La maquinaria de la verdad

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“Tengo la convicción moral de que ha sido ETA”, dijo Mariano Rajoy al periódico El Mundo.
     Desde su primera intervención, el ministro del Interior Ángel Acebes prescindió de la simple relación de hechos y abrazó la creencia. Y la fe y la superstición. “Sin ninguna duda” ETA había cometido la masacre. El convencimiento dejó el paso libre a todas las dudas y a todas las sospechas y a todas las intoxicaciones. Y a que no hubiera jerarquía en la información: era tan aceptable un correo de Internet de fuente desconocida como un mensaje de móvil lanzado en cadena; era tan verosímil un rumor como las explicaciones del gobierno. Días más tarde un rumor disfrutó su momento de gloria: Pedro Almodóvar, en la presentación de su nueva película, La mala educación, denunció un supuesto golpe de Estado: el Partido Popular habría querido impedir la celebración de las elecciones, forzar un estado de excepción y la Casa Real habría vuelto a salvar la democracia, como el 23 de febrero de 1981, en el intento golpista del teniente coronel Tejero.
     El ministro del Interior Ángel Acebes generó una enorme sensación de desconfianza hacia los datos que él mismo era encargado de comunicar. Una desconfianza que afectaba también a la seguridad. El terrorismo seguía provocando terror: su objetivo. El ministro del Interior abrió la caja de Pandora. El ministro Ángel Acebes tenía que haber hablado de hechos: x personas subieron con mochilas cargadas de explosivos a los trenes en x localidades, tantos muertos, tales efectos encontrados, tantos hospitalizados, los comunicados, los desmentidos… Hablar de hechos todo el tiempo, desde el principio, desde su primera intervención, a las pocas horas de cometido el brutal atentado. ¿Por qué renunció Ángel Acebes a hablar de los hechos y prefirió hablar de sus creencias?
     Es posible que el gobierno optara por un punto de vista moral porque previamente alguien había considerado que la autoría de ETA podría resultar electoralmente beneficiosa al Partido Popular. Y que la no autoría de ETA podría perjudicar electoralmente al Partido Popular. Fue una valoración precipitada, y que no tenía en cuenta lo difícil que sería controlar la información. (Sobrevaloraba, aun contando con el control que el Estado ejerce sobre canales de televisión y emisoras de radio, el poder del Estado en los canales de información. Es extraño que durante estas semanas, después del atentado, no haya sido defendida con mayor fuerza la libertad de emisión televisiva y radiofónica. Doblemente extraño con la tormenta mediática: sentencia sobre Kiss FM contra Onda Cero y sentencia contra Prisa sobre las emisoras de radio de Antena 3.) Fue una valoración generada por el exceso de confianza: asumía que el pánico pondría en cuarentena el pensamiento y que todo el mundo cerraría filas con las tesis oficiales. ¿Cómo no cerrar filas con doscientos muertos, con un atentado de tales magnitudes? ¿Cuándo se cerrarían las filas sino entonces? (Ese tipo de valoraciones ha servido a veces en España. El incendio en el Hotel Corona de Aragón de Zaragoza, 78 muertos en 1979, ha tardado 25 años en ser reconocido oficialmente como un atentado. Y ninguna organización terrorista lo ha reconocido.) Fue una valoración hecha desde la soberbia. Y que además encerraba su propia trampa: daba a entender que el atentado lo habría podido realizar otra organización terrorista distinta a ETA. Al Qaeda, por ejemplo. Arnaldo Otegi, dirigente de Batasuna, ligado a ETA y conocedor de su estrategia, había afirmado, muy poco tiempo después de las explosiones, que el atentado era obra de grupos islámicos.
     “Tengo la convicción moral de que fue ETA”, dijo Mariano Rajoy en la entrevista que publicó el diario El Mundo.
     El Estado no puede utilizar, en sociedades democráticas, argumentos que estén basados en la creencia, en la convicción moral. Una fe está ligada a una duda como la cara de la moneda está ligada a la cruz.
