IlustraciĆ³n: Hugo Alejandro GonzĆ”lez

La evoluciĆ³n de Yeats

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Una cosa que la crĆ­tica marxista no ha logrado hacer es establecer la conexiĆ³n entre ā€œtendenciaā€ y estilo literario. El asunto y la imaginerĆ­a de un libro se pueden explicar en tĆ©rminos sociolĆ³gicos, pero la textura al parecer no. Sin embargo, debe existir alguna conexiĆ³n. Uno sabe, por ejemplo, que un socialista no escribirĆ­a como Chesterton o un imperialista tory como Bernard Shaw, aunque cĆ³mo lo sabe uno no es fĆ”cil de decir. En el caso de Yeats, debe de haber algĆŗn tipo de conexiĆ³n entre su estilo caprichoso e incluso torturado y su visiĆ³n de la vida mĆ”s bien siniestra. En The development of William Butler Yeats, V. K. Narayana Menon se ocupa sobre todo de la filosofĆ­a esotĆ©rica que subyace a la obra del poeta, pero las citas que aparecen esparcidas en este interesante libro sirven para recordarnos lo artificial que era su forma de escribir. Como regla, esta artificialidad se acepta como rasgo irlandĆ©s, o incluso se atribuye a Yeats una simplicidad porque utiliza palabras cortas, pero de hecho pocas veces encuentras seis versos consecutivos en los que no haya un arcaĆ­smo o un giro afectado. Por tomar el ejemplo mĆ”s cercano.

ConcƩdaseme un arrebato

de anciano: rehacerme es mi tarea

para ser el rey Lear,

TimĆ³n de Atenas o aquel William Blake

que golpeĆ³ la muralla

hasta que la Verdad respondiĆ³ a su llamada.

Ese innecesario ā€œaquelā€ importa un sentimiento de afectaciĆ³n, y la misma tendencia estĆ” presente en todo Yeats salvo sus mejores pasajes. Pocas veces estĆ”s muy lejos de una sospecha de ā€œencantoā€, la Torre de Marfil y ā€œcubiertas en piel de becerro de verde meĆ³nā€, pero tambiĆ©n de los dibujos de Rackham. Postales y el paĆ­s de nunca jamĆ”s de Peter Pan, del que, despuĆ©s de todo, The happy townland solo es un ejemplo mĆ”s apetecible. Eso no importa porque, en general, Yeats se sale con la suya, y aunque su amaneramiento en busca del efecto resulta a menudo irritante, puede producir frases (ā€œlos aƱos frĆ­os y sin pieā€, ā€œlos mares poblados de verdelā€) que de pronto te sobrecogen como la cara de una chica que ves al otro lado de una habitaciĆ³n. Es una excepciĆ³n a la regla de que los poetas no utilizan lenguaje poĆ©tico.

ĀæCuĆ”ntos siglos pasa

el alma sedentaria

en tareas de medida

mƔs allƔ del Ɣguila o el topo

o la intuiciĆ³n de ArquĆ­medes

para convertir en ser

esa hermosura?

AquĆ­ no le da miedo utilizar una palabra blanda y vulgar como ā€œhermosuraā€ y despuĆ©s de todo no estropea gravemente este pasaje maravilloso. Pero las mismas tendencias, junto a una especie de desaliƱo que es sin duda intencional, debilitan sus epigramas y poemas polĆ©micos. Por ejemplo (cito de memoria), el epigrama contra los crĆ­ticos que condenaron The playboy of the western world:

Cuando la medianoche aniquilĆ³ el aire

los eunucos corrĆ­an por el infierno y se veĆ­an

en cada calle atestada para observar

al gran Juan que pasaba;

como ellos maldecĆ­an y sudaban

mirando su fibroso muslo.

El poder que Yeats tiene en su interior le da la analogĆ­a fĆ”cilmente fabricada y produce el tremendo desdĆ©n del Ćŗltimo verso, pero incluso en este poema breve hay seis o siete palabras innecesarias. Probablemente habrĆ­a sido menos vĆ­vido si hubiera sido mĆ”s pulcro.

El libro de Menon es una breve biografĆ­a de Yeats, pero sobre todo le interesa el ā€œsistemaā€ filosĆ³fico de Yeats, que en su opiniĆ³n aporta al tema mĆ”s poemas de Yeats de lo que normalmente se reconoce. Ese sistema se presenta de manera fragmentaria en varios lugares, y por completo en A vision, un libro de impresiĆ³n privada que nunca he leĆ­do pero que Menon cita por extenso. Yeats daba versiones contradictorias de su origen y Menon indica de manera bastante general que los ā€œdocumentosā€ en los que supuestamente se basaba eran imaginarios. El sistema filosĆ³fico de Yeats, dice Menon, ā€œestaba detrĆ”s de su vida intelectual casi desde el principio. Su poesĆ­a estĆ” llena de Ć©l. Sin Ć©l, su poesĆ­a posterior se vuelve casi completamente ininteligibleā€. En cuanto empezamos a leer sobre el llamado sistema nos encontramos en una confusiĆ³n de Grandes Ruedas, remolinos, ciclos de la luna, reencarnaciĆ³n, espĆ­ritus desencarnados, astrologĆ­a y quiĆ©n sabe quĆ© mĆ”s. Yeats es evasivo en cuanto a la literalidad con la que creĆ­a en todo eso, pero sin duda se aventuraba en el espiritualismo y la astrologĆ­a y antes habĆ­a hecho experimentos alquĆ­micos. Aunque estĆ” casi enterrada entre explicaciones, muy difĆ­ciles de entender, sobre las fases de la luna, la idea central de su sistema filosĆ³fico parece ser nuestro viejo amigo, el universo cĆ­clico, en el que todo sucede una y otra vez. Uno no tiene, quizĆ”, derecho a reĆ­rse de Yeats por sus creencias mĆ­sticas ā€“porque creo que se podrĆ­a probar que cierto grado de creencia en la magia es casi universalā€“, pero tampoco deberĆ­a descartar esas cosas como meras excentricidades sin importancia. La percepciĆ³n que muestra del asunto Menon confiere al libro su interĆ©s mĆ”s profundo. ā€œEn el primer brote de admiraciĆ³n y entusiasmoā€, dice, la mayorĆ­a de la gente descarta la filosofĆ­a fantĆ”stica como el precio que tenemos que pagar por un intelecto grande y curioso. Uno no se daba cuenta de hacia dĆ³nde iba. Y aquellos que lo hacĆ­an, como Pound y quizĆ” Eliot, aprobaban la posiciĆ³n que finalmente asumiĆ³. La primera reacciĆ³n no llegĆ³, como se podrĆ­a esperar, de los jĆ³venes poetas ingleses politizados. Estaban desconcertados porque un sistema menos rĆ­gido o artificial que A vision no podrĆ­a haber producido la gran poesĆ­a de los aƱos finales de Yeats. No podĆ­a, y sin embargo la filosofĆ­a de Yeats tiene algunas implicaciones muy siniestras, como seƱala Menon.

