1.
Empiezo con una constataciรณn: no existe todavรญa una historia de la recepciรณn internacional de la literatura hispanoamericana que nos cuente cรณmo han sido leรญdos y apreciados nuestros autores en el extranjero a todo lo largo del siglo xx. Despuรฉs de fatigar varias bibliotecas, he podido comprobar que, por de pronto, sรณlo existen algunas pรกginas de esa historia, o cuando mucho, algunos capรญtulos de esa historia โpor ejemplo, el impresionante volumen editado hace un par de aรฑos por Jordi Gracia y Joaquรญn Marco sobre la recepciรณn del Boom en Espaรฑa1. No dudo de que, en mis pesquisas bibliogrรกficas, se me haya podido escapar alguno que otro artรญculo importante, o incluso algรบn sesudo estudio sobre el tema; pero estoy seguro de que una historia general y completa โlo que se dice una historia general y completa (o mรกs o menos completa)โ no existe. Es mรกs, estoy seguro de que, si no se ha concebido aรบn el proyecto, antes de cierto tiempo no existirรก, pues un libro o una suma como รฉsa es siempre obra de largo aliento y supone, no hace falta subrayarlo, vastรญsimas investigaciones y el concurso de varios equipos de trabajo. Que a nadie le sorprenda, pues, si nuestra visiรณn de la recepciรณn internacional de la literatura hispanoamericana sigue siendo, durante muchos aรฑos todavรญa, bastante fragmentaria, confusa y, en algunos casos, sencillamente anecdรณtica.
Serรญa necio pretender llenar semejante laguna en diez cuartillas y no voy a intentarlo aquรญ (mi inconsciencia no da para tanto). Pero sรญ quisiera esbozar lo que acaso llegue a ser un dรญa el primer capรญtulo de esa futura historia โun capรญtulo que comienza en Parรญs hace justamente un siglo, pero que probablemente no ha terminado todavรญa. Y es que, a mi modo de ver, la problemรกtica que en รฉl se plantea sigue viva cien aรฑos mรกs tarde y tiene hoy un peso determinante en las ambiciones, las fantasรญas y los sueรฑos de nuestra รบltima hornada de novelistas. โIn my beginning is my endโ, reza el conocido verso de Eliot. No creo exagerar si digo que, como en un cรณdigo o un programa, mucho de nuestro presente ya corrรญa infuso en ese pasado, en aquella primera salida de nuestras letras a la gran arena internacional.
Rubรฉn Darรญo es, quรฉ duda cabe, el personaje estelar con quien empieza esta historia y, si somos honestos, nuestro primer capรญtulo deberรญa intitularse algo asรญ como โEl fracaso de Darรญoโ o โEl fracaso de Darรญo y los modernistasโ. Allรญ se darรญa cuenta de que nuestra literatura entra en el tiempo moderno de la mano de un movimiento joven y cosmopolita, formado por un puรฑado de escritores de diversos paรญses hispanoamericanos, entre los cuales no existe, en un comienzo, una poรฉtica comรบn. Es el ojo crรญtico de ese extraordinario lector que fue Darรญo el que traza puentes y descubre semejanzas, y el que acaba reuniรฉndolos a todos en torno a un mismo proyecto. Y es tambiรฉn Darรญo quien da voz y cuerpo a la reivindicaciรณn con que nuestra literatura se abre a la modernidad, no sรณlo en Espaรฑa sino incluso mรกs allรก de Espaรฑa, exigiendo que se le reconozca el lugar que por propio derecho le corresponde dentro la cultura de Occidente. Octavio Paz lo escribiรณ con su acostumbrada claridad: โEn labios de Rubรฉn Darรญo y sus amigos, modernidad y cosmopolitismo eran tรฉrminos sinรณnimos. No fueron antiamericanos; querรญan una Amรฉrica contemporรกnea de Parรญs y Londresโ.2
A principios del siglo xx, nadie parecรญa mejor preparado que Rubรฉn Darรญo para realizar este sueรฑo en el sitio mismo donde habรญa que ir a buscar la aprobaciรณn internacional: el Parรญs de La Belle Epoque, la capital de la โRepรบblica Mundial de las Letrasโ, para jugar con el conocido tรญtulo de Pascale Casanova. Darรญo es entonces el escritor latinoamericano que cuenta con la visiรณn mรกs amplia y honda de la literatura francesa y europea; Darรญo ama a Parรญs con un amor ciego y devoto que Unamuno nunca logrรณ entender y que sorprenderรก aรบn aรฑos despuรฉs a Salinas; Darรญo, en fin, no sรณlo es el mรกs grande poeta de la lengua espaรฑola sino el vocero de toda una generaciรณn y un continente โen otras palabras: el interlocutor idรณneo para los cenรกculos de la rive gauche donde entonces se hacen y deshacen las reputaciones internacionales. Resulta, pues, bastante comprensible que, cuando deja Espaรฑa en 1900 para ir a instalarse en la Ciudad Luz, Darรญo declare que se va para siempre: su visiรณn del porvenir es entonces la de un rรกpido camino hacia la gloria, al vivo son de una marcha triunfal.
