Aรฑo Cero
para Talรญa
Era el รบltimo dรญa con agua.
El รฉxodo habรญa comenzado un mes atrรกs. Largas hileras de automรณviles se desplazaban hacia los refugios que el gobierno habรญa construido a las afueras de la ciudad. Otros habitantes habรญan decidido marcharse mucho antes, viajando hacia urbes cercanas donde los aguardaban amigos y parientes. El Centro Histรณrico estaba prรกcticamente desierto. Comercios y restaurantes habรญan cerrado, y las solitarias calles eran patrulladas por jeeps del ejรฉrcito para evitar la rapiรฑa.
Instalado en la terraza del Hostal Catedral, Jacinto observaba el Zรณcalo y sus alrededores con expectaciรณn. Habรญa pasado toda su vida entre esos edificios antiguos y no pensaba marcharse. Los mexicanistas le habรญan prometido que solucionarรญan el problema. Llevaba aรฑos viรฉndolos danzar fervientemente alrededor del Templo Mayor, escuchando el sonido hipnotizante de sus tambores, y les creรญa. Despertarรญan al lago dormido bajo la ciudad y รฉste regresarรญa a recobrar el lugar que le correspondรญa. La presencia reciente del Chac Mool en una exposiciรณn del Museo Nacional de Arte confirmaba esa certeza. รl tambiรฉn veรญa y entendรญa las seรฑalesโฆ
El dรญa que se ordenรณ la evacuaciรณn, hizo una copia de la llave maestra del Hostal y entregรณ la original, fingiendo obediencia. Nunca mรกs volverรญa a limpiar retretes y eso lo complacรญa. El gobierno le habรญa quitado su plaza de maestro, orillรกndolo a aquella humillaciรณn. Ahora รฉl los engaรฑaba. Cuando el ejรฉrcito registrรณ el lugar en busca de rezagados se encerrรณ en la bodega de mantenimiento y aguardรณ hasta que se marcharon. Ya sรณlo quedaba esperar a que ocurriera el momento del sacrificio, el derramamiento de sangre sobre las piedras primigenias que instaurarรญa el reinado del mundo antiguo sobre las ruinas herejes del moderno. Le intrigaba la manera en que los mexicanistas burlarรญan al ejรฉrcito. Sabรญa que estaban por ahรญ, escondidos igual que รฉl en alguno de los edificios abandonados. ยฟEsperarรญan a que llegara la noche o se inmolarรญan ante los soldados a plena luz, reviviendo la matanza ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas? Lo รบnico cierto era que รฉl se convertirรญa en un observador privilegiado. La Historia volvรญa al Aรฑo Cero y el serรญa su primer cronista.
Tomรณ un trago de la botella de mezcal que atesoraba entre sus pertenencias y sacรณ los binoculares hechizos que comprรณ tiempo atrรกs durante un partido en el estadio Azteca. Nada se movรญa a su alrededor. El sol reverberaba en la plancha del Zรณcalo, emitiendo destellos cegadores, y por un momento sintiรณ que escuchaba el ruido de los muros de tezontle al agrietarse bajo el calor del mediodรญa. El cansancio lo invadiรณ, habรญa pasado la noche en vela, como un vigรญa. Dio otro trago al mezcal, intentando reanimarse, pero minutos despuรฉs se sumiรณ en un sueรฑo profundo. No habรญa imรกgenes, sรณlo un secreto rumor de agua que crecรญa entre las venas sedientas de la ciudad.
Despertรณ bajo un crepรบsculo ominoso. Los tambores ya sonaban, pero no vio a los mexicanistas en sus posiciones habituales. El ruido parecรญa venir de todas partes, llenando cada rincรณn del centro. Y entonces entendiรณ la estrategia: no se expondrรญan, estaban haciendo la invocaciรณn desde sus escondites. Pero, ยฟy el sacrificio?, ยฟla sangre que los dioses reclamaban para implantar el nuevo orden? De pronto, el sonido se unificรณ en un mismo sitio y despuรฉs se fue moviendo por las calles como una gran serpiente. Y aumentรณ hasta taladrarle los oรญdos, como si los mexicanistas se hubieran introducido en el edifico del Hostal. Escrutรณ el Zรณcalo con desesperaciรณn, en busca de los soldados; seguramente ellos tambiรฉn escuchaban y vendrรญan tras sus pasosโฆ
El estruendo comenzรณ a subir por las escaleras, era el latido de un enorme corazรณn arrancado del cuerpo. Jacinto aullรณ al verlos aparecer en la terraza. Llevaban mรกscaras rituales y penachos multicolores. No podรญa reconocerlos, pero algo le dijo que eran los de siempre, los que nunca se habรญan ido, los que habรญan esperado incontables soles y lunas. Pensรณ en seรฑalarles que se equivocaban, que รฉl estaba de su lado, pero no supo en quรฉ idioma hablarles. Temeroso, dio un paso atrรกs, tropezรณ con el barandal y cayรณ al vacรญo. El cuerpo se le descoyuntรณ con el impacto. Extraรฑamente lรบcido, Jacinto pensรณ que su imagen debรญa ser ahora muy parecida a la de los dioses del panteรณn prehispรกnico. Eres Coyolxauhqui, le dijo una voz hecha de humo. Segundos despuรฉs, percibiรณ un clamor que ascendรญa desde las entraรฑas de la tierra, el lenguaje de una fuerza que se abrรญa paso arrastrando crรกneos y puรฑales de obsidiana. Las alcantarillas se botaron y los primeros chorros alcanzaron la superficie con un rugido de bestia herida. Antes que las aguas lo cubrieran observรณ que su color era el de la sangre.
***
-How much for this one?
-Treinta pesos, gรผerito.
-Itยดs beautifulโฆ and scary.
Era un dรญa soleado y fresco, y numerosas personas se congregaban a las afueras del Museo del Templo Mayor, tras su reapertura. El turista tomรณ la figurilla en forma de moneda y satisfecho la colocรณ dentro de la bolsa de su camisa. Jacinto se aterrรณ al sentir que se lo llevaban. Quiso gritar, pero su gesto congelado en piedra se lo impidiรณ.
โ Bernardo Esquinca
Su libro mรกs reciente es el volumen de relatos de terror Mar Negro (Almadรญa).