La experiencia consciente y la integración de la realidad son dos eventos cotidianos de los que aún sabemos poco. En particular de su naturaleza neurobiológica y evolución. Estar consciente e integrar el mundo externo desafía la propuesta de Martín, el personaje de Voltaire, cuando Cándido le pregunta cuál es el propósito de que el mundo exista, y aquél le responde: “Para volver locos a los humanos”.
En realidad, la mayoría de nosotros podemos decir que estamos cuerdos, por lo que experimentamos la presencia de un Yo más o menos coherente en el entorno del espacio tiempo sólido y manifiesto. Un conocedor del asunto es el colombiano Rodolfo Llinás, jefe del departamento de neurociencias de la Universidad de Nueva York, quien adquirió notoriedad cuando afirmó haber encontrado la unidad más pequeña de la conciencia humana, la cual dura 12.5 milisegundos y se da en paquetes, como si fueran cuantos iluminados (trato el tema a fondo en Armonía y saber. En busca de una idea estética de la ciencia).
Según Llinás, la mente no es distinta a la función. Y para demostrarlo arguye: “¿Son el arte y la educación formas ineludibles de nuestro accidente histórico, ligadas trágicamente a la crueldad y la barbarie? ¿Estamos condenados a conocerlo todo? O, dicho a la manera desenfadada de Peter Medawar, ¿qué significa la conciencia para un rábano pensante como usted y yo? ¿Por qué no somos verdaderos zombies, apenas alertas e insconscientes del terror y el amor que podemos despertar? Por lo común creemos que nuestro pensamiento está guiado todo el tiempo por los sentidos, pero no consideramos la intervención de determinantes evolutivas, entre ellas el problema de la unión de dichos paquetes de conciencia”, afirma Llinás. “La manera como se ligan esos paquetes le importa a nuestro cuerpo en el momento de actuar en la realidad. El ligamen tienen que ver con el contexto de lo que hacemos afuera”.
De hecho, el problema de comprender la naturaleza de la mente y la conciencia humanas radica no tanto en saber cómo se unifican los trozos de realidad en nuestro organismo, sino cómo se ponen en perspectiva. Por la ventana pasa un pájaro. ¿Hay una representación única en el sistema nervioso que tiene que ver con esa ave determinada que hemos visto? ¿O bien existe un sistema, una especie de lexicón universal a partir del cual se puede fabricar la imagen de cualquier animal y cualquier percepción, dado que lo que se está haciendo es simplemente tomar pedazos y reunirlos?
La mente es una ventaja evolutiva, pues nos permite predecir nuestra interacción con la realidad y los objetos y sujetos que en ella habitan. ¿Cómo llegamos a ella? Rodolfo Llinás cree que si rastreamos sus líneas evolutivas, si trazamos la historia de una iluminación, podremos entender mejor el sistema, es decir, lo que nos define como rábanos pensantes. Propone que nuestra capacidad de discernir y predecir el futuro tuvo su origen en un pequeño y primitivo animal marino, más parecido a un rábano largo y gordo que a un pez, llamado ascidia, miembro del grupo de los tunicados.
A diferencia de los adultos, que permanecen el resto de sus días anclados al piso de las profundidades del mar, las formas larvarias son capaces de moverse libremente. Poseen un ganglio que hace las veces de cerebro, éste recibe información sensorial del ambiente y el organismo decide dónde posarse. Pero al crecer, cuando la ascidia se fija ¡desaparece dicho cuasicerebro! Según Llinás, esto implica que el sistema nervioso antiguo y simple evolucionó y permitió el movimiento autónomo de los animales.
Para prosperar en este mundo es necesario contar con un dispositivo sensorimotor y un piloto que interprete los datos provenientes del medio. Incluso, podría decirse que el Yo no es más que una oficina centralizadora de predicciones, el servicio meteorológico de nuestra conciencia. Cuando visité al profesor Llinás, considerado uno de los padres de la neurociencia contemporánea, me habló de su teoría de la oscilación. Dado que las neuronas poseen actividad eléctrica, ésta se expresa en cambios de voltaje a lo largo de la membrana celular, antes, durante y después de la comunicación entre dichas neuronas. Así, se produce un ensamblaje de células que oscilan en fase y permiten que su “oleaje” resuene en otro grupo, ya sea para desperezarnos por la mañana o para aprender algo nuevo. La simultaneidad es la clave física del acto cognitivo. “Podemos decir que la mente es un invidente que llevamos dentro de nosotros, guiado por los sentidos”, dice Llinás. “En el fondo, ese proceso mental ciego depende de un constructo neurobiológico que nos permite saber que la realidad exterior está ahí, pero de la cual sólo podemos conocer una versión”.
escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).