IlustraciĆ³n: Oliver Flores

Revuelta, rebeliĆ³n, revoluciĆ³n

Norman Manea, Juan Goytisolo y Jorge Edwards participaron recientemente en un gran homenaje a Octavio Paz celebrado en MĆ©xico. Recogemos aquĆ­ sus visiones de la vida, la obra, las ideas, la amistad y la relevancia, aĆŗn hoy, del poeta.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Estar en desacuerdo, criticar, refutar o incluso combatir la autoridad, sea una autoridad estatal, una autoridad polĆ­tica, ideolĆ³gica o religiosa, o una autoridad familiar, es una vieja y persistente necesidad humana, incluso un derecho humano fundamental. Sin Ć©l, el cambio sociopolĆ­tico y de mentalidades parece imposible, la cordura de una sociedad funcional estĆ” en peligro y la historia podrĆ­a quedarse bloqueada para siempre en una especie de impasse amorfo.

Empezando con la vieja oposiciĆ³n judĆ­a a la idolatrĆ­a, encontraremos rebeliones, revueltas y revoluciones en casi todos los paĆ­ses y en todas las odiseas nacionales o mitolĆ³gicas.

El nacimiento del cristianismo, las Revoluciones francesa, rusa, estadounidense, mexicana y china, la RevoluciĆ³n cubana, la revoluciĆ³n sexual; la revoluciĆ³n religiosa iranĆ­ de Jomeini, la revoluciĆ³n feminista y la revoluciĆ³n de Europa del Este en 1989 son, cada una a su manera, solo una pequeƱa parte del gran e imparable movimiento hacia algo nuevo y una confirmaciĆ³n del perpetuo e inquieto impulso de cambio, de reestructuraciĆ³n de las realidades terrestres y espirituales. Importantes revoluciones culturales como la de Gutenberg en la palabra impresa, el Renacimiento italiano –y no solo el italiano– convergen con grandes cambios y logros cientĆ­ficos, de Galileo a Einstein hasta la abrumadora y global internet de hoy.

Nuestra era es centrĆ­fuga; permite unas libertades de conciencia y expresiĆ³n cada vez mayores, con frecuencia rebeldes, y pierde su centro, la vieja coherencia nacional, polĆ­tica, cultural, Ć©tnica y religiosa, por convencional que a veces fuera.

Cuando me preguntan por el rasgo principal de Estados Unidos, mi hogar durante el Ćŗltimo cuarto de siglo, siempre respondo que es la incoherencia, un estĆ­mulo esencial para nuevas energĆ­as y nuevos descubrimientos. No es casual que el tĆ­tulo de la autobiografĆ­a de la Premio Nobel Rita Levi Montalcini fuera Elogio de la imperfecciĆ³n: la imperfecciĆ³n le parece el principal estĆ­mulo para la investigaciĆ³n, para la interrogaciĆ³n espiritual y cientĆ­fica, para las grandes aventuras de la mente.

Si regresamos al pensamiento de Octavio Paz, podemos encontrar puntos para iniciar un debate vƔlido sobre asuntos cruciales, sean benƩficos o terribles, de los tiempos modernos y nuestra contemporaneidad, incluidas las revueltas, las rebeliones y las revoluciones.

Ɖl dijo: “La revuelta es la violencia del pueblo; la rebeliĆ³n, la sublevaciĆ³n solitaria o minoritaria; ambas son espontĆ”neas y ciegas. La revoluciĆ³n es reflexiĆ³n y espontaneidad.” Tras examinar el significado y la evoluciĆ³n de esas ideas, concluye que “para que la revuelta cese de ser alboroto y ascienda a la historia propiamente dicha debe transformarse en revoluciĆ³n […] para los revolucionarios el mal no reside en los excesos del orden constituido sino en el orden mismo”.

El cambio no siempre es a mejor, la novedad no es necesariamente progreso. En la nacionalista Rumania de los aƱos treinta, la Guardia de Hierro representaba un movimiento revolucionario-reaccionario parecido a la Al Qaeda de nuestros dƭas; luchaba por un cambio violento del Estado democrƔtico, dƩbil y corrupto como era, por un Estado Ʃtnicamente homogƩneo gobernado por la fe religiosa de la ortodoxia cristiana.

El sangriento siglo XX, con la Primera y la Segunda Guerra Mundiales y las violentas revoluciones que albergĆ³, estuvo marcado por una industria bĆ©lica sin precedentes y una terrorĆ­fica escala de destrucciĆ³n masiva.

El nuevo siglo XXI es igual de competitivo, si no mĆ”s, en el creciente campo del asesinato planetario, y ha incorporado un terrorismo nuevo, caĆ³tico y extendido, que nace del nuevo viejo fanatismo y de sus mejorados medios de poner en peligro a la humanidad. Cualquier conflicto mundial se beneficia en la actualidad de medios capaces de producir inmensos efectos destructivos.

