Con meme en la distancia

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Si por cada meme creado durante la pandemia el PIB de México hubiera aumentado en una milésima porcentual, ya habríamos sacado al país de la pobreza.

La producción nacional del relajo se aceleró durante el confinamiento, insólito episodio del mundo globalizado en que más de la mitad de los habitantes del planeta nos vimos encerrados en nuestras burbujas domésticas, aislados de un virus aún incomprendido y pasando mayor o menor tiempo conectados con el exterior a través de nuestros teléfonos y gadgets.

Para quienes vivimos el aislamiento, los días comenzaban previsiblemente espulgando internet de sus informaciones esenciales: la cifra local de nuevos contagios, los decesos que se acumularon en la noche, ¿cuándo encontraremos una vacuna?, y los cubrebocas, ¿sirven o no? En su gimnasia matutina los pulgares se deslizaban sobre las pantallas, lanzando las informaciones hacia las alturas como listón en rutina olímpica, desapareciendo con un solo gesto las macabras imágenes de innumerables ataúdes provenientes de todo rincón conocido.

A cada ración de realidad mortífera le seguía una pausa que permitía desplegar y comentar las cosechas virtuales del momento: los memes que mejor expresaban el ánimo al día 3, 10, 26, 39 de un confinamiento que duraría varios meses alrededor del mundo.

Esos memes, emojis y videos humorísticos fueron a la vez distractor en medio del escenario global apocalíptico; vocabulario emotivo vital para millones de familias separadas por todo tipo de restricciones locales y cierres de fronteras internacionales; vehículo de desinformación y de información; teatro de la incomprensión ante las contradicciones en los discursos oficiales; y dosis de dopamina autoprescrita que salvó a varios de los abismos de la ansiedad. Mientras resguardábamos el cuerpo de la amenaza biológica, dejábamos que la mente se contagiara por la viralidad de la comedia. El meme del confinamiento fue un espectáculo de medio tiempo entre calamidad y calamidad.

Si para Carlos Monsiváis la nación mexicana es hija del dios Caos y la diosa Demografía, el meme mexicano es hijo de la diosa Ingenio y del dios Aburrimiento.

Un meme de internet se constituye, grosso modo, de una imagen enmarcada por palabras, o un video que dura unos cuantos segundos en los cuales se expresa de modo extremadamente sucinto, con frecuencia cómico y/o absurdo, una situación insignificante que puede ser o no un comentario social.

La interdependencia entre comedia y tragedia (y el papel de la sátira como mediador entre los dos) es asunto milenario.

(( Peter L. Berger desarrolla la cuestión en Redeeming laughter, en donde abunda sobre la etimología de la palabra: “Aristóteles afirma que la palabra comedia deriva de komodia, la canción de los komos, que eran las multitudes frenéticas que participaban en los ritos dionisiacos.
))

El libertinaje del caos y la demografía –causa en sí misma de tantas tragedias de las que hace falta reírnos para digerirlas– dio origen no solo a la nación mexicana, sino también a su sentido del humor, convertido en escudo de protección que disfrutamos blandir ante el más mínimo embate de la realidad. Pareciera que la tragedia reiterada establece el contexto idóneo para la proliferación del humor, incluyendo el que destila nuestro actual momento, hervidero de los descontentos y abusos históricos acumulados.

En contraste con la hegemonía de la televisión sobre la creación y reiteración ad infinitum de los mismos contenidos, el humor de la pandemia se generó entre usuarios: unos convertidos en usuarios-productores, otros en usuarios-grandes-distribuidores (a través de cuentas en redes sociales con cientos de miles de seguidores), y otros, en usuarios-distribuidores-hormiga, quienes diseminábamos los contenidos entre nuestras redes personales.

Para quienes se sienten cómodos barajeando el vocabulario del meme (como productores o consumidores, ya no importa la distinción), la televisión y sus antiguos métodos unívocos de distribución ya no tiene prácticamente ninguna importancia. Al consumir (y crear y recrear) nuestras dosis de humor a través de memes y humor de internet, asistimos a los últimos estertores del medio hegemónico del siglo XX.

Las conferencias de prensa del subsecretario de Salud Hugo López-Gatell parecían incluir, además del conteo de enfermos y difuntos, un paquete de stickers para mensajerías instantáneas que permitían a la ciudadanía hacer suyo el informe diario y darle continuidad al discurso oficial en microporciones de chacoteo. Por ejemplo, en un sticker de WhatsApp, el subsecretario nos observa con una sonrisa complaciente mientras la frase “Gatell viendo cómo te guardas en tu casa” enmarca su figura; en otro, con la mano en alto y detrás del podio oficial, alburea: “Permíteme aplanarte la curva”, y en uno más, con las dos manos en el aire afirma ante el necio que pregunta lo mismo una y otra vez: “Con mucho gusto te lo vuelvo a explicar.”

Así llegamos a Susana Distancia, la heroína de caricatura promovida por el gobierno federal que con los brazos extendidos crea una burbuja de protección anti-covid a su alrededor. El personaje hizo su aparición el 21 marzo después de una constatación de Ricardo Cortés, titular de la Dirección General de Promoción de la Salud: a la Jornada Nacional de Sana Distancia solo le hacía falta una sílaba para convertirse en el nombre de una mujer.

Si bien Susana Distancia protagoniza videos institucionales que son transmitidos por televisión, su medio idóneo es internet: YouTube, Twitter e Instagram, plataformas en las que defiende el discurso institucional en leotardo rosa, faldita y una gran sonrisa.

La lluvia de memes no se hizo esperar y en veinticuatro horas ya existía una contraparte LGBTIQ. Una esbelta y estilizada draga, con un horizonte urbano y rascacielos a sus espaldas, y que, como abriendo pista, anuncia: “Contra el coronavirus Abraham Seperras y mantengan sana distancia #concoronaperosinvirus”, creación de @yuko_in publicada en Instagram.

A la heroína queer le siguen otras que podrían conformar con Susana Distancia una nueva franquicia de superhéroes nacionales: Lalo Cura y Elsa Queo. Entre meme y meme, la gente se apropia del personaje oficial sin lograr descalificarlo. La comunicación institucional triunfa.

Fuera de México y de vuelta a una rutina diaria prácticamente normal, continúo espulgando internet de sus informaciones esenciales por las mañanas, pero lanzando el listón olímpico imaginario con cada vez menos convicción. Las cifras y los datos no parecen agregar mucho a la sensación de déjà-vu de este momento en el que revivimos los inicios de la pandemia.

Los memes que compartimos han cambiado, la atención se ha perdido, pero sin duda habrá quienes trabajan para lograr monetizar el vocabulario de sobrevivencia del mexicano. Tal vez para la segunda ola ya podamos incluirlo en el PIB. ~

La versión completa de este artículo podrá leerse en una antología digital editada por la Fundación Gabo.

 

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