En 1937 el escritor y dibujante español José Moreno Villa llegó a la Ciudad de México, exiliado por la guerra civil. Maravillado por este choque cultural escribió el libro Cornucopia de México (1952), donde retrata sus impresiones acerca de los ademanes, costumbres y lugares del país que lo acogería en su éxodo. En esta entrevista, Adolfo Castañón repasa algunos de los vínculos artísticos de Moreno Villa en la Residencia de Estudiantes de Madrid, así como también boceta el retrato intelectual de este personaje esencial para entender el siglo XX hispánico.
Vamos a platicar sobre la vida y obra de José Moreno Villa. Tú me lo mostraste por primera vez cuando me diste a leer el borrador de tu libro Arcoíris de artes y artistas –próximo a aparecer–. En esos ensayos había uno dedicado a un personaje raro: exiliado español, prosista, poeta, pintor, crítico, que escribió una autobiografía titulada Vida en claro, y de la que decías que era una de las más bellas memorias que se habían escrito en nuestro idioma. ¿Cómo fue que conociste tú a Moreno Villa?
Probablemente sus libros estaban en la biblioteca de don Jesús Castañón y él era mencionado por Alfonso Reyes. Pero mi primer acercamiento a Moreno Villa me lo hizo de viva voz una persona que fue muy importante para mí. Una exiliada española que era librera en el Fondo de Cultura Económica y se llamó doña Leo. Por ahí tengo una foto suya. Era esposa del pintor Monferrer. Doña Leo había conocido personalmente a Moreno Villa y le tenía una gran devoción. Mi texto “A la luz de sus ojos”, que se encuentra en La gruta tiene dos entradas, está dedicado a ella.
¿Cuál es el nombre completo de doña Leo?
Leonor Menéndez (1917-1993). Vivía en la esquina de Reforma e Insurgentes en un departamento muy grande. Ahí estaban las pinturas de su marido y cuadros del propio Moreno Villa. Y, sobre todo, estaban ahí los libros. Gracias a ella también tomé conciencia de algo que fue muy importante para mí y que tiene que ver con la forma de escribir el idioma español. Me quedó claro que Moreno Villa era un autor a seguir. El libro que me dio a leer fue Vida en claro. Y leí, más o menos paralelamente, los libros que editó el Fondo de Cultura Económica, como Cornucopia de México. Me empecé a encontrar con que Moreno Villa era un personaje central en la historia de la literatura, la poesía y la crítica en España. Había sido una figura clave en la Residencia de Estudiantes, donde en algún momento muy afortunado convivieron Luis Buñuel, Salvador Dalí, Federico García Lorca y muchos otros escritores.
Platícame un poco de ese periodo, la juventud de José Moreno Villa, cuando se va a estudiar química a Friburgo. Antes de entrar a la Residencia de Estudiantes.
Resulta que Moreno Villa, que era un solterón empedernido, había ido a estudiar química a Alemania. Allá le picó el gusano de interesarse por la filosofía. Tradujo un libro de Fritz Mauthner, Contribuciones a una crítica del lenguaje, y ahí empieza, yo creo, a darse cuenta de su vocación poética. Regresa de Alemania y se va a Málaga, a la casa familiar, y gracias a los amigos –creo que debido a Alberto Jiménez Fraud, uno de los fundadores de la Residencia de Estudiantes– le encargan que sea el conserje o tutor permanente. La Residencia de Estudiantes era como una casa universitaria donde la gente entraba y salía y vivía un periodo. Esto hizo que Moreno Villa pudiera tener amistad con muchos de los escritores de la generación del 27 y, en cierto modo, que se convirtiera en un baluarte de la cultura. Paralelamente, había estudiado historia del arte, química, sabía de restauración, pintaba, era un hombre muy versátil. Pedro Henríquez Ureña sabía de coro algunos poemas suyos y hasta sorprende a Moreno Villa recitándolos de memoria…
Muy “amiguero”…
Sí. Tenía un gran don de amistad. Lo mismo hablaba con un pintor que con un escritor, con un periodista, con un político, con un empresario. Y por lo que se sabe de él, pues era un personaje más bien reservado, parco, no era un surtidor de elocuencia que estuviera hablando todo el tiempo. Era más bien un observador. En su escritura periodística de esos años se hace patente. Moreno Villa para mí tiene también un parentesco espiritual con otro escritor de aquella época, también español y también publicado en México, que es el historiador de la música Adolfo Salazar. Otro personaje de aquellos años es Jesús Bal y Gay, quien también fue un musicólogo y escritor. Había algo muy importante en esa generación que era el gusto por vivir, pero no un vivir a locas, sino un vivir, digamos, reflexivo, que se relaciona con las artes, con la contemplación.
