Desde hace tiempo sabemos que la apariciรณn de nuevos conceptos, estilos, tendencias, rupturas y formas en el arte puede tener algรบn extraรฑo, sorpresivo y profundo vรญnculo con descubrimientos cientรญficos e inventos tecnolรณgicos. Entonces, ¿es posible afirmar que lo que motivรณ y motivarรก a los artistas no son sus sentimientos, su bรบsqueda estรฉtica ni sus preferencias polรญticas, ni siquiera sus errores, miserias y adicciones, sino las ideas alrededor de la ciencia y los juguetes tรฉcnicos que ellos mismos han ayudado a comprender y crear?
En el segundo nรบmero de la revista Plural que dirigiรณ Octavio Paz apareciรณ un ensayo del novelista cubano Severo Sarduy alrededor de una metรกfora cosmolรณgica sobre el famoso lienzo Las Meninas, pintado en 1656 por Diego Velรกzquez, el cual me pareciรณ iluminador para responder a esa y a otras preguntas. Era 1971 y, no obstante, desde el humilde e inexperto punto de vista de un joven escritor me pareciรณ que era un poco de aire que disipaba el ambiente enrarecido, promovido e impuesto por la crรญtica de arte convencional en su apurada carrera detrรกs de la obra-basura y efectista.
Sarduy seรฑalaba los meandros por donde la experiencia de Velรกzquez se habรญa diversificado, hasta llegar a la astrofรญsica contemporรกnea. La mirada perspicaz, la inclusiรณn del creador dentro del experimento, es decir, dentro del cuadro, el juego de espejos y reflejos, asรญ como la necesidad de retroceder o avanzar por medio de un correlato que nos ayude a descifrar el misterio profundo y la broma oportuna, son hechos compartidos tanto por el que estudia las estrellas como por el que pinta y tiene humor, aseguraba Sarduy en su ensayo. O al menos esa era mi inferencia.
Mรกs tarde, en 1993, el mismo aรฑo en el que muriรณ el escritor cubano, sostuve sendas charlas con los cosmรณlogos Martin Rees y Carlos S. Frenk. A ellos les mencionรฉ la existencia de dicho ensayo. Si bien no lo habรญan leรญdo, estuvieron dispuestos a entender las “licencias poรฉticas” de Sarduy que, en el fondo, no lo eran tanto. Se trataba de verdaderas intuiciones, de chispazos iluminadores que me permitieron obtener mi propia revelaciรณn. Algo similar al paralelismo que, aรฑos mรกs tarde, los fรญsicos de la UNAM Josรฉ Luis Aragรณn y Gerardo Garcรญa Naumis encontrarรญan entre obras de Vincent van Gogh, como “La noche estrellada”, y las leyes de la turbulencia.
Al confrontar las proposiciones estรฉticas del novelista cubano y las ideas cientรญficas de dos notables astrofรญsicos empecรฉ a descubrir los hilos que comunican las ideas sobre el origen, estructura y destino del universo con la invenciรณn pictรณrica. En ese entonces era difรญcil llevar a cabo una justa evaluaciรณn de las conjunciones y disyunciones alrededor de la ciencia y el arte. Habรญa que montarse en un pรกjaro imaginario desde cuyo lomo pudiera obtenerse una mejor vista. Octavio Paz me animรณ a hacerlo. Comencรฉ a entender que lo que buscaban tanto Velรกzquez como Sarduy, cada uno en su tiempo, era conocer el panorama ofrecido por un moderno Geriรณn, personaje demoniaco que aparece en la Divina Comedia de Dante Alighieri durante su descenso al Infierno.
Segรบn Paz, para visualizar las relaciones histรณricas entre la creatividad cientรญfica y el descubrimiento en el arte debรญamos de transformarnos en aves curiosas que aprendieran a sobrevolar el mundo de los mortales e inmortales con el propรณsito de reparar, en cada descenso, las infamias de los rufianes y los corruptos. En otras palabras, habรญa que estar dispuestos a reconstituir las tradiciones rotas de la ciencia, la poesรญa y las artes.
Hasta hace poco no habรญa respuestas, por ejemplo, respecto de la pintura. Carecรญamos de un aparato teรณrico, de una forma de planear entre dos sistemas de coordenadas desfasados por una cuestiรณn retรณrica, dolorosamente anclada en la crรญtica convencional de arte, y una lamentable ignorancia de las ideas que ha generado la ciencia y los artefactos tecnolรณgicos, sobre todo en los รบltimos 350 aรฑos. Sin embargo, en aquel momento de 1993 al menos sabรญamos que las crisis de paradigmas en la ciencia, despuรฉs de las cuales han aparecido nuevas ideas acerca de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos, habรญan sido “rumiadas” de manera intuitiva por los pintores en los talleres de la imaginaciรณn colectiva.
No es casualidad la similitud de la pintura de Giotto de Bondone con la reorganizaciรณn del espacio pictรณrico y la revaloraciรณn de la geometrรญa en el espacio. Si bien no pudo resolver algunos problemas relativos a la naturaleza de la luz, pues en 1305 aรบn faltaban muchos aรฑos para el nacimiento de Galileo y los estudios de Roger Bacon apenas empezaban a ser comprendidos, Giotto fue quien rescatรณ el espacio euclideano para la pintura e impuso la tiranรญa del instante congelado. Un solo sistema de referencia, un solo motivo, un solo cuadro.
escritor y divulgador cientรญfico. Su libro mรกs reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).