George Steiner
Necesidad de música
Selección, traducción y prólogo de Rafael Vargas Escalante
Ciudad de México, Grano de Sal, 2019, 280 pp.
Libro a libro, desde 1960 en que publicó Tolstói o Dostoievski, ensayo tras ensayo, artículo tras artículo, George Steiner se ha perfilado como la mayor conciencia crítica de nuestro tiempo. Grano de Sal, la joven y pujante editorial dirigida por Tomás Granados Salinas, publica ahora un libro que Steiner no planeó, pero que sin duda contó con su aprobación: Necesidad de música, un volumen indispensable para atravesar, como quien lleva una antorcha en la mano, esta “medianoche de la historia” que es nuestro presente.
¿Por qué afirmo que estamos ante un libro necesario para enfrentar las convulsiones de nuestra era? ¿Por qué habría de ser indispensable un volumen que reúne reseñas de libros de música que no hemos leído, críticas a óperas a las que no asistimos? ¿Por qué la voz de un crítico literario reconocidísimo puede ser, hablando de música, una antorcha en medio de la oscuridad? ¿Se trata solo de una hipérbole? ¿De una afirmación exagerada para llamar la atención del lector desprevenido? Lo afirmo porque lo creo. A mitad de la noche, en medio de la oscuridad, navegando a la deriva, se escucha de pronto un murmullo, una tenue melodía, una música lejana, y esas notas nos hacen sentir que no estamos solos, que la música nos acompaña, que la música ha estado con nosotros desde los primeros instantes (una madre que le canta suavemente a su hijo en brazos) hasta el momento del solemne réquiem, pasando por la juventud donde la música nos da identidad y éxtasis, exaltaciones y consuelo. En mitad de la noche, un viejo sabio nos viene a recordar que hay cosas realmente esenciales en la vida, y que una de ellas, tan central como el amor y el alimento, es la música, la necesidad de oír, tocar y apreciar la música, ese alto misterio.
En estos tiempos de barbarie institucional (cuyo mejor ejemplo es el nombramiento del propagandista Taibo II como director del Fondo de Cultura Económica) surgen, como necesario equilibrio de ecología intelectual, editoriales independientes que le dan sentido a la vida del libro en México. A la par que asistimos a la degradación del papel del editor en las grandes trasnacionales del libro, reaparecen los editores que conocen su oficio, parecido al del partero porque traen al mundo lo que no existía, lo que “pedía nacer”. Buscan, reúnen, pulen, organizan libros que no concibieron sus autores, colocan en el centro de la conversación pública voces que de golpe elevan el nivel de la conversación. Es el caso de una editorial: Grano de Sal, de un editor: Rafael Vargas, y de un libro: Necesidad de música. El editor como creador. El editor como animador cultural.
Rafael Vargas concibió este libro bajo una premisa simple: reunir los textos que Steiner ha escrito sobre música. Prescindió de lo que ya había aparecido en forma de libro. Rastreó lo desconocido, lo publicado en revistas. Organizó su contenido. Cuidó la edición, la prologó, le puso notas y la dotó de un magnífico índice de obras y músicos. Necesidad de música es, también, una lección de cómo hacer un buen libro en México. De cómo revivir la función del editor en nuestro país.
“La mayor parte de la humanidad no lee libros –dice Steiner–. Pero canta y danza.” La música es anterior al lenguaje. Y quizá posterior a él: “si nuestro mundo terminara, la música continuaría”, afirma Schopenhauer. La música es materia (ondas sonoras) que tiene atributos inmateriales. Ni la filosofía ni la psicología nos dicen mucho sobre su influencia en nuestra sensibilidad. Steiner subraya su vínculo con las matemáticas ya que ambas están engarzadas en la “búsqueda de la verdad”. Pero ¿qué verdad nos trasmite la música? Una verdad más allá del lenguaje. Una verdad trascendente en este árido mundo de certezas seculares.
El autor va al fondo, como siempre. Sus dudas nos sacuden y conmueven. Se arriesga a asomarse a “la noche del alma”. ¿Por qué los tres grandes mitos sobre el origen de la música son brutales, en extremo crueles y llenos de sangre? Se refiere Steiner al mito de Marsias (desollado vivo por desafiar a un duelo musical a Apolo), al mito de las sirenas (que descuartizaban a quien se acercaba a ellas movido por su canto) y al mito de Orfeo (despedazado por las ménades). ¿Por qué, se pregunta Steiner, “estas tres antiguas leyendas de la música han de reflejar tanto salvajismo”? “Se tiene la impresión –sostiene– de que hay en la música algo intensamente salvaje, de que en la música puede haber profundas ambigüedades más allá del bien y del mal.” Los tiranos y los defensores del despotismo, desde Platón hasta Lenin, han recelado de la música. Ven en ella “una fuerza anárquica, un misterio ingobernable que entraña un gran peligro para la disciplina de la razón y la disciplina del Estado”. Para Schopenhauer la música es voluntad encarnada. Y “Schopenhauer hablaba en serio”, sentencia Steiner.
La música, que carece de sentido, está cargada de significado. “Puede ayudar a curar una mente afligida o puede enardecerla.” Una obra musical (Rienzi, de Richard Wagner) lo mismo inspiró a Theo-dor Herzl en su visión del sionismo que a Adolf Hitler en su idea de un Reich milenario que debía ser refundado. Solo la música, sugiere Steiner, nos puede hacer vislumbrar alguna forma de ser más allá de la muerte.
Al regresar del inframundo, Orfeo tañe su lira. Una multitud de mujeres salvajes lo hace pedazos. Su cabeza flota en el río y sigue cantando el canto de la muerte. Escribió Rilke: “es imposible detener el canto”. ~