La vivacidad reflexiva
Fernando Savater (San Sebastiรกn, 1947) apareciรณ en nuestro mundo literario y filosรณfico ya armado por una manera de saber que no tardarรญa en desplegar su temperamento y que, sin cesar en su curiosidad, se irรญa adentrando en la exploraciรณn de sus propios medios expresivos. En una carrera de escritor ya larga, ha publicado ensayos, tratados, crรญtica de cine y literatura, comentarios y reportajes de hรญpica, obras de teatro, novelas… y de alguna manera siempre ha hecho lo mismo: una obra literaria de carรกcter reflexivo (o una reflexiรณn fuertemente literaria) que con rapidez identificamos con รฉl, porque sin duda ha logrado un estilo que le es propio. No me cabe duda de que Savater es un literato. Nuestros profesores de filosofรญa mรกs ergรณticos habrรกn sonreรญdo ante esta afirmaciรณn, creyendo que no considero a Savater un filรณsofo (aunque mi opiniรณn cuente poco en las jerarquรญas del saber); pero no es asรญ: en realidad pienso que es un filรณsofo frecuente, aunque no sistemรกtico. Hay, sin embargo, filรณsofos sistemรกticos que no piensan con frecuencia. Ciertamente, los hay sesudos y capaces de generar ideas motores, preguntas inquietantes, y no parece que Savater los haya ignorado; los ha tenido en cuenta, no tanto para repetir el mantra como para pensar por su cuenta y riesgo dichas aportaciones. No sรฉ si habrรก contribuido a la Historia de la Filosofรญa (probablemente no, son pocos los que lo hacen, y no creo que, por ejemplo, alguien tan inteligente y tan escritor como Cioran forme parte de dicha Historia), pero no me cabe duda de que ha dado que pensar a muchos y de que nos ayuda a pensar en muchas ocasiones, quizรกs porque, entre otras razones, hay en รฉl una firme voluntad de educar desde la convicciรณn de que sin autonomรญa reflexiva no hay verdadera educaciรณn.
Me es grato confesar que desde que lo leรญ por primera vez, a comienzos de los aรฑos setenta en la revista Triunfo, siempre lo he tenido por un referente, aunque sea para disentir o pensar de manera distinta con respecto a algo. Pero sobre todo, me gustarรญa haber aprendido de lo que he admirado en รฉl durante tantos aรฑos: entre otras cosas, a pensar en lo posible por mi cuenta, sabiendo que el saber lo es de todos y no juguete de una escolรกstica engreรญda en su propia mecรกnica. Por otro lado, Savater ha reflexionado sobre sus aficiones, no tanto para dotarlas de un estatuto de seriedad como para acentuar el sentido del placer. Pensar lo gratuito alejรกndolo del secular sentimiento de culpa y devolviรฉndolo al espacio del juego, allรญ donde el placer es, sobre todo y sin mรกs, una heroica afirmaciรณn de ser. Ademรกs, no ha habido ningรบn escritor espaรฑol con el que yo me haya reรญdo y sonreรญdo tanto, y no sรณlo ante sus chistes evidentes sino ante sus paradojas e ironรญas, su manera de descolocar al lector, el buen humor en alguien que uno temerรญa tener en contra pero, al mismo tiempo, elegirรญa como adversario, si se pudiera elegir de verdad a los adversarios. Como ha escrito tanto โtanto que ni รฉl mismo lo sabe, porque carece de aficiรณn y aflicciรณn curricularโ es imposible admirarlo todo, y sin duda es autor de libros o recopilaciones de ensayos desiguales o incluso de algรบn que otro volumen claramente olvidable, pero gracias a que ha escrito tanto ha podido darnos algunos ensayos y artรญculos memorables. Savater no podrรญa haberse centrado en cuatro o cinco obras producto de un obsesivo estudio y afรกn de perfecciรณn, su camino ha sido otro: la frecuencia alterada, el salto de lo uno a lo otro, una perseverancia polimorfa propia de novelistas como Balzac o Hugo, de un lector apasionado, exigente respecto a la fidelidad a su mundo y tal vez demasiado generoso con muchos de sus contemporรกneos. Aunque en su fuero interno sepa que lo bueno no abunda, como dice con humor en un libro sobre su deporte favorito, las carreras de caballos, el turf: โNo me atrevo a descalificar al universo en su conjunto, porque bien mirado algunos de mis mejores recuerdos guardan relaciรณn con รฉl; sรณlo lamento, con amabilidad no exenta de firmeza, que suela haber poco de lo que mรกs nos interesaโ.
Desde sus primeros escritos, en Savater se da una defensa contra viento y marea (y ha tenido de ambos fenรณmenos en contra, tanto como a favor) de sus gustos, sus apetencias e, incluso, caprichos: una reflexiรณn que supone, al menos en parte, la confesiรณn autobiogrรกfica del cuerpo, como querรญa Nietzsche de la tarea del filรณsofo. La fidelidad a los gustos de la infancia y pubertad le ha permitido disponer de una habitaciรณn de juegos perpetua, y al mismo tiempo ha desarrollado desde ella, o, mejor, alrededor de ella, una lucha imaginativa contra las amenazas. No es necesario acudir a Freud para saber que todos somos deudores de nuestros primeros diez o doce aรฑos de vida, aunque sin duda esa herencia recรญproca es administrada de manera muy distinta segรบn de quien se trate. Por un lado, Savater es un hombre comprometido โcon una decisiรณn y constancia que supone un valor moral altoโ con muchos aspectos de su sociedad: libertades, terrorismo, educaciรณn, etc., por el otro, acentรบa un territorio irreductible y casi dirรญa que impermeable al cambio: las particularidades de su gusto por el cine de terror, los monstruos, la รฉpica, asรญ como desdรฉn por todo lo que huele a pesado, moroso y, claro estรก, pretencioso. Un pensador como รฉl parecerรญa lรณgico que hubiera estado interesado por La montaรฑa mรกgica, al menos tanto como lo ha estado por El seรฑor de los anillos, pero no ha podido leerla entera hasta hace un par de aรฑos, aunque, finalmente, con admiraciรณn y un testimonio crรญtico inteligente.
Como mi retrato de Savater es producto de la admiraciรณn, arriesgarรฉ algunos matices menos brillantes. El espacio de juego de la infancia estรก condenado a ser reinventado y rectificado si no queremos morir entre acuerdos y entropรญa, pero a veces Savater parece expulsar (en su expresiรณn literaria) del terreno de los gustos a los que no forman parte del cuarto de juegos: โEste libro no es para ustedโ, โes mejor que abandone estas pรกginasโ, nos dice aquรญ o allรก, sin duda porque en esos momentos no busca sino cรณmplices. Y en esta misma lรญnea abusa en ocasiones de la confesiรณn de sus limitaciones para con rapidez fundar en ellas su orgullo, contra unos y otros. Algo que me asombra de Savater es que haya encontrado tan pronto sus gustos, pero encontrarlos demasiado pronto quizรกs convierte al adulto en un trabajador de la insaciabilidad infantil. (รl dirรก, quizรกs, que nada le es mรกs grato en el mundo.) Algo mรกs (y nada mรกs, que no me da el cuerpo para reparos): ยกlos puntos suspensivos a los que se ha hecho tan aficionado y estropean a veces tantas pรกginas excelentes! Pero Savater es tan excesivo que no puede poner pocos. Ahora bien, junto a la acentuaciรณn de lo irreductible, se halla el hombre entre los hombres, situado en el diรกlogo y sus bรบsquedas, y aquรญ Savater es un รกgil pรบgil dialรฉctico que no ha rehuido enfrentar sus ideas con las de sus contrarios; en su larga historia intelectual lo hemos visto en muchas ocasiones frente a tirios y troyanos. Su actitud la resume algo que le oรญ en una ocasiรณn, una frase magnรญfica que define su talante como pensador: โLa diferencia de ideas de los demรกs forma parte de mis expectativas intelectualesโ.
Escritor que ha tenido por maestros, entre otros, a Montaigne, Borges, Cioran, Stevenson y Paz, ha sido y es azote de pedantes, melifluos, sublimes y dogmรกticos (aquรญ caben los de todas las iglesias). Lejos de darnos una imagen acadรฉmica y curricular de sรญ mismo, cuando se ha retratado lo ha hecho con humor y con poca ceremonia, aunque no sin autoestima, sin duda. En 1978, en un artรญculo titulado โElogio a la embriaguezโ exaltรณ, tal vez exagerando, el gusto por los excesos: nada con medida, todo con desmesura, exhibiendo un momento de gran galope anรญmico, pero donde en realidad afirma lo que no ha dejado de contar y pensar a lo largo de su obra: no apuesta por el escamoteo del cuerpo, teniendo que justificar el placer y el gozo con oropeles intelectuales (ah, las cogitaciones del alma), sino a favor y en nombre de esa misma corporalidad solar y afirmativa. Esa afirmaciรณn estรก en muchas de sus mejores pรกginas, tanto las que ha escrito sobre literatura como sobre cine o filosofรญa.