De alguna forma esa minuciosidad en la contemplación adquiere una personalidad cuando llega a vivir a México…
Moreno Villa trae esa carga cuando viene a México. Además, se hace amigo de un personaje importante que también era muy amigo de Alfonso Reyes: Genaro Estrada. Simpatiza con Genaro Estrada al punto de que Estrada fallece y en su lecho de muerte le encarga, por así decirlo, que por favor cuide a su viuda. Y muy obediente Moreno Villa lo hace y de ahí salió el señor ingeniero José Moreno Nieto, que es actualmente el heredero de Moreno Villa. Tuve la fortuna de conocer a Moreno Nieto y de hacerme su amigo, gracias a los proyectos del Fondo de Cultura Económica y de la Casa de España.
Consuelo Nieto es una figura muy interesante y de la que sabemos muy poco.
Ella debe ser muy interesante. Pertenecía a una familia noble; noble culturalmente hablando, porque era la hija de Rafael Nieto, que había sido gobernador de San Luis Potosí. Rafael Nieto era un personaje, digamos, ilustre, muy culto. Creo que fue traductor de alguno de los libros de la Editorial Cvltura. La escritora Tita Valencia –sobrina de doña Consuelo– escribió una biografía sobre Rafael Nieto que se publicó en el fce. Moreno Villa se une con Consuelo Nieto y tienen una vida muy amorosa, muy amistosa, muy afectuosa. Entra en la Casa de España –después Colegio de México–; estaban los amigos en el café, pintaba, escribía, pero sobre todo practicaba su vocación de observador de cosas raras. Era capaz de arrancar el perfil de un Emilio Uranga o de un Octavio Paz, pero, sobre todo, y esto es muy original, hizo una serie de dibujos de las manos de esos personajes.
Cuéntame más sobre el libro que mencionas, Doce manos mexicanas…
Hay una cosa muy alemana, de cierta época. Así como hay una grafología, él hizo una quirosofía de las manos de los escritores y de los artistas. Elaboró ese pequeño libro extraordinario que Alfonso D’Aquino reeditó. No sé si en el mundo mexicano contemporáneo tenemos algún dibujante que se haya interesado en retratar las manos de los artistas…
La gran virtud de José Moreno Villa está en el estilo de su prosa, en su forma de escribir. ¿Estás de acuerdo?
Esa forma de escritura, ese método, está en un libro precioso que se llama Leyendo a. Que es “leyendo a” Garcilaso, a san Juan de la Cruz… Lo que hace Moreno Villa es pasar la mirada por los poemas, por las prosas, y subrayar aquellas palabras que le parecen características. Tejer una especie de radiografía mental a partir de las palabras más conspicuas o recurrentes. Leyendo a incluye a san Juan de la Cruz, Garcilaso, fray Luis de León, Bécquer, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Antonio Machado, Goya y Picasso. Picasso también, hay que decir, era un escritor y escribió poemas. José Moreno Villa está muy atento a la presencia de estos rasgos curiosos en los artistas. Nos va contando cómo compone Picasso su poesía y, al mismo tiempo, nos da una imagen de la figura creativa. En este libro se da uno el lujo de hacer análisis de los poemas del pintor. Otro que también escribió poemas y tiene un libro importante de poesía es Luis Buñuel. En esa época la inspiración poética estaba por todas partes.
Sorprende de José Moreno Villa su capacidad intuitiva, su capacidad de descifrar el entorno inmediato. Los ensayos de Cornucopia los comenzó a escribir recién llegado a México en 1937.
Creo que lo que dicta esa clarividencia es la necesidad de apropiarse de la circunstancia que lo está rodeando. Y en ese contexto yo diría que hay otro escritor que podríamos acercar a Moreno Villa. También escribió sus observaciones sobre la realidad mexicana y fue amigo del exilio, que es Juan Rejano. Rejano tiene ciertas observaciones sobre la forma de hablar, de decir y de relacionarse de los mexicanos. A los españoles exiliados la forma de estar en el mundo del mexicano les sorprendió y unos la pudieron articular mejor. El propio José Gaos también tiene observaciones en relación con la forma de los que vivimos en México, quienes hablamos español, pero no somos españoles. En ese contexto, otra característica de Moreno Villa es que está muy atento a los gestos. Está muy atento a saber por qué en México decimos “poquito” y hacemos el signo de juntar los dedos. Hay todo un capítulo de la Cornucopia que tiene que ver con la gestualidad mexicana. El dar las gracias, el pedir la cuenta… Moreno Villa también tiene una dimensión de etnólogo, por así decirlo, pero no de los pueblos primitivos sino del mundo contemporáneo. Una especie de etnólogo del presente. Y en esa condición está hermanado con los biólogos, con los antropólogos, pero también con los pintores.