Catorce aรฑos mรกs tarde, el balance no sรณlo es decepcionante: es trรกgico. Tal y como lo cuenta Sylvia Molloy en su estudio ya clรกsico, La diffusion de la littรฉrature hispano-amรฉricaine en France au xxรจ siรจcle, las relaciones de Darรญo con los escritores e intelectuales franceses fueron desesperadamente superficiales y no puede afirmarse que Verlaine, Morรฉas o Remy de Gourmont hayan sido sus lectores, sus admiradores, ni siquiera sus amigos3. Peor aรบn: si bien es cierto que en sus aรฑos parisinos el nicaragรผense reedita Prosas profanas y redacta uno de sus libros mรกs importantes, Cantos de vida y esperanza, jamรกs se publica un solo volumen con sus poesรญas en francรฉs y apenas si se traduce algรบn que otro poema suelto que no suscita mayores reacciones ni comentarios. De hecho, el รบnico escritor galo que escribe algo sobre Rubรฉn Darรญo es Valery Larbaud, que lo menciona en un artรญculo de 1907 sobre la influencia francesa en las literaturas de lengua castellana. Lo demรกs, tristemente, es silencio, un largo y lamentable silencio. โJamรกs pude sino encontrarme extranjero entre estas gentesโ, escribe con amargura el poeta al final de sus dรญas. Tras su muerte, su fortuna pรณstuma no serรก desgraciadamente mucho mejor: admirado por un pequeรฑo cรญrculo de universitarios e ignorado por casi todos sus pares y el gran pรบblico, Darรญo se convierte en Francia en poco menos que un autor desconocido. Se cuenta que, despuรฉs de la Segunda Guerra Mundial, un busto suyo, esculpido por Maรฑรฉ en 1921, anduvo dando tumbos por Parรญs de plaza en plaza y de parque en parque, sin que nadie lo identificara ni supiera dรณnde colocarlo. Sรณlo a mediados de los aรฑos cincuenta descubrieron por fin de quiรฉn era y lo pusieron, junto a Rodรณ, Martรญ y Justo Sierra, en un jardincillo del dรฉcimosรฉptimo distrito, la actual Plazoleta de Amรฉrica Latina.
โLa poesรญa de Rubรฉn Darรญo โescribe Sylvia Molloyโ fue el primer intento serio por darle a la literatura hispanoamericana el derecho a ocupar un lugar entre las literaturas occidentalesโ4. Despuรฉs de narrar las aventuras y desventuras del gran nicaragรผense, ese primer capรญtulo de la futura historia de la recepciรณn internacional de nuestras letras deberรญa abocarse a analizar las razones de su fracaso, un hecho al que, me temo, no se le ha prestado hasta ahora la suficiente atenciรณn, pero que, en realidad, la merece de sobra, ya que el fracaso de Darรญo no es sรณlo suyo sino que es y sigue siendo de todas y cada una de nuestras literaturas. Digamos que es como la escena primitiva de nuestra modernidad literaria y una de las marcas de nuestro comรบn origen. ยฟQuรฉ le faltรณ, pues, a Darรญo? ยฟDรณnde estuvo la falla o la carencia?
Mรกs allรก o mรกs acรก del consabido โgalocentrismoโ, la enfermedad de una cultura que desde el siglo xviii se concibe como la โCultura Universalโ, quizรกs el error mayor de Darรญo fue el no haber advertido que habรญa llegado a Parรญs demasiado tarde, pues ya existรญa en Francia un preciso horizonte de expectativas โo si se prefiere, una comunidad interpretativaโ para la literatura que รฉl querรญa representar. Y como solรญa decir Roland Barthes: โun relato no estรก completo ni adquiere todo su sentido mientras no aparece el deseo de aquel a quien estรก dirigidoโ. ยฟQuรฉ supo en verdad Darรญo de ese deseo?
