IlustraciĆ³n: Fernando del Villar

Los neoconservadores del Partido Republicano. Derechas para un imperio.

La presidencia de Trump obliga a pensar en dos rostros recientes del conservadurismo estadounidense: el que proviene de la tradiciĆ³n intelectual y el que ha encontrado cobijo en los foros radicales de internet.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

El experto en Estados Unidos JesĆŗs Velasco, exdirector de la DivisiĆ³n de Estudios Internacionales del CIDE, publicĆ³ hace algunos aƱos, en inglĆ©s, un libro muy recomendable sobre el papel de los intelectuales neoconservadores en el diseƱo de la polĆ­tica exterior de Washington durante los gobiernos de Ronald Reagan y George W. Bush. Ahora, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Velasco ha actualizado la versiĆ³n en espaƱol de aquel volumen editado originalmente por Johns Hopkins University.

Si en la primera versiĆ³n el acadĆ©mico identificaba dos momentos y dos generaciones en la ideologĆ­a neoconservadora de Estados Unidos, la de los ochenta y la de los 2000 o, mĆ”s especĆ­ficamente, la del periodo de Reagan y la del segundo Bush, en esta ediciĆ³n extiende el anĆ”lisis de la intelectualidad neoconservadora a la llegada de Trump a la Casa Blanca. Velasco se pregunta si estarĆ­amos en presencia de un quiebre en el vĆ­nculo entre esa franja doctrinaria de la derecha radical y de amplias zonas del Partido Republicano con la presidencia de Estados Unidos.

La primera generaciĆ³n neoconservadora (Daniel Bell, Nathan Glazer, Irving Kristol, Seymour Martin Lipset, Samuel P. Huntington, Norman Podhoretz, Jeane Kirkpatrick…) surgiĆ³ de la recomposiciĆ³n de las izquierdas y las derechas en Estados Unidos, tras las disputas de los aƱos sesenta. Algunos de aquellos intelectuales provenĆ­an de izquierdas judĆ­as, socialistas y trotskistas, en el arranque de la Guerra FrĆ­a, que al enfrentarse a la crisis de principios de los setenta, provocada por la Guerra de Vietnam y el colapso del gobierno de Richard Nixon, giraron a la derecha, aunque preservando un trasfondo doctrinario liberal, relacionado con la defensa de la democracia frente al autoritarismo y, sobre todo, al totalitarismo comunista.

La obra intelectual de algunos de esos pensadores, como los brillantes ensayos de Bell sobre la sociedad posindustrial, el fin de las ideologĆ­as y las contradicciones culturales del capitalismo, o los estudios de Lipset sobre estructura y movilidad social en la construcciĆ³n del orden polĆ­tico de la posguerra, o los textos de Kristol sobre literatura y polĆ­tica, en la lĆ­nea de Lionel Trilling, Irving Howe y los crĆ­ticos de Nueva York, producĆ­a sentidos mĆ”s allĆ” de aquel giro a la derecha. La resonancia de aquellas ideas en publicaciones de la izquierda europea o latinoamericana, como Les Temps Modernes en ParĆ­s o Plural en la Ciudad de MĆ©xico, serĆ­a suficiente para matizar el concepto polĆ­tico de neoconservadurismo.

Lo ā€œneoconservadorā€ en los Estados Unidos de fines de la Guerra FrĆ­a aludĆ­a tanto a un afianzamiento de las premisas liberales del capitalismo y la democracia como a un desplazamiento hacia valores tradicionales de la cultura norteamericana, frente a la oleada contracultural del 68, el movimiento hippie y la Nueva Izquierda. Pero tambiĆ©n la identidad del ā€œneoconservadurismoā€ se construĆ­a sobre la necesidad de rebasar las estrategias anticomunistas de los cincuenta, especialmente, del macartismo, que muchos de los neoconservadores juzgaban contraproducentes. Con Reagan quedaba atrĆ”s el ā€œestilo paranoideā€ de la polĆ­tica americana, cuestionado por Richard Hofstadter, y se pasaba a la ofensiva: a una seducciĆ³n de ese mundo hostil, al otro lado de la cortina de hierro.

A Velasco le interesa, particularmente, la centralidad que adquirieron aquellos intelectuales en el montaje de la nueva polĆ­tica exterior. Hasta entonces, la estrategia global de Estados Unidos buscaba una contenciĆ³n del comunismo por medio de la alianza con autoritarismos de derecha. A partir de los ochenta, el discurso de la promociĆ³n de los derechos humanos y de las transiciones a la democracia sustentarĆ­a una ofensiva diplomĆ”tica destinada a alentar el avance hacia el mercado en China, la UniĆ³n SoviĆ©tica y Europa del Este y a respaldar trĆ”nsitos democrĆ”ticos en Portugal, EspaƱa y Grecia y, luego, en AmĆ©rica Latina, especialmente en el Cono Sur, donde desde fines de los setenta se advertĆ­an seƱales de agotamiento del autoritarismo.

Velasco no se detiene en la intervenciĆ³n de aquellos intelectuales en las guerras culturales de los noventa, relacionadas con el avance del modelo multicultural impulsado por la administraciĆ³n Clinton. Al mismo tiempo observa que fue en aquellos primeros aƱos posteriores a la Guerra FrĆ­a que el frente de la polĆ­tica exterior de Estados Unidos se desplazĆ³ de Europa del Este al Medio Oriente. La periferia del grupo neoconservador originario y una segunda generaciĆ³n de acadĆ©micos e intelectuales del mismo horizonte doctrinal se insertĆ³ en las filas del Partido Republicano, dando lugar al nĆŗcleo articulador de la polĆ­tica exterior de George W. Bush, en los primeros aƱos del siglo XXI.

Este libro reseƱa el protagonismo de esa segunda generaciĆ³n neoconservadora (Francis Fukuyama, William Kristol, Robert Kagan, Paul Wolfowitz, Richard Perle, David Frum…) en la demanda y justificaciĆ³n de las dos guerras del Golfo PĆ©rsico y en la concepciĆ³n de la doctrina de la ā€œguerra preventivaā€ en tiempos del segundo Bush. Los capĆ­tulos dedicados a esta segunda generaciĆ³n indican que, a pesar de que se preservaron algunas lĆ­neas maestras de la tradiciĆ³n neoconservadora, el sentido de la intervenciĆ³n pĆŗblica de esos intelectuales cambiĆ³ por las nuevas funciones que cumplen la ideologĆ­a y los medios en el mundo posterior a la Guerra FrĆ­a y la revoluciĆ³n tecnolĆ³gica.

Una de las varias conclusiones inquietantes que se desprenden de este volumen es que, si bien la primera generaciĆ³n neoconservadora entendĆ­a a Estados Unidos como repĆŗblica ā€“lo cual se puso en evidencia durante los debates sobre el multiculturalismo o en algunos libros emblemĆ”ticos de Bell, Lipset y Huntingtonā€“, la segunda pensarĆ” la naciĆ³n, fundamentalmente, como imperio. En medio del intenso reacomodo de lealtades y apoyos que estĆ” produciendo la presidencia de Donald Trump, y de la indefiniciĆ³n de su propia polĆ­tica exterior, la dificultad para localizar un respaldo neoconservador a la nueva administraciĆ³n agrega mayor incertidumbre y peligrosidad a las relaciones de Estados Unidos con el mundo. ~

+ posts

(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crĆ­tico literario.


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā