Entrevista a Thomas Mellins y Donald Albrecht. “Queríamos contar la historia del intercambio creativo entre dos países”

A lo largo de este año se han montado en algunos de los principales museos de Estados Unidos exposiciones de arte mexicano: en Houston se expone Paint the Revolution: Modern Mexican art 1910-1950 –que antes pasó por Filadelfia–, en Dallas se exhibe México 1900-1950: Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco, and the Avant-Garde y en Austin el Harry Ransom Center muestra Mexico modern: Art, commerce, and cultural exchange, 1920-1945. Además de las distintas exposiciones de arte mexicano que recorren los museos de Estados Unidos, este mes inicia Pacific Standard Time: Los Angeles/Latin America (pst: la/la), la serie de programas y muestras de arte latinoamericano en Estados Unidos más ambiciosa de las últimas décadas. La visibilidad del arte latinoamericano y mexicano que impulsa desde hace tres años la Getty Foundation pasa por los centros culturales más importantes de Los Ángeles y de otras ciudades del sur de California. Los Ángeles es una ciudad históricamente relacionada con México, pero también es el epicentro de la industria del entretenimiento estadounidense, que ha creado y diseminado la mayoría de los estereotipos de lo “mexicano” y lo “latino”. Es difícil determinar en qué medida las exposiciones de pst: la/la pueden desplazar los estereotipos; sin embargo, pst: la/la es un escenario importante para que el discurso del arte le haga contrapeso al discurso aislacionista de la actual política estadounidense. El arte parece abrir las posibilidades que el discurso político se empeña en clausurar. Marfa, en Texas, está a menos de cien kilómetros de la frontera con México. En la ciudad, Jorge Méndez Blake expone A message from the emperor. La pieza central es un muro de ladrillos, basado en el relato “La gran muralla china” de Kafka, que atraviesa las distintas salas del Marfa Contemporary. La promesa de Trump de construir un muro entre México y Estados Unidos le ha dado un nuevo sentido a la pieza de Méndez Blake. Esto, en cierta medida, ejemplifica la relevancia política que ha estado adquiriendo el arte mexicano en Estados Unidos como respuesta a las políticas trumpianas. En 1990, dos años antes de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan) que Donald Trump ha prometido cancelar o renegociar, se presentó en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York una exposición de arte mexicano, México: Esplendores de treinta siglos. La muestra seguía el discurso curatorial instaurado en los años cincuenta y sesenta por Fernando Gamboa: arte prehispánico, virreinal y moderno. Roger Bartra, en su crítico “Oficio mexicano: miserias y esplendores de la cultura”, advertía que, al “pavonear los esplendores de su arte”, el gobierno mexicano intentaba al mismo tiempo “afirmar su identidad mediante la confrontación con la cultura angloamericana” y trataba de “fortalecer con ello la legitimidad menguante del sistema político mexicano”. En 2017, en contraste con esa visión que Bartra consideraba edulcorada y simplificada del arte mexicano, se exhiben también obras como The wheel bears no resemble to a leg en el Americas Society de Nueva York, del artista mexicano Erick Meyenberg, que es –en sus propias palabras– “una especie de termómetro de la desolación, melancolía y terror colectivos por los que atravesaba la sociedad mexicana ante la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa”. El arte mexicano que se exhibe en Estados Unidos a veintisiete años de México: Esplendores de treinta siglos ya es múltiple y plural, aunque todavía hay omisiones y desafíos. Arte contemporáneo, arte moderno y arte prehispánico configuran un rostro crítico, vibrante y menos uniforme de México en Estados Unidos. No se puede hablar del arte mexicano en la era Trump sin acudir a los historiadores y curadores de los dos países que están al frente de los esfuerzos más ambiciosos de las relaciones artísticas a ambos lados de la frontera. El historiador James Oles y los curadores Idurre Alonso, Jesse Lerner, Donald Albrecht y Thomas Mellins hablan del discurso paralelo entre el arte y la política, el arte a contracorriente de Donald Trump.
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Donald Albrecht es el curador de arquitectura y diseño del Museum of the City of New York y ha montado, entre otras exposiciones, The work of Charles and Ray Eames: A legacy of invention. Thomas Mellins, historiador y curador independiente, ha coescrito una de las historias del arte más completas de Nueva York, New York 1880, New York 1930 y New York 1960. Albrecht y Mellins abrirán este mes en el Harry Ransom Center en la Universidad de Texas en Austin Mexico modern. Art, commerce, and cultural exchange, sobre las dos décadas en que el arte mexicano fue extensamente apreciado, consumido y debatido por escritores, periodistas e intelectuales en Estados Unidos.

¿Cuál fue la génesis de Mexico modern?

