John Searle (Denver, Colorado, 1932), profesor de filosofía en la Universidad de California, Berkeley, es conocido por ser el autor de un experimento teórico llamado “la habitación china”, que tenía como objetivo mostrar la imposibilidad de una inteligencia artificial que pueda compararse con la humana. Sus contribuciones más importantes abarcan aspectos de la teoría del conocimiento que van desde la percepción al lenguaje y la realidad social, pasando por la filosofía de la mente y la de la conciencia. Sobre estos asuntos impartió un seminario esta primavera en la Cátedra Ferrater Mora de la Uni- versidad de Gerona. Me habían avisado de que Searle era un tipo extraordinariamente simpático, accesible y nada pedante. Pero cuesta creer que el joven octogenario con la gorra de visera y vaquero negro –tan caído por detrás que preocupa llegar a ver la marca de su ropa interior– sea uno de los filósofos más reconocidos del mundo.
¿Es usted un neurofilósofo o simplemente un filósofo?
Me considero un filósofo. No sé muy bien qué significa esa moda de llamarse “neurofilósofo”.
¿Es la conciencia una propiedad física del cuerpo como la digestión o el sueño?
Es un proceso biológico normal. Lo que ocurre es que usas la palabra “físico” y la gente piensa que niegas la existencia de la conciencia. Yo no la niego, pero insisto en que es resultado de procesos.
¿Cuál es la diferencia entre los modos operativos del cerebro y la mente?
La mente es una función del cerebro. Lo que llamamos mente son todas las capacidades, no solo la conciencia, sino la memoria, la atención, lo inconsciente, etc. Todo lo que hace la mente se explica por las operaciones del cerebro. Pero aún no sabemos cómo lo hace.
¿Tenemos libre albedrío?
No sabemos si tenemos libre albedrío. Si lo tuviéramos querría decir que hemos llegado a discernir todos los procesos causales y los engranajes operativos que el cerebro monta para ir generando tareas y decisiones abiertas. Y si no lo tuviéramos querría decir que hemos llegado a atrapar el conocimiento preciso y detallado que hace que todas esas rutinas aparezcan de manera absolutamente independiente de nuestros procesos conscientes.
A pesar de esa ignorancia radical de partida hemos de presuponer que tenemos amplios márgenes de libertad para pensar, actuar y responder de nuestras decisiones. Cuando usted me plantea una pregunta, yo he de suponer que tengo libertad para responderle de una manera u otra. Tenemos una extraordinaria capacidad para elegir, para enfrentarnos a decisiones no constreñidas en una situación determinada. Así que, primero, no estamos seguros de si tenemos o no libre albedrío. Pero lo importante para esta discusión es que no podemos evitar seguir considerándonos responsables de nuestros actos.
Daniel Dennett dice que el concepto correcto para libre albedrío sería el de “competencia moral”. ¿Le parece adecuado?
El libre albedrío no tiene nada que ver con la moralidad. Elegir en un restaurante si quieres cerdo o ternera no tiene nada que ver con la moral. Gran parte de las decisiones que tomamos son ajenas a la moral.
Entonces, ¿somos libres y moralmente responsables?
Asumimos que somos moralmente responsables. Mucha gente piensa que por nuestro libre albedrío. No estoy seguro. Pero no cabe duda de que podemos asignar responsabilidad por las acciones de cada cual.
¿Qué significa el lenguaje para un ser humano?
Los lenguajes son una forma especial de adaptación de la intencionalidad humana, de nuestras capacidades para la interacción comunicativa. El lenguaje humano es una extensión maravillosa de los atributos biológicos de base que median la conciencia y la intencionalidad.
¿Sigue convencido de que la realidad humana es una construcción social?
Sí. Pero hay distintos tipos de construcciones sociales. El dinero, la propiedad privada, los gobiernos, el matrimonio… Todo esto son construcciones sociales elaboradas por conciencias humanas en sincronía cooperativa. Hay muchos otros fenómenos que no lo son. Las enfermedades que se extienden por la población son hechos de la naturaleza. Hay que distinguir ambas formas de construcción.
