Porfirio Muñoz Ledo

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EL REY DE LAS UNIVERSIDADES
Suele decirse que con un micrófono en la mano y un público dispuesto a escucharlo Porfirio Muñoz Ledo es infalible. Y así parecieron comprobarlo los alumnos del ITAM reunidos para oír su conferencia sobre el sistema presidencial, el 7 de abril. En veinte minutos el candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) logró esbozar una especie de historia política de Occidente.
Con claridad, sin pausas, explicó las peculiaridades de las monarquías constitucionales y los sistemas parlamentarios, fue de la Unión Europea a la independencia norteamericana, citó a Montesquieu y se prodigó en bromas y referencias clásicas. A esas alturas, las caras de los concurrentes eran de franco interés. Entonces, en algún momento no fácil de precisar, la cátedra terminó y empezó la campaña electoral. Muñoz Ledo arremetió contra el presidencialismo priísta, acusó al PAN de complicidad con el sistema y al PRD de procedimientos antidemocráticos, hizo escarnio del presidente Zedillo, se regodeó con chistes a expensas de la campaña de Francisco Labastida —su favorito, que se refiere a la muy comentada propuesta del inglés y las computadoras, es sobre un niño que le manda un correo electrónico a Labastida que dice: "Mr. president, I'm still hungry". Cuando remató con un sonoro "¡No les quepa la menor duda de que vamos a ganar estas elecciones!", el interés se había convertido en entusiasmo. En el público, unas doscientas personas, había un buen número de convencidos, incluso entre los reporteros que fueron a buscar la nota, típicamente un poco cínicos.
     Pero, ¿se pueden ganar unas elecciones así, a golpe de micrófono, ante auditorios de no más de quinientas personas?

HISTORIA DE UNA DECLINACION
La pregunta no sobra. Muñoz Ledo ha repetido una y otra vez, ante cualquier público disponible, con o sin los medios de comunicación enfrente, en todos los tonos, aunque siempre con seguridad, que pretende ganar las elecciones. No es, ni mucho menos, una afirmación rara en un aspirante a la banda presidencial, pero suena fuera de lugar en boca de un político con tanta experiencia, dueño de un currículo que lo acredita como presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, único mexicano que ha presidido dos partidos —el PRI y el PRD—, diputado, senador, secretario del Trabajo, secretario de Educación y un largo etcétera. Porque puede aceptarse que las encuestas son engañosas, pero si la más optimista de ellas indica que Muñoz Ledo tiene el 0.45% de la intención de voto, algún mensaje parece enviar la realidad. ¿Cómo podíamos haberle creído entonces, hace uno o dos meses, cuando nos decía que eran falsos los rumores de que terminará por abandonar sus intenciones de hacerse con la presidencia en favor de algún acuerdo con Vicente Fox, el candidato del Partido de Acción Nacional? ¿O más recientemente, cuando esa posibilidad ha sido confirmada por su partido, si bien en medio de un escándalo que involucra a la Secretaría de Gobernación? Porque, aunque no le guste, el aspecto de su campaña más comentado es, justamente, el de su posible declinación. Un tema recurrente, objeto de mil especulaciones, al que Muñoz Ledo ha salido al paso con negativas contundentes… casi siempre.
     De alguna forma, la declinación del candidato del parm se ha convertido en una mala historia de suspenso, una de esas en las que el espectador soporta varios falsos finales antes de que concluya la cinta, entonces ya demasiado larga. Muñoz Ledo, a fin de cuentas, ha superado mal que bien su pasado priista para transformarse en un viejo baluarte de la izquierda moderada, y su posible declinación en favor de Fox, que en cambio no termina de librarse del estigma de la militancia panista ante las izquierdas a las que intenta seducir, es reconocida como casi un símbolo de estas elecciones, acaso las de la alternancia. De ahí, quizás, sus reticencias, que después de todo suelen ser un arma a la hora de las negociaciones, el arma de una amante experimentada que sabe darse a desear.