En 1989, la pacĆ­fica RevoluciĆ³n de Terciopelo de Checoslovaquia, la sangrienta revuelta rumana y la destrucciĆ³n del simbĆ³lico y demasiado real Muro de BerlĆ­n precedieron al colapso de la UniĆ³n SoviĆ©tica, que seƱalĆ³ el final del comunismo europeo y su totalitarismo laico. Mucha gente hablĆ³ del fin de la ideologĆ­a y el de la historia, el inicio de un nuevo tiempo pacĆ­fico, de cooperaciĆ³n y cordialidad. ResultĆ³ ser otra ilusiĆ³n. En tanto que los seres humanos estĆ©n vivos y tengan ideas, ideales e ideologĆ­as, la historia nunca detendrĆ” su brutal aventura. A pesar del inmenso progreso en la ciencia y en la autodeterminaciĆ³n y el autogobierno de muchas partes del mundo, las contradicciones y los conflictos no disminuyen, y el concepto de democracia no es tan riguroso y satisfactorio como muchos esperaban y aĆŗn esperan.

La libertad, la capacidad de escoger y opinar, como perfecta premisa para la satisfacciĆ³n del individuo y el progreso de naciones ha demostrado ser tan complicada y confusa como siempre. Muchos de nuestros contemporĆ”neos parecen nostĆ”lgicos de un centro interior y exterior, de una homogeneidad religiosa o Ć©tnica y una unidad nacional, o etnocentricidad, de una coherencia colectiva y la sensaciĆ³n de protecciĆ³n y estabilidad que emana a pesar del alto precio que exige.

Tuve la indeseable oportunidad de enfrentarme desde una edad temprana a terribles acontecimientos histĆ³ricos: el Holocausto, el Estado totalitario comunista y, finalmente, el exilio, el liberador y no fĆ”cil de enfrentar “trauma privilegiado”, como lo he llamado.

Bajo la alianza germano-rumana de la Segunda Guerra Mundial no era fĆ”cil rebelarse contra la mĆ³rbida revoluciĆ³n nazi del superhombre, que pretendĆ­a aniquilar todas las razas inferiores, condenadas por el FĆ¼hrer y sus seguidores a la soluciĆ³n final. TambiĆ©n era peligroso oponerse a la dictadura militar nacionalista rumana de la Ć©poca que me mandĆ³ a mĆ­, y a otros presos similares, culpables de su etnia, a campos de exterminio.

Pero incluso en esa oscura hora de terror existĆ­an numerosas formas de rebeliĆ³n, resistencia y revuelta en toda la Europa ocupada.

Antes y despuĆ©s de la Segunda Guerra Mundial, bajo la dictadura comunista en la UniĆ³n SoviĆ©tica y los Estados satĆ©lite de Europa del Este, era un riesgo suicida oponerse a la autoridad o dudar de los paradisiacos logros de la RevoluciĆ³n rusa o desenmascarar la horrible colonia penal de un inmenso Gulag. Pero las rebeliones y las revueltas siguieron existiendo a pesar de su predecible final sangriento. Recuerdo demasiado bien que en 1956, cuando era un estudiante en Bucarest, el alzamiento hĆŗngaro anticomunista fue oficialmente llamado una “contrarrevoluciĆ³n”, al igual que la revolucionaria Primavera de Praga de 1968, con su proyecto de un “socialismo con rostro humano” o el movimiento Solidaridad en Polonia o, mĆ”s tarde, la revuelta de Tiananmen en la China comunista.

El final del taimado y sangriento experimento comunista en utopĆ­a y terror me encontrĆ³ ya en Occidente, por lo que seguĆ­ desde la distancia, aunque atentamente, la complejĆ­sima recuperaciĆ³n social, polĆ­tica, moral y psicolĆ³gica de los antiguos paĆ­ses del Este de Europa despuĆ©s de dĆ©cadas de opresiĆ³n, demagogia y supervisiĆ³n polĆ­tica. Su lucha era reconstruir una sociedad democrĆ”tica, civil. Pero yo tenĆ­a un contacto directo con el mundo occidental en su nueva fase de capitalismo, su nueva velocidad de evoluciĆ³n tecnolĆ³gica y revoluciĆ³n, sus extraordinarios logros sociales y profundas contradicciones, su progreso cada vez mĆ”s conflictivo y sus abrumadoras dinĆ”micas. Octavio Paz nos avisĆ³ en su discurso de recepciĆ³n del premio Nobel de 1990 sobre el nuevo, peligroso, posmoderno, global y acelerado capitalismo. “El triunfo de la economĆ­a de mercado […] no puede ser Ćŗnicamente motivo de regocijo. El mercado es un mecanismo eficaz pero, como todos los mecanismos, no tiene conciencia y tampoco misericordia. Hay que encontrar la manera de insertarlo en la sociedad para que sea la expresiĆ³n del pacto social y un instrumento de justicia y equidad. Las sociedades democrĆ”ticas desarrolladas han alcanzado una prosperidad envidiable; asimismo, son islas de abundancia en el ocĆ©ano de la miseria universal. El tema del mercado tiene una relaciĆ³n muy estrecha con el deterioro del medio ambiente. La contaminaciĆ³n no solo infesta al aire, a los rĆ­os y a los bosques sino a las almas. Una sociedad poseĆ­da por el frenesĆ­ de producir mĆ”s para consumir mĆ”s tiende a convertir las ideas, los sentimientos, el arte, el amor, la amistad y las personas mismas en objetos de consumo. Todo se vuelve cosa que se compra, se usa y se tira al basurero. Ninguna sociedad habĆ­a producido tantos desechos como la nuestra. Desechos materiales y morales.”

