A mí no me engañan

En política, “nos engañan” suena mejor que “os engañan”, pero es menos sincero: el que dice que lo engañan en realidad está ya desengañado.
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En política, “nos engañan” suena mejor que “os engañan”, pero es menos sincero. Porque el que dice que lo engañan en realidad está ya desengañado. El conspiracionismo tiene siempre ese toque de condescendencia, de iluminado que trae la luz a los ingenuos. El iluminado en política también, y lo esconde siempre en lo colectivo: “nos engañan”, “nos mienten”. A él también lo engañan, pero él se entera. Es un engañado consciente. El iluminado se esconde entre los engañados para ocultar su superioridad.

Los miembros de Podemos quieren representar sociológica y estéticamente a la clase media-baja. Creen que zurciendo calcetines en Twitter, admitiendo que ponen lavadoras y planchan sus camisas, vistiendo vaqueros, lo consiguen. No pueden sentirse superiores y, en cambio, creen que lo son: son los encargados de decirles que están siendo engañados. No en una sola cosa, sino en todo. Todo es un engaño. Solo ellos se han dado cuenta. Piensan que la política -o en su defecto la democracia, ante el descrédito del término política- lo soluciona todo y es algo excepcional, pero se venden como gente nada excepcional.

Quizá el votante no quiere verse a sí mismo gobernando. No sé si querría verme a mí mismo gobernando (aunque no puedo negar mi cercanía estética con el alcalde de Ferrol, criticado por su vestimenta demasiado informal en los plenos del ayuntamiento). Tengo una barba irregular, unos hábitos poco saludables, soy inestable emocionalmente y todavía estoy aprendiendo a gestionar bien mi dinero. No gusto a las suegras como gusta Albert Rivera, que ha sabido vender con labia una tecnocracia con rostro humano y una imagen de competencia sin arrogancia. En un momento del debate entre Iglesias y Rivera en La Sexta, el presentador Jordi Évole manda callar a Pablo Iglesias para que Rivera explique un tema complejo. Ahí anuló al líder de Podemos. Iglesias es quizá uno de los políticos más inteligentes de los últimos años. Pero no es capaz de mostrarlo sin resultar profesoral. Frente al intelectual que no es capaz de adaptarse al pragmatismo de la política real, Iglesias es el intelectual que cuando asume la realidad del juego político se le nota la estrategia y el cinismo. (Anoche en el programa de El Hormiguero, donde bromeó y cantó, quizá sea la excepción).

En un reciente artículo de opinión en El Diario, la periodista Ruth Toledano se lamenta de las enormes colas que se produjeron con la apertura de una tienda Primark en la Gran Vía de Madrid. Toledano se pregunta dónde están esas multitudes cuando toca defender los derechos sociales: “El monstruo del capital ha creado un círculo vicioso en el que damos vueltas sin pensar, sin cuestionar, sin rechazar”. En un artículo de respuesta en la misma web, el bloguero Jorge Matías le acusa de tratar a la gente con condescendencia: “Supongo que es difícil comprender que hay gente que no quiere vivir como tú quieres que viva, ni hacer lo que tú quieres que haga.” El texto de Toledano no es solo intelectualmente pobre, sino involuntariamente clasista. Pero ella no tiene que ganar unas elecciones. Puede gritar “os engañan” en lugar de “nos engañan”, porque a ella sí que no la engañan. Las colas de gente para comprar en Primark aparecieron en todos los medios. La acera de la Gran Vía se bloqueó durante horas, los trabajadores de la tienda tuvieron que colocar vallas y las calles aledañas, entre ellas la calle Desengaño, se colapsaron.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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