Es muy raro que pase un día sin pensar en Félix Romeo. Los libros, las películas, la política, la comida, los amigos, las calles, los helados y la cerveza me recuerdan a él. Algunos días pienso que vivo en una especie de cráter; sé que hay más gente a la que le ocurre eso. Me gusta que se hable de él y me alegra que su literatura siga presente. Unos meses después de su muerte apareció Noche de los enamorados (Mondadori), que Debolsillo reunió más tarde con Dibujos animados, Discothèque y Amarillo en un volumen titulado Las cuatro novelas. Eva Puyó e Ismael Grasa han hecho un trabajo admirable recopilando cuentos y artículos en Todos los besos del mundo y Por qué escribo, que ha publicado la editorial Xordica. Mondadori editó el volumen no venal ¡Viva Félix Romeo!, Letras Libres le dedicó un dossier, Gaizka Urresti y Vicky Calavia le rindieron un homenaje cinematográfico con el corto “Por qué escribo” y la revista Rolde publicó un número especial sobre él.
En Negro. Desde que te fuiste se nota el silencio (Libros del K.O.) Jorge Martínez Lucena, que no había leído a Romeo cuando este murió, ha entrevistado a algunas de las personas que lo conocieron e intenta trazar una especie de retrato. Lo mejor del libro, que según ha escrito Karina Sainz Borgo no llega a ser ni periodismo ni literatura, es que habla un rato de Félix Romeo.
Hay algunas cosas que no comparto. El libro está escrito en segunda persona. Es el procedimiento de Amarillo, pero en esa obra Félix escribía sobre su viejo amigo Chusé Izuel, que se suicidó en Barcelona a principios de los noventa. La estrategia tenía sentido. No me parece que se sostenga en el libro de Martínez Lucena. Reconozco en Negro algunos rasgos de Félix que conocí: el compromiso con la libertad y la democracia, la importancia de la amistad y el amor, la pasión por la polémica, la curiosidad intelectual. Pero, por otro lado, no sé si alguien que no conociera a Félix podría encontrarlas o discernirlas claramente. Desde luego, no podría hacerse a la idea de la personalidad arrolladora de Félix.
El retrato es superficial y descompensado. José Luis Melero ya ha señalado la poca presencia de José Antonio Labordeta, que fue muy importante para Félix. Pero hay muchas personas esenciales que tampoco aparecen o aparecen poco, frente a una presencia importante de gente que tuvo una relación más bien marginal o episódica con él. No salen muchas de sus vinculaciones aragonesas y faltan muchas de otros lugares: Félix era al mismo tiempo más local y más nacional e internacional de lo que uno pensaría al leer el libro. Apenas se explica nada de su paso por La Mandrágora. Faltan datos sobre las publicaciones en las que escribía. La influencia de Félix en muchos escritores excede a la editorial Xordica y excede a Zaragoza. Si faltan datos biográficos, el libro tampoco ofrece un retrato intelectual. Eso habría sido más sencillo: Félix escribió mucho sobre libros. Su evolución intelectual fue pública, y Martínez Lucena tenía muchos de esos materiales en su poder (Eva Puyó le pasó los textos que había recopilado).
No me convencen muchas de las interpretaciones literarias y no termino de entender la pertinencia de la mayoría de las reflexiones que el autor esparce por el texto, aunque no negaré que alguna de ellas tiene un valor incalculable (en la página 263, le dice a Félix: “Hace una semana pensé en ti porque me hicieron una colonoscopia”). Todos tenemos nuestra interpretación de Félix, que incluye un componente de subjetividad. Cualquier libro provocará cierta incomodidad entre sus amigos; también lo haría uno bueno. Los juicios críticos son discutibles, como las aproximaciones a un personaje, y todo el mundo tiene derecho a aportar su visión. Pero hay un elemento de Negro que me molesta: las inexactitudes. Hay por lo menos un error en el relato de todos los episodios que viví personalmente. Mencionaré algunos ejemplos:
-A diferencia de lo que se dice sobre el viaje que Félix y yo hicimos a Madrid (pp. 107-108), atropellé el zorro a la ida, la madrugada del domingo al lunes, no en el regreso (que transcurrió de día). Félix tecleó los cuentos de Cristina mientras yo dormía. Volvimos al día siguiente (antes paramos en la Casa de Velázquez, donde nos bañamos en la piscina con la pintora María Buil, que le dio a Félix un cuadro para Cristina Grande). Félix apenas comía. Cuando llegamos a Zaragoza, a Prensas Universitarias, el libro no estaba todavía hecho. Aquella noche (lunes) Félix cenó con Cristina y hablaron de los cuentos. Esa misma semana Artes & Letras de Heraldo pudo publicar la portada de José Luis Cano de La novia parapente, el primer libro de Cristina Grande.