La modernidad y su nueva fase de competiciĆ³n global capitalista tambiĆ©n trajeron con una intensidad nueva e incomparable el problema del extranjero, el exilio, el inmigrante: un desconocido que se percibe como distinto, normalmente como dificultad, incluso como una abierta amenaza a la unidad nacional o el emblema religioso, un provocador peligroso que fermenta la rebeliĆ³n y la revuelta, la tormenta y el desastre.

MĆ”s de una dĆ©cada despuĆ©s de irme a Estados Unidos todavĆ­a me sentĆ­a un desconocido entre desconocidos, pero el horror del 11 de septiembre de 2001 no supuso solo una terrible conmociĆ³n para un superviviente del Holocausto y el totalitarismo comunista, sino tambiĆ©n un momento de profunda solidaridad con el paĆ­s al que me habĆ­a exiliado, la “demoniaca” AmĆ©rica, odiada y envidiada por demasiados, asĆ­ como con todos los “infieles” del mundo, como nos llaman los sangrientos fanĆ”ticos de esa agresiĆ³n. Algunos les consideraron revolucionarios a pesar de que eran obedientes seguidores de un dogma reaccionario, estrecho de mente, arcaico, que veĆ­a a todos “los otros” y a toda “otredad” como enemigos perpetuos merecedores de la aniquilaciĆ³n.

No es demasiado difĆ­cil reconocer el precedente de esa visiĆ³n centrĆ­peta, arrogante y criminal de una nueva guerra total contra la democracia, la libertad y los derechos humanos fundamentales.

Nos encontramos en un mundo en el que los conceptos de ciudadano y ciudadanĆ­a migran mucho mĆ”s allĆ” de las fronteras recibidas al nacer, en una realidad global instantĆ”nea creada por medio de un intenso trĆ”fico mundial y que invade, vĆ­a satĆ©lite, la pantalla de televisiĆ³n o de telĆ©fono de todo el mundo. Y nuestro mundo de rĆ”pida migraciĆ³n y comunicaciones es tambiĆ©n un mundo en el umbral de una revoluciĆ³n que todavĆ­a tiene miedo de reconocer todas sus dimensiones benĆ©ficas y peligrosas. Me refiero a la revoluciĆ³n genĆ©tica, que podrĆ­a dar un nuevo significado a nuestro destino humano, a nuestra moralidad y nuestras leyes. TambiĆ©n estoy pensando, por supuesto, en el cambio revolucionario en las viejas colonias y su nueva energĆ­a, sus nuevos sueƱos.

Somos conscientes, al mismo tiempo, de que los movimientos fundamentalistas y separatistas de toda especie siguen regresando a una mentalidad tribal, una fiera rebeliĆ³n contra el espĆ­ritu y la realidad de nuestra contemporaneidad que rechaza la libertad, la diversidad y la competiciĆ³n.

La democracia y su conexiĆ³n interna con el capitalismo se enfrentan a muchos peligros internos y externos.

La predicciĆ³n de un profeta de la modernidad no demasiado astuto como Karl Marx podrĆ­a resultar correcta. Su advertencia de que el creciente poder de las grandes empresas internacionales podrĆ­a superar, en cierto momento, el poder del Estado y hacer a los gobiernos dependientes de su dominaciĆ³n merece especial atenciĆ³n y escrutinio. El modo en que operan hoy las elecciones y las instituciones gubernamentales demuestran su dependencia de las grandes fortunas, las grandes donaciones, las grandes empresas. La sociedad misma se vuelve cada vez mĆ”s mercantil, el pragmatismo cĆ­nico se limita al interĆ©s propio, la competiciĆ³n sigue brutales reglas de manipulaciĆ³n.

Y los peligros del mundo exterior, que sigue cada vez mĆ”s cautivo, y no menos, de las viejas reglas de la autocracia y la opresiĆ³n.