¿Cree que la conciencia no es comunicable, que las experiencias humanas no pueden transmitirse?
Nos comunicamos a menudo unos con otros, así que no entiendo la pregunta. Si quiere saber si estoy consciente se lo puedo comunicar: sí, estoy consciente. Solo hace falta preguntar. Otra cosa es el traslado genuino de mi vivencia consciente.
¿Hay una realidad ahí fuera? Es decir: ¿caen los árboles cuando nadie los ve?
Son dos preguntas distintas. Sí: hay una realidad que existe independientemente de nuestra representación. Tenemos algo de continuidad consciente, pero cuando el cuerpo muere, no. Casi seguro que no. Lo siento. Cuando el cuerpo se va, tú te vas.
Pero la realidad continúa.
¡A la realidad le importamos un pito! La realidad existía antes de que naciéramos y existirá después de que hayamos desaparecido. La porción de la realidad que es accesible a un humano es muy pequeña. Vivimos en un pequeño planeta, en un pequeño sistema solar, en una galaxia que forma parte de otros millones de galaxias. ¡Quién sabe cómo es el resto del universo! Vivimos en un minúsculo rinconcito y conocemos una minúscula porción…
¿Sigue pensando que solucionó el viejo problema filosófico de la relación entre mente y cerebro con sus cuatro tesis?
Sí, creo que lo solventé. Y se lo diré en pocas palabras: la conciencia es real, está causada por el cerebro, existe en el trabajo de sistemas cerebrales y funciona causalmente en el mundo.
¿Está hoy más cerca la solución neural a ese problema?
No. Estamos muy lejos. Sabemos que el cerebro produce conciencia, pero no sabemos cómo. Aunque estamos más cerca de solventarlo, todavía no tenemos la solución.
¿En qué ha cambiado su opinión con los años?
En muchos temas. Pero en este tema particular creo que es más difícil de lo que suponíamos desentrañar cómo crea la conciencia el cerebro. Una manera de progresar sería atrapar el proceso por el que se gestan vivencias muy específicas. Resolver los sistemas neurales que hacen posible las vivencias singulares. Por ejemplo, la experiencia del rojo, deslindar el qualia primordial. Pero ocurre que experimentamos la percepción de la rojez en un campo unificado de conciencia. No de manera aislada. Y en eso se han producido avances, pero está resultando más difícil de lo que augurábamos. Sabemos detectar y medir qué pasa, pero no sabemos cómo.
¿Qué sería el hardware y qué el software en el cerebro humano?
No creo que la distinción entre hardware y software sea útil para hablar del cerebro. Tampoco lo sería para hablar del estómago. ¡El cerebro es un órgano! No es un ordenador. Funciona con unas propiedades bioquímicas muy particulares. El pensamiento humano es distinto a los procesos computacionales digitales. Las únicas cosas intrínsecas en un ordenador son los circuitos electrónicos y encontramos maneras de unir, en ellos, computación con interpretación. En un ordenador todo es relativo y se refiere a un observador, cosa que no se da en las máquinas biológicas. La computación matemática es un proceso mental abstracto que conseguimos implementar en una máquina diseñada para ello.
¿Así que no habrá ordenadores que piensen como los humanos?
No. La única manera que tendría un ordenador de pensar sería si fuera consciente. Y no sabemos hacer ordenadores conscientes. No tenemos ni idea de cómo hacerlo porque no hemos creado nuestra propia conciencia.
¿Un conocimiento detallado del asunto mente-cerebro podría hacernos mejores?
Claro. Si se supiera cómo funciona la mente se podrían curar muchas enfer- medades mentales. Hay muchas enfermedades mentales, como la depresión grave y crónica, por ejemplo. Todo eso son procesos biológicos. Si pudiéramos entender esos procesos en detalle podríamos mejorar la memoria. La mía, por ejemplo. Olvido muchas cosas.
¿Para qué sirve la filosofía hoy en día?
Depende de en qué filósofo pensemos. Pero en mi caso creo que el valor principal del filósofo es solucionar los problemas del conocimiento. Si no estás interesado por los problemas filosóficos, quizás no eres siquiera un humano, porque los problemas filosóficos están en todas partes. ¿Cómo nos comunicamos? ¿Cuál es la naturaleza de nuestras mentes? ¿Cómo nos relacionamos con la realidad cuando tenemos una tecnología que no teníamos antes? Todo esto son problemas filosóficos. No puedes evitar filosofar y es una buena idea tener a alguien inteligente capaz de hacerlo.
¿Qué le debe a Wittgenstein?
Dio una cierta visión de la filosofía que es errónea. Una de las cosas que le debo a Wittgenstein es el desafío, el deseo de refutarlo. Dijo que no había una teoría del lenguaje, ¡pues yo tengo una teoría del lenguaje! Lo que me dio fue ganas de combatirlo, toda mi vida me he centrado en ello. Me ha dado fuerza, combatividad. Él fue, aparentemente, el filósofo más grande de los últimos cien años y yo le he desafiado sin amilanarme. (Risas)
¿Hacia dónde querría que evolucionase nuestra sociedad?
Quiero una sociedad que se dirija a una mayor justicia, mayor prosperidad, mejor salud y ¡menos hacerse viejo! Quiero que se encuentren maneras de detener el envejecimiento.
¿Está interesado en el transhumanismo?
Estoy interesado en cualquier teoría o avance científico que nos haga capaces de tener un mejor conocimiento y dominio de la vida y sus procesos.
¿Le preocupa el auge de los viejos nacionalismos y del secesionismo en los países europeos democráticos?
Vivimos mejor que en los últimos siglos. Los europeos se hicieron la guerra, sin descanso, los unos a los otros. Hace cien años tuvimos la Primera Guerra Mundial. Y luego una Segunda. Vivimos ahora un tremendo avance. Por fin estamos en un tiempo en que los europeos han dejado de matarse entre ellos y ya no tienen que venir los estadounidenses a rescatarlos. Aún tenemos a islamistas que quieren matarnos. Aunque creo que es un error pensar que esos musulmanes fanáticos representan la fe musulmana en general. No hay guerras mundiales, ni siquiera grandes guerras de religión. Hay una tremenda inestabilidad en Oriente Próximo. Pero la gente en Europa o Estados Unidos está más segura de lo que estuvieron en siglos. Es una época muy segura.
¿Pero por qué la gente juega con riesgos como el secesionismo en Europa?
Es un lujo. Si la gente estuviera preocupada por un bombardeo atómico no se ocuparía en pensar en una Cataluña separada. Podemos permitirnos estos lujos. Solo quienes saben a ciencia cierta que su vida no va a estar en peligro pueden preocuparse por ese tipo de cosas. La gente que no teme por su próxima comida o que sabe que no va a morir por la peste negra puede interesarse por el separatismo.
El separatismo es un asunto tremendamente superficial y liviano para la mayoría de nosotros. Los europeos habéis descubierto algo: no hay necesidad de guerra. Tenéis el fútbol para defender el honor y la gloria nacional. Tenéis el Barça, que os permitirá alcanzar la gloria, el triunfo. ¡Me encantan esas chorradas! Las insensateces bélicas no son nada inofensivas, pero las tonterías del fútbol no le hacen daño a nadie. Hay gente que se emborracha, incluso alguno muere muy de vez en cuando, pero no es una gran catástrofe.
En resumen, el mundo es mucho más confortable y la gente aposentada se distrae con el separatismo o el fútbol y ya no se dedica a matar judíos o intentar dominar el mundo. Los europeos tenían la costumbre de matarse y de conquistar territorios, pero ahora ya no. ~
(Barcelona, 1955) es antropóloga y escritora. Su libro más reciente es Citileaks (Sepha, 2012). Es editora de la web www.terceracultura.net.