-Al día siguiente de la fiesta de cumpleaños donde la relación de Félix y Nuria –a cuyas supuestas incógnitas, a mi juicio, se da una relevancia excesiva- se habría roto definitivamente, según se “atribuye” a algunos en el libro, comí con Nuria y Félix y otros amigos en un tailandés cerca de la Avenida América, en Madrid. (Pippi Tetley y yo volvimos en autobús a Zaragoza esa misma tarde. El concierto de Travis al que deberían haber ido Félix y Nuria –p. 161– no se celebraba el día siguiente, una información atribuida a Rodolfo Notivol que el propio Rodolfo desmiente. La fiesta de cumpleaños se celebró el 8 de septiembre, y aunque fue larga no duró hasta el concierto de Travis en Zaragoza, el 6 de octubre.)
-Félix Romeo no me dijo que tuviera una relación con Lina (p. 173). Me di cuenta. Lina Vila y Félix no estuvieron en Madrid en la presentación de París tres y Ropa tendida. Sí estuvieron en la cena posterior a la presentación París tres en la librería Antígona de Zaragoza, que se celebró antes (el 31 de octubre de 2007).
-El día de la muerte de Félix, Barreiros no me llamó a mí. Me llamó mi hermana Aloma (Barreiros la había llamado a ella). Yo estaba en el metro, cerca de Lavapiés, yendo hacia la redacción de Letras Libres para colgar un post de Félix en la web de la revista (“Temer por la vida”). Me bajé en Sol y fui a la casa de Aloma y Barreiros, en la calle Príncipe.
-A diferencia de lo que se dice en el texto, Llucia Ramis no estuvo en el piso de Aloma el día de la muerte de Félix. Sí estuvieron, aunque no aparecen en el libro, Marta Valdivieso y Pedro Sorela. También estuvo Rafa Artal. Ramis vino más tarde desde Barcelona (hablé con Llucia hace unos días y me lo confirmó). Estuvimos con ella en La Buena Vida.
-No vimos, contra lo que se dice en la página 125 del libro, el fragmento de Lumière y compañía dirigido por Fernando Trueba y protagonizado por Félix, horas después de la muerte de Félix, en La Buena Vida. Se pasó un vídeo donde estaba esa pieza cuando se presentó Noche de los enamorados, que se celebró meses más tarde en esa librería.
-Leer “Por qué escribo” en voz alta en las presentaciones de Noche de los enamorados no fue originalmente una idea de Random House, sino de Luis Alegre. Pregunté a Luis, que me respondió: “‘Por qué escribo’ es un texto que encontré después de la muerte de Félix y que decidí leer en la presentación de Noche de los enamorados. Ni siquiera le avisé a Miguel Aguilar de que lo iba a leer. Y dejé caer que me parecía estupendo para leerlo en cualquier homenaje a Félix”.
Son errores que afectan a situaciones que viví; he consultado correos electrónicos y documentos, y he preguntado a gente que estuvo en esas circunstancias para comprobar mi recuerdo. Hablando con otras personas sobre episodios y la forma en que su testimonio se refleja en el libro, he visto que se producen errores similares de forma constante (Antonio Pérez Lasheras asegura que no llevó a Félix y Cristina a Benasque, frente a lo que se dice en la página 132 del libro, por ejemplo). La memoria es traicionera y transmitir información es como llevar agua en la mano; es fácil perderla por el camino. Pero la acumulación de detalles aparentemente menores como estos es desalentadora: se convierte en una enmienda a la totalidad. Además, aparte de una buena cantidad de erratas y fallos editoriales, hay muchos despistes que se podrían haber subsanado fácilmente:
-Se dice de La novia parapente: “Poco después se publica en Xordica, tal cual”. No es cierto. La edición de Xordica tiene cinco cuentos más (“Osito”, “Mi gato, Marcelo y yo”, “Aparatos”, “Aeropuerto”, “Setas”), un relato cambia de título (“Un muerto bajito”), el volumen presenta un orden distinto y está dedicado a Félix.
