Colombia: arte, comunidad y medio ambiente

Colombia es uno de los países con mayor número de prácticas artísticas de cuidado y compromiso con el territorio. Este texto repasa algunos de ellos.
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Colombia es el segundo país con mayor diversidad biológica del mundo y forma parte de una de las diecisiete regiones que albergan el 70% de la biodiversidad mundial. De acuerdo con la fundación Aquae, Colombia es el país donde más llueve, esto hace que su territorio cuente con una enorme proliferación de especies de fauna y flora; sin embargo, esto mismo lo ha puesto al acecho de los extractivismos: colonial, primero, y neoliberal, después. Ante este panorama las comunidades nunca han sido pasivas, por ello Colombia es uno de los países con mayor número de prácticas artísticas de cuidado y compromiso con el territorio.

Como parte de mi investigación sobre arte y ecología, visité recientemente Manizales, la región del Pacífico y Bogotá, lo que me permitió conocer de manera más cercana algunos proyectos que en los últimos años se han articulado como prácticas de restauración biocultural. En este texto presento una reseña breve de algunos de ellos.

furia } y { colmillo es un proyecto gestado por la artista Jimena Andrade e iniciado en 2014 cuando decidió comprar dos vacas e irse a vivir al campo en Guasca, Cundinamarca. Ahí empezó a hacer productos lácteos de manera artesanal como una forma de resistencia ante las industrias procesadoras de gran escala. La artista expone y vende quesos que entiende como dispositivos pedagógicos, pues a través de ellos abre una amplia discusión sobre procesos autogestivos. El capitalismo suele invisibilizar a los productores en los supermercados, como si no existiera un trabajo campesino en cada alimento que comemos, por eso, proyectos como el de Jimena nos permiten ver el rostro de las y los productores, para pensar en conjunto en formas alimentarias sostenibles.

Otro proyecto que me parece interesante es el desarrollado por la colectiva Zanjas y Camellones,1 quienes en 2022 reprodujeron un sistema de cultivo prehispánico extinto conocido como mihique-suna gue, que consiste en grandes extensiones de tierra donde la agricultura y los sistemas acuáticos conviven de manera cercana. En los camellones se cultiva papa, quinoa, frijol y maíz, delineados por zanjas de agua donde viven pequeños peces y fauna acuática, de modo que se articula una dieta compuesta de un ecosistema de tierra y agua. Esta tecnología alimentaria fue revivida en la hacienda Las Mercedes, en la Reserva Thomas van der Hammen, al norte de Bogotá. El trabajo tiene el sello de la artista María Buenaventura, integrante de la colectiva y una de las figuras más representativas del arte medioambiental en Colombia, quien desde hace varios años desarrolla proyectos de cocina y arte donde pone en valor los saberes del territorio. El proyecto continúa vivo y ha ofrecido la posibilidad de reconocer una tecnología ecosistémica ancestral.

Por otro lado, el proyecto Memorias no humanas de la artista caleña Mariángela Aponte Núñez promueve una práctica para la regeneración orgánica de los suelos. A través de performances-talleres que comienzan con una caminata guiada por un bosque para recolectar micelio, hojarasca y humus, la artista invita a los participantes a preparar una gran masa a la que añaden ingredientes que permiten la proliferación de organismos de montaña. Tras un mínimo de treinta días de fermentación anaeróbica el resultante es un cultivo que ayuda a restaurar suelos. En este proyecto vemos cómo se pueden poner en práctica algunas de las ideas propuestas por la filósofa feminista Donna J. Haraway, quien en su libro Seguir con el problema propone realizar interacciones que puedan volver a la humanidad un humus para regenerar el medio ambiente. La artista relata: “Un centímetro de suelo en estos bosques puede tardar entre uno y treinta años en descomponerse, lo que representa un espacio-tiempo compostado que precede a la presencia humana.”

Territorios de agua. Cartografías del invisible es un proyecto concebido como una investigación participativa impulsada desde 2018 por Felipe Castelblanco (Bogotá, 1985) en coproducción con los artistas Camilo Pachón, Lydia Zimmermann y líderes indígenas de la Amazonía colombiana. Mediante filmaciones y un montaje instalativo de fotografías, nos presentan un recorrido por la región andino-amazónica del sureste colombiano, mostrando el viaje del agua desde el río Putumayo en la baja Amazonía hasta la laguna de la Cocha. Este trabajo nos permite apreciar la multiculturalidad étnica y la espiritualidad profunda que conecta los territorios de los pueblos siona, inga, kamëntšá, awá y quillacinga. Un colaborador importante de este proyecto ha sido Ñambi Rimai, un colectivo de medios de pueblos originarios cuya misión es apoyar procesos de gobernanza, preservación cultural y comunicación dentro y fuera de los territorios indígenas. Su trabajo nos presenta un acercamiento al paisaje conformado no solo por la naturaleza, sino por los conflictos territoriales y las resistencias en la región amazónica colombiana.

A su vez, el reencuentro con ríos dañados es impulsado por la plataforma entre—ríos, fundada por las académicas y curadoras Lisa Blackmore y María Fernanