Ilustraciรณn: Hugo Alejandro Gonzรกlez

Aferrarse a la diversidad, apropiarse de la democracia

No es cierto que las sociedades en los รบltimos aรฑos se hayan hecho mรกs diversas; siempre lo han sido. Lo que se ha estrechado es nuestra idea de diversidad y la funciรณn que cumple en las democracias.
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Si hay dos temas que definen el debate polรญtico contemporรกneo, son la diversidad y la democracia. Desde la crisis migratoria al islam radical o el multiculturalismo, el miedo a las consecuencias de la diversidad ha enraizado profundamente en las sociedades occidentales. Estos miedos han sido un factor esencial en el crecimiento de los partidos populistas y en los resultados electorales de personajes como Donald Trump, Geert Wilders o Marine Le Pen. Esto ha llevado a muchos a tener miedo de la propia democracia, que consideran que se estรก desbaratando por el รฉxito del populismo. Otros han sugerido que las sociedades occidentales son demasiado democrรกticas y que el proceso democrรกtico necesita limitarse para acotar las ideas y los lรญderes indeseables.

Para deshacer los nudos de esta discusiรณn, quiero emprender tres tareas: primero, observar lo que consideramos diversidad y cuestionar la idea de que las sociedades diversas son nuevas; segundo, mostrar cรณmo los cambios polรญticos en dรฉcadas recientes han ayudado a desunir las ideas de democracia y diversidad; y tercero, explorar cรณmo tendrรญamos que relacionar democracia y diversidad.

Uno de los mitos contemporรกneos mรกs persistentes es que las sociedades europeas solรญan ser homogรฉneas, pero se han vuelto diversas gracias a la inmigraciรณn. Tanto los que son hostiles a la inmigraciรณn como los que apoyan la diversidad aceptan esta tesis. Lo hacen solo por amnesia histรณrica, y porque hemos terminado por adoptar un criterio muy selectivo de lo que significa ser diverso.

Cuando hablamos de sociedades europeas como histรณricamente homogรฉneas, lo que queremos decir es que solรญan ser รฉtnicamente, o quizรก culturalmente, homogรฉneas. Pero el mundo es diverso de muchas maneras, dividido en diferencias no solo รฉtnicas sino de clase, gรฉnero, fe, polรญtica y mรกs.

Muchos se preocupan hoy del choque entre el islam y Occidente, y temen que los valores islรกmicos sean incompatibles con los valores occidentales. Asumimos que esas clases y esos miedos son nuevos, el producto de una Europa diversificada a travรฉs de la inmigraciรณn masiva. Pero el conflicto religioso era la norma en la Europa antigua a la que consideramos homogรฉnea. Y, a pesar de lo difรญcil que es imaginarlo ahora, hasta hace relativamente poco los catรณlicos eran vistos de la misma forma en que algunos ven a los musulmanes: como quintacolumnistas que guardaban lealtad, como dijo el filรณsofo inglรฉs John Locke, a un โ€œprรญncipe extranjeroโ€, el papa, que tenรญan unos valores incompatibles con los de las democracias liberales, y que suponรญan una amenaza a la seguridad y la estabilidad de la naciรณn.

Aรบn mรกs, los judรญos eran vistos como una amenaza a la identidad europea, sus valores y modos de ser; tanto que se convirtieron en vรญctimas del mayor genocidio del mundo. Pero el tratamiento de los judรญos como el โ€œOtroโ€ no se reducรญa a Alemania. Era central en casi todas las naciones europeas, desde el caso Dreyfus en Francia a la primera ley migratoria britรกnica, la Aliens Act de 1905, diseรฑada en esencia para detener el flujo de judรญos europeos en el paรญs.

Europa estaba desgarrada no solo por conflictos religiosos y culturales sino tambiรฉn polรญticos. Desde la guerra civil inglesa a la espaรฑola, desde la guerra de los campesinos alemanes a la Comuna de Parรญs, las sociedades europeas estaban profundamente divididas. Conflictos entre comunistas y conservadores, liberales y socialistas, monรกrquicos y liberales se convirtieron en el sello distintivo de las sociedades europeas. Por supuesto, no consideramos estos conflictos expresiones de una sociedad diversa. ยฟPor quรฉ no? Simplemente porque tenemos una visiรณn muy limitada de lo que implica la diversidad.

Pero incluso dentro de esa nociรณn restringida de la diversidad, nuestra imagen de las sociedades europeas es errรณnea. Pensamos en las sociedades europeas del pasado e imaginamos que eran racial y รฉtnicamente homogรฉneas. Pero asรญ no es como los europeos de la รฉpoca veรญan sus sociedades. En el siglo XIX y hasta bien entrado el XX, muchos veรญan a la clase trabajadora y los pobres rurales como racialmente distintos.

โ€œCada orden socialโ€, escribiรณ el aristรณcrata antiigualitario francรฉs Arthur de Gobineau en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, โ€œrepresenta una variedad racialโ€. El historiador francรฉs Augustin Thierry pensaba que solo habรญa dos clases, pero al igual que Gobineau insistรญa en que โ€œimaginamos que somos una sola naciรณn, pero somos dos naciones en la misma tierraโ€, cada una con โ€œespรญritus perpetuamente contradictoriosโ€. El socialista cristiano Philippe Buchez, en una charla en la Sociedad Medicopsicolรณgica de Parรญs en 1857, se preguntaba cรณmo podรญa ocurrir que, โ€œdentro de una poblaciรณn como la nuestra, se formen razas โ€“no una sino varias razasโ€“ tan miserables, inferiores y bastardizadas que podrรญan clasificarse por debajo de las mรกs inferiores de las razas salvajes, porque su inferioridad estรก a veces mรกs allรก de la curaโ€. Las razas de las que estaba hablando no eran, por supuesto, de รfrica o Asia, sino las clases trabajadoras y los pobres rurales.

En octubre de 1865, una rebeliรณn local de campesinos en Jamaica fue brutalmente reprimida por el gobernador de la isla, Edward John Eyre. Sus acciones generaron un importante debate en Gran Bretaรฑa. Los que defendรญan su crueldad no lo hacรญan con el argumento de que los jamaicanos fueran negros, sino de que no eran muy diferentes de los trabajadores ingleses. โ€œEl negroโ€, observaba Edwin Hood, โ€œes en Jamaica como el vendedor ambulante en Whitechapel; es muy probable que se trate a menudo de un salvaje con la mente de un niรฑoโ€. Cuando un grupo de trabajadores britรกnicos (blancos) protestรณ por las acciones de Eyre, el Daily Telegraph los describiรณ de forma contundente como โ€œnegros […] que tienen el gusto de su tribu por cualquier altercado que parezca seguroโ€.

Un artรญculo sobre la vida de la clase trabajadora en el este de Londres en The Saturday Review, una revista de tendencia liberal muy leรญda en la รฉpoca, explicaba que los pobres eran una โ€œraza de la que no sabemos nada, cuyas vidas son de una complexiรณn muy diferente a las nuestras, personas con las que no tenemos ningรบn punto de contactoโ€. โ€œLas distinciones y separaciones, como entre las clases inglesasโ€, concluรญa el artรญculo, โ€œque siempre permanecen, que duran desde la cuna a la tumba, que nos previenen de cualquier cosa que implique asociaciรณn o compaรฑerismo […] ofrecen una comparaciรณn muy justa de la separaciรณn entre esclavos y blancosโ€.

Lo que es diferente hoy no es que las sociedades europeas sean mรกs diversas sino que vemos la diversidad de una manera muy diferente y mรกs limitada. En la polรญtica europea, la centralidad del concepto โ€œclaseโ€ ha ido erosionรกndose como categorรญa polรญtica y como indicador de identidad social. Al mismo tiempo โ€œculturaโ€ ha tomado importancia como la manera a travรฉs de la cual la gente percibe las diferencias sociales.

El paso que va de โ€œclaseโ€ a โ€œculturaโ€ es parte de un conjunto de cambios mucho mรกs amplio. La antigua distinciรณn entre โ€œizquierdaโ€ y โ€œderechaโ€ ha dejado de ser significativa. La clase trabajadora ha perdido una buena parte de su poder polรญtico y econรณmico. El debilitamiento de los sindicatos, el declive de las ideologรญas colectivistas, la expansiรณn del mercado hasta el รบltimo rincรณn de la vida social, la erosiรณn de la sociedad civil, el deterioro de las instituciones, desde los sindicatos hasta la iglesia, que tradicionalmente ayudaban a los individuos a socializar; todo esto ha ayudado a crear una sociedad mรกs fragmentada.

En parte como resultado de esa atomizaciรณn social, la gente ha comenzado a verse a sรญ misma y sus afiliaciones sociales de una manera diferente. La solidaridad ha comenzado a definirse progresivamente no en tรฉrminos polรญticos, sino de etnia, cultura o fe. La pregunta que la gente se hace no es tanto โ€œยฟEn quรฉ tipo de sociedad quiero vivir?โ€ sino โ€œยฟQuiรฉnes somos?โ€

Las dos preguntas estรกn, por supuesto, รญntimamente relacionadas y cualquier idea de identidad social tiene que incorporar una respuesta a ambas. Pero a medida que la esfera polรญtica se ha estrechado, y los mecanismos del cambio polรญtico se han erosionado, la respuesta a la pregunta โ€œยฟEn quรฉ tipo de sociedad quiero vivir?โ€ se ha visto moldeada menos por los tipos de valores o instituciones que la gente quiere establecer y mรกs por el tipo de personas que imaginan ser; y la respuesta a โ€œยฟQuiรฉnes somos?โ€ se ha definido menos por el tipo de sociedad que se quiere crear que por la historia y la herencia a la que supuestamente se pertenece. En otras palabras, la polรญtica de la ideologรญa ha dado paso a la polรญtica de la identidad. El esquema a travรฉs del que dotamos de sentido el mundo estรก definido menos como โ€œliberalโ€ o โ€œconservadorโ€ o โ€œsocialistaโ€ y mรกs como โ€œmusulmรกnโ€, โ€œblancoโ€ o โ€œinglรฉsโ€ o โ€œeuropeoโ€. Es en este contexto en el que los europeos han comenzado a considerar sus naciones como particularmente, incluso extremadamente diversas.

El estrechamiento de la polรญtica, y la fragmentaciรณn de la sociedad, tambiรฉn ha moldeado las percepciones en torno a la democracia. La democracia consiste en permitir a un colectivo de gente tomar decisiones donde hay mรกs de un punto de vista. La democracia, por decirlo de otro modo, presupone una diversidad de opiniones. Si todo el mundo pensara lo mismo, no habrรญa necesidad de un proceso democrรกtico.

Por eso se equivocan quienes ven en el ascenso del populismo un fallo de la democracia. La democracia no necesita que se obtenga todo el tiempo un resultado โ€œcorrectoโ€. Es mรกs, si se consiguiera siempre lo โ€œcorrectoโ€, esto indicarรญa no el รฉxito sino el fracaso de la democracia. La caracterรญstica principal de la democracia es que es impredecible. El motivo por el que necesitamos la democracia es que la cuestiรณn de quรฉ es una polรญtica โ€œcorrectaโ€ o cuรกl es el candidato โ€œcorrectoโ€ es algo que se discute con vehemencia. Donald Trump o Marine Le Pen pueden ser reaccionarios, y sus polรญticas quizรก pueden ayudar a erosionar la democracia liberal. Pero su รฉxito revela un problema no con la democracia sino con la polรญtica.

Sin embargo, mientras que la democracia necesita y por fuerza se relaciona con una diversidad de visiones, la manera en que esas diferencias se expresan es importante. El viraje desde la polรญtica de la ideologรญa a la polรญtica de la identidad, de una visiรณn de las relaciones sociales por lo general polรญtica a una cultural, ha transformado la textura de la democracia.

Los enfrentamientos polรญticos dividen a la sociedad en lรญneas ideolรณgicas, pero la unen a travรฉs de divisiones รฉtnicas y culturales; las luchas culturales y รฉtnicas fragmentan inevitablemente. Las diferencias polรญticas son a menudo negociables; las culturales y รฉtnicas con frecuencia no. Lo que importa en las luchas polรญticas no es quiรฉn eres, sino lo que piensas; lo contrario es cierto en las luchas รฉtnicas o culturales. Los conflictos polรญticos son a menudo รบtiles porque afrontan los problemas sociales de una manera que se pregunta: โ€œยฟCรณmo podemos cambiar la sociedad para superar ese problema?โ€ Podemos discrepar en la pregunta, pero el debate en sรญ mismo es รบtil. Otra manera de explicar esto es que los conflictos polรญticos son el tipo de conflictos necesarios para la transformaciรณn social.

