Petróleo: Las razones de Arabia Saudita

El principal blanco político de la saturación del mercado y la caída del precio del petróleo que Arabia Saudita ha propiciado son Irán y el eje religioso y militar que patrocina en el Medio Oriente.
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 “We have entered a scary time for the oil market”. Ali al-Naimi

Ali al-Naimi, el ministro encargado de la industria petrolera de Arabia Saudita, es uno de los hombres más poderosos del planeta. Los hidrocarburos mueven al mundo: las decisiones de Arabia Saudita y sus socios de la OPEP, que acumulan 40% de las reservas de petróleo, tienen una resonancia internacional inmediata. A fines de noviembre, los saudi árabes decretaron que mantendrían un nivel de producción tan alto que rebasa la demanda mundial y que estaban dispuestos a absorber el inevitable desplome del precio del barril de petróleo. “Que baje a 20, 40, 50 o 60 dólares por barril, es irrelevante”, declaró al-Naimi en una de sus contadas entrevistas, hace días. Su objetivo, afirmó, era mantener fuera del mercado a ”rusos, brasileños, y norteamericanos que producen petróleo shale”, cuyos costos de producción son mucho más altos que los de Arabia Saudita.

A corto plazo, es indudable que la estrategia económica saudi árabe ha resultado un éxito rotundo. Para diciembre 11, el precio del barril de petróleo había caído por debajo de los 65 dólares, y con él, el precio de las acciones de las más importantes compañías petroleras. Las de ExxonMobil bajaron en un 3%; las de Chevron, en 3.4%, y la de la empresa estatal brasileña Petrobras, en 4.9%. British Petroleum (BP) anunció que emprendería un programa de reducción de costos, que le costará el empleo a miles de trabajadores, y empresas dedicadas a la producción de petróleo y gas shale en los Estados Unidos —entre ellas, Oasis Petroleum y Goodrich Petroleum— informaron que reducirían drásticamente (en 40%) sus planes de inversión para 2015. La economía rusa, cuyo presupuesto depende en más del 50% de los ingresos petroleros, está al borde de la recesión.

Sin embargo, a largo plazo y en petrodólares, la política de Arabia Saudita parece una apuesta a ciegas. Frente a los costos que enfrentan muchos de sus competidores, a Arabia Saudita le cuesta muy poco producir un barril de petróleo: entre cuatro y cinco dólares. Ese costo, más las inmensas reservas que ha acumulado, le permitirían, en efecto, navegar por una baja prolongada del precio del petróleo. Pero la ganancia de mantener una porción del mercado a precios deprimidos, no será mayor a los ingresos que obtendría si redujera la producción y sostuviera el precio del barril a 100 dólares en un mercado más competido. Si los datos económicos no justifican con certeza la estrategia saudi árabe, el fiel de la balanza que inclinó al país a emprender medidas tan riesgosas está en otra parte: en la política.

Esta no sería la primera vez que Arabia Saudita usa el petróleo como un arma política. Tampoco sería la primera vez que la politización de los hidrocarburos fracasara: en 1967, después del aplastante triunfo israelí en la Guerra de los Seis Días, Riyad intentó castigar a Israel y a sus supuestos aliados, reduciendo sus exportaciones de petróleo. Lo único que consiguió fue perder ingresos y mercados. Por el contrario, después de la siguiente y cruenta guerra entre Israel y sus vecinos árabes en 1973 —cuando la OPEP tenía un notable control sobre los vaivenes del mercado— el embargo que decretó contra los países que habían apoyado a Israel y el alza del precio del petróleo generó una crisis internacional.

El principal blanco político de la saturación del mercado y la caída del precio del petróleo que Arabia Saudita ha propiciado son Irán y el eje religioso y militar que patrocina en el Medio Oriente (el régimen sirio, Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza). Hasta ahora, como en 1973, la politización del petróleo saudí árabe ha sido muy eficaz. Irán está perdiendo un billón (anglosajón) de dólares de ingresos al mes y está en el umbral de una crisis tan profunda que difícilmente podrá seguir financiando a sus aliados por mucho tiempo.

Mientras sea útil para sus intereses, los costos y beneficios de la política petrolera de Arabia Saudita (la crisis que ha generado en exportadores como Nigeria y Venezuela o la bonanza económica que ha regalado a China) no modificarán su estrategia. Habrá que seguir sus avatares y su impacto en México. Pero eso será en 2015, que espero sea un año lleno de felicidad y salud para todos ustedes.

 

 

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Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra.


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