EL DEBATE
El famoso debate entre los candidatos presidenciales del 25 de abril no ayudó a Muñoz Ledo a convencernos de sus intenciones anunciadas, en caso de que realmente quisiera convencernos. Se supone que un programa difundido en cadena nacional, en varios canales, con el mismo tiempo de participación para cada candidato, era el espacio que necesitaba, y que había reclamado incesantemente, para desplegar sus encantos ante un auditorio realmente amplio y receptivo; que sus dotes retóricas se pondrían en funcionamiento, como suele ocurrir cuando está ante un micrófono, y que las dirigiría sin matices contra sus oponentes. En fin, se suponía que el debate lo catapultaría, de perdida, hasta la conservación del registro. Lo que resultaba difícil de imaginar era que su actuación fuera a tener ese aire triste, esa carga melancólica, esa seriedad próxima a lo solemne. Mientras el debate sirvió para que otro candidato de un partido sin posibilidades de triunfo, Gilberto Rincón Gallardo, del pds, se convirtiera en noticia por lo menos en los días siguientes y sus números mejoraran de manera sensible, Muñoz Ledo no consiguió modificar las opiniones del público en favor suyo, al tiempo que Fox le hacía una invitación clara para incorporarse a su proyecto, en un incómodo paquete que incluía a Manuel Camacho, del Partido del Centro Democrático: "los necesito", dejó caer Fox después de tutear a sus todavía contrincantes. Algún comentarista se refirió a esta gentileza como a una "cortesía envenenada".
     Durante una conferencia, diez días después, Muñoz Ledo se refirió al debate con palabras que me repetiría en una acelerada conversación dentro de una camioneta, en un Periférico atiborrado: "Tuve la razón. En catorce minutos terminé con el estereotipo del Muñoz Ledo agresivo que había creado la televisión durante años". No habló de las preferencias de voto.

JORNADA EN AGUASCALIENTES
Muñoz Ledo tiene una serie de frases de batalla, que repite como si fueran mantras. En el lapso de un día se le oyó hasta cuatro veces la expresión "Se acabó Santa Claus" y otras tantas una cita que repitió, además, en el debate: "El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente", ambas dirigidas a criticar el sistema presidencialista.
     Esa fue la tónica de su gira de un día por Aguascalientes: la reiteración. Es algo que se espera en las giras electorales, y que resulta mucho más ostensible en el caso de las giras de los partidos con recursos escasos, que se ven obligados a exprimir al máximo cada jornada y acumular un máximo de actividades. Ese 18 de abril, el equipo de Muñoz Ledo condujo a su candidato a una sucesión agotadora de compromisos. Repartidos en tres camionetas manejadas por sujetos realmente peligrosos con un volante en las manos, el candidato, la decena de elementos de su equipo que lo acompañaban, algunos miembros del partido y los representantes de los medios visitamos —cómo no— el Tecnológico de Monterrey local, la sede del Consejo Coordinador Empresarial, las instalaciones de una estación de radio local, un lujoso hotel donde se verificó una conferencia de prensa y un restaurante donde comimos con gente del parm, todo entre las diez de la mañana y las 7:45 de la noche. En cada una de las escalas le escuchamos lo mismo: que Aguascalientes había sido declarado "en estado de emergencia" por la sequía; que Aguascalientes es una tierra de noble tradición constitucionalista; el chiste de Labastida y el correo electrónico; que las encuestas hechas por su equipo —en caliente, en sus presentaciones públicas— lo sitúan a él en el primer lugar de las preferencias, seguido por Fox, y que ya antes, como candidato a la Cámara, ganó aplastantemente, contra lo que decían todas las encuestas "difundidas por el PRI". Sobre todo, tuvo mucho cuidado en recordarnos que es imposible incorporarse a "un gobierno basado en la mercadotecnia", el de Fox, diametralmente opuesto a la opción de centroizquierda que —quién lo diría— representa el PARM.