Recordemos que, despuรฉs de tres siglos de aislamiento en el seno de la monarquรญa catรณlica, la Amรฉrica Latina se ve proyectada en un mundo dominado por la moderna empresa colonial europea, con sus naturalistas, sus viajeros y sus comerciantes, con sus intereses, sus prejuicios y sus sueรฑos. No habrรญa que olvidarlo: nacemos en la conciencia de Europa como entidad independiente mientras se forman los grandes imperios coloniales en รfrica y Asia, en ese romรกntico siglo xix que inventa el exotismo y nos estampa, como a los asiรกticos y a los africanos, el doble signo de la distancia y la diferencia: el sello de una alteridad radical. Es verdad que la mรกquina de destacar lo extraรฑo y esconder lo familiar ya estaba funcionando desde el siglo xvi, como nos lo recuerda el jesuita Acosta con aquella advertencia de que comparar las cosas de Amรฉrica y de Europa es como confundir huevos y castaรฑas. Sin embargo, pareciera que, tras la separaciรณn de Espaรฑa, de pronto la mรกquina se acelera cuando Inglaterra y Francia entran en escena, y empiezan a redescubrirnos y a redefinirnos. Basta recorrer las reseรฑas de las exposiciones universales entre 1860 y 1900 para ver cรณmo se proyecta sobre nuestra geografรญa el sueรฑo romรกntico de una naturaleza virgen y una cultura autรณctona, pura y primigenia. Pareciera como si, en menos de un siglo, nos hubiรฉramos alejado aรบn mรกs en el Atlรกntico, hasta un paralelo extremo donde nuestros vรญnculos con Occidente se han vuelto casuales, vagos e insignificantes. Creo que Sor Juana podรญa estar todavรญa bastante segura de que se la iba a leer en Espaรฑa dentro del mismo orbe literario en que ella habรญa escrito sus poesรญas y varios comentarios de la รฉpoca asรญ lo muestran. Darรญo no cae en la cuenta de que sus interlocutores franceses habitan ya otro mundo y que en รฉl se han fijado las condiciones de la representaciรณn de lo latinoamericano en unos tรฉrminos que no tienen nada que ver con las tendencias recientes de la poesรญa finisecular a las que quiere sumarse el modernismo. Dicho de otro modo: en el Parรญs de 1900 a nadie le importa mucho la revoluciรณn que supone adaptar la prosodia gala a la mรฉtrica espaรฑola, o la voluntad transgresiva y cosmopolita de romper con una tradiciรณn poรฉtica hecha de cantos patriรณticos y eternas odas a la agricultura de la zona tรณrrida. Nada de esto interesa. Tampoco que Darรญo ponga en escena un coloquio de centauros, un amorรญo versallesco o una defensa del arte por el arte. Lo que se espera de รฉl es algo muy distinto y, por una cruel ironรญa de la historia, ese algo-muy-distinto nadie lo describe mejor en aquellos aรฑos que el รบnico escritor francรฉs que hubiera podido entender realmente al nicaragรผense. Se trata del cรฉlebre y ya citado Valery Larbaud. En el mismo artรญculo que mencionรกbamos antes, รฉse en el que comenta brevemente la obra de Darรญo, hay un pasaje donde alude a los jรณvenes escritores latinoamericanos y se dirige a ellos en los siguientes tรฉrminos: โYo les dirรญa de buen grado que, en efecto, es deseable frecuentar lo mรกs distinguido de Parรญs y esa elite es sobre todo la de las letras, sin duda alguna. Pero ya que ellos tambiรฉn piensan un poco en su pรบblico, no les pedimos poemas del Barrio Latino ni notas que dejen comprender que han sido escritas en la terraza de un cafรฉ a la moda del bulevar. Exigimos de ellos las visiones de villas tropicales, blancas y voluptuosas ciudades de las Antillas, villas de conventos en el corazรณn de los Andes negros, las verdegueantes perspectivas de avenidas acariciadas por rรกfagas de aire tibio de Mรฉxico y Buenos Aires; la vida de estancieros y gauchos, una bella silueta de vaquero de las provincias fronterizas de la Repรบblica Argentina, y por lo tanto, el espectรกculo de la naturaleza, la nota exรณtica, la tristeza, la melancolรญa y asimismo el tedio que se desprende de ciertos paisajes andinos…โ5
