Barbarismos

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Señor Director:
Felicito a usted y sus colaboradores por el reciente número sobre futbol. Querría aprovechar la oportunidad para expresar una inconformidad respecto de la crónica deportiva que se escucha en los medios de comunicación masiva en español.
     Me llama la atención  que no se haya podido crear un género literario futbolero. En otros deportes sí lo hay. Las secciones deportivas de los periódicos estadounidenses son famosas como escuelas de periodismo, y grandes escritores como Ernest Hemingway o Norman Mailer han dejado textos inolvidables sobre box o beisbol. En los últimos años, los ingleses han tratado de crear una tradición de periodismo futbolero más interesante, y algunos escritores como Nick Hornby o Julian Barnes han trabajado en eso. Es inolvidable el número de la revista Granta dedicado al medio volante Paul Gascoigne.
     En nuestro idioma no se ha llegado a tanto, a pesar de los intentos que El Gráfico de Buenos Aires hizo con las columnas de Dante Panzeri y del gran Fontanarrosa. No obstante  el arribo reciente de algunos escritores como Javier Marías, Osvaldo Soriano o Eduardo Galeano, el futbol en español parece más interesado en conservar cierto grado de analfabetismo que lo contrario, y lo podemos ver en el caso de Jorge Valdano, a quien se lo ha llegado a acusar, a falta de otros delitos, de que habla con mucha corrección.
     Es cierto que el futbol ha creado su propio lenguaje metafórico, que no pensamos criticar. Las expresiones mató el balón, rasuró el poste o el extremo vuela por la entreala derecha forman parte de un lenguaje que da vida al relato. Pero esto nada tiene que ver con oír de pronto que "fue la madera quien rebotó el balón" o que "el defensa está en su más óptimo nivel", como si el superlativo aceptara grados, o que "el delantero vuela por ambas bandas".
     Dentro de estos gazapos existen algunos que los antropólogos llaman "sesquipedalismos". Son palabras que adquieren una considerable longitud sin saber de dónde salen ni por qué. Los cronistas de futbol se han convertido en fanáticos de este tipo de vocablos, o, peor todavía, en sus profetas. Así que escuchamos cómo nos imponen que "el medio apertura el balón a la banda" con absoluto descaro. Y tenemos una respetable colección: "El delantero recepciona correctamente el balón", "el entrenador estudia el posicionamiento del rival" o "el equipo local se acerca con peligrosidad". Etcétera.
     Cada cronista tiene su estilo, ya sea mesurado y analítico o frenético y apasionado. Pero eso no los exime de culpa cuando incurren en lamentables errores de dicción o profieren barbaridades. Y aunque el famoso rating (perdón por el anglicismo) gobierne cualquier decisión, y el público al que le dan lo que pide —sin haberle enseñado a pedir— sea quien decide, la verdad es que ya resulta preferible gozar del futbol sin oír cómo nos lo van narrando. Vale más gozar de él principalmente en los estadios, que para eso están. Y si no se puede, pues habrá que bajarle al volumen de la televisión y limitarse a disfrutar como se debe el deporte más hermoso del mundo.

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