Diábolos: Edición Óscares

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El curioso caso de Benjamin Button, de David Fincher

Tras haber despuntado como uno de los directores más transgresores en el Hollywood reciente (Seven, El club de la pelea), David Fincher finalmente se instala en el mainstream con una superproducción que ya le ha generado varias nominaciones y reconocimientos. Basado en el relato de Scott Fitzgerald, este filme es una original y emotiva reflexión sobre el envejecimiento y los seres que perdemos en el camino. Brad Pitt cumple en el papel del hombre que crece al revés, pero lo más notable son los efectos especiales y el maquillaje, que además nos dejan ver a una insólita y jovencísima Cate Blanchett. Con esta fábula, espléndidamente filmada y contada, Fincher se confirma como uno de los realizadores clave de la cinematografía estadounidense actual y como un renovador de la descafeinada Meca del Cine.

– Bernardo Esquinca

Frost/Nixon, de Ron Howard

Pensábamos que Ron Howard era un caso perdido. Por la sosez y cursilería de sus películas más recientes, nos parecía un director estancado en las fábulas de superación personal. Y entonces, dirigió Frost/Nixon: una aguda puesta en cámara de la obra de teatro homónima, ambas basadas en la entrevista que el presidente en desgracia, una vez destituido, concedió al conductor de televisión inglesa David Frost. Colmilludo y manipulador; Nixon estuvo a punto de convertir la entrevista en un alegato de inocencia. El sentido de oportunidad de Frost, quien en cuestión de días pasó de ser conductor bon vivant a periodista hiperinformado, resultó en la primera aceptación pública por parte Nixon de su conducta ilícita en el caso Watergate. ¿Qué aporta un director como Howard a la narración de una anécdota como esta? Justamente, su inclinación por personajes comunes que se enfrentan a un reto fuera de lo normal. Ágil, filosa, y con actuaciones brillantes (en especial la de Frank Langella en el papel del oscuro político) Frost/Nixon tiene lo suyo de fábula inspiracional: en este caso, sin embargo, el director imita el ejemplo de su protagonista y deja la trivialidad atrás.

– Fernanda Solórzano

Sólo un sueño, de Sam Mendes

Doce años después de Titanic, Kate Winslet y Leonardo DiCaprio se reúnen nuevamente en un filme, pero ahora para representar la cara oscura del amor. Sam Mendes continúa la exploración del infierno suburbano que inició con Belleza americana, y en esta ocasión le agrega el ingrediente histórico. Ubicada en los años cincuenta, la película muestra el viacrucis de una pareja que desea hacer las cosas diferentes. La fantasía de mudarse a París y cambiar de vida hace que este joven matrimonio se desmorone, bajo el peso de sus propios demonios y los prejuicios de una sociedad tan estática como mustia. La sobreactuación –típica- de DiCaprio queda amortiguada por una fantástica Winslet, quien aprovecha al máximo sus recursos actorales. Un filme crudo que no deja esperanza, pero sí profundas reflexiones.

– Bernardo Esquinca

El luchador, de Darren Aronofsky

Está es una película que no necesitaba argumento: bastaba ver a Mickey Rourke con la cara deformada e hinchada, interpretando a un luchador con la cara deformada e hinchada, para entender que en el personaje —su imagen— ya estaba contenida la historia que a Aronofsky interesaba contar. El personaje no es sólo Ram, el mentado luchador ficticio, sino también el actor Mickey Rourke. No hay forma de pasar por alto los paralelos entre un supuesto ídolo del ring y el sex symbol de una generación (encima, boxeador), ambos venidos a menos, físicamente irreconocibles, pero que encuentran en esta película el espacio de su resurrección. No en vano la historia arranca “20 años después”: casi los mismos que llevábamos comentando el declive de Rourke. Con todo, la trampa nostálgica de Aronofsky no demerita el trabajo del actor: Rourke es capaz de dar identidad propia a Ram, y refresca el género gastado de perdedores que arriesgan su vida con tal de recuperar la pasión.

– Fernanda Solórzano

Mi nombre es Harvey Milk, de Gus Van Sant

Luego de completar su trilogía adolescente (conformada por Elephant, Last days y Paranoid Park), Gus Van Sant realizó esta cinta sobre Harvey Milk, el activista y político que a mediados de los setenta revolucionó la causa gay desde su trinchera en San Francisco. Estamos hablando de una época en la que los homosexuales eran abiertamente discriminados: perdían sus trabajos o eran golpeados y asesinados en las calles. La película retrata con efectividad el contexto, y la lucha particular de Milk, quien logra escalar hasta la oficina del Alcalde como supervisor de su distrito e impulsar distintas leyes. Sean Penn y James Franco sostienen el filme con actuaciones sutiles, pero quien se desbarranca es Diego Luna, incapaz de entregar una interpretación a la altura de las circunstancias.

– Bernardo Esquinca

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Su libro más reciente es el volumen de relatos de terror Mar Negro (Almadía).


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