El Ransom Center tiene un acervo muy rico que documenta los intercambios culturales entre Estados Unidos y México desde los años veinte hasta mediados de los cuarenta. Teníamos interés tanto en el arte mexicano como en la evolución del modernismo visual. Nos animaba la oportunidad de mostrar grandes obras de arte y ver cómo –a través de cartas personales, fotografías, libros y revistas– se construyen los grandes movimientos artísticos. No aparecen de la nada, sino que surgen del trabajo y de los esfuerzos sostenidos de individuos e instituciones.

Después de una revolución costosa, en México se utilizaron vocabularios artísticos antiguos y tradicionales vistos a través de la lente del modernismo para definir una nueva identidad nacional. Esta identidad radical rechazaba la vieja idea de que la “alta cultura” mexicana era en gran medida un derivado europeo. Los mexicanos posrevolucionarios exploraron con fervor y celebraron la noción de “mexicanidad”. Al mismo tiempo, muchos árbitros del gusto en Estados Unidos se sintieron atraídos por el arte y la cultura mexicanos, en parte porque de alguna manera estaban inclinados a la política de izquierdas y al compromiso social. Otros se sintieron cautivados por la fusión de bellas artes y artesanía, a la que veían como un contraste necesario ante la emergente cultura de consumo de su país.

Conforme nos fuimos adentrando en el material, encontramos otras historias que queríamos explorar, por ejemplo, la de los fotógrafos estadounidenses Edward Weston y Paul Strand que viajaron a México y no solo documentaron el país y su cultura, sino que ahí profundizaron su desarrollo como verdaderos modernistas. Dimos con la historia de los grandes muralistas mexicanos que recibieron comisiones para realizar obras en Estados Unidos, desde San Francisco al Rockefeller Center en Nueva York. (La representación que hizo Diego Rivera de Vladimir Lenin para este último encargo condujo a la destrucción de la obra.) Entre muchas de estas historias había una que no solo se enfocaba en el modo en que el intrépido galerista neoyorquino Julien Levy impulsó las pinturas de Frida Kahlo, sino también el modo en que su celebridad fue cuidada por el fotógrafo Nickolas Muray, quien la retrató tanto en México como en Nueva York –ataviada con su particular interpretación de los atuendos tradicionales mexicanos–. Estas historias echaron luz sobre la naturaleza de este periodo de gran intercambio cultural entre los dos países.

Las exposiciones sobre arte mexicano en Estados Unidos a menudo enfatizan la presencia de figuras cruciales del modernismo mexicano como Kahlo, Rivera, Siqueiros y Orozco. ¿Mexico modern desafía esa visión canónica del arte mexicano?

Sí, difiere de varias maneras. Por una parte, la muestra no solo incluye pintura, sino también ilustración, fotografía y otros materiales, quizás más literarios. La exposición y el libro también ponen al frente personajes poco conocidos, que fueron importantes en los veinte y los treinta en el diálogo artístico entre México y Estados Unidos. Mientras que otras exposiciones se enfocan en las grandes obras de grandes artistas, nosotros queríamos contar la historia del intercambio creativo entre dos países para la creación y promoción de esas grandes obras de arte. Procuramos resaltar las múltiples “conversaciones” a ambos lados de la frontera, algunas de las cuales son parte de la obra misma. Aparecen personajes inesperados, como Roberto Montenegro, un pintor que fue a la vez parte de la famosa muestra de 1940 y curador de arte folclórico para la misma. Aparecen también Jesús Torres –un inmigrante mexicano y ceramista afincado en Chicago que se inspiró en la obra del artista plástico Adolfo Best Maugard–, Carleton Beals –un escritor estadounidense, autor de numerosos libros sobre México, incluido uno ilustrado por Diego Rivera– y Anita Brenner –una antropóloga, autora y crítica en la vanguardia de las relaciones artísticas entre México y Estados Unidos.

¿Cómo leer Mexico modern a la luz del escenario político actual?

La exposición explora una época histórica de un intercambio cultural muy dinámico entre México y Estados Unidos. Fue una época fructífera, pero no estuvo exenta de conflictos políticos y culturales. Al presentar muchas avenidas para sostener relaciones positivas entre nuestros dos países esperamos que sirva como catalizador para mejorar las relaciones hoy en día. En particular nos entusiasma que esta exposición estará alojada en uno de los principales sitios académicos del país –la Universidad de Texas en Austin– y en el Museo de la Ciudad de Nueva York, el museo oficial de una metrópolis con una gran población de habla hispana. ~

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Es candidato a doctor en historia del arte por la Universidad de Texas en Austin. Recientemente compiló "Ida Rodríguez Prampolini. La crítica de arte en el siglo XX" (Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Estéticas, 2016)


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