EL SOCIALDEMOCRATA MEXICANO
Aparte de un militante, Muñoz Ledo es un estudioso de la izquierda y gusta de hablar del tema, acaso porque le permite situarse en el universo político. ¿Qué opción de centroizquierda es esa que representan Muñoz Ledo y la Opción Nueva República? Porque en México, aparte del parm, se afirman de centroizquierda el prd, incluidos sus múltiples coqueteos con la guerrilla y organizaciones como el cgh o el Frente Popular Francisco Villa; Fox, con todo y su intención expresa de "abrir" los medios de comunicación a los asuntos religiosos o su postura explícitamente antiabortista, y el PDS, de Rincón Gallardo, a su vez explícitamente partidario de la legalización del aborto. ¿Qué centroizquierda es, en fin, esta?
     Le he escuchado la misma explicación varias veces, pero Muñoz Ledo la repite con paciencia. En torno al fenómeno del presidencialismo y sus consecuencias, articula un discurso que nos invita a apostar por un sistema semiparlamentario, municipalista, en el que queden perfectamente trazadas las órbitas del jefe de Estado y del jefe de gobierno; por una reforma educativa encaminada a establecer los doce años de escolaridad obligatoria; por un diálogo ininterrumpido con las ONGS y otros tipos de "actores sociales"; por llamar a un foro sobre el nuevo rumbo económico del país, con las agencias responsables del Ejecutivo invitadas, cuyas conclusiones deberán someterse a un plebiscito ciudadano; por refundar Pemex, no privatizarlo; por revertir los "efectos más perniciosos del neoliberalismo" mediante "políticas compensatorias" al estilo de la Unión Europea para revitalizar el campo, así como por el establecimiento del servicio civil de carrera, la supeditación del gobierno al Congreso, una elección presidencial a dos vueltas, la legislación del derecho a la información o el reconocimiento del voto de los mexicanos que viven fuera del país.
     Propuestas, todas, que pueden englobarse en su propuesta mayor: la redacción de una nueva constitución, lo que significa fundar la "cuarta república". Propuesta que se antoja arriesgada, en un país donde los niños aprenden en la escuela que la Constitución mexicana es "una de las más avanzadas del mundo" y donde hay un día de fiesta en honor suyo, pero que no parece suficiente para desalentar a un Muñoz Ledo que recuerda, con énfasis, que nuestra carta magna es, simple y llanamente, "la más manoseada del mundo", un documento "obsoleto".
     Muñoz Ledo plantea un proyecto político de corte inusualmente europeizado, propio de quien Víctor Flores Olea llama "un socialdemócrata mexicano", aunque también de raigambre mexicana, porque la izquierda democrática tiene en nuestro país una larga tradición —recuerda— que incluye a los Flores Magón, a Lázaro Cárdenas o "al mismo López Mateos, que se declaraba de extrema izquierda". Recibo esta pequeña lección en la camioneta, donde Muñoz Ledo ofrece eso que ahora suele llamarse una "imagen ejecutiva". Sin perder el hilo, en permanente estado de aceleración, contesta a cada pregunta, da instrucciones al chofer, hace y responde llamadas en dos celulares y se da tiempo de ofenderse cuando escucha que al PRD se le otorga la categoría de izquierda. "¿Qué izquierda? Eso no es izquierda, eso es perredismo", salta. Está ante otro de sus grandes temas: Cuauhtémoc Cárdenas y el prd. Matiza: en realidad se trata de "una izquierda que se sometió a los procedimientos no democráticos. Muchos de sus grupos se formaron en lo que se llama 'izquierda revolucionaria', y no creían en la izquierda democrática. Estos grupos entraron al prd con una visión estratégica, para ganar poder y luego hacer la revolución. Uno de sus principales heraldos me dijo: 'Nosotros no creemos en tu democracia. Nosotros somos izquierda revolucionaria. Somos cardenistas porque Cuauhtémoc nunca nos ha dicho que lo que quiere es la democracia, lo que quiere es el nacionalismo como él lo entiende'".
     Concentrar su artillería verbal contra el PRD y Cárdenas es una ostensible tentación, pero la resiste. Tiene más que decir: "Acuérdate de que la izquierda es sobre todo el debate de ideas". Pausadamente, marca coordenadas que valen para situarlo a él en el ámbito de la izquierda y él es, evidentemente, otro tema que le gusta. Existe una izquierda radical, la que está en las montañas y las selvas, primitiva, reprobable en sus modos, pero dueña de aspiraciones legítimas. Existe una "izquierda apocalíptica", adherida al poder, falsa. Existe, por último, una izquierda democrática: la suya, la de Nueva República. Como estamos en un periodo preelectoral, propone una nueva categoría, definida por la vía negativa, no incluida en la clasificación de Alain Touraine en la que se basa: "La izquierda tampoco es nada más la cárcel, como propone Gilberto [Rincón Gallardo]. ¿A poco Zapata es menos izquierda que Valentín Campa?"