-El libro dice que Jonás Trueba comenta que tenía 11 ó 12 años cuando su padre rodó a Félix saliendo de la cárcel de Torrero. Jonás nació el 30 de noviembre de 1981 y Félix entró en la cárcel el 14 de febrero de 1995.
-En la página 77, se dice: “David Trueba vivía en Barcelona en aquel entonces cuando le juzgaron por insumisión. Él se libró de la cárcel. Según me cuentan, aquí los jueces son menos progresistas y estaban menos militarizados que en Zaragoza. Tú [Félix] podrías haber tenido un juicio en Barcelona. Pero no quisiste ni intentarlo. Aunque quizás David Trueba no pisó la prisión porque ya tenía una hija”. David Trueba me ha confirmado que era padre cuando lo juzgaron por insumisión. Su hija nació en 1997 y a él lo juzgaron en la primavera de ese año, no “en aquel entonces”.
-En la página 83: “Mariano Gistaín asegura que te hubiese gustado ir a la tele como tertuliano a participar en debates político culturales. Estoy seguro de que lo hubieses hecho a las mil maravillas”. Félix fue tertuliano en Mañanas Expo, en Aragón a debate y Sin ir más lejos de Aragón Televisión. Hay piezas en Youtube. En octubre de 2010 publicó en Letras Libres un artículo sobre su colaboración en el magazine de Aragón Televisión Sin ir más lejos.
-En la página 95: “Con Lina te volviste más celoso de tu intimidad y cuando Javier Tomeo visitaba Zaragoza iba a casa de Luis Alegre, que vive solo”. Pregunto a Luis Alegre, que responde: “Javier Tomeo se quedaba en mi casa cuando venía a Zaragoza hasta, más o menos, 2001. En 2002 me fui de [mi piso de la calle] Conde de Aranda y, en mi nueva casa, nunca durmió”. (Tomeo, que dejó de ir a la casa de Félix antes de la ruptura con Cristina en 2007, solía alojarse en el Hotel Palafox en los últimos tiempos.)
-El Zaragoza ganó la Recopa el 10 de mayo de 1995 (y no el 20, como se dice en la página 95 del libro).
-El nombre del editor de Xordica es Chusé Raúl Usón y no Chusé Raül Usón, como se dice reiteradamente en Negro.
-El libro recuerda que en Dibujos animados se cuenta el accidente de tráfico que Félix tuvo con Chusé Izuel, ficcionalizado. Hay otra versión en Amarillo (p. 75 de la edición de Plot). ¿Por qué citar una versión novelada cuando existe un relato no ficcionalizado?
-Félix Romeo escribía en Heraldo. Tenía una columna los domingos y era crítico en el suplemento cultural, que dirige mi padre, Antón Castro (Félix colaboró en todos los suplementos que ha dirigido mi padre, en El Día de Aragón, El Periódico de Aragón y Heraldo de Aragón). Escribió también en el suplemento dominical y en Muévete, que salía los viernes, y durante cierto tiempo tuvo una columna que se publicaba uno de cada dos sábados, donde solía escribir de asuntos políticos. Pero no trabajaba allí: era colaborador y mandaba los textos. Decir que Félix Romeo trabajó en Heraldo (p. 44) con Sergio del Molino, que fue periodista de la redacción del diario aragonés, no es exacto.
-En la página 34, se dice: “Ya no te dejabas ver casi nunca. Desde entonces muchas relaciones se enfriaron y ya no os veíais nunca”. Aunque es cierto que Félix salía menos en los últimos tiempos, simplemente mirando la agenda de la librería Los portadores de sueños he visto que participó al menos en cuatro presentaciones en 2011 solo en esa librería (de Marcos Giralt, Guillermo Busutil, Sergi Pàmies, Letras Libres). También estuve con él en otras presentaciones celebradas allí. Y en otras, en otros lugares, esos últimos meses. Murió en Madrid, donde había ido para ver a su amigo Ricardo Cayuela y para estar en las celebraciones del décimo aniversario de la edición española de Letras Libres.
Otras observaciones tienen un componente más interpretativo, pero los datos falsos conducen a conclusiones erróneas:
-Resulta inverosímil, y poco coherente ideológica y biográficamente, que Félix Romeo intentase entrar en Nuevas Generaciones del PP a los dieciséis años (es lo que declara el primo de Félix, el escritor Fernando Martín Pescador, en la página 151). Como supuestamente dice en la página siguiente Bizén Ibarra, amigo de la infancia de Félix, “probablemente fue una bola”.
-En la página 83: “Dice Pepe Cerdá que la gran injusticia de tu amiga y ex ministra Ángeles González-Sinde, a la que solías leerle los guiones, fue la de no darte la dirección de un Instituto Cervantes”. Félix, que también era amigo del Ministro de Cultura anterior, César Antonio Molina, no tenía título universitario y sabía que eso le dificultaba el acceso a algunos puestos (insistía a sus amigos para que terminaran sus capacitaciones universitarias). Aunque las palabras están atribuidas a Pepe Cerdá, podrían hacer pensar que Félix compartía esa sensación de agravio. Pero yo nunca le oí nada en ese sentido; al contrario, lo vi defender a González-Sinde en varias ocasiones. Y, además, Félix, como probablemente Pepe Cerdá, sabía que el Instituto Cervantes no depende del Ministerio de Cultura sino del de Asuntos Exteriores.
-Sobre la lectura de los guiones, lo que González-Sinde escribió, en un texto que publicó El País al día siguiente de la muerte de Félix, es: “Cuando hacía una película me importaba mucho que la viera, cuando escribía una novela corría a enviársela”. Ángeles González-Sinde me ha explicado: “Félix no leía mis guiones. No se me hubiera ocurrido aburrirle con semejante rollo”. Añadía: “en el fondo yo vi a Félix pocas veces, quiero decir que no era un amigo mío próximo ni cotidiano, pero las veces que coincidimos fueron largas e intensas. Si estábamos en un festival o evento literario y tocaba cenar o comer, me ponía a su lado y charlábamos”. Contaba: “Con él me sentía tan cómoda como para contarle mis dudas y debilidades y escuchar su visión de las cosas que siempre te animaba y ayudaba, aunque solo coincidiéramos, por ejemplo, una vez cada dos años. Pero compartíamos un lenguaje y referencias y me sentía protegida con él, valorada, escuchada, como si él de verdad entendiera las cosas pequeñas que yo quería decir debajo de las grandes”.
-Dice el libro que en la presentación de Discothèque Félix le hizo “un calvo al ministerio de Igualdad” (p. 187). La presentación se celebró en el año 2001 y el Ministerio de Igualdad no se creó hasta 2008, por lo que la clarividencia de Félix es realmente extraordinaria.
-Se dice en el libro que Cristina Grande se separó de Félix porque quería ser madre: “Por eso ella te dejó y buscó a alguien que la quisiera hasta el punto de prometerle hijos” (p. 140). Las parejas rompen por muchas razones y ninguna, pero la ruptura se produjo en 2007, cuando Cristina tenía 45 años.
-Para abordar el asunto (a mi juicio no muy interesante) de si Félix quería tener hijos o no, se usan los dos epígrafes con los que decidió iniciar su segunda novela, Discothèque. “Otra posibilidad por explorar se me ocurre leyendo La hora violeta, de tu amigo Sergio del Molino”. Ese libro se publicó después de la muerte de Félix; la terrible tragedia de Sergio se produjo cuando Félix ya no salía con una mujer que supuestamente quisiera tener hijos. Félix había vivido muy cerca experiencias dolorosas que otros amigos habían tenido con los hijos. También había vivido experiencias felices de sus amigos y su descendencia.
