Pablo Maurette
El sentido olvidado. Ensayos sobre el tacto
Madrid, Mardulce, 2017, 270 pp.
Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) es profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Chicago, y ya desde su tesis doctoral se centró en el estudio del sentido del tacto. Estos ensayos, tal como él mismo reconoce desde el prefacio, suponen un oasis en el que descansar momentáneamente de las rigideces de la escritura académica a la que está acostumbrado, y en ellos nos entrega la esencia destilada de su extensa investigación acerca del tacto, “un sentido excepcional, reacio a esquematizaciones, huidizo”. En la pulsión divulgativa que recorre estos textos, Maurette se propone como misión tocar a los lectores con sus ensayos, que estos logren “inflarse, acercarse y acariciar las fronteras erógenas donde se produce el encuentro mágico entre el lenguaje y las sensaciones que lo trascienden”. El objetivo es ambicioso pero el autor lo consigue, pues quienes abordan la lectura de El sentido olvidado antes de culminarla se verán probablemente en la necesidad –como a mí me ocurrió– de palpar superficies con los dedos y reparar en su textura, de tragar una y otra vez para comprobar los efectos que la acción produce en la garganta y el esófago, y, en definitiva, de reparar en las sensaciones que su cuerpo les proporciona a diario. Esta sería la principal prueba del éxito de este ensayo lúcido que nos hace despertar de nuestro oculocentrismo cultural, pues estamos acostumbrados a la supremacía de la vista sobre los demás sentidos, si bien –y según nos aclara Maurette– vista y tacto colaboran entre sí, como ya sugirieron Descartes y el filósofo irlandés George Berkeley.
El sentido olvidado consta de seis ensayos independientes, aunque interrelacionados, sobre distintos aspectos de la historia cultural del tacto, prologados por un ensayo a cargo del historiador del arte José Emilio Burucúa. En él, Burucúa recorre la iconografía más representativa de la historia del arte occidental en busca de elementos táctiles, y si bien resulta un complemento coherente con el ensayo que nos ocupa, considero que debería leerse al final, tras haber sido sumergidos en el universo háptico –término procedente del verbo griego “háptomai”, que significa “entrar en contacto con”– que nos descubre Maurette. El concepto de lo háptico, introducido por el historiador del arte Aloïs Riegl en el siglo XIX, es clave en el desarrollo de las ideas de estos ensayos, pues supone un giro en el modo de abordar muchas disciplinas humanísticas: lo háptico es un modo de “ver”, de acercarse a la historia del arte y de la literatura invocando el sentido del tacto a través de lo visual y empleándolo como herramienta de análisis.
Los seis ensayos del volumen recorren la historia de la cultura occidental a través de textos representativos como la Carta de lord Chandos de Hugo von Hofmannsthal o el Moby Dick de Melville, pero también por medio del rescate de otros que fueron olvidados o ninguneados. En el primer ensayo, el autor desarrolla la terminología que empleará a lo largo del resto de páginas y, además de repasar el oculocentrismo presente en filósofos como Platón o Aristóteles, pone en práctica su enfoque háptico a través de una lectura extremadamente minuciosa del fragmento de Moby Dick en el que Ismael narra el extraño placer que le produce manipular el espermaceti obtenido del cachalote, uno de los productos más empleados en el siglo XIX tanto en combustibles como en la industria cosmética.
“Seis dedos”, su segundo ensayo, recorre fragmentos de la Ilíada y la Odisea en busca de lo táctil, deteniéndose en la célebre écfrasis que supone la descripción del forjado del escudo de Aquiles a cargo de Hefesto en el canto xviii de la Ilíada. El tercer ensayo es una muestra de la desarrollada intuición intelectual de Maurette, que consigue relacionar la práctica del lingchi o “muerte por mil cortes”, practicada en China desde el siglo x, con la recuperación durante el Renacimiento del poema filosófico De rerum natura del epicúreo Lucrecio. En estas páginas brilla su capacidad de asociación y su tono que, en la mejor tradición del ensayo anglosajón, comienza con una anécdota personal y nos va llevando sin titubeos a lo largo de la historia de las ideas en Oriente y Occidente.
Los elementos de filematología –del griego “filema”, que significa beso– que componen el cuarto ensayo cumplen con lo deseado por Maurette en el prólogo, pues el texto nos toca –más bien diría que nos moja– en su reflexión y análisis de los distintos acercamientos intelectuales al beso erótico con lengua. Para muchos lectores, como la que escribe estas líneas, supondrán un auténtico descubrimiento los basia, una colección de poemas escritos por el neerlandés Johannes Secundus en el siglo xvi que Maurette trae a colación como ejemplo de literatura háptica. Los basia no constituyen únicamente una taxonomía de besos sino que son, en sí mismos, besos para quien los lee pues combinan “distintas posibilidades métricas para crear ritmos y cadencias que emulan el acto mismo de besar”. En “Contacto en Francia”, su quinto ensayo, Maurette emplea el Lancelot de Chrétien de Troyes para demostrar la alta sensibilidad háptica que posee la cultura francesa, sensibilidad que irá en aumento a lo largo de los siglos. Por último, en “Una cuestión de piel”, el autor desarrolla una historia cultural de este órgano ubicuo sirviéndose, entre otros textos, de la Carta de lord Chandos que mencioné más arriba, pues en ella el poeta Hugo von Hofmannsthal sugiere que la naturaleza o esencia humanas se hallaría no tanto en el interior del cuerpo sino en la superficie. Es decir, en la piel. Por todo esto, tras concluir la lectura de este volumen, destacaría la sensación –entre otras muchas que se obtienen– de encontrarnos ante un libro que, por la sensibilidad que ayuda a despertar en sus lectores, otorga su sentido pleno al adjetivo “necesario”, tan empleado a la ligera en la promoción de obras literarias. ~