Hablemos precisamente del José Moreno Villa pintor y crítico de arte. Hay una parte que no se habla mucho y es que fue muy cercano a Inés Amor y la creación de la Galería de Arte Mexicano. En las memorias de Inés Amor se menciona la influencia que tuvo Moreno Villa en ese círculo.
Bueno, es que Moreno Villa era un hombre de mundo. Además, era un observador y sabía un poco quién era quién. Seguramente que hubo diálogos entre Inés Amor y Moreno Villa para ver quién exponía y quién no exponía. Y de tutor, digamos, de Inés también. Moreno Villa vio muchas cosas de México, pero también hubo cosas que no vio. ¿Qué cosas no vio en ese momento? ¿No vio a los emigrados del surrealismo que llegaron a México? No sé si hubo relación –a lo mejor se encontraron y se vieron de lejos– entre Moreno Villa y Benjamin Péret, entre Moreno Villa y Remedios Varo, entre Moreno Villa y Leonora Carrington o César Moro y el surrealismo. Creo que Moreno Villa era muy conservador y que, aunque de alma pionera, no sé si estaba atento a las aventuras de la vanguardia en el sentido más desaforado de la palabra. Más bien era un personaje que se mantenía en una distancia casta en relación con los temas de la vanguardia.
Da curiosidad intentar imaginar cómo era la voz de José Moreno Villa, ¿no te parece, Adolfo?
Yo imagino que su voz era una voz de fumador, una voz grave, pausada y baja. Y con el acento del sur de España, ¿no? Ese acento andaluz. Pero me quedo imaginando un Moreno Villa que recorre los espacios de la Residencia de Estudiantes, que tiene un gabinete donde conviven los libros raros, las pinturas, los cuadros, los manuscritos, y las investigaciones en proceso que tienen que ver con la historia del arte.
Para alguien que hoy quiera conseguir un libro de José Moreno Villa, desafortunadamente es difícil. Tiene que ir forzosamente a las librerías de viejo. El único que lo ha reeditado, como mencionaste antes, es el poeta Alfonso D’Aquino en Ediciones Odradek. ¿Por qué crees que es importante reeditar Vida en claro o Cornucopia de México?
Vida en claro es un ejemplo mayor, cumbre, de la forma en que se escribe una autobiografía. Yo me iría por el lado de rescatar una especie de Moreno Villa portátil, donde hubiera un poco de poesía, un poco de Cornucopia, un poco de Doce manos, un poco de crítica de arte, un poco de autobiografía, un poco de testimonios y un poco de anécdotas. En el mundo contemporáneo quienes mejor han editado a Moreno Villa son la Residencia de Estudiantes y El Colegio de México, que por vocación lo hicieron; pero yo no sé si El Colegio de México, digamos, de mañana, vaya a seguir editándolo. Ojalá que sí.
¿Cuál crees que sea la importancia y vigencia de la obra de José Moreno Villa?
Moreno Villa es el hombre renacentista que fue amigo de Buñuel, de García Lorca, de Ortega, de Alfonso Reyes; que colaboró en El Colegio de México y en la autoconciencia de México a través de libros maravillosos. A lo mejor, un ejercicio a futuro sería tomar a Moreno Villa como un ejemplo para ver cuáles son los nuevos gestos, cuáles son las nuevas formas de decir, cuáles son los nuevos usos y costumbres que un Moreno Villa actual podría, digamos, rescatar. Esa es su vigencia. Tú ahorita llegaste a esta casa en pesero y estabas hablando de la forma en que manejan los choferes y conductores bárbaros de la línea que viene de San Ángel, que son personajes muy primitivos, que frenan y que no tienen piedad de los pasajeros. Bueno, creo que eso lo podría elaborar el día de mañana un narrador, un articulista, un poeta, para hacernos ver cómo ha evolucionado o involucionado nuestra convivencia. En otro medio de transporte como las combis, la política de la convivencia cambia mucho y aquello que es muy violento en el autobús, en la política de la combi, donde estamos todos como sardinas, se convierte en una ceremonia de cortesías, de “por favor le puede pasar al señor la moneda”, etcétera. Eso tiene que ver con un desarrollo de la urbanidad o de la ciudadanía. Hay pequeños milagros de la urbanidad, que yo creo le hubieran interesado a un José Moreno Villa contemporáneo. ~
(Ciudad de México, 1992) es escritor y editor. Es autor del libro de cuentos Perfil del viento (Ediciones Sin Nombre, 2021), editor en Ediciones Piedra del Río y jefe de redacción de la revista Punto de Partida.