Si la traducimos a tĆ©rminos polĆ­ticos, la tendencia de Yeats es fascista. A lo largo de la mayor parte de su vida, y mucho antes de que se oyera hablar del facismo, tenĆ­a el punto de vista de aquellos que alcanzan el fascismo por la ruta aristocrĆ”tica. Es un gran odiador de la democracia, del mundo moderno, de la ciencia, de la maquinaria, del concepto del progreso: sobre todo, de la idea de la igualdad humana. Buena parte del imaginario de su obra es feudal, y estĆ” claro que no se encontraba totalmente libre del esnobismo corriente. MĆ”s tarde, esas tendencias asumieron una forma mĆ”s clara y lo llevaron a la ā€œaceptaciĆ³n exultante del autoritarismo como Ćŗnica soluciĆ³n. Incluso la violencia y la tiranĆ­a no son necesariamente malas porque la gente, como no distingue el bien y el mal, serĆ­a totalmente aquiescente con la tiranĆ­a. […] Todo debe venir desde arriba. Nada puede llegar de las masasā€. No muy interesado en polĆ­tica, y sin duda asqueado por sus breves incursiones en la vida pĆŗblica, Yeats sin embargo hace pronunciamientos polĆ­ticos. Es un hombre demasiado grande como para compartir las ilusiones del Liberalismo, y tan pronto como 1920 anticipa en un pasaje justamente famoso (ā€œLa Segunda Venidaā€) el tipo de mundo al que nos hemos trasladado. Pero parece dar la bienvenida a la era que llega, que serĆ” ā€œjerĆ”rquica, masculina, Ć”spera, quirĆŗrgicaā€ y lo influyen Ezra Pound y varios escritores fascistas italianos. Describe la nueva civilizaciĆ³n que espera y cree que vendrĆ”: ā€œuna civilizaciĆ³n aristocrĆ”tica en su forma mĆ”s completa, cada detalle de la vida serĆ” jerĆ”rquico, cada puerta de gran hombre asaltada al alba por peticionarios, una gran riqueza en unas pocas manos, todos dependientes de unos pocos, hasta el propio Emperador, que es un Dios que depende en un Dios mayor, y en todas partes, en los Tribunales, en la familia, una desigualdad convertida en leyā€. La inocencia de la frase es tan interesante como su esnobismo. Para empezar, en una sola frase, ā€œuna gran riqueza en las manos de unos pocos hombresā€, Yeats desnuda la realidad central del fascismo, que toda su propaganda estĆ” diseƱada para ocultar. El fascista meramente polĆ­tico siempre afirma que solo lucha por la justicia; Yeats, el poeta, ve a la primera que el fascismo significa injusticia y lo aclama por esa misma razĆ³n. Pero al mismo tiempo no logra ver que la nueva civilizaciĆ³n autoritaria, si llega, no serĆ” aristocrĆ”tica, o lo que Ć©l entiende cuando la llama aristocrĆ”tica. No serĆ” dirigida por nobles con rostros a lo Van Dyck, sino por millonarios anĆ³nimos, burĆ³cratas de traseros relucientes y gĆ”ngsters asesinos. Otros que han cometido el mismo error han cambiado mĆ”s tarde de opiniĆ³n, y uno no deberĆ­a asumir que Yeats, si hubiera vivido mĆ”s tiempo, habrĆ­a seguido necesariamente a su amigo Pound, ni en simpatĆ­a. Pero la tendencia del pasaje que he citado arriba es obvia, y su completo descarte de cualquier bien que han producido los Ćŗltimos dos mil aƱos es un sĆ­ntoma inquietante.

ĀæCĆ³mo se unen las ideas polĆ­ticas de Yeats con su inclinaciĆ³n hacia el ocultismo? No estĆ” claro a primera vista por quĆ© el odio a la democracia y una tendencia a creer en la adivinaciĆ³n deberĆ­an ir juntos. Menon habla de esto con bastante brevedad, pero es posible lanzar dos hipĆ³tesis. Para empezar, la teorĆ­a de que la civilizaciĆ³n avanza en ciclos recurrentes ofrece una salida a gente que detesta el concepto de la igualdad humana. Si es cierto que ā€œtodo estoā€ o algo asĆ­ ā€œha ocurrido antesā€, entonces la ciencia y el mundo moderno son refutados de un plumazo y el progreso se convierte en algo imposible para siempre. No importa mucho que los Ć³rdenes mĆ”s bajos se suban a la parra porque, despuĆ©s de todo, pronto volveremos a una era de tiranĆ­a. Yeats no estĆ” en modo alguno solo en esta forma de ver las cosas. Si el universo se mueve como una rueda, el futuro debe ser predecible, quizĆ” incluso en algĆŗn detalle. Es solo una cuestiĆ³n de descubrir las leyes de su movimiento, como los primeros astrĆ³nomos descubrieron el aƱo solar. Si crees eso, es difĆ­cil creer en la astrologĆ­a o un sistema similar. Un aƱo antes de la guerra, examinando un ejemplar de Gringoire, el semanario fascista francĆ©s, muy leĆ­do por oficiales del ejĆ©rcito, encontrĆ© no menos de 38 anuncios de videntes. En segundo lugar, el mero concepto de ocultismo lleva consigo la idea de que el conocimiento debe ser algo secreto, limitado a un pequeƱo cĆ­rculo de iniciados. Pero la misma idea es integral para el fascismo. Los que temen la perspectiva del sufragio universal, la educaciĆ³n popular, la libertad de pensamiento, la emancipaciĆ³n de las mujeres, empezarĆ”n con una predilecciĆ³n por los cultos secretos. Hay otro vĆ­nculo entre el fascismo y la magia en la profunda hostilidad de los dos hacia el cĆ³digo Ć©tico cristiano.

