Nuestra lengua y la ciencia

La divulgaciรณn cientรญfica tradicional acusa cierta fatiga; la novela y la crรณnica ayudan a renovar los modos de transmitir conocimientos especializados.ย 
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Entre el 20 y el 22 de octubre se llevรณ a cabo en Panamรก el VI Congreso Internacional de la Lengua Espaรฑola, durante el cual se conmemorรณ el quinto centenario del avistamiento por parte del explorador vasco Nรบรฑez de Balboa del Mar del Sur, asรญ como tres siglos de la creaciรณn de la Real Academia Espaรฑola. Fuimos invitados por dicha Academia y el Instituto Cervantes a participar en la mesa “Educaciรณn y divulgaciรณn cientรญfica” la novelista y periodista espaรฑola Rosa Montero, los divulgadores cientรญficos Santiago Dรญaz Piedrahita, de Colombia, Guillermo Martรญnez de Argentina, Xavier Sรกez-Llorens, de Panamรก, y el que esto escribe. La mesa estuvo coordinada por uno de los promotores de la difusiรณn cientรญfica mรกs importantes en nuestro idioma, Josรฉ Manuel Sรกnchez Ron.

Para un novelista interesado en la comprensiรณn pรบblica de la ciencia y sus vรญnculos con las artes, ha sido de gran trascendencia y jรบbilo, pues distinguidos acadรฉmicos, creadores y productores reflexionamos sobre las culturas tejidas en el idioma que nos une.

Los ocรฉanos Atlรกntico y Pacรญfico han sido el medio por el cual han transitado el fuego y el acero, sรญ, pero tambiรฉn las ideas y los valores. Nuestro idioma enfrenta desafรญos no sรณlo por la indolencia frente a su colorido y belleza, sino por su propio vigor. Dominarlo es una tarea que incumbe a los escritores, entenderlo es labor de los acadรฉmicos. El espaรฑol deberรญa salir de su inercia frente al posmodernismo, incluso ante tendencias modernistas que ya rindieron cuentas a lo largo del siglo XX. Un sรญntoma de esta inercia es la obsesiรณn por el efecto mediรกtico; otro es la pasividad frente a neologismos y modas artรญsticas emanados de lenguas y preocupaciones estรฉticas adquiridas ad libitum y por puro apetito de la novedad y lo exรณtico. Sin embargo, vencer la colonizaciรณn lingรผรญstica sรณlo se darรก en la medida que nuestros pueblos eleven su cultura cientรญfica y tecnolรณgica.

La lengua y la ciencia son fenรณmenos vivos y maleables. La riqueza de regionalismos y su cruce diacrรณnico con el cosmopolitismo de los paรญses donde se habla una variante, un idiolecto del espaรฑol, es una de las cosas por las que agradezco haber vivido en esta รฉpoca. Son inevitables el espanglรฉs, el fraรฑรณl, el itaรฑรณl, el germaรฑรณl y el espancatalรกn, por mencionar algunos, de donde saldrรกn las nuevas expresiones literarias. Y todos mirarรกn como una rareza y con aรฑoranza el espaรฑol que hablamos ahora.

Hoy en dรญa las academias de la lengua desempeรฑan un papel vital para mantener un canon, un sistema de referencia al que pueden recurrir quienes desean saber por quรฉ algo se decรญa de una manera y no de otra, y los caminos que recorriรณ para significar algo mรกs. Si no tuviรฉramos esa memoria, ya habrรญamos desaparecido para unirnos a nuestros primos Neanderthales y Cro-Magnon. El desafรญo es el de siempre: saber contar bien la historia y que tu pรบblico estรฉ de acuerdo.

Aprender conceptos cientรญficos y saber aplicar tรฉcnicas requiere de un esfuerzo por parte del aprendiz/lector. Es absurdo pensar en una divulgaciรณn cosmรฉtica, “light”, que prescinda de una buena dosis de atenciรณn y estudio de ciertos temas, de peldaรฑos sin los cuales es imposible seguir adelante en la comprensiรณn de cualquier materia cientรญfica. Entonces la divulgaciรณn se tropieza con el estudio formal dentro del aula y puede ser fastidiosa para algunos alumnos, quienes piensan que leer libros de este tipo o involucrarse en ferias de ciencias los hace regresar a la misma gata pero revolcada. Por otro lado, es responsabilidad de los escritores cientรญficos y, en general, de los divulgadores, ofrecer a cada pรบblico lo que realmente necesita. Alguna vez Leon Lederman, Premio Nobel de Fรญsica y alumno de Albert Einstein, me dijo que debรญamos aprender a explicar de diversas maneras la teorรญa de la relatividad, ya se trate de un grupo de alumnos de secundaria, de universitarios fรญsicos, doctores en biologรญa, banqueros, ciudadanos comunes, niรฑos y amas de casa. Incluso hay que tener la habilidad de decir algo significativo en un ascensor a unos rabinos. Pero nunca abrumarlos.

Tengo la impresiรณn de que, a veces, hay una especie de fatiga estรฉtica; que la manera convencional de divulgar, al mantenerse en el ensayo informativo, declina en el favor del pรบblico. Mediante la novela y la crรณnica puede conseguirse un efecto renovador. Al menos esa ha sido mi experiencia con El viajero cientรญfico y Cazadores en el horizonte (Alfaguara). Como saben los mejores escritores, cada tema (y pรบblico) exigen su tratamiento.

Entre los asistentes alguien me preguntรณ por quรฉ escribรญa sobre ciencia, a lo que respondรญ: Escribo sobre estas ideas para divulgarlas, para que no tengan argumentos quienes piensan que, a final de cuentas, la ciencia es una fe, igual a las demรกs, aunque mรกs sorda y maligna que ninguna otra.

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escritor y divulgador cientรญfico. Su libro mรกs reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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