos censos del INEGI, de hace casi una década (2010), contaban una población de menos de 200,000 miembros de la LdM, de todo un universo de 8.4 millones de creyentes de religiones protestantes, pentecostales, cristianas o evangélicas en México, de las cuales sólo 1.8 millones forman parte de la vertiente evangélica-pentecostal.

Aún así, el crecimiento de la LdM es innegable. Hace algunos meses inauguraron la segunda réplica de su templo principal en Anchorage, Alaska –la otra réplica se encuentra en Punta Arenas, Chile–, y su presencia mundial llega a 58 países. Este año, aún con su líder en prisión por la presunta comisión de delitos sexuales en contra de menores de edad, recibieron a más de 600,000 feligreses en Guadalajara para celebrar la Santa Cena.

De esta forma, la cantidad potencial de votantes para los partidos que se alíen con la LdM –y otras religiones evangélicas en expansión, como aquellas aglomeradas por la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice)– y estén dispuestos a abrirle las puertas a la política nacional –como lo han hecho Morena y MC– no hace más que crecer. Y algunos partidos, como Morena, giran poco a poco la manija para que eso suceda, por ejemplo, con la amenazante idea de entregar espacios de radio a diferentes congregaciones, sobre todo aquellas que pertenecen a Confraternice.

Como he mostrado, existen elementos históricos, ideológicos, institucionales, coyunturales, político-racionales y sociales que han moldeado el terreno mexicano para que Morena abra las puertas de la política nacional a religiones como la LdM. Esta última es una institución total que podría aportar el apoyo político, electoral y “espiritual” de millones de feligreses al gobierno en turno a cambio de favores materiales y, en el peor de los casos, a cambio de modificar las reglas del juego para fortalecer el poder político, económico y mediático de esa y otras religiones.

AMLO contribuye a crear el mito de que su gobierno ejerce un poder divino, al comparar sus programas sociales con la ayuda que Jesucristo brindaba a los pobres y el supuesto espionaje en su contra con las persecuciones que sufrió Jesús. No me parece extremista afirmar que el presidente podría convertirse, sino lo es ya, en objeto de devoción espiritual. Por otor lado, una alianza con la LdM significaría una forma de ejercer el poder con apoyo de una base religiosa que podría utilizarse para contrarrestar y superar el soporte que ha brindado el catolicismo a gobiernos anteriores.

Es responsabilidad de todas y todos resistirnos a que esto suceda. Una política en la que se debate con dogmas y no con razones es una política en la que el pluralismo muere a manos de valores absolutos e incontrovertibles dictados por Dios. En este caso, también implicaría un retroceso democrático hacia un corporativismo, ya no sindicalista, sino evangélico y totalizante.

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Consultor en Derecho Anticorrupción y litigio estratégico.


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