Una defensa del socialismo democrático

En 'La izquierda traicionada', Guillermo del Valle analiza la deriva de la izquierda, su acercamiento a las políticas neoliberales, o su entrega al populismo y, sobre todo, al nacionalismo.
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Albert Camus escribió una sentencia inolvidable que dice así: “me rebelo, luego existimos”. Para Camus, el hombre rebelde es un hombre que dice no. No a una injusticia, pero sí a un futuro mejor. Guillermo del Valle es un hombre rebelde. Es un hombre que dice “no”. Del Valle se opone a aquello que sabe que es indigno e injusto. Y, como rebelde que es, dice no a las dos traiciones de la izquierda oficial. En el prólogo del libro que publica ahora Península, Juan Francisco Martín Seco coincide con Camus cuando afirma que “el socialismo, sin democracia ni libertad, termina en tiranía de la burocracia y de los aparatos políticos”. Por otro lado, Martín Seco también añade otra cosa, no menos importante, que a menudo se nos olvida pero que explica la primera traición de la izquierda y dice así: “Sin justicia social, la democracia se convierte en un instrumento de la oligarquía”.

La primera traición de la izquierda fue, como explica Martín Seco, la tercera vía de Tony Blair, Schroeder o Zapatero, cuando la izquierda asumió los axiomas o postulados del neoliberalismo económico. En otras palabras, “el paso de la socialdemocracia al socioliberalismo, el progresivo abandono del Estado social”. Leyendo el libro me he acordado del periodista José García Abad y su libro titulado El Maquiavelo de León. García Abad afirmaba que la mentalidad de Zapatero estaba más cerca de un dirigente del Partido Republicano de Estados Unidos que de un dirigente socialdemócrata europeo. Del Valle nos recuerda la famosa frase de Zapatero cuando dijo aquello de que “bajar impuestos es de izquierdas”. En mi opinión, Zapatero es el precursor del populismo en España. Del Valle también se pregunta en el libro de qué sirve una unión monetaria europea sin una unión política. En estas páginas analiza la catástrofe que supuso el Tratado de Maastricht y alerta del auge de un capitalismo antidemocrático y del timo que suponen algunos conceptos como el mal llamado “emprendimiento”, o el “voluntariado”, otro timo infame para no remunerar adecuadamente a los trabajadores.

“La desigualdad es reaccionaria”, dice Del Valle. Pero no se refiere solamente a la desigualdad que provoca el neoliberalismo. También se refiere a la desigualdad que provoca la famosa “diversidad”. Aquí nos encontramos, efectivamente, con la segunda traición de la izquierda. Cita Del Valle a Hobsbawn para hablar de la deriva identitaria de la izquierda. Y menciona también a Caroline Fourest, reivindicando los valores universalistas, laicistas y antirracistas de Charlie Hebdo. Cuando leí esta parte del libro recordé la reacción de Jorge Bergoglio ante aquel atentado en el que murieron doce personas. El Papa dijo entonces que “la libertad de expresión tiene límites” y que no se puede “ofender” la religión: “Si insulta a mi madre puede llevarse un puñetazo” – afirmó. Del Valle nos recuerda también la censura a la que se tuvo que enfrentar Javier Krahe por cocinar un Cristo. Sin embargo, no se limita a criticar la censura que estos integristas católicos pretendían imponer al músico. También crítica la censura woke, no menos fanática.

Esta segunda traición de la izquierda tiene en España una peculiaridad muy concreta que tiene que ver con su alianza con los nacionalismos periféricos. En España, muy especialmente desde Zapatero, la izquierda sustituye la igualdad por la identidad. Zapatero afirmó que la izquierda y el nacionalismo compartían “fundamentos republicanos” (p 204). En mi opinión la izquierda española ha sustituido la lucha de clases por la lucha de los pueblos. No se dan cuenta de que paradójicamente, cuanto más débil sea el Estado, más difícil será corregir las desigualdades que provoca el neoliberalismo. Los que defienden una España plurinacional tienen que darse cuenta de que están defendiendo una Cataluña que es una, grande y libre, y una Euskal Herria que es una, grande y libre. Del Valle cita una entrevista con Zapatero en el periódico digital El Español, el 10 de febrero de 2020, en la que el expresidente afirma que “La mayoría de lo que conocemos como nacionalistas en las distintas comunidades de España no tiene que ver con otros nacionalismos en el mundo. Aquí está claro que hay una parte del nacionalismo que es inequívocamente de izquierdas”. Joan Tardá lo explicaba años después asegurando que ZP normalizó el independentismo. Con el Pacto del Tinell se acabó el pacto simbólico que hizo posible la transición democrática.

Alfonso Guerra explicaba recientemente que una parte de la izquierda ha optado por la estrategia populista que propuso Ernesto Laclau. Se trata de un discurso binario donde un autodenominado “bloque democrático” o “bloque plurinacional” se presenta como el paradigma de la bondad, y considera herejes o enemigos a todos aquellos que no comparten su visión. En este sistema binario, los que nos oponemos a los nacionalismos somos el enemigo, y los nacionalistas y separatistas son aliados. Esta izquierda woke, neoliberal y cantonalista teme a la verdadera izquierda, y la califica de “rojiparda” o “facha”.

Félix Ovejero alerta en el epílogo de este libro de esta “irrecuperable deriva populista” a la que se refería Guerra. Curiosamente, el propio Ovejero lleva muchos años alertando de esta traición de la izquierda española. El 17 de abril de 2006, Ovejero escribía sobre el error que suponía “creer que defender el derecho de los nacionalistas a defender sus propias ideas obliga a defender las ideas de los nacionalistas, o, de otro modo, que imposibilita para criticar las ideas de los nacionalistas. El nacionalismo, que se presenta como un proyecto político, esto es, público, invoca una emoción “privada”, la ofensa a los sentimientos, para impedir cualquier crítica. Se considera lícito criticar el socialismo, el liberalismo o el capitalismo, pero criticar al nacionalismo es como faltar a la madre”.

El libro de Guillermo Del Valle es una reivindicación del socialismo democrático que defendía Camus. Del Valle explica que “los socialdemócratas dejaron en buena medida de serlo en España” (p 48). Yo diría que España actualmente es una monarquía confederal pluritribal, un reino de taifas donde cada taifa compite con la de al lado (por su puesto a la baja). En el último capítulo Del Valle explica la confusión sobre el centralismo y la descentralización. Los teóricos neoliberales como Von Mises o aquí en España Juan Ramón Rallo se posicionan a favor del derecho de autodeterminación, con una coherencia que yo agradezco. Los neoliberales que defienden el derecho de secesión de las regiones más ricas son coherentes con su delirio. Lo incoherente es que fuerzas que se dicen progresistas asuman la principal reivindicación de los partidos separatistas. En la página 242 Del Valle me cita a mí cuando digo que “el nacionalismo no es más que la socialización del narcisismo”. No seré yo quien me lleve la contraria a mí mismo.

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Jon Viar es doctor en estudios lingüísticos, literarios y teatrales por la UAH y director del documental "Traidores".


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