LA HISTORIA SIN FIN
En el Tec de Monterrey del Estado de México, el 4 de mayo, no parecía que Porfirio Muñoz Ledo fuera a encontrarse con un público particularmente dulce. Al tiempo que atravesaba la sala, algunos asistentes hacían bromas a media voz: "No sabía que hoy venía Cuauhtémoc Cárdenas"; "¡Ya mero ganas, Porfirio!" Se percibe una cierta exaltación. Francisco Labastida acababa de poner en entredicho la supervivencia del "nuevo PRI" al invitar a su equipo de campaña a un pri más bien añoso: Bartlett, Roque, Beltrones, Murillo Karam. Las sombras de la "caída del sistema" oscurecían el camino de la oposición, y el público mostraba tanto interés como Muñoz Ledo: ¿cree en el voto útil?, ¿cree en las coaliciones de gobierno? En el fondo lo que se esperaba, como en casi toda aparición de Muñoz Ledo en los últimos dos o tres meses, era la primicia de su declinación. Habría que esperar. El candidato parecía haber recuperado todo el ímpetu que se le extrañó en el debate, y una apertura dramática le bastó para robarse a los presentes: "México no vive en un régimen democrático. El que lo afirme miente, por ignorancia o por interés". El tema es "La democracia en México", y cuando de eso se habla a Muñoz Ledo no le tiembla la voz. "El régimen —continúa— ha ido cediendo espacios, pero sigue siendo autoritario". Y su análisis fue desolador. No tenemos ni elecciones claras, ni equilibrio de poderes, ni autonomía real de las instancias públicas locales, ni libertad e independencia de los organismos ciudadanos (prensa, sindicatos), ni respeto a los derechos humanos. No cumplimos, pues, con los requisitos mínimos de un sistema democrático. Peor aun: "Falta el cambio de sistema. No se trata de cambiar una dinastía por otra, de que salga Carlos el Calvo para que entre Ernesto el Rabioso, o salga Ernesto el Rabioso para que entre Paco I". Y, no obstante, remató con la aceptación clara de que "no hay transición democrática sin cambio de partido". A partir de ese día, seguir a Muñoz Ledo significaría escuchar reiteradamente que la alternancia en el poder es indispensable, sin que ello "signifique una declinación".
     En esos primeros días de mayo se percibía ya un marcado escepticismo por parte de la gente ante las reiteradas negativas o evasivas de Muñoz Ledo. Como para desmentir la teoría de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, un alumno le preguntó no ya si pensaba declinar, sino, para no darle más vueltas al asunto, en qué medida su incorporación al proyecto de Fox serviría para compensar el conservadurismo del PAN. Inusualmente, esa vez contestó lo que no le preguntaron: que "las coaliciones de gobierno son perfectamente legítimas, como demuestra el caso de Francia", y que "la coalición de gobierno puede ser posterior a las elecciones". Una evasiva demasiado evidente, y un par de opiniones tan lejanas a aquellas de finales de marzo, en el Distrito Federal, cuando dijo con toda firmeza que "tengo tantas posibilidades de ganar la presidencia como el señor Fox, o más", y Puerto Vallarta, cuando aseguró que "lo único que aceptaríamos es la declinación de Fox", como a las de la primera semana de mayo, consignadas en una entrevista de Antonio Jáquez para la revista Proceso, según las cuales si bien sólo busca un "proceso de convergencias con la oposición", reconoce tener "la decisión de un gobierno de transición democrática, y si somos capaces de elaborar un programa común, será relativamente fácil decidir quién lo encabeza, pero no antes".
     La película se niega a concluir. El 11 de mayo ha estallado una pequeña bomba en los medios de comunicación. Para el periódico Reforma, entrevistado a raíz de su aparente reunión con Fox en Guanajuato, Muñoz Ledo declaró que la meta conjunta era una "confluencia de las oposiciones", y que "podríamos confluir en un solo candidato al final del proceso". Al mismo tiempo, los periódicos difundían una noticia realmente escabrosa. Según una declaración del subsecretario Armando Labra, Muñoz Ledo pidió ayuda a la Secretaría de Gobernación para "tomar el control del PARM", lo cual sería posible si se acusaba al dirigente Carlos Guzmán Pérez de estar involucrado con el narcotráfico. De no acceder a su petición, Muñoz Ledo "no tendría más opción que unirse al candidato del PAN".
     Fue una nota sospechosa, por venir de quien venía y por haber sido difundida justamente el día en que Fox y Muñoz Ledo sostenían una reunión considerada como definitiva. Tan sospechosa que unió los puntos de vista de toda la oposición —a final de cuentas, incluso el de Cuauhtémoc Cárdenas— en contra de la Secretaría de Gobernación, de Labra y el pri en general, acusados de una complicidad electoral que no excluye, por ejemplo, el espionaje contra las personas de Fox y Muñoz Ledo. Pero en poco ha ayudado el aparente patinazo de Labra a la credibilidad del aún candidato de Opción Nueva República. El 14 de mayo, Muñoz Ledo no había querido hacer suya, públicamente al menos, la palabra "declinación". En nueva entrevista con Proceso, habló de la posibilidad de "candidaturas asociadas", de un "Frente Republicano" y de un "acuerdo de convergencia", pero dio un paso más hacia la aceptación de su proyecto común con Fox. En Proceso, y después en una conversación con Ciro Gómez Leyva en el Canal 40, dijo que había puesto en manos del PAN una lista de veinte temas cruciales en su programa político. De las respuestas de Fox dependerá la posibilidad de llegar a un "acuerdo", a pesar de que "las ideas no se declinan".
     Porfirio Muñoz Ledo no parece dispuesto a concluir la historia de su declinación, como si gozara con la posibilidad de añadir un final distinto cada día. Letras Libres, que tiene un calendario más estricto, tendrá que esperar a la conclusión junto con sus lectores. Pero hay esperanzas: ésta no puede pasar del 2 de julio. –

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