Sin duda Yeats vacilĆ³ en sus creencias y sostuvo en ocasiones distintas muchas opiniones diferentes, algunas ilustradas y otras no. Menon repite para Ć©l la afirmaciĆ³n de Eliot de que tuvo el mayor periodo de evoluciĆ³n que ha conocido ningĆŗn poeta. Pero hay una cosa que parece constante, al menos en su obra que puedo recordar, y es su odio de la civilizaciĆ³n occidental moderna y un deseo de volver a la Edad del Bronce o al menos a la Edad Media. Como todos los pensadores de ese tipo, tiende a escribir elogiando la ignorancia. El Loco de su notable obra El reloj de arena es una figura chestertoniana, ā€œel loco de Diosā€, el ā€œinocente natoā€ que siempre es mĆ”s sabio que el hombre sabio. El filĆ³sofo de las dos obras muere con el conocimiento de que toda su vida de pensamiento se ha echado a perder (cito de memoria de nuevo):

El arroyo del mundo ha cambiado de curso

y con Ć©l ha corrido el flujo de mis pensamientos

hacia una primavera nublada y tormentosa

que es su manantial de montaƱa:

Ay, a un frenesĆ­ de la mente

que todo lo que hemos hecho se deshace.

Nuestra especulaciĆ³n como el viento.

Hermosas palabras, pero por implicaciĆ³n profundamente oscurantistas y reaccionarias; porque si es realmente cierto que el tonto del pueblo, como tal, es mĆ”s sabio que un filĆ³sofo, serĆ­a mejor que el alfabeto nunca se hubiera inventado. Por supuesto, todo elogio del pasado es en parte sentimental, porque no vivimos en el pasado. Los pobres no elogian la pobreza. Antes de despreciar la mĆ”quina, la mĆ”quina debe liberarte de la labor bruta. Pero eso no significa que el anhelo de Yeats de una era mĆ”s primitiva y jerĆ”rquica no fuera sincero. QuĆ© parte de todo esto se puede vincular al puro esnobismo, producto de las posiciones de Yeats como hijo empobrecido de la aristocracia, es un asunto diferente. Y la conexiĆ³n entre sus opiniones oscurantistas y su tendencia hacia la ā€œafectaciĆ³nā€ del lenguaje estĆ” por analizar; Menon apenas alude a ella.

Este es un libro muy corto y me gustarĆ­a mucho que Menon siguiera y escribiera otro libro sobre Yeats, comenzando donde este termina. ā€œSi el mayor poeta de nuestro tiempo a veces es exultantemente resonante en una era de fascismo, parece un sĆ­mbolo un tanto perturbadorā€, dice en la Ćŗltima pĆ”gina, y lo deja ahĆ­. Es un sĆ­ntoma perturbador, porque no estĆ” aislado. En general los mejores escritores de nuestro tiempo han tenido una tendencia reaccionaria, y aunque el fascismo no ofrece ningĆŗn regreso real pasado, los que anhelan el pasado aceptarĆ”n el fascismo antes que sus alternativas probables. Pero hay otras lĆ­neas de acercamiento, como hemos visto en los Ćŗltimos tres o cuatro aƱos. La relaciĆ³n entre el fascismo y la inteligencia literaria requiere una investigaciĆ³n, y Yeats podrĆ­a ser el punto de partida. Lo estudia muy bien alguien como Menon, que puede abordar a un poeta sobre todo como un poeta, pero que tambiĆ©n sabe que las creencias polĆ­ticas y religiosas de un poeta no son excrecencias de las que reĆ­rnos, sino algo que dejarĆ” su marca incluso en el menor detalle de su obra. ~

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TraducciĆ³n del inglĆ©s de Daniel GascĆ³n.

Horizon, enero de 1943.

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(1903-1950) fue ensayista y novelista. Entre sus obras mĆ”s conocidas estĆ”n Homenaje a CataluƱa, RebeliĆ³n en la granja y 1984.


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