-En Amarillo y en Noche de los enamorados Félix usaba la cita y la glosa. Había textos de Chusé Izuel que le permitían explicar al personaje y su obra, documentos inéditos, la sentencia, alguna referencia literaria. En Negro la incorporación de textos no responde a ningún criterio claro. Muchas veces, podría estar un texto, pero también cualquier otro: por ejemplo, en las páginas 67 y 68 aparecen una cita del propio Martínez Lucena sobre Manuel Vilas y un fragmento de Agustín Fernández Mallo: ninguno de los dos es remotamente pertinente.
-Lina Vila, que desmiente otras cosas que se leen en Negro, como que Cristina Grande le pidiera permiso para asistir al entierro de Félix, dice que ella sabía que Félix ya no hacía la sección “Iluminaciones” en ABC, a diferencia de lo que se cuenta en el libro. Félix y Lina colaboraron en exposiciones y compartieron proyectos artísticos (como un libro sobre recetas literarias del que se habla en Negro). En Noche de los enamorados hay una escena que indica, por decirlo suavemente, que Lina estaba bastante implicada en la literatura de Félix: “Le pido a Lina que recree conmigo la escena [del crimen], como hace la policía en las series de televisión”.
-La parte donde se habla de sus preocupaciones económicas es truculenta, con pocos datos y exagerada. La frase –p. 221– que dice que “a los invitados, en vez del último queso francés” había que darles “García Vaquero” [sic] es solo un eslogan y no se corresponde a la realidad. Decir que Félix “fardaba” (p. 155) de haber entrevistado a Battiato tampoco me parece acertado. Entrevistó a mucha gente –y por ejemplo alguna vez repitió el chiste que le contó Paul Auster en los servicios de Televisión Española cuando lo entrevistó en La mandrágora– pero no solía “fardar”. La entrevista empezó a circular de verdad después de la muerte de Félix.
-Se habla de una agria discusión de Félix Romeo con una adolescente. Félix era vehemente y discutidor, pero esa anécdota puede llevar a un malentendido injusto. Como se reconoce en el libro, era muy atento y afectuoso con los hijos de sus amigos: lo era conmigo y con mi hermana Aloma, lo fue con mis hermanos (iba a ver sus partidos de fútbol, siempre le preguntaba a mi hermana Sara si se quería casar con él), con Diego y Eduardo Pisón, con Iguácel y Jorge Melero, con María Pérez Heredia (que le ha dedicado su primera novela, Esos días raros de lluvia, Eclipsados, 2013), con Jorge Sanmartín. El padre de este último, el escritor Fernando Sanmartín, cuenta:
“22 de octubre de 2011. Sábado. A las once de la mañana comienza un partido de fútbol sala entre el colegio Moncayo y el Gran Vía. Es un amistoso entre dos equipos infantiles. Gana el Gran Vía por 1-5. El cuarto gol lo marca Jorge, mi hijo. Como hacen algunos cracks del balompié, levanta sus dedos índices hacia el cielo. Es algo que ha visto hacer. Pero él le brinda el gol a Félix. Me lo confiesa al terminar el partido y añade que esta temporada le dedicará todos los goles a él”. Y: “el 10 de septiembre de 2010, o tal vez el día 11 o quizá el 12, me entró un e-mail suyo: ‘a ti te ha llegado tarjeta, pero seguro que a Jorge no lo han invitado a la inauguración de Lina. ¡Que venga!’”.
-Félix escribió mucho sobre sus lecturas, y parece un tanto arbitrario vincularlo a libros que no pudo leer porque salieron después de su muerte (como Entresuelo, La hora violeta o La revolución divertida). La traducción al castellano de Una forma de vida de Amélie Nothomb también apareció después de su muerte, como la de Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan (p. 243); es difícil que leyera el original francés, publicado en agosto de 2011, unas semanas antes de su muerte.
Es probable que, si alguien trabaja sobre Félix, recurra a Negro. Quizá pueda servirle para hacerse una idea incompleta del ambiente y su carácter. Pero esta lista, que no aspira ni de lejos a ser exhaustiva, indica que no puede servirle para conocer al personaje y que como colección de datos es poco fiable. Por qué escribo es de momento el mejor libro para entender la personalidad de Félix y para descubrir su mundo riquísimo, dinámico, entusiasta y fascinante.
[Fotografía de Aloma Rodríguez.]
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).