South Park es una fantĂĄstica serie sobre la cultura contemporĂĄnea en Estados Unidos. Desde sus inicios ha estado al dĂa en los debates pĂșblicos y ha tratado temas como las polĂticas de identidad, la libertad de expresiĂłn, la correcciĂłn polĂtica, la diversidad y la raza. En un capĂtulo de la temporada once (“With apologies to Jesse Jackson”), el personaje de Stan no comprende por quĂ© la palabra nigger molesta tanto a su amigo negro Token. La conclusiĂłn a la que llega es que alguien blanco como Ă©l no podrĂĄ nunca comprenderlo. “I get it. I just don’t get it”, afirma. Tras dĂas de discusiĂłn, los amigos se reconcilian y Token se siente agradecido.
Nunca voy a vivir el racismo institucional que sufre un negro en Estados Unidos. Tampoco la homofobia que sufre un homosexual. Pero puedo intentar comprenderlo. En ese intento estĂĄ la clave de la empatĂa y la solidaridad, e incluso de los derechos humanos. Es la capacidad de ver el sufrimiento del otro y actuar en consecuencia. No lo voy a sufrir personalmente, pero eso no me convierte en alguien ajeno a ese sufrimiento; compartirlo nos hace humanos.
Muchas veces, sin embargo, en ese intento de comprensiĂłn puede haber condescendencia o frivolidad. Uno puede caer en el error de creer que sabe mejor lo que el otro necesita o quiere. Al intentar comprender ese sufrimiento, tambiĂ©n es posible bloquearse emocionalmente. En un ensayo contra la empatĂa, el psicĂłlogo Paul Bloom afirma que ser una buena persona estĂĄ mĂĄs relacionado con una compasiĂłn que toma distancia de los problemas y con tener autocontrol y un sentido de la justicia que con tener mucha empatĂa, que puede causar angustia. La empatĂa implica replicar el dolor del otro; la compasiĂłn se ciñe al deseo y la motivaciĂłn de ayudar.
Para poder ayudar no hace falta siempre comprender. Pero, en cierto modo, intentar comprender es una forma de respeto. En una serie de artĂculos muy polĂ©micos en el New York Times, el columnista Nicholas Kristof expone las causas de la desigualdad entre blancos y negros. Se titula “When whites just don’t get it” (“Cuando los blancos simplemente no lo entienden”), pero realmente Kristof, a pesar de ser blanco, lo entiende: proporciona datos, indaga en la idea del privilegio, habla de la responsabilidad de los blancos en el tema racial. Lo mismo puede extenderse al debate feminista o LGTB.
En el enfoque de las polĂticas identitarias hay cierta negaciĂłn de los valores del universalismo y el pluralismo, como dice Zizek.
El verdadero peligro viene con el razonamiento de que solo una madre soltera y lesbiana puede entender lo que significa ser una madre soltera y lesbiana, o que solo un hombre gay puede comprender lo que implica ser gay. Creo que esa visiĂłn, que acaba con la universalidad, es catastrĂłfica. No veo ningĂșn potencial emancipador en basarte en tu propia identidad como algo mĂĄs allĂĄ de la crĂtica, como una identidad incuestionable.
Las personas no tenemos una Ășnica identidad, sino muchas, a veces contradictorias e incoherentes. Al igual que la cultura, que nunca es homogĂ©nea y cerrada, y bebe de otras culturas, las identidades no son bloques compactos. Como dice Kenan Malik, que ha escrito mucho sobre identidades y multiculturalismo, “las identidades no son categorĂas naturales, sino que surgen de la interacciĂłn social, y estĂĄn en constante mutaciĂłn”.
Al refugiarnos en nuestra propia identidad, que consideramos incomprensible para los demĂĄs, nos acercamos al miedo a la diversidad, e incluso al miedo al otro, al extraño. Juzgarnos solo con un criterio de valoraciĂłn es negar que somos inmensos y contenemos multitudes, como escribĂa Whitman. Y que todos, en buena medida, somos igual de diferentes.
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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciĂłn de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemĂĄn' (Libros del Asteroide, 2023).