Gazpacho agridulce: así se titula el blog de Quan Zhou Wu, que ahora también es un libro publicado por Astiberri con el subtítulo Una autobiografía chino-andaluza. La mezcla de contrarios es la salsa de la vida y el cómic está lleno de gastronomía fusión. El racismo con que las niñas Zhou son tratadas en el colegio o por la calle es contestado con ironía y contundencia. El contraste también se da entre las tradiciones que defiende la madre (como que las niñas no se pongan morenas porque no encontrarán marido) y las costumbres juveniles de las hijas (que insisten en comer churros o en tener novios españoles, conscientes del morbo). O entre la zeta con que hablan los andaluces y la ele de los chinos. También el estilo gráfico y narrativo nos lleva constantemente de un lado para otro: del manga japonés a la tira cómica europea, de Alison Bechdel a Moderna de Pueblo. Tesis, antítesis, síntesis: estamos, finalmente, ante una novela de formación, donde las Zhou se convierten en mujeres seguras de sí mismas, que encuentran el modo de surfear entre dos aguas igual de interesantes.
Salimos vapuleados de Gazpacho agridulce, de su restaurante chino, de su estructura en forma de menú con epílogo en la China de los ochenta, donde se conocieron los padres Zhou, de su micropolítica de hechos consumados. Pero también sonrientes, porque el humor permite la toma de conciencia del dolor sin que haya dolido demasiado. Y porque Quan Zhou Wu es una humorista de primera, que ha bautizado con el hashtag #ochoapellidoschinos su tour de promoción por el País Vasco y que ha dibujado en las invitaciones a las presentaciones una carita que dice: “Yo voy porque me amenazó con comerse a mi perro.”
A los 46 años de la publicación de Nueve novísimos poetas españoles, la antología de José María Castellet, propongo que vayamos preparando para el cincuenta aniversario en 2020 una titulada Nueve nuevos novísimos narradores neoespañoles.En ella estarían las viñetas y los textos de Quan Zhou Wu junto con las ficciones de Najat el Hachmi, la escritora catalana de origen marroquí cuyas novelas han sido traducidas a una decena de lenguas; y los relatos de Sagar Prakash Khatnani, el escritor canario de origen indio que publicó el año pasado Amagi en Suma de Letras tras ser un éxito en Amazon; y las crónicas de Lucía Lijtmaer, que nació en Buenos Aires pero ha encontrado en Barcelona y en Madrid su propia voz, personalísima e iconoclasta; y los poemas de Ben Clark, nacido en Ibiza de padre galés y madre inglesa, luminoso y radiactivo; y los textos de Hamed Enoichi, a quien le gusta presentarse –casualmente– como “un ibicenco del Atlas”, y es el más irreverente de los jóvenes cronistas españoles (impulsor del proyecto periodístico Negra Tinta con un par de cómplices generacionales, Pablo Sierra del Sol y Jorge Martínez Vázquez).
Contamos todavía con unos años para llegar hasta nueve. Nueve que ahora tienen menos de cuarenta años. Nueve que ya son brillantes y ya están sobradamente preparados. Nueve que son neoespañoles, súperespañoles, posespañoles, españoles mal que les pese, surrespañoles, españoles con todas las letras… ¿pero qué diablos significará a estas alturas del partido “ser español”? Nueve que merecen el cumplimiento del verso que Jaime Gil de Biedma nos dedicó a nosotros, los charnegos, y que ahora ya es patrimonio común: “que la ciudad les pertenezca un día”. Si es que no se han apropiado ya de ella, aunque no queramos darnos cuenta; porque en realidad no importa su origen, lo que importa es su valor individual, sus aportaciones singulares: en fin, que van en serio, que están por la labor. ~
(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros más recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).