Para 1907, no era otro, efectivamente, el horizonte de expectativas que ya existรญa para la literatura latinoamericana en Parรญs. Cuando se hojean los รกlbumes de florilegios poรฉticos que algunos de nuestros compatriotas hacรญan editar por aquellos aรฑos en la capital francesa se puede entender mejor la irritaciรณn apenas disimulada de estas palabras de Larbaud. Pero lo cierto es que ni la obra de Darรญo ni la de casi ninguno de los modernistas podรญan corresponder entonces al exรณtico deseo que en ellas se expresa. Mucho mรกs complejo que el simple relato emancipatorio que suele hacerse de รฉl, el proceso de internacionalizaciรณn de nuestra literatura parece haber sido asรญ un fenรณmeno de variadas geometrรญas que no se reduce a la sola conquista de una โautonomรญa estรฉticaโ y sรญ pone en juego los apetitos, los clichรฉs, las fantasรญas y los prejuicios de un exotismo del que ni siquiera consiguiรณ escapar un hombre como Larbaud. En su descargo, hay que reconocer que la opiniรณn del padre de Barnabooth sobre el carรกcter de la literatura latinoamericana tuvo otros bemoles y, con los aรฑos, se hizo mรกs sutil y menos rotunda. Pero tambiรฉn es verdad que, hacia 1923, cuando recibe por correo un nรบmero de Proa, no duda todavรญa en escribirle entusiasmado a Gรผiraldes: โPor fin se ponen a cantar la vida y las cosas de sus paรญses; ยกse acabaron las descripciones del Pequeรฑo Trianon y de Venecia!โ Que se me conceda que resulta cuando menos curioso que alguien que nunca puso un pie del otro lado del Atlรกntico pueda permitirse indicar con tanta seguridad la ruta nacionalista que ha de seguir nuestra literatura. Creo que es la primera apariciรณn de esa figura del hispanista extranjero que siempre sabe mรกs sobre Hispanoamรฉrica que los propios hispanoamericanos.
El primer capรญtulo de la historia de la recepciรณn internacional de las letras hispanoamericanas deberรญa, pienso, terminar aquรญ. A riesgo de entrar en otro tema, quisiera aรฑadir que este horizonte de expectativas que Larbaud tan bien describe, va a desempeรฑar un papel determinante en su labor de traductor y de editor, y va a contribuir decisivamente a la formaciรณn de una cierta idea de la literatura latinoamericana en Francia y, por ende, en el espacio literario internacional. Recordemos que, aunque Ventura Garcรญa Calderรณn se lo pide en 1917, Larbaud no traduce ni hace editar a Darรญo ni a ninguno de los modernistas. En cambio, sรญ impulsa con su prestigio la publicaciรณn bajo el sello de Gallimard de novelas como Don Segundo Sombra y Los de abajo, y sรญ saca a la luz, con la misma editorial, un libro de su amigo Alfonso Reyes, que no es Ifigenia cruel ni las Cuestiones gongorinas sino, previsiblemente, Visiรณn de Anรกhuac.
2.
La historia de la recepciรณn internacional de nuestra literatura en el siglo xx podrรญa contarse como el relato de las sucesivas transformaciones de este horizonte primero, un relato que narre cรณmo se va adensando y enriqueciendo a travรฉs del tiempo al incorporar aportes tan disรญmiles como el de la filosofรญa de Spengler y el mundonovismo en los aรฑos treinta, o mรกs recientemente, el del realismo mรกgico y el multiculturalismo. Pero esa misma historia tambiรฉn podrรญa ser contada de otra manera: como la crรณnica de la resistencia de muchos escritores nuestros a aceptar dicho horizonte, como un combate soterrado y las mรกs de las veces sordo, pero cuyas trazas pueden verse en los mรกs variados lugares. Asรญ, al Jean Cassou que, dirigiรฉndose a los poetas hispanoamericanos, escribe en la NRF en 1923: โNosotros con lo que soรฑamos es con vuestras selvas y vuestras pampas natalesโ, pareciera responderle el joven Jorge Luis Borges en un conocido ensayo de Discusiรณn de 1932: โCreo que nuestra tradiciรณn es toda la cultura occidental, y creo tambiรฉn que tenemos derecho a esta tradiciรณn […], podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadasโ6.
Si nos situamos sobre el eje histรณrico de una temporalidad larga, el grupo de nuestros narradores y novelistas actuales quizรก sรณlo consiga representar maรฑana un avatar mรกs en este viejo y pugnaz combate entre exotismo y occidentalismo. Sin embargo, puede que no sea asรญ; puede que su sitio resulte, al cabo, algo mรกs singular. Se ha dicho y repetido que no existe entre ellos una estรฉtica comรบn ni una ideologรญa o un credo polรญtico que los acerque. Tambiรฉn se ha dicho que no manejan bibliotecas semejantes ni coinciden siempre en sus juicios literarios ni encarnan una idรฉntica figura de escritor. Tal vez es hora de aรฑadir que lo que sรญ los une es la actitud clara y decidida con que la mayorรญa ha ido haciendo suyo el combate literario que hemos venido describiendo. Aclaremos: ninguno de ellos ha inventado la reivindicaciรณn de nuestra herencia occidental ni el inveterado cosmopolitismo de mucha de nuestra literatura ni la libertad creadora a la que siempre han aspirado nuestra poesรญa y nuestra novela. Pero lo que sรญ me parece que les corresponde es el haber situado colectivamente entre las prioridades de nuestro debate literario la denuncia de la fuerza coercitiva que ha ido adquiriendo el horizonte de expectativas internacional.
Sobrarรญan ejemplos para ilustrar esto. Asรญ, en el prรณlogo-manifiesto a la antologรญa de relatos McOndo de 1996, Alberto Fuguet y Sergio Gรณmez cuentan que la idea de componer y editar una muestra alternativa de nuestra cuentรญstica joven surge en la Universidad de Iowa, en el marco del famoso programa de โescritura creativaโ de esta casa de estudios. El voraz editor de una revista literaria norteamericana, que soรฑaba con publicar textos de los รบltimos Latin Boys, los entrevista a ambos allรญ y les pide sendas colaboraciones. Al cabo de unos dรญas, el hombre se las devuelve visiblemente decepcionado. La razรณn que aduce para explicar por quรฉ las rechaza deja perplejos a los dos jรณvenes: simplemente carecen de realismo mรกgico. Fuguet y Gรณmez comentan: โLos dos marginados creen escuchar mal y juran entender que sus escritos son poco verosรญmiles, que no se estructuran. Pero no, el rechazo va por faltar al sagrado cรณdigo del realismo mรกgico. El editor despacha la polรฉmica arguyendo que esos textos bien pudieron ser escritos en cualquier paรญs del Primer Mundoโ7.
No es difรญcil rastrear la misma preocupaciรณn entre los autores del grupo Crack y, en particular, en los escritos y declaraciones de sus dos figuras mรกs conocidas, Ignacio Padilla y Jorge Volpi. De รฉste รบltimo, por ejemplo, puede verse el texto intitulado โEl fin de la narrativa latinoamericanaโ que aparece en la compilaciรณn Palabra de Amรฉrica. Allรญ el actual horizonte de expectativas internacional, magicorrealista y multiculturalista se confunde irรณnicamente con el concepto mismo de โliteratura hispanaโ, tal y como suele ocurrir en los cรญrculos universitarios de los Estados Unidos. Respondiendo a los ataques de aquellos que lo acusan de destruir la verdadera tradiciรณn nuestra, Volpi seรฑala, en las รบltimas lรญneas, programรกtico: โSรณlo puedo hacer votos para que sus profecรญas se cumplan: la gran tarea de los escritores de Amรฉrica Latina de la primera mitad del siglo xxi consiste justamente en completar, de modo natural y sin escรกndalos, este necesario y vital asesinatoโ8.
Tambiรฉn podrรญa citar varios ensayos de Leonardo Valencia, como โVestir a los desnudosโ, un testimonio publicado hace unos aรฑos en Quimera, o bien alguna entrevista o artรญculo de Rodrigo Fresรกn, o bien el libro de Fernando Iwasaki Mi poncho es un kimono flamenco, una autรฉntica declaraciรณn de guerra contra los clichรฉs identitarios. Sin embargo, nada de esto resultarรญa realmente significativo si no se hubiera visto acompaรฑado de una serie de ficciones narrativas cuyas historias se sitรบan, repetida y tendenciosamente, fuera de los รกmbitos reconocidos justamente como โlatinoamericanosโ por el horizonte internacional. Una vez mรกs, hay que aclarar: no puede decirse que sean los miembros de esta generaciรณn los primeros en ubicar sus narraciones en dichos รกmbitos ni tampoco que lo hagan de manera exclusiva; pero sรญ son los que lo han hecho con mayor frecuencia y, sobre todo, con una conciencia trasgresiva mejor asumida. Tal y como lo comprueba el mencionado Iwasaki en un artรญculo de 2004: โLos mรฉxicanos Jorge Volpi e Ignacio Padilla tienen excelentes novelas ambientadas en Suiza, Francia y Alemania; el boliviano Edmundo Paz Soldรกn es autor de una obra que transcurre en el campus de Madison; el peruano Ivรกn Thays construye en Busardo su propio territorio literario y mediterrรกneo; el colombiano Santiago Gamboa nos demuestra en Los impostores que โsiempre nos quedarรก Pekรญnโ; y el chileno Roberto Bolaรฑo lo mismo ambienta sus novelas en Parรญs o el Distrito Federal mexicano, escenario de la fastuosa Mantra de Rodrigo Fresรกn, quien ahora mismo persigue a sus personajes por los jardines de Kensington. ยฟY quรฉ decir de las ficciones japonesas de Mario Bellatรญn o de los paraรญsos magrebรญes de Ruy Sรกnchez, por no hablar de los desterrados italianos del ecuatoriano Leonardo Valencia, de las intrigas saharianas del argentino Alfredo Tajรกn, o del esperpento espaรฑol del venezolano Juan Carlos Mรฉndez Guรฉdez?โ 9
Dos aรฑos despuรฉs, tendrรญamos que agregar otros tรญtulos y varios nombres mรกs a esta lista โy de seguro vamos a tener que seguirlo haciendo en un futuro mรกs o menos inmediato, pues la corriente que representa no parece menguar. Entre las explicaciones que se han arriesgado para dar cuenta de su importancia, se encuentra, en primer tรฉrmino, y como la mรกs evidente, la globalizaciรณn. En efecto, al acortarse las distancias y acelerarse los intercambios, el desfase entre las expectativas externas y los รบltimos desarrollos de nuestra narrativa se ha vuelto mรกs flagrante y, si se me permite la expresiรณn, hoy salta a la vista. Simultรกneamente, el nuevo tiempo contemporรกneo ha puesto a moverse a nuestros narradores por todo el planeta y ha hecho posible experiencias como la de la colecciรณn โAรฑo 0โ de Mondadori, que llevรณ a Rodrigo Rey Rosa a Madrรกs o a Santiago Gamboa a Pekรญn. Sabemos que la globalizaciรณn ha facilitado, asimismo, la circulaciรณn de los mรกs variados modelos de escritura y ha ido relativizando la importancia de la referencia a los cรกnones y valores de las literaturas nacionales. Pero tambiรฉn hay que decir que, si estas ficciones se orientan hacia espacios internacionales, es en buena medida porque hoy encuentran allรญ mรกs lectores que dentro de sus propios paรญses. Creo que esto es algo que debe preocuparnos y llamarnos a reflexionar: segรบn datos del cerlalc, menos de la mitad de la poblaciรณn latinoamericana lee. Y los que leen, me temo, no leen muchas novelas; y los que leen novelas, hรฉlas, no leen principalmente novelas latinoamericanas. Quizรกs una de las grandes paradojas de la globalizaciรณn sea que, para muchos de nuestros escritores, el verdadero desafรญo ya no estรฉ sรณlo en ser leรญdo en el extranjero sino en reconquistar al lector local.
Pero la globalizaciรณn no lo explica todo. A mi modo de ver, y no soy el รบnico que lo entiende asรญ, la prรกctica extraterritorial de nuestra ficciรณn รบltima es el signo de una madurez que no hubiera sido posible sin el Boom y sin el reconocimiento y el peso especรญfico que el Boom supo ganar para nuestra literatura en el exterior. Ahora bien, y aquรญ vuelve a hacerme falta esa historia que no se ha escrito, esta entronizaciรณn de la literatura latinoamericana a nivel mundial, lejos de realizarse sobre la base de un horizonte inรฉdito, plural y abierto, se produce dentro de una configuraciรณn simbรณlica que incorpora, modulรกndolo, el viejo horizonte exรณtico. Y es que no es cierto que las novelas de los cuatro protagonistas del Boom hayan tenido el mismo impacto ni la misma influencia en aquel momento decisivo. En su cรฉlebre testimonio, Josรฉ Donoso recuerda, por ejemplo, que la Rayuela de Cortรกzar no fue ningรบn espectacular รฉxito de librerรญa internacional. Tambiรฉn nos dice algo que todos sabemos, pero que no estรก de mรกs refrescar: fueron los Cien aรฑos de soledad de Garcรญa Mรกrquez y su realismo mรกgico los que le estamparon un sello mรกs definitivo a la recepciรณn de la literatura latinoamericana en los sesenta10. Dentro de este contexto, el premio Nobel que Miguel รngel Asturias obtiene en 1967 viene como a consolidar el nuevo horizonte de expectativas. A partir de ese aรฑo, poco mรกs o menos, la literatura latinoamericana y su vasto y diverso patrimonio entran asรญ en el espacio de la Repรบblica Mundial de las Letras, pero lo hacen bajo la รฉgida de un tipo de ficciรณn que fija y estructura la expectativa extranjera. La continuidad entre este horizonte y el anterior parece garantizada, entre otras cosas, por un tardรญo discurso mundonovista que explica la realidad mรกgica de los latinoamericanos en funciรณn de los aportes indรญgenas y africanos a la formaciรณn de nuestra cultura, pero que, fiel a sus raรญces antioccidentales, omite al mismo tiempo cualquier alusiรณn a otra de sus fuentes histรณricas mรกs evidentes y antiguas: la riquรญsima tradiciรณn milagrera del catolicismo popular europeo y, en especial, espaรฑol (y, en especial, andaluz).
Hoy por hoy, la dificultad de muchos de nuestros jรณvenes novelistas para encontrar una buena distancia frente al Boom procede en gran medida de estas dos verdades: al Boom le debemos, por un lado, el reconocimiento internacional de nuestras letras, pero, por otro, un horizonte de expectativas dominado por el realismo mรกgico. Tener que asumir esta doble herencia como un todo indiviso no es, ciertamente, nada fรกcil: de ahรญ que la mayorรญa reivindique hoy el patronazgo de Vargas Llosa y no de Garcรญa Mรกrquez. Si creo haber entendido bien, de lo que se trata ahora es de preservar lo primero, el reconocimiento internacional, y de transformar lo segundo, el horizonte realista mรกgico. Cabe preguntarse, sin embargo, si existe realmente la posibilidad de que se produzca esta mudanza, si de veras se puede ganar hoy tal apuesta
Mรกs allรก de una suerte de hegelianismo apenas disfrazado que a veces nos lleva a anunciar la pronta y feliz muerte de la literatura latinoamericana, al fin disuelta en el ocรฉano de la ficciรณn mundial, creo que la resistencia al cambio puede ser mรกs importante de lo que se supone y que afecta por igual, aunque no por las mismas razones, al gran pรบblico y al pรบblico mรกs especializado. Sabemos asรญ que, en las dos รบltimas dรฉcadas, la crisis de la religiรณn de lo nuevo y la desconfianza ante los valores de la creaciรณn contemporรกnea han reorientado la lectura hacia los clรกsicos y los autores establecidos en unas sociedades occidentales cada vez mรกs conservadoras, hedonistas e hipertextuales, donde abundan los comebacks y los remakes, el imperio de la cita, lo reconocible y lo reconocido. Sin este dato no se entiende la persistencia del realismo mรกgico ni el hecho de que, como bien lo ha indicado Eduardo Becerra, en los รบltimos quince aรฑos los autรฉnticos best sellers latinoamericanos han sido casi todos escritos por notorios epรญgonos de Garcรญa Mรกrquez11. Me temo que no hay signos mayores de que esto vaya a cambiar a corto plazo. Es mรกs, parece evidente que serรกn necesarios aรบn muchos esfuerzos y tiempo para transformar los hรกbitos del gran pรบblico, sobre todo en una รฉpoca en la que los mediadores literarios โcrรญticos, editores y librerosโ estรกn sometidos a crecientes presiones y algunos incluso tienden a desaparecer.
Por lo que respecta al pรบblico especializado, las perspectivas no son mรกs alentadoras. El artรญculo de Volpi que citaba antes resume bastante bien la situaciรณn: detrรกs del multiculturalismo militante de muchos universitarios europeos y norteamericanos, se esconde actualmente una visiรณn reificada y esencialista de las identidades que, en nombre de la diversidad y la defensa de la diversidad, desemboca en una serie de actitudes proteccionistas y paternalistas, y al cabo no menos conservadoras que las del gran pรบblico. Su objetivo es, en principio, salvaguardar los particularismos, pero el resultado final convierte a una cultura en un ente inmutable, atemporal y aislado. Si a esto le sumamos la ideologรญa poscolonial y antiglobalizadora que exige combatir la influencia perniciosa de Occidente, encontramos asรญ muy difundido entre los especialistas un discurso que, haciendo caso omiso de nuestros cuatro siglos de occidentalizaciรณn y mestizaje, nos invita a luchar contra nosotros mismos y a preservar una pureza que no existe en ninguna parte โsalvo, al parecer, en el mundo de Macondo. Como puede adivinarse, las consecuencias de estas posturas โmulti-cultiโ acaban siendo desastrosas y contraproducentes para la literatura y las artes. โLa suprema paradoja โescribe Marc Jimรฉnezโ reside en que esos gestos que supuestamente son gestos de resistencia contra la aplanadora cultural de la globalizaciรณn y contra la asfixia de las diferencias, conducen finalmente a la promociรณn de nuevos artistas โexรณticosโ en las grandes galerรญas de arte contemporรกneo de Nueva York, Londres o Berlรญnโ12.
Si esta descripciรณn del contexto actual es correcta, hay que reconocer que, a un siglo de la aventura de Darรญo, los nuevos narradores del extremo Occidente no lo tienen nada fรกcil. Para que las cosas cambien, probablemente harรกn falta no una ni dos sino varias novelas que consigan, como las del Boom, el mรกs amplio reconocimiento de la crรญtica y el favor del gran pรบblico. Probablemente harรก falta tambiรฉn una conciencia cada vez mรกs extendida de que, durante ya muchos siglos, nosotros hemos sido una de las coordenadas frente a las cuales Europa ha ido definiendo, por contraposiciรณn, su lugar en el espacio y el tiempo. Hay que rendirse a la evidencia: si a los norteamericanos les ha tocado hacer el papel del moderno futuro, a nosotros nos ha tocado, las mรกs de las veces, hacer el papel del remoto pasado. Sobre nosotros se han proyectado indefinidamente los sueรฑos de un viaje a los orรญgenes que alimenta la esperanza de que todo pueda volver a comenzar, como si nosotros mismos y nuestra cultura moderna y mestiza no fuรฉramos el testimonio vivo de esa imposibilidad. โยฟCรณmo explicar este acto reflejo, esta inclinaciรณn irresistible que nos empuja a buscar el arcaรญsmo bajo todas sus formas, hasta el punto de ignorar, voluntaria o involuntariamente, todo lo que se refiere de un modo u otro a la modernidad, como si hallรกramos un diabรณlico placer fabricando diferencias?โ, se pregunta lรบcidamente el historiador francรฉs Serge Gruzinski13. Interrogar este deseo de aquel a quien estรก dirigido mi relato, interrogar las distintas maneras en que este deseo ha ido induciendo, modulando, configurando y dominando una literatura serรก, quizรกs, una de las condiciones para que se produzca la transformaciรณn del horizonte de expectativas a la que aspiran estos novelistas. En รฉl va inscrita nuestra historia y al mismo tiempo la del otro, porque tambiรฉn hay en nosotros una manera de conocer a Occidente que Occidente ignora. Y no sรณlo a Occidente. Creo que justamente a esto se referรญa Octavio Paz cuando, a finales de los sesenta, y en pleno Boom, pedรญa una literatura que nos diera no sรณlo una visiรณn del mundo latinoamericano sino tambiรฉn una visiรณn latinoamericana del mundo.
Por de pronto, lo รบnico que parece seguro es que, en la aldea planetaria, la principal encrucijada para estos nuevos narradores no estรก ya en el problema identitario de las literaturas nacionales ni en el viejo debate entre cosmopolitas y regionalistas, americanistas y europeizantes, civilizaciรณn y barbarie. La encrucijada es el espacio de la recepciรณn internacional y su muy limitado y restrictivo horizonte. Yo no puedo sino desearles mucha suerte en su porfรญa y agradecerles el empeรฑo que estan poniendo para que el futuro de la literatura latinoamericana no sea un eterno refrito de las maravillas de Garcรญa Mรกrquez: esa excรฉntrica y usada mรกscara que utilizamos para seguir llamando la atenciรณn de los otros y para seguirnos ocultando a nosotros mismos la verdad de nuestras carencias. ~