Hace unas semanas el consejero presidente del IFE y otros consejeros estuvieron de gira por algunas ciudades de Estados Unidos para promover el nuevo programa para el voto en el extranjero en 2012. Preocupados por la baja participación en la elección presidencial de 2006 (32,632 votos de un estimado total de 4.2 millones de mexicanos con credencial de elector en el exterior) y las críticas al Instituto por un gasto excesivo e injustificable de 270 millones de pesos, presentaron un proyecto que busca informar oportunamente al electorado sobre el proceso de registro y voto, hacer menos complicado y costoso para los mexicanos en el exterior el proceso para enviar la boleta, y hacer uso del Internet para facilitar el registro de los votantes. Esto responde a algunas de las conclusiones de estudios que se hicieron en 2006 sobre por qué la gente no votó: principalmente por falta de información sobre las elecciones y sobre los requisitos para votar, por el costo del envío de la boleta por correo certificado (el cual será cubierto por el IFE en 2012), y por no tener credencial de elector.
Lo que no reflejan estos estudios es quién sí votó y por qué. A partir de los datos publicados por el IFE, sabemos que la mayoría de los votantes son jóvenes, entre 26 y 45 años de edad, 57% hombres y 43% mujeres, pero nada más. Tomando en cuenta la tabla con los 71 países de dónde vinieron los votos, y considerando las características de los migrantes en Estados Unidos y en otros países, así como los obstáculos señalados para votar, me atrevo a plantear la hipótesis de que la mayoría de quienes votaron son mexicanos que emigraron recientemente, que tienen estatus legal en su país de residencia, y cuyo nivel de educación por lo general es alto. El tipo de votantes quizás podría dividirse en tres grupos, con características y motivaciones distintas: El primer grupo incluye a los líderes migrantes en Estados Unidos y los miembros de grupos activos (clubes de oriundos, federaciones de estados, etc.) con relación a temas políticos e inversiones en México (como el programa “3×1”). Cabe mencionar que algunas organizaciones de migrantes incluso se movilizaron para promover el voto, mandar todas las boletas en un paquete y así reducir costos. Los principales componentes del segundo grupo son profesionistas y estudiantes mexicanos en el extranjero, especialmente los becarios (y ex becarios) de Conacyt y de otras instituciones mexicanas, quienes probablemente están atentos al proceso electoral e interesados en participar (y espero tener razón en esto, dada la responsabilidad que implica recibir financiamiento público para estudiar fuera del país). El tercer grupo incluye a los miembros del servicio exterior mexicano y a los empleados locales de los consulados y embajadas. Falta, por supuesto, el grupo más numeroso de mexicanos en el extranjero: los trabajadores migrantes y sus familiares, la mayoría en Estados Unidos. Este grupo representa el mayor reto en lo que a participación electoral se refiere porque incluye un porcentaje importante de personas sin documentos, que son los más afectados por la restricción sobre las credenciales. Además, por su ubicación, nivel de educación y tipo de trabajo, en muchos casos son los que tienen menos acceso a información sobre el voto, o interés en obtenerla.
Pese a las restricciones operativas del voto en el extranjero, el bajo nivel de participación de 2006 no deja de ser preocupante y se entiende que de ahí surja la pregunta sobre si vale la pena toda esta inversión de recursos materiales y humanos para promoverlo (aunque el IFE promete que esta vez el costo se reducirá a menos de la mitad). ¿La mayoría de los migrantes realmente quieren votar desde el extranjero y por qué? Además, todavía está pendiente la pregunta planteada por parte de algunos sectores de la sociedad mexicana sobre si los migrantes deberían votar ya que, argumentan, al no vivir en el país no asumen las consecuencias de haber votado por uno u otro partido o candidato. Es, sobre todo, en este último punto en donde creo que los mexicanos que vivimos en el extranjero tenemos que reflexionar sobre la relevancia de nuestro voto y a partir de eso aprovechar la coyuntura del 2012 para hacernos escuchar, para que se escuche la diversidad de voces que hay dentro de la diáspora mexicana en diferentes países. Que no solo quede en los números y en las interpretaciones de datos el que votemos o no votemos, sino que sea una expresión de algo tangible con propuestas y acciones concretas.
Si votamos, que sepan los partidos y que sepa el resto de los mexicanos que lo hacemos con plena conciencia de nuestra decisión; que lo hacemos porque creemos en la necesidad de fortalecer la participación ciudadana en la toma de decisiones; que lo hacemos porque tenemos familiares en México y estamos pendientes de su bienestar económico y de su seguridad; porque queremos regresar a nuestro país, algunos permanentemente, otros de visita, y sentirnos seguros cuando lo hacemos; porque tenemos propiedades o inversiones en México o quisiéramos tenerlas o promoverlas; porque mandamos remesas a México y queremos que quienes reciben ese dinero no sean objeto de extorsiones ni asaltos y que puedan aprovecharlo e invertirlo para tener una vida mejor; y que aunque algunos no mantengamos vínculos directos con México nos importa y afecta la imagen de nuestro país de origen en el exterior.
Más allá de las razones logísticas, habrá quienes no voten por falta de interés, porque no están convencidos de que su voto puede influir en los resultados, por el desacuerdo con las propuestas de los partidos o por un desencanto general con el sistema político. En 2006 hubo quien no votó como un acto de protesta contra el gasto excesivo del IFE pero pocos se enteraron de esa protesta porque no hubo organización para expresarla. Personalmente, creo que podemos lograr más votando pero sea cual sea la motivación para votar o no votar, que sea una decisión bien pensada y no producto de la inercia, y que sea una oportunidad para expresar nuestras preocupaciones, nuestras responsabilidades y compromisos como ciudadanos mexicanos en el exterior.
El IFE ya está usando Twitter (twitter.com/votoextranjero ) y Facebook (https://www.facebook.com/Voto.Extranjero.MX.2012) para acercarse a los potenciales electores en el extranjero. Quienes tenemos acceso a esos medios podemos empezar por ahí a manifestar nuestras opiniones pero hay que aprovechar esos y otros espacios para organizarnos. El movimiento del voto nulo y el Movimiento del 8 de mayo pueden ser referentes importantes sobre cómo podemos unirnos para enviar un mensaje por medio de las urnas y por otras vías. No dejemos que nuestra voz se quede sólo en la boleta. ¡Vengan las propuestas!
(Fuente de la imagen)
es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.