La muy prometedora Primavera Ɓrabe, que se iniciĆ³ como una rebeliĆ³n y anunciĆ³ una revoluciĆ³n en el destino de Egipto, terminĆ³ de una manera ambigua, cuando no desalentadora. Un rĆ©gimen autoritario laico, corrupto, liderado por un general, se transformĆ³ en un rĆ©gimen autoritario religioso y despuĆ©s volviĆ³ al liderazgo militar de una sociedad cerrada. La prolongada y aĆŗn presente tragedia siria opone un dictador taimado a caĆ³ticas guerrillas que luchan entre sĆ­ y contra una poblaciĆ³n civil y sueƱan con establecer una tiranĆ­a islĆ”mica.

Cada vez parece mƔs difƭcil escoger cuƔl de los oponentes estƔ en el lado correcto.

DespuĆ©s de la fallida RevoluciĆ³n Naranja de hace unos aƱos, la actual crisis ucraniana ha llamado la atenciĆ³n del mundo sobre un liderazgo corrupto y cobarde del paĆ­s y la agresividad de su viejo e inmenso vecino, gobernado por una nueva oligarquĆ­a rusa, con nuevas ambiciones imperiales, opuesta a las tendencias independientes de un antiguo paĆ­s satĆ©lite, contra su rebeliĆ³n frente a la ineficiencia econĆ³mica y sus anticuados mĆ©todos autoritarios de gobierno. Pese a exigir relaciones mĆ”s estrechas con la Europa occidental, la nueva rebeliĆ³n ucraniana mostrĆ³ viejos eslĆ³ganes renovados de nacionalismo y xenofobia. QuizĆ” tambiĆ©n debamos pensar en el Tea Party en Estados Unidos, los Hermanos Musulmanes en Egipto, la creciente popularidad del Frente Nacional en Francia y otros partidos polĆ­ticos similares en Europa.

En El diccionario del diablo, publicado hace mĆ”s de cien aƱos por el veterano de la Guerra de SecesiĆ³n Ambrose Bierce, que desapareciĆ³ en el MĆ©xico agitado por la revoluciĆ³n, se decĆ­a que el rebelde es “el proponente de un nuevo mal gobierno que no ha conseguido establecerlo”. En muchos conflictos del mundo actual, no es fĆ”cil advertir cuĆ”l es el lado bueno y cuĆ”l es la mejor forma de apoyarle. Y los inquietantes retos actuales son demasiados.

¿CĆ³mo deberĆ­a pensar un exiliado de una vieja dictadura comunista, en la que la suspicacia y la supervisiĆ³n eran los medios de gobierno, sobre Snowden, que armĆ³ una increĆ­ble operaciĆ³n de desenmascaramiento de la supervisiĆ³n secreta de casi todo el mundo en una sociedad libre y en sus libres alianzas con otras sociedades democrĆ”ticas?

Para mĆ­, es difĆ­cil olvidar que la ubicua policĆ­a secreta en Rumania se llamaba Securitate (Seguridad), en una muestra muy dadaĆ­sta de sentido del humor y cinismo.

AsĆ­ que estoy resignado a pensar, una y otra vez, que el arte sigue siendo la forma de rebeliĆ³n, revuelta y revoluciĆ³n mĆ”s elevada espiritualmente, un acercamiento crĆ­tico y creativo a nuestro destino humano, sus limitaciones y defectos. Es una renovaciĆ³n y un renacimiento constantes de la individualidad y sus exploraciones terrestres y trascendentes.

Finalmente, podemos preguntarnos, como Thomas Mann, si el artista serĆ” siempre un “sospechoso”, un reto constante a la rutina y las mercancĆ­as mediocres, incluso en nuestro tiempo, cuando una visiĆ³n pragmĆ”tica y estrecha del progreso ha conseguido marginar la literatura, la alta cultura, la bĆŗsqueda espiritual, en un mundo que lo vende y lo compra todo.

Podemos regresar, con una melancolĆ­a aĆŗn mayor, en este momento no muy optimista, a nuestro celebrado amigo, Octavio Paz, que creĆ­a que la poesĆ­a y la sociedad “no pueden desvincularse”.

La tendencia a esa desvinculaciĆ³n es, con todo, poderosa, y las consecuencias ya son visibles.

Pero Octavio tambiĆ©n dijo que “los crepĆŗsculos de los imperios y las perturbaciones sociales coexisten a veces con obras y momentos de esplendor en las artes y las letras”.

SigƔmosle en su y nuestro egoƭsta cƔlculo. ~

__________________________

TraducciĆ³n de RamĆ³n GonzĆ”lez FĆ©rriz.

 

 

 

 

+ posts

(Bucovina, Rumania, 1936) es escritor. En 2005, Tusquets publicĆ³ la traducciĆ³n de una de sus obras mĆ”s cĆ©lebres, 'El regreso del hĆŗligan'.


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā