Es bueno alcanzar una seguridad sin angustias: sรฉ que no volverรฉ a pasar una fecha “redonda”, de esas que culminan en un cero, que tanto puede ser anulador como dar paso al uno de un posible comienzo, siempre que nos permitamos audacias fraudulentas, aunque de provisoria legitimidad. Y sรฉ que no olvidarรฉ รฉsta fecha que se dio en Madrid, a contrapelo de toda previsiรณn de discreta soledad de dos, debiendo esto a la buena voluntad generosa de los amigos Cristina Santamarina y Luis Miguel Marinas.
A veces, fechas y sucesos entrelazan un dibujo preciso que tiempo despuรฉs revela su sentido. Varios aรฑos atrรกs, Carlos y Marcela Pereda nos habรญan llevado en una madrileรฑa noche de Navidad a casa de Marina y Carlos Thiebaut, a los que ya habรญamos conocido gracias a ellos en Mรฉxico. Ahora reunรญan allรญ a su familia, sus padres, sus hijas, hermano, cuรฑada. Allรญ llegaron Catalina, Eduardo, Nicolรกs y nosotros. A media noche, un rey de Espaรฑa mรกs vigoroso que hoy nos prometรญa a todos un buen aรฑo, sin que yo supiera quรฉ me tocaba de esa protecciรณn. Estรกbamos en el seno de una familia feliz.
Recuerdo muy bien al seรฑor mayor que se asombraba de que Enrique, un latinoamericano, supiera tanto de la historia de Espaรฑa como para coincidir con ciertas apreciaciones suyas, no sรฉ si compartidas por los demรกs. Recuerdo tambiรฉn a la seรฑora mayor, que buscaba mi complicidad para hacerse del pan que le tenรญan vedado por su salud. Recuerdo a Thiebaut, pasรกndole al alegremente poco formal Pereda una corbata de la Carlos III, amarilla y azul, para que aรฑadiera sus brillos al borde de una mesa desbordante. A Marina atenta a todo. A Blanca e Inรฉs, preciosas.
Pero tiempo despuรฉs aquellos simpรกticos padres, ya mayores, murieron, sin que lo hayamos sabido en su momento. Y hace mรกs dos aรฑos, Blanca, que trabajaba con Mรฉdicos sin fronteras en Somalia, fue secuestrada junto a una compaรฑera. Un mundo horrorizado recibiรณ la escandalosa noticia de lo ocurrido a dos jรณvenes que habรญan tenido la generosidad de abandonar sus comodidades para ayudar a los seres menos protegidos de un paรญs paupรฉrrimo y segรบn lo que sobrevino, incapaz de protegerlas. Esto se fue agravando por el silencio en el que los secuestradores se mantuvieron, con la clara intenciรณn de aumentar la angustia de los familiares y, sin duda, de la organizaciรณn a la que pertenecรญan las vรญctimas, con el obvio objetivo de crear el clima que les permitiera vender mรกs cara la entrega de las vรญctimas.
Dos aรฑos y medio, mรกs o menos, durรณ esta situaciรณn, en la que, los que nos dolรญamos por Blanca, no podรญamos ni concebir la zozobra de su familia, porque el saber que estaba viva, sin saber en quรฉ condiciones, no podรญa bastar. De cuando en cuando averiguรกbamos con nuestros amigos quรฉ se sabรญa, ya sin muchas esperanzas, en verdad. De pronto, el 18 de julio de este aรฑo, ambas fueron liberadas.
Ahora, esta noche en casa de los Marinas llegaron los Thiebaut y pudimos abrazarlos. Blanca estaba en Parรญs. Contaron esos detalles que, por su crueldad, uno no imagina, como las cadenas, el aislamiento, el arroz como รบnica comida, repetido maรฑana y noche y el hambre consiguiente, pero sobre todo la oscuridad, la oscuridad duplicada con una venda. Y en medio de todo, las pequeรฑas rebeldรญas peligrosas: lograr, pese a las manos encadenadas, levantarse un poco la venda, aunque fuese para encontrarse siempre en la oscuridad; golpear la pared para tender un leve puente hacia la otra prisionera, vecina. Pero hubo, por fortuna, una rebeldรญa mayor, inimaginable para sus carceleras: Blanca Thiebaut Lovelace pudo, no sรณlo “contar hasta mil con los dedos” sino escribir en su cabeza y reconstruir despuรฉs, ya en el papel, algunos poemas. La emociรณn mayor de aquella noche amistosa la tuve porque sus padres me regalaron una pequeรฑa carpeta con tres poemas de esos que “escritos mentalmente por Blanca en Somalia, al sur de Mogadiscio, en la รบltima etapa de su cautiverio, entre mayo y junio de 2013 […] fueron puestos en papel a su llegada a Djibouti tras su liberaciรณn…”
Les pedรญ permiso para transcribir uno, presumiendo que un dรญa se editarรกn todos. Creo que al escribirlos Blanca puso su piedra en esa torre con la que los poetas del mundo tratan de alcanzar un infinito inconcebido, como intentรณ la de Babel, mientras que al hacerlo y grabarlo a solas en su memoria, la poesรญa la cuidaba y salvaba de esa misma locura en la que podรญa verse atrapada.
Locura
Locura es perder el sentido del tiempo
Locura es una rosa sin destino ni dueรฑo
Locura es la lluvia inundando el desierto
Locura es volar sin alas ni cielo
Locura es contar hasta mil con los dedos
Locura es soรฑar despierta un sueรฑo
Locura es idear un mundo sin miedo
Locura es la reina perdida en su reino
Locura soy yo riendo en mi encierro
Locura es la mรบsica de mi silencio
Locura es mi cuerpo abrazando el suelo
Locura es mi corazรณn roto latiendo. ~