Entusiasta del cine de terror, desde Murnau a Hitchcock, lo es tambiรฉn de la tradiciรณn รฉpica (John Ford sobre todo y mucho, pero tambiรฉn Walsh, Hawks y otros), y tambiรฉn de pelรญculas de gรฉneros tan distintos como El nombre de la rosa, E la nave va y Blade Runner. Apuntemos los nombres de varios de sus actores: Henry Fonda, Jimmy Stewart, Harrison Ford, Sean Connery. ยกY todo el mundo sabe de su amor a King Kong! Ese magnรญfico escritor y lector que fue Gerald Brenan probaba el gusto de sus nuevas amistades preguntรกndoles por La conciencia de Zeno, de Italo Svevo. Yo imagino a Fernando preguntรกndose: โยฟQuรฉ pensarรก รฉste de King Kong?โ Hay escritores que quieren ganarse a sus lectores, Savater se los juega en cada ocasiรณn. Hay filรณsofos que sonrรญen con condescendencia ante quien no ha leรญdo a Fichte y Hegel, porque suponen que no entenderรกn la respuesta de lo que preguntan; Savater no ignora โha dado demasiadas clases para no saberloโ que hay grados y etapas, pero se dirige a los demรกs suponiendo que quien quiere conocer puede llegar a hacerlo. No es rebuscado โes, eso sรญ, buscado, a veces con malas intencionesโ, tampoco infatuado ni pedante. El mejor autorretrato suyo que conozco quizรกs no estรฉ en las muchas pรกginas de su Autobiografรญa razonada, sino en las dos o tres pรกginas que escribiรณ en 1995 para cerrar una antologรญa de sus textos realizada por Hรฉctor Subirats, โLo que queda de mรญโ. En un tono elegรญaco y al tiempo afirmador del presente, en lรญnea con algunas pรกginas de Montaigne, en las que se habla desde la carencia y la debilidad, no desde la fortaleza y el triunfo, logra su propio ideal: โcultivar gustos sencillos y una mente complejaโ, aunque, aรฑade, aspira a transformar esa complejidad en una igual sencillez. Savater, de gustos y fantasรญas homรฉricas, en ocasiones lleva en sรญ a un epicรบreo rectificador de todo exceso.
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La fidelidad a la vida es, me atrevo a pensar, lo que ha hecho que Savater no se haya acogido a ningรบn fondo metafรญsico, a un sostรฉn filosรณfico o de creencia alguna. La vida es demasiado grande para que pueda tener fundamento, una explicaciรณn, y menos aรบn teolรณgica, por mucho que hayamos proyectado lo mejor en un ser ideal. Este viajero incesante y al mismo tiempo siempre en su ciudad de origen, demasiado inquieto para demorarse un poco mรกs que aquello que su poรฉtica vital le pide, demasiado inquieto tambiรฉn para ceder a la contemplaciรณn, ha hecho de la cercanรญa a la experiencia su filosofรญa: no hay un lugar esencial o esotรฉrico sino un volver continuo hacia las preguntas que competen al individuo y a lo colectivo; y hacia las parciales pero insobornables respuestas de nuestra intimidad. Savater es un escรฉptico vitalista, no radicalmente escรฉptico porque lo es de verdad, es decir que no cree en el escepticismo. Pero no se suponga que esto significa que Savater sea nihilista, todo lo contrario: cree en muchos valores, incluso, y sobre todo, como admirable motor inmรณvil, en el valor. Cree en lo que le parece lo mejor y lo mejorable para esas pocas cosas de veras fundamentales a los hombres: la libertad, la justicia, la fraternidad, el bienestar, sรญ, tambiรฉn el bienestar, porque lo que la gente quiere es estar bien y para ello se necesita responder adecuadamente a las preguntas de lo cotidiano, que es el tiempo donde siempre se halla el cuerpo buscando, sin embargo, momentos excepcionales. En esto, como en muchas otras cosas, Savater enlaza con la vieja y algo ocultada tradiciรณn materialista antiplatรณnica que, como nos ilustra Michel Onfray, Platรณn tratรณ y casi consiguiรณ erradicar. Las preguntas filosรณficas, por otro lado, al tratar de responderlas se reformulan de nuevo: no dejan de preguntar, quiero decir: obtienen respuestas que a su vez generan preguntas. รste es un tema que se reformula constantemente en Las preguntas de la vida, obra de difรญcil sencillez y uno de esos libros de Savater que uno pondrรญa con gusto en manos del adolescente (la edad de las preguntas viscerales…) sabiendo que allรญ encontrarรก algo que no es Iglesia ni Partido ni Sacrificio. A lo que Savater incita es a que cada uno piense lo que es necesario pensar (que es mucho), pues todo el camino filosรณfico debe ser pensado por cada cual, a diferencia del cientรญfico, ya que una vez encontrada la secuencia de una cadena de aminoรกcidos, pongamos por caso, no se necesita que cada nuevo cientรญfico la descubra (aunque la suerte de algunos se ha basado en dudar de lo indudable). En cambio, para el pensador los grandes y pequeรฑos filรณsofos son sรณlo una ayuda para volver a pensar: toda verdad necesita de mi circunstancia reflexiva para probarse. Para Savater, โla filosofรญa rescata la realidad humanamente vital de lo aparente, en la que transcurre la peripecia de nuestra existencia concretaโ.
Acabo de decir que Savater es un escรฉptico, y casi me arrepiento, porque puede parecer que no cree que haya que buscar la verdad (no la Verdad o Realidad absoluta, en las que no cree), pero si es filรณsofo lo es precisamente por eso, porque quiere ver quรฉ hay de verdad, en principio y por principio, en todo. Adverso a cualquier espรญritu de sistema, en el que el gran Arthur Koestler adivinaba la capacidad delirante de que con รฉl se puede probar todo lo que se cree y creer en todo lo que se puede probar, Savater estรก lejos de ser un relativista. Por otro lado, es evidente que su saber no es escolรกstico sino abierto al sentido comรบn, y asรญ evita mucho mรกs que la mayorรญa caer en imbecilidades, a las que los filรณsofos mรกs talmรบdicos y minuciosos suelen tener, a pesar de sus dotes, fรกcil acceso. Esto no quiere decir que no haya incursionado en Spinoza, Kant, Hegel, Schopenhauer o incluso Heidegger (todo lo contrario), sino que a la hora de entendรฉrselas con el mundo ha dudado de todo espรญritu de sistema y se ha expresado en un lenguaje culto pero no especializado y jergoso. Lejos, muy lejos, de Heidegger y cerca, en esto โy en muchas otras cosasโ de Ortega y Gasset.
Para Fernando Savater el hombre es una criatura histรณrica; a su vez, esta historicidad tiene un componente ontolรณgico decisivo; dicho animal histรณrico โexpresado con la competencia de Casirerโ es simbรณlico. No es extraรฑo que nuestra naturaleza coincida con la de los sueรฑos (que no es materia, ahora que se sabe que la materia tiene poco de lo que se pensaba que era la โmateriaโ). Nietzscheano en este sentido, sus puyas a los que piensan que debemos buscar un modelo en la naturaleza, son conocidas, pero no ignora que, de la sexualidad a la organizaciรณn social, nuestras respuestas centrales no dejan de ser metรกforas, transformaciones, afirmaciones y negaciones de impulsos primarios. Ciertamente, aรบn no sabemos lo que puede un cuerpo. Hace muchos aรฑos Octavio Paz dijo que el hombre es el primer No a la naturaleza, y Savater afirma en muchos momentos de sus รบltimos ensayos que somos โartificiales por naturalezaโ y vivimos perdidos en el tiempo. Seres temporales, conscientes de la muerte y destinados a vivir (eso sรญ lo sabemos), no estamos menos necesitados de preguntarnos por el sentido de la vida o, como lo demanda en concreto Savater, por el sentido de nuestras intenciones vitales, ya que la vida misma sรณlo puede, quizรกs, tener un sentido tautolรณgico: siempre mรกs de lo mismo. โLo realmente โabsurdoโ โafirma en su reciente obra La vida eternaโ no es que la vida carezca de sentido, sino empeรฑarse en que deba tenerloโ. Sin embargo, dada la soledad en que vivimos como especie simbรณlica, no es tan extraรฑo que nos preguntemos โaรฑado por mi cuentaโ quรฉ sentido, antropolรณgicamente hablando, tiene todo esto. Porque no estamos como โel agua en el aguaโ (como lo estรก el mundo animal para Bataille), salvo en instantes afortunados que no tardan en ser memoria. Ahora bien, esta pregunta โque no es de Savaterโ no puede ocuparnos demasiado tiempo, y menos al autor de A caballo entre milenios (un precioso libro sobre las grandes carreras de caballos).
