Por qué importa Simone de Beauvoir

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Simone de Beauvoir es conocida con razón por haber dicho que “no se nace mujer, se llega a serlo”. Una faceta de su filosofía menos conocida, y particularmente relevante hoy, es su activismo político, un punto de vista que sigue directamente de su actitud metafísica sobre el yo, concretamente que no tenemos esencias fijas.

La máxima existencialista de que la “existencia precede a la esencia” sostiene la filosofía de Beauvoir. Para ella, como para Jean-Paul Sartre, primero nos lanzan al mundo y luego creamos nuestro ser actuando.

Aunque hay hechos de nuestra existencia que no podemos elegir, como nacer, quiénes son nuestros padres, o nuestra herencia genética, no deberíamos usar la biología o la historia como excusas para no actuar. El objetivo existencial es ser un agente, tomar control sobre nuestra vida, trascender activamente los hechos de nuestra existencia persiguiendo objetivos elegidos por nosotros mismos.

Es fácil encontrar excusas para no actuar. Es tan fácil que muchos de nosotros pasamos la vida haciéndolo. Pensamos que no tenemos libre albedrío –aunque algunos neurocientíficos están descubriendo que nuestra voluntad consciente puede controlar nuestros impulsos–. Nos convencemos de que nuestro voto no cambiará nada, en lugar de dar forma activamente al mundo en el que queremos vivir. Señalamos a Facebook por permitir las noticias falsas, en vez de evaluar críticamente lo que leemos y republicamos. No es solo pereza evadir responsabilidades así, sino que es lo que Beauvoir llamaba “falta moral”.

Ya que todos estamos afectados por la política, si decidimos no implicarnos en crear las condiciones de nuestras propias vidas nos reducimos a lo que Beauvoir llamaba “vegetación absurda”. Es un equivalente a rechazar la existencia. El problema es que no está siempre claro qué lado escoger. Incluso a Beauvoir le costó manejarse en esta cuestión. Adoptó posturas políticas cuestionables: una vez, por ejemplo, consideró a Mao –responsable de la muerte de más de 45 millones de personas– “no más dictatorial” que Franklin D Roosevelt. La filosofía del compromiso político de Beauvoir tiene un lado oscuro, y personalmente cometió varios errores de juicio, aunque dentro de su filosofía hay una forma de enfrentarse a este tema.

En Ética de la ambigüedad (1947) afirma que ser libre es ser capaz de amoldarse en un futuro abierto lleno de posibilidades. Este tipo de libertad puede marear, pero no significa que podemos hacer lo que queramos. Compartimos la tierra, y nos preocupamos los unos por los otros, si respetamos libertad para nosotros, tenemos que respetarla para otros también. Usar nuestra libertad para explotar y oprimir a otros, o apoyar el lado que promueve esas políticas, es inconsistente con esta libertad radical existencial.

Con los regímenes opresivos, Beauvoir reconoció que los individuos normalmente pagan un alto precio por enfrentarse a dictadores y la tiranía de la mayoría, pero demostró concretamente –a través de su escritura y de su compromiso político– el poder de la acción colectiva para provocar un cambio estructural. Como buena intelectual, Beauvoir usó su pluma como arma, rompió estereotipos de género y se opuso a leyes que prohibían a las mujeres tener el control de sus propios cuerpos. Coescribió y colaboró con el “Manifiesto de las 343”, en 1971, que allanó el camino para los métodos anticonceptivos y el aborto en Francia. Su obra más famosa, El segundo sexo (1949), sirvió para que surgiera una nueva ola de feminismo en todo el mundo.

Hoy más que nunca es vital reconocer que la libertad no puede asumirse. Algunas de las libertades por las que luchó Beauvoir en la mitad del siglo xx están en peligro. Beauvoir alertaba de que no puede sorprendernos que se utilicen los conceptos de “naturaleza” o “utilidad” como excusa para restringir nuestras libertades. Y tenía razón. Por ejemplo, el argumento que han usado Donald Trump y otros de que el embarazo es un inconveniente para las empresas es una manera implícita de comunicar la visión de que es natural y económico para las mujeres ser las máquinas que hacen bebés mientras los hombres trabajan. Sin embargo, Beauvoir señala que “la anatomía y las hormonas nunca definen nada más que una situación”, y hacer que los métodos anticonceptivos y el aborto, y los permisos de paternidad no estén disponibles cierra las posibilidades de hombres y mujeres para poder ir más allá de sus situaciones, reforzando los roles estereotipados que mantienen a las mujeres atadas a un trabajo doméstico no pagado y a los hombres en la cadena del trabajo pagado.

En tiempos de agitación política, uno puede sentirse abrumado, sufrir ansiedad e incluso verse tentado a pensar, como Sartre, que “el infierno son los otros”. Beauvoir nos anima a considerar que los otros también nos ofrecen el mundo porque le dan sentido: solo podemos encontrar sentido a nuestra existencia en relación a otros, y solo podemos encontrar sentido a la vida que nos rodea entendiendo los objetivos de los otros. Nos esforzamos por entender nuestras diferencias y aceptar la tensión que hay entre nosotros. Hay un trecho hasta la paz mundial, ya que no todos escogemos los mismos objetivos, pero podemos todavía buscar maneras de crear solidaridades –como trabajar para sacudir a los autoritarios, rebelarse contra los tiranos, amplificar las voces marginadas– para abolir la opresión. La persistencia es esencial porque, como dice Beauvoir, “la vida de uno tiene valor en la medida en que uno atribuye valor a las vidas de los otros, a través del amor, la amistad, la indignación y la compasión”. Beauvoir seguramente tiene razón: este es el riesgo, la angustia y la belleza de la existencia humana. ~

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Traducción de Ricardo Dudda. Publicado originalmente en Aeon.

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Da clases en la Universidad de Columbia, la City College de Nueva York y Barnard College. Es autorade Existentialism and romantic love (2015)


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