Los enfrentamientos culturales o รฉtnicos tienen menos que ver con transformar la sociedad y mรกs con defender o fortalecer grupos o identidades particulares, a menudo despreciando a aquellos que pertenecen a otros grupos u otras identidades.

En el pasado, las minorรญas habrรญan luchado por igualdad de derechos y tratamiento, ahora demandan reconocimiento de la identidad particular de cada uno, la afirmaciรณn pรบblica de la diferencia cultural y el respeto y la tolerancia de las creencias religiosas o culturales de cada quien. El concepto de igualdad se ha transformado. Antes significaba el derecho a ser tratado con igualdad a pesar de las diferencias de raza, etnia, cultura o fe. Hoy significa el derecho a ser tratado de manera diferente en razรณn de esas diferencias.

En muchos paรญses, las polรญticas pรบblicas hacia las minorรญas solo han ayudado a exacerbar esta tendencia. Los polรญticos y legisladores a menudo han tratado a las minorรญas como si cada una fuera distinta, homogรฉnea, al completo, cada una compuesta por gente que habla con una sola voz, cada una definida primordialmente por una visiรณn de la cultura y la fe. Por supuesto, no hay ninguna comunidad asรญ. Cada minorรญa, como la propia sociedad, estรก profundamente dividida. Pero en lugar de apelar a los individuos de las comunidades minoritarias, en especial las comunidades musulmanas, como ciudadanos britรกnicos o alemanes, se les ve antes que nada como miembros de esos grupos.

Las autoridades se relacionan con esas comunidades en primer lugar a travรฉs de un intermediario llamado lรญder de la comunidad. Estos lรญderes raramente tienen un mandato democrรกtico, es mรกs, raramente tienen siquiera un mandato. Su poder proviene primordialmente de su relaciรณn con el Estado, un proceso profundamente antidemocrรกtico. Es un proceso a travรฉs del cual, en nombre de la diversidad, las autoridades ignoran la diversidad real dentro de las comunidades minoritarias. La manera en la que muchos paรญses europeos gestionan la diversidad hace que la diversidad se haya convertido en un medio no de aceptar sino de inhabilitar la democracia.

Si las minorรญas han acentuado sus identidades y su diferencia, tambiรฉn lo han hecho muchos sectores de las comunidades mayoritarias. Ellos tambiรฉn insisten en defender sus comunidades, su cultura, su historia.

Las razones estรกn principalmente en la transformaciรณn de la polรญtica en las dรฉcadas recientes. El cambio de los partidos socialdemรณcratas que se aleja- ron de sus votantes tradicionales, la erosiรณn del poder de las organizaciones sindicales, la disoluciรณn de los vรญnculos de solidaridad han dejado a muchas secciones de la clase trabajadora con la sensaciรณn de no tener voz polรญtica justo en el momento en el que sus vidas se han vuelto mรกs precarias, los empleos se han reducido, los servicios pรบblicos han sido atacados con salvajismo y se ha impuesto la austeridad. Pero muchos liberales e izquierdistas, lejos de ayudar a crear nuevos mecanismos a travรฉs de los cuales la clase trabajadora pueda desafiar la marginaciรณn econรณmica y la sensaciรณn de no tener voz, han comenzado a ver a la clase trabajadora como parte del problema. Especialmente tras el voto del Brexit y la elecciรณn de Trump, muchos han desdeรฑado a la clase trabajadora y la han considerado analfabeta e intolerante, parte de un mundo viejo que hemos dejado atrรกs.

David Rothkopf, profesor de relaciones internacionales, presidente hasta hace poco de la revista Foreign Policy, y miembro de la administraciรณn de Bill Clinton, describiรณ no hace mucho a los simpatizantes de Trump como gente โ€œque estรก amenazada por algo que no entiende, y lo que no entiende es casi todoโ€:

No buscan la verdad, echan un vistazo a los medios en busca de algo que les haga sentirse mejor consigo mismos. Para muchos de ellos, el conocimiento no es una herramienta รบtil sino una barrera engaรฑosa que han creado las รฉlites para mantener alejado del poder al hombre y la mujer comรบn. Lo mismo ocurre con la experiencia, con la tรฉcnica y el conocimiento. Estas cosas requieren tiempo y trabajo y estudio y a menudo cuestionan nuestros sistemas de creencias. La verdad es dura, la frivolidad es fรกcil.

Este menosprecio era visible tambiรฉn en muchas descripciones de los votantes โ€œignorantesโ€ del Brexit. Al perder los medios tradicionales para desahogar su desafecciรณn, y al encontrar el desprecio de los liberales y la izquierda, muchos votantes de la clase trabajadora se han desplazado hacia el lenguaje de la polรญtica identitaria. No la polรญtica identitaria de la izquierda, sino la de la derecha, la polรญtica nacionalista y la xenofobia, la polรญtica identitaria que proporciona combustible a muchos movimientos populistas.

En dรฉcadas recientes las polรญticas identitarias han estado asociadas con la izquierda, y con las luchas para enfrentar el racismo, la homofobia y la opresiรณn contra las mujeres. Pero sus raรญces son largas y reaccionarias, y alcanzan hasta la contra-Ilustraciรณn de finales del siglo XVIII. Estos primeros crรญticos de la Ilustraciรณn se oponรญan a la idea de los valores humanos universales y defendรญan valores particularistas representados en identidades de grupo, en particular el nacionalismo y el racismo. Hoy, la ultraderecha populista estรก reclamando esa herencia, remodelando la polรญtica reaccionaria de la identidad original para una nueva era.

El llamado โ€œmovimiento identitarioโ€ โ€“grupos de extrema derecha que de manera abierta apoyan las polรญticas de la identidadโ€“ tiene ahora raรญces en muchos paรญses europeos. Su equivalente en Estados Unidos es la alt-right, que, en palabras de su principal lรญder Richard Spencer, โ€œes cuestiรณn de identidadโ€. La campaรฑa de Trump, segรบn Spencer, โ€œrepresentรณ la primera vez en mi vida que estaba en escena una polรญtica de la identidad para gente blancaโ€.

Uno de los argumentos clave contra la diversidad, y en defensa de una identidad nacionalista mรกs homogรฉnea, es que mucha diversidad e inmigraciรณn debilitan el sentimiento de comunidad y pertenencia. Es un argumento usado en su mayorรญa por ultraderechistas que se oponen a la inmigraciรณn, pero tambiรฉn lo usan cada vez mรกs los liberales.

Es cierto que los humanos son seres sociales cuya individualidad surge solo a travรฉs de los vรญnculos que unas personas crean con otras. Tambiรฉn es cierto que un sentido de propiedad compartida (y responsabilidad) del espacio pรบblico es crucial para que una democracia funcione de manera apropiada. Sin ese sentido de comunidad y pertenencia, la democracia se queda hueca. No tenemos ninguna responsabilidad u obligaciรณn real con los demรกs, sino que existimos como individuos aislados con unos pocos vรญnculos sociales que nos unen.

Sin embargo, hay mรกs de una manera de imaginar la comunidad o lo colectivo, y de pensar sobre la relaciรณn entre el individuo y la sociedad. Los crรญticos de la inmigraciรณn y la diversidad adoptan en primer lugar lo que uno podrรญa llamar una visiรณn burkeana de la pertenencia, una nociรณn de comunidad que deriva en buena medida de Edmund Burke, el fundador del conservadurismo moderno en el siglo XVIII. Un burkeano imagina la comunidad como si estuviera constituida a lo largo de la historia y atada por su pasado, โ€œuna idea de continuidad, que se extiende tanto en el tiempo como en los nรบmeros y el espacioโ€, en palabras del propio Burke.

Los valores, en la tradiciรณn burkeana, estรกn definidos tanto por el lugar y la tradiciรณn como por la razรณn y la necesidad. El argumento burkeano de la comunidad es lo que hoy llamamos โ€œpolรญtica de la identidadโ€; enfatiza el vรญnculo comรบn de una identidad particular dada, en este caso una identidad proporcionada por un lugar, una historia y una tradiciรณn.

Podemos, sin embargo, pensar en las comunidades de otra manera, como algo que atrae a la gente hacia un colectivo no por una identidad determinada sino para impulsar un objetivo polรญtico o social; un colectivo definido no por la pregunta โ€œยฟQuiรฉnes somos?โ€ sino โ€œยฟQuรฉ tipo de sociedad queremos?โ€; movimientos para la transformaciรณn social definidos menos por un sentido de un pasado comรบn (aunque muchos echan mano de tradiciones histรณricas) y mรกs por la esperanza de un futuro comรบn; la materializaciรณn de la polรญtica de la solidaridad en vez de la polรญtica de la identidad.

Estas dos maneras de pensar en las comunidades y los colectivos suelen coexistir y a menudo estรกn en tensiรณn. La idea de la comunidad o de la naciรณn utiliza inevitablemente un pasado que ha moldeado el presente. Pero la existencia de movimientos para el cambio social transforma el significado del pasado, y las maneras en las que uno puede pensar en la identidad nacional.

Sin embargo, los cambios polรญticos y sociales de las รบltimas dรฉcadas han hecho mรกs difรญcil ver los colectivos en tรฉrminos de una transformaciรณn social, y han llevado a muchos a retirarse a nociones burkeanas de la naciรณn y la comunidad. Es un repliegue corrosivo para la democracia. Cuando definimos los valores por la historia, la tradiciรณn y el lugar, tanto como por la polรญtica y la razรณn, resultan menos cuestionados, mรกs fรกcilmente aceptados, y es mรกs sencillo excluir a aquellos que se considera que no pertenecen a esa historia, tradiciรณn y lugar. Solo hay que ver los debates actuales sobre musulmanes para reconocer esto.

Cuando hablamos de diversidad, lo que queremos decir es que el mundo es un lugar caรณtico, lleno de choques y conflictos. Es algo positivo, ya que esos choques y conflictos son la materia prima de la participaciรณn polรญtica y cultural. La importancia de la diversidad estรก en que nos permite expandir nuestros horizontes, trayendo diferentes valores, creencias y estilos de vida cara a cara, y forzรกndonos a pensar sobre esas diferencias. Solo esto puede crear un diรกlogo polรญtico y un debate necesario, paradรณjicamente, para ayudarnos a forjar un lenguaje mรกs universal de ciudadanรญa.

Pero lo verdaderamente valioso de la diversidad โ€“los choques culturales e ideolรณgicos que trae consigo la diversidadโ€“ es precisamente lo que muchos temen. Ese miedo puede tomar dos formas. Por una parte estรก el sentimiento nativista de que la inmigraciรณn debilita la cohesiรณn social y desgasta nuestro sentimiento de identidad nacional. Por otra estรก el argumento multicultural, en el que el respeto a los otros requiere aceptar sus formas de ser, y no criticar o cuestionar sus valores o prรกcticas, sino controlar las fronteras entre los grupos para minimizar los choques y conflictos. La primera aproximaciรณn fomenta el miedo, la otra la indiferencia. Y ambas son corrosivas para la democracia.

Lo que ninguna de estas posturas afronta es la cuestiรณn del compromiso. El compromiso no nos pide ni despreciar a determinada gente como el Otro, aquellos con valores y prรกcticas inevitablemente perjudiciales para nosotros, ni ser indiferentes a esos valores y prรกcticas en nombre del โ€œrespetoโ€, sino reconocer que el respeto implica cuestionar los valores y creencias de otros. El compromiso requiere un debate abierto y vigoroso sobre los valores a los que aspiramos, aceptando que ese debate serรก difรญcil, y a veces beligerante, pero tambiรฉn sabiendo que ese debate beligerante y difรญcil es una necesidad en cualquier sociedad que busca ser abierta y liberal. Y democrรกtica.

Porque para que la diversidad adopte la democracia, tenemos que ver la diversidad no como un medio para gestionar las diferencias, sino como la materia prima para el diรกlogo, el debate y el cuestionamiento. Para que la diversidad adopte la democracia, debemos ver la democracia no como una garantรญa para llegar a la respuesta โ€œcorrectaโ€, sino como un proceso colectivo de evaluaciรณn de esa diferencias, aunque el resultado sea impredecible. La รบnica manera de llegar a la respuesta correcta es persuadiendo a otros de que es correcta. Si esto es posible en una รฉpoca en la que la tendencia es mรกs resguardarse que abrirse es una pregunta clave que tenemos que responder. ~

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Traducciรณn del inglรฉs de Ricardo Dudda.

Conferencia impartida el 4 de marzo de 2017 en los Diรกlogos de Karlsruhe sobre โ€œLa sociedad pluralista y sus enemigosโ€.

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(1960) es ensayista britรกnico de origen indio. Entre sus libros se encuentran Strange Fruit: Why Botch Sides Are Wrong in the Race Debate (One world, 2008)


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