Hay un modesto mito alrededor de la figura del escritor veracruzano Juan Manuel Torres (1938-1980). Su parca obra โel libro de cuentos El viaje, 1969, y la novela Didascalias, 1970โ, su exilio polaco, su doble vocaciรณn cinematogrรกfica y literaria, su amistad con escritores como Sergio Pitol o Josรฉ Carlos Becerra, su muerte prematura en un accidente automovilรญstico y su rรกpido olvido lo convirtieron en una figura misteriosa no exenta de atractivo: la joya oculta, el escritor secreto, el autor injustamente olvidado reconocido solo por unos cuantos.
La publicaciรณn de sus โobras completasโ va a deshacer ese mito โlo que sin duda es una ganancia para la historia literaria y mรฉrito de su editor, Josรฉ Luis Nogales Baenaโ, pero el crรญtico escรฉptico podrรญa preguntarse si no le habrรญa convenido, en el fondo, seguir envuelto en รฉl. Porque, despuรฉs de leerlas, va a ser muy difรญcil seguir sosteniendo que es un gran escritor relegado y que su olvido sea del todo injusto. No deja de llamar la atenciรณn, por otro lado, la nociรณn misma de โobras completasโ, en cuatro tomos (habrรก otros tres: de traducciones y correspondencia, de novela y de guion cinematogrรกfico), de un autor como Torres, que en rigor solo escribiรณ dos libros, no del todo legibles, que cabrรญan perfectamente en un volumen cuya publicaciรณn no habrรญa sido injustificable. Sobra decirlo, no todo autor amerita una ediciรณn de โobras completasโ y la idea de que pudiera ser el caso de Torres solo puede concebirse desde la piedad acadรฉmica. En la academia literaria somos capaces de rehabilitar o rescatar a quien sea. No importa cuรกn menor haya sido el escritor, siempre se podrรก utilizar el consabido argumento: โBueno, quizรก no era un gran autor, tal vez ni siquiera bueno (la verdad era mรกs bien malo), pero forma parte de la historia literaria de su รฉpoca…โ Pues sรญ, con ese argumento se salva todo el mundo, pero, como escribiรณ el tambiรฉn olvidable Herbert Quain, una cosa es pertenecer al arte (o la literatura) y otra a la mera historia del arte.
El viaje, nรบcleo de este volumen, consta de cuatro cuentos (no incluyo la minificciรณn de cinco lรญneas que lo encabeza), fruto de la experiencia del autor en Polonia en una รฉpoca en que este paรญs era un destino mรกs bien exรณtico para un mexicano (Torres fue acaso el primero de nuestros escritores polonรณfilos, hecho que lo honra, lector y traductor pionero de autores como Schulz o Gombrowicz). No carece enteramente de virtudes. Tiene dos que podrรญan considerarse cuentos interesantes: โEn el veranoโ y, sobre todo, โEl marโ, que con razรณn han privilegiado las antologรญas que se han acordado de Torres, historias de una atmรณsfera tristona y cosmopolita en la que los protagonistas se esfuerzan vanamente por alcanzar una plenitud que los elude. Y eso es todo. Despuรฉs estรกn โPara no despertarโ, un experimento desafortunado, y โEl viajeโ, la gran apuesta โfallidaโ del libro, un relato caรณtico y plagado de ocurrencias que pretende dar cuenta de un amor imposible y causar la impresiรณn de transcurrir entre la vigilia y el sueรฑo, pero que se diluye en el mero desorden, aderezado con estampas sadomasoquistas, citas bรญblicas y la simpรกtica irrupciรณn de unos guerrilleros peruanos.
Desastre parecido, pero a mayor escala, ocurriรณ a Torres con Didascalias, una de esas antinovelas que pulularon en los aรฑos sesenta y setenta y con la que el lector podrรก castigarse en el tercer volumen de estas obras completas. En alguna ocasiรณn me tomรฉ la molestia โno es un decirโ de leerla en su ediciรณn original, publicada por Era en 1970 y comprensiblemente jamรกs reeditada. No hay manera (y confieso que cuando me acerquรฉ a ella por primera vez, atraรญdo por el mito de Torres, lo hice con benevolencia, deseando que me gustara, queriendo โdescubrirโ a un autor). La idea es hasta interesante: una novela volcada sobre sรญ misma, autorreflexiva, que se va cuestionando conforme se va haciendo. El problema es la ejecuciรณn. Lo vio meridianamente Carlos Monsivรกis que, en una carta a Pitol citada por el editor de Torres, sentenciรณ: โEl libro es fallidรญsimo: Juan Manuel quiere escribir, tiene una gran vocaciรณn literaria, pero no posee ese mรญnimo instrumental que han dado en llamar lenguaje. Es el quiero y no puedo.โ Hay un cierto aire de familia entre Didascalias y otras novelas contemporรกneas, digamos La obediencia nocturna (1969) de Juan Vicente Melo y El taรฑido de una flauta (1972) de Pitol, pero si estas, que no han envejecido del todo bien, logran salvar cierto experimentalismo fallido en virtud del talento de sus autores, Didascalias potencia los defectos.
Uno de los aspectos mรกs curiosos de la trayectoria de Torres es, por cierto, su relaciรณn con Pitol. Mientras lo leรญa no podรญa dejar de pensar en una frase de Faulkner que aquel usรณ como tรญtulo de uno de sus relatos, โEl oscuro hermano gemeloโ. Ambos se refieren a la novela, pero yo la pensaba en un sentido distinto, pues hay escritores que parecen tener โoscuros hermanos gemelosโ, parientes pobres a los que no les fue tan bien, pero cuya familiaridad es innegable. De orรญgenes veracruzanos, compaรฑeros generacionales, amigos รญntimos, narradores, la relaciรณn Pitol-Torres parece un poco asรญ, la del escritor con talento y fortuna con el que no tuvo ni uno ni otra, pero el asunto es mรกs complejo, como ha estudiado Nogales Baena. Torres fue primero a Polonia; fue รฉl quien contagiรณ a Pitol su polonofilia y quien le presentรณ autores como Schulz o Gombrowicz. Se dedicaron libros y se hicieron personajes uno al otro de sus respectivas obras. En algรบn punto pudo haber parecido que estas avanzaban en paralelo, pero pronto una de ellas se enredรณ, se estancรณ y parรณ en nada, mientras que la otra continuรณ un largo proceso de maduraciรณn hasta alcanzar la plenitud. El capรญtulo final es de sobra conocido: Pitol se convirtiรณ en un escritor consagrado mientras que el pobre Juan Manuel, muerto temprana y trรกgicamente, se fue hundiendo en el olvido.
Ahora no faltarรก un alma mรกs caritativa que la del crรญtico que afirme que estas obras completas vienen a rescatarlo de ese injusto abandono y a restituirlo al lugar que se merece, pero me temo que esto no pasarรญa de ser una franca exageraciรณn o una mentira piadosa. La melancรณlica verdad es que, en literatura, no todos los olvidos son inmerecidos. Fin del mito. ~
(Xalapa, 1976) es crรญtico literario.