Porque Savater parece vivir al galope, con la intensidad de un derby. Si la melancolรญa, segรบn Aristรณteles, es propia de los โhombres de excepciรณnโ (filรณsofos, estadistas, poetas), Fernando Savater no la ha necesitado. Pocas personas he conocido con tanto entusiasmo, con tal capacidad para disfrutar y tan poco entregadas a la tristeza, a la melancolรญa o la pereza. En una ocasiรณn, una amiga mexicana de ambos, tras una divertida cena, me dijo: โยกNo es hombre, es multitud!โ Aunque Fernando ha razonado en numerosas ocasiones y con distinta suerte este รฉlan vital, esta afirmaciรณn de ser por encima de toda limitaciรณn y de la mayor de todas, el No de la muerte, quizรกs lo mรกs importante no sean tanto las razones que se da y nos aporta como esa realidad misma en acciรณn. Creo que las frases que cito a continuaciรณn, expresan con vigor esto que trato de decir, y pueden ser una divisa y una descripciรณn del autor de La tarea del hรฉroe: โCuando constata su presencia en la vida, el ser humano se exalta. Y esa constataciรณn exaltada es lo que podemos llamar alegrรญa. La alegrรญa afirma y asume la vida frente a la muerte, frente a la desesperaciรณn. La alegrรญa no celebra los contenidos concretos de la vida, a menudo atroces, sino la vida misma porque no es la muerteโ. Bueno, la verdad es que dan ganas de brindar, y eso es lo que estoy haciendo, en la vivacidad del instante, por Fernando Savater. ~
โ Juan Malpartida
Laudatio
Hace
casi treinta aรฑos que, por paradojas del destino, encontrรฉ
en una librerรญa religiosa del D.F. el primer libro que leรญ
de Fernando Savater, Nihilismo
y acciรณn. Sรณlo ver el tรญtulo ya me
enganchรณ, soy de esa secta de fanรกticos a los que
ciertos tรญtulos dejan tan deslumbrados como el rostro de esas
muchachas a las que miras y piensas: โNi lo intentes, esto no puede
hacerte mรกs que daรฑoโ.
Sin
embargo, la verdad es que, en lo que se refiere a la burocracia
universitaria, las lecturas de Savater me sentaron peor que la mirada
de alguna mujer. La primera vez que lo invitรฉ a Acatlรกn
tuve que hacer una ligera variaciรณn curricular y convencer a
los que pagaban de que, en realidad, el profesor espaรฑol que
invitaba era un โmarxista heterodoxoโ. Un mes estuvo Savater
impartiendo un par de cursos sobre Nietzsche y Kierkegaard, y los
jefes, que eran leninistas pero no por ello necesariamente tontos, me
despidieron exactamente una semana despuรฉs de su partida. Otra
visita fue a propรณsito de la Utopรญa y el 1984
de Orwell โencuentro del que Savater conserva el pรณster
colgado en la sala de su casaโ, y aquรญ la cosa fue mรกs
rรกpida, exactamente al dรญa siguiente de la partida de
Savater fui echado a patadas de la Facultad.
Nรณtese
que no por ello le guardo rencor sino agradecimiento, los despidos me
animaron a emigrar, a no quedarme enmohecido en aquella facultad, a
cambiar de aires, de oficio y asรญ, ademรกs de leer a
Savater, beber, discutir, reรญr con รฉl y, sobre
todo, hacer muchos viajes, entre ellos dos memorables a Parรญs,
adonde me llevรณ a tomar abundantes vinos con mi gurรบ de
cabecera: Cioran.
Me
imagino que el cura jefe de compras de aquella librerรญa o era
un blasfemo o compraba al peso. El asunto es que despuรฉs de
leer el libro, mis prontos antirreligiosos se fueron limando con
repetidas visitas a aquel templo. Allรญ encontrรฉ La
infancia recuperada y La
filosofรญa tachada.
Quiรฉn
lo iba a decir, en aquella casa dedicada al proselitismo religioso me
topรฉ con el filรณn que yo esperaba: alguien que dijera
en mi lengua, por fin, todo lo que detestaba de la academia y la
verborrea seudoizquierdosa que padecรญa yo en una Facultad que
mรกs bien carecรญa de cualquier facultad. Aquella
librerรญa tenรญa otras virtudes, allรญ encontrรฉ
libros de Cioran, Camus, Yankelevich; รฉste, por cierto, entre
varias joyas de una editorial sorprendente, la de la Universidad
Veracruzana, gracias al magnรญfico olfato del profesor
Salmerรณn, magnรญficamente sustituido por otro olfato
literario privilegiado, el de Josรฉ Luis Rivas.
Decรญa
Orwell que si la libertad significa algo, ha de ser el derecho de
decirle a la gente lo que no quiere oรญr, y Savater lo decรญa
y ademรกs lo escribรญa con una prosa clara, incisiva y
siempre abierta a la ironรญa, en pocas palabras: era un
insumiso dedicado a sacudir conciencias soรฑolientas y, por si
fuera poco, con una prosa clara, directa y cargada de ironรญa.
Contra
la prรฉdica y la creencia, la vivencia de la insumisiรณn:
frente a los tratadistas cuyos diplomas sรณlo prueban que
poseen un diploma de limitaciรณn, alguien que considera que
filosofar es hacer de la curiosidad una virtud. La obra de Savater
representa desde el principio, entre la grisura de los
manualistas, la osadรญa de un pensamiento racionalista cuya
รฉtica se basa en la alegrรญa y la vida creyendo en un
ser humano que pueda vencer las servidumbres a las que parece
destinado. En este punto Savater es sin lugar a dudas un seguidor de
un maestro al que leyรณ en circunstancias poco alegres, es
decir, entre las rejas de una celda: Spinoza.
Otra
ventaja de la lectura de los libros de Savater es su debilidad por lo
polรญticamente incorrecto. Mientras que hay autores que uno ya
no lee porque sabe de memoria por dรณnde van a salir, รฉl
es capaz de escribir cosas como esta: โNadie puede saber con
certeza quรฉ figuras representarรกn en la imaginaciรณn
de nuestros descendientes este siglo que hemos vivido y que
comenzamos a despedir. ยฟProust, Kafka, Picasso? ยฟOrson
Welles, Bertrand Russell, Einstein? ยฟHitler y Stalin, con una
menciรณn a pie de pรกgina para Gandhi? En cualquier caso,
si a mรญ me preguntaran desde el futuro con quiรฉn
quedarse (consulta que no parece probable) yo les aconsejarรญa
que optasen por Groucho y lo demรกs se lo dejaran a los
especialistas. El Siglo de Groucho Marx: con eso basta, realmente.
Pero no tendremos tanta suerte…โ
Algunas
de las pรกginas mรกs emocionantes que ha escrito Savater
se encuentran en su autobiografรญa, justo en el capรญtulo
titulado โLo que te deboโ, dedicado a su madre. Los mexicanos
sabemos, quizรก mejor que nadie, lo fรกcil que es
resbalar en la cursilerรญa cuando de hablar de la madre se
trata; me refiero a nuestra madre, claro, cuando es la de otros, ya
sabemos… En esas pรกginas no hay ni asomo de sensiblerรญa.
Savater recuerda que las lecturas que primero le leyรณ su madre
y despuรฉs le seleccionรณ, le โhicieron el almaโ. De
las facetas por las que su madre โle hizo el almaโ destaca la que
a mรญ mรกs me divierte, la de polemista. A propรณsito
de ella, Savater escribe: โTambiรฉn eras capaz de discutir
artera e incansablemente. Nunca he tenido mejor adversario polรฉmico
que tรบ, es decir nunca lo he tenido peor. Despuรฉs de
haber cruzado armas verbales contigo durante aรฑos, todas
las batallas dialรฉcticas me parecen sosas. Tenรญas la
honradez bรกsica de aceptar de inmediato el nรบcleo de lo
que se debatรญa en cada caso, para luego desplegar todas las
artimaรฑas imaginables capaces de debilitar la posiciรณn
contraria. Percibรญas infaliblemente la mรกs pequeรฑa
grieta en la armadura del adversario y arremetรญas sin
contemplaciones. En especial fuiste siempre magistral en el manejo de
la ironรญa demoledora y en el subrayado de ese aspecto ridรญculo
o enclenque de nuestra posiciรณn que todos evitamos poner a la
luz. Me temo que tambiรฉn en esta peligrosa habilidad he sido
un discรญpulo tuyo incluso demasiado aventajadoโ.
Savater
es un defensor incansable de los derechos humanos; es decir, de los
derechos del individuo frente al absolutismo tribal; dicho en otras
palabras y para enojo de quienes disfrutan con el calor del establo:
โPoner la sociedad al servicio de los fines del individuo,
rescatรกndole de su sacrificio irrestricto y ciego; la
condiciรณn humana genรฉrica debรญa ser para ello
previa, de mรกs alto rango que cualquier caracterizaciรณn
nacional, histรณrica, ideolรณgica, todo ello para
escarnio de los reaccionarios que piensan que lo humano es una
abstracciรณn sin sustanciaโ.
Hay
quienes se echan una bandera por causa y viven tan tranquilos,
tambiรฉn los hay que se echan una causa por bandera y basta. A
Savater le sobran las banderas y no le basta una causa, y quizรก
un aforismo de Lichtenberg lo defina: โAunque mi filosofรญa
tampoco descubra nada, al menos tiene suficiente corazรณn para
considerar inexistentes los pensamientos establecidosโ.
Lo
que algunos llaman โel optimismo filosรณfico de Sava-terโ,
que para mรญ no estรก tan claro, debe surgir de alguna
fuerza escondida tras su mala salud de hierro; estoy convencido de
que en muchas ocasiones Savater sabe โque la vida es un cuento
narrado por un idiota lleno de ruido y de furia, y que no significa
nadaโ, y sin embargo รฉl se esfuerza en encontrar la
pluralidad de significados, en desenmaraรฑar las posibilidades
de la รฉtica en medio del fango de la polรญtica. A
Savater le interesa la รฉtica porque hace la vida humanamente
aceptable, y la estรฉtica porque la hace humanamente deseable.
La vieja definiciรณn de que un optimista no es mรกs que
un pesimista desinformado no se cumple en el caso de este autor.
Los
especialistas, los tratadistas, disfrazan su incapacidad narrativa
tras la farsa de que, mientras mรกs oscuros, mรกs
profundos. Los tratadistas piensan que la sabidurรญa los
persigue, pero ellos son mรกs rรกpidos. A ellos les
dedica Savater un aforismo: โยกY pensar que el interรฉs
por la filosofรญa comienza con el sobrecogimiento de la muerte
inexorable y concluye buscando bibliografรญa!โ Una de las
cualidades de Savater es que su discurso estรก elaborado de tal
manera que quienes no son especialistas puedan seguir sus
argumentaciones, asentir o discrepar, rechazar o compartir las
sospechas que se comunican. Todo ello, siempre con cautela frente a
su propio discurso.
Savater
es un experto en transmitir con precisiรณn y fluidez todo
aquello que la pedanterรญa acadรฉmica convierte en
palabrerรญa hueca. Dicho de otra manera, Savater consigue que
lo que parece sรณlo para iniciados vuelva a la polis
contribuyendo a profundizar el diรกlogo pรบblico de los
ciudadanos.
Por
supuesto, esto no es tranquilizador. Savater es consciente de que la
filosofรญa no resuelve nada; por el contrario, frente a los que
tienen respuesta para todo, sรณlo aumenta la sospecha. Y las
sospechas son muchas. Hay quien le critica a Savater estar en
demasiados frentes, pero el asunto es simplemente visceral: su
capacidad de indignaciรณn le impide quedarse callado y en este
caso, la vรญscera no excluye a la razรณn, a las razones.
Razones que huyen del dogma como de la peste, con una dosis
gratificante de humor y con fascinaciรณn por los juegos de
palabras que con tanta maestrรญa manejรณ su amigo Cabrera
Infante. Enrique Gil Calvo lo definรญa bien con estas palabras:
โSi Savater puede desempeรฑar ese incรณmodo trabajo de
ejemplo moral para una generaciรณn es porque, a la vez, es uno
de los pocos autores con obra propia, internacionalmente digna de
consideraciรณn que, desde Ortega y Gasset, ha aportado la
filosofรญa espaรฑola. Cuando el resto de los
profesionales acadรฉmicos se inscriben en escuelas previsibles,
segรบn los ejemplos forรกneos importados sin
significativa modificaciรณn (frankfurtianos, hermenรฉuticos,
analรญticos, posmodernos, etcโฆ), Savater, por su cuenta y
riesgo, se ha decidido a crear su propia obra original y singularโ.
Es
en Borges donde Savater aprendiรณ que la filosofรญa es
ante todo una rama de la literatura; convicciรณn que no podรญa
mรกs que llevar al espanto a los que viven de la oscuridad de
su pensamiento. De Conrad a Nietzsche, de Stevenson a Borges, de
Spinoza a Cioran, las fuentes de Savater respiran la heterodoxia de
un francotirador enfrentado a los grandes sistemas de pensamiento
El
pensamiento de Savater ha ido cambiando en algunas cuestiones; la
experiencia, el desarrollo de los acontecimientos, le han hecho
repensar algunas de sus posturas originales. Savater sabe, por
supuesto, que los volubles nunca cambian. En otras cuestiones la obra
de Savater se ha mantenido firme, por ejemplo en su defensa de la
educaciรณn pรบblica y laica, asunto no menor en tiempos
donde la regresiรณn religiosa avanza implacable y la educaciรณn
pรบblica es menospreciada por las elites en el poder.
ยฟQuรฉ
es la laicidad para Savater?:
Es
el reconocimiento de la autonomรญa de lo polรญtico y
civil respecto a lo religioso, la separaciรณn entre la esfera
terrenal de aprendizajes, normas y garantรญas que todos debemos
compartir y el รกmbito รญntimo (aunque pรบblicamente
exteriorizable a tรญtulo particular) de las creencias de cada
cual… Debe recordarse que la enseรฑanza no es sรณlo un
asunto que incumba a la familia, sino que tiene efectos pรบblicos
por muy privado que sea el centro en que se imparta… Algunos
partidarios a ultranza de la religiรณn como asignatura en la
escuela han iniciado una cruzada contra la enseรฑanza de una
moral cรญvica o formaciรณn ciudadana. Al oรญrles
parece que los valores de los padres, cualesquiera que sean, han de
resultar sagrados mientras que los de la sociedad democrรกtica
no pueden explicarse sin incurrir en una manipulaciรณn de las
mentes poco menos que totalitaria. El laicismo es una determinada
forma de entender la polรญtica democrรกtica y tambiรฉn
una doctrina de la libertad civil. Consiste en afirmar la condiciรณn
igual de todos los miembros de la sociedad, definidos exclusivamente
por su capacidad similar de participar en la formaciรณn y
expresiรณn de la voluntad general y cuyas caracterรญsticas
no polรญticas (religiosas, รฉtnicas, sexuales,
genealรณgicas) no deben ser en principio tomadas en
consideraciรณn por el Estado.
Finalmente
Savater ofrece el โprimer mandamientoโ de la laicidad: consiste
en romper la idolatrรญa culturalista y fomentar el espรญritu
crรญtico respecto a las โtradiciones propias y ajenasโ.
Esta
laicidad tiene lรญnea directa con la Ilustraciรณn y con
el diรกlogo que de ella se desprende. Savater es racionalista
โfrente a las verdades reveladas o los dogmas tradicionalesโ pero
no convierte ningรบn modelo simple de razรณn en nueva
revelaciรณn o tradiciรณn intocable. โLa confianza
providencialista en el progreso puede ser lo mรกs periclitado
de la Ilustraciรณn, pero no la nociรณn de historia como
memoria necesaria y proceso continuo en el que se contrastan
proyectos y resultados. Francamente, en una รฉpoca de rearme
nacionalista, xenรณfobo e integrista, cuando las democracias se
vacรญan de libertades y se rellenan con corruptelas
autoritarias o demagรณgicas, la propuesta ilustrada me
parece mรกs que nunca un ideal a poner en prรกctica y
tambiรฉn la herramienta insustituible para realizarloโ.
Tengo
que admitir que tengo una ventaja sobre la mayorรญa de los
lectores de Savater y consiste en que, aparte de haber sido lector de
Fernando desde su primer libro, soy su amigo, y esta ventaja no deja
de ser extraรฑa, explicarรฉ por quรฉ. Son muchos
los autores a los que admirรฉ por su obra y a los que tuve la
osadรญa de conocer personalmente. ยกQuรฉ desgracia!
ยฟCรณmo volver a disfrutar de aquel maravilloso texto
despuรฉs de haber conocido a este pesado? ยฟQuiรฉn
le habrรก dictado estas pรกginas a este subnormal?
Teรณricos del hedonismo mรกs tristes que un sepelio.
Fanรกticos de la anarquรญa mรกs autoritarios que el
Padre Stalin. Humoristas mรกs secos que el desierto de Sonora.
En fin, de todo. Pues bien, a pesar de estas tristรฉrrimas
andaduras, corrรญ el riesgo y conocรญ a Savater y me
demostrรณ que la decepciรณn no confirma la regla. Eso, a
pesar de que en un viaje a Baja California a la bรบsqueda de
las ballenas, instalados en un precioso hotel, caminando por una
playa maravillosa, me mirรณ y me dijo: โTodo es perfecto,
lรกstima que yo estรฉ contigo y tรบ conmigoโ. El
riesgo que corrรญ de encontrarme con otro memo pretencioso me
ha deparado muchos de los momentos alegres de mi deteriorada
existencia.
Dice
el diccionario que โlaudatoriaโ significa hacer alabanza de una
persona. Por asuntos viscerales y experiencia histรณrica soy
mรกs proclive a la burla, el desencanto e incluso el insulto,
pero en esta ocasiรณn, la verdad, me la pusieron muy fรกcil.
Argumentos sobran, por tu talento, por tu escritura, por tu ingenio,
tu valor y por tu amistad, ha sido un placer ser tu contemporรกneo.
ยกSalud, maestro! ~
โ
Hรฉctor
Subirats
(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)