     La convicción moral del gobierno contribuyó decisivamente a que se instalara inmediatamente la indignación moral. Todo pasó a desarrollarse en el terreno de las creencias. Una creencia, la convicción moral, frente a otra creencia, la de que el gobierno no estaba diciendo la verdad, no estaba relatando los hechos sino desviando la atención, lanzando humo, jugando con ventaja. Creo que el gobierno no podía decir una verdad que aún no conocía, pero también creo que se negó, simplemente, a relatar los hechos. Los hechos: a las nueve pasó esto, a las nueve y cuarto ocurrió esto otro, a las diez la policía averiguó, a las 11:37 un vecino nos informó de… Sin desvelar detalles que pudieran afectar a la investigación. Una investigación policial no es un partido de fútbol: no se puede retransmitir en directo. Nuestro imaginario de la investigación policial está ligado a las series de televisión y a las novelas negras: todo tiene un proceso, a veces no resulta fácil encontrar el camino correcto. Pero en ese imaginario están el rigor científico de CSI, la obstinación de Colombo, el rigor ético del inspector Wallander.
     Quienes estaban enfrentados a la convicción moral del gobierno, quienes afirmaban que el gobierno no estaba diciendo la verdad, querían que la verdad tuviera un principio y un fin: ha sido Al Qaeda, porque entramos en guerra contra Sadam en Irak. Una verdad sin fisuras, esférica, empaquetada. Una verdad que legitimaba la acción terrorista: si no hubiéramos entrado en guerra contra Sadam en Irak no se habría producido este atentado. Una verdad supersticiosa. Una verdad que utilizaba parcialmente los hechos. Una verdad que nos hacía culpables. Que convertía en culpables a las víctimas. Una verdad expiatoria. Una verdad de principio y fin. Ojo por ojo y diente por diente. Si el gobierno fue ingenuo al pensar que podría controlar el flujo de información, la oposición también fue ingenua al querer cerrar todo el atentado con causas simples y conclusiones simples. Arcadi Espada sigue denunciando en su blog (www.arcadi.espasa.com) el periodismo que abusa de las causas inmediatas, perfectas.
     Escribo el 1 de abril y la verdad esférica, incontestable, ya no es tan esférica. Los supuestos terroristas detenidos no eran de Irak ni de Afganistán: proceden del norte de África. Me temo que aunque los musulmanes del norte de África defienden el Islam de forma orgánica, y se comprende su defensa orgánica, no resulta tan fácil la defensa orgánica de la democracia: no injerencia, etcétera.
     ¿Y si el PSOE hubiera defendido la guerra contra Sadam en Irak? El PSOE estuvo a favor de la intervención en el Golfo contra Sadam cuando Sadam ocupó parte de Kuwait. El PSOE apoyó la urgente y necesaria intervención en Kosovo. Si la decisión de intervenir en Irak hubiera partido de Naciones Unidas (y siempre, y demasiado flexiblemente, los gobiernos de Estados Unidos y de España y de Reino Unido y de Italia argumentaron que, realmente, estaban defendiendo el mandato de Naciones Unidas), la legitimidad de la intervención de España en la lucha contra Sadam habría estado fuera de toda duda. ¿Qué estaríamos pensando ahora si el atentado se hubiera producido de igual forma?
     Se me puede acusar de lanzar meras especulaciones, historiaficción. Pero el 11 de marzo y los días posteriores, hasta por lo menos las elecciones del 14 de marzo y hasta la desclasificación por parte del gobierno de los papeles de los servicios secretos, estuvieron llenos de preguntas especulativas. ¿Ha ganado el PSOE por el atentado? ¿Se ha cedido la soberanía nacional a los terroristas? ¿Cuál ha sido la participación de los medios, El País, la SER, en las concentraciones ante las sedes del PP? ¿Qué es espontáneo? ¿Quién conoció las encuestas legales pero secretas que hablaban de la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero? ¿Realmente habría salido beneficiado el Partido Popular si la matanza de Atocha hubiera sido obra de ETA? ¿Entrará ETA en esta dinámica de multiplicar las víctimas en cada nuevo atentado? ¿Renunciará ETA a las armas como el IRA renunció tras la catástrofe de Omagh? ¿Retirará José Luis Rodríguez Zapatero las tropas de Irak? ¿Por qué el Partido Popular se empeñó tanto en la versión de que había sido ETA la responsable? Estas preguntas y muchas otras, casi todas retóricas, ocuparon el lugar que habríamos tenido que guardar para el dolor. –

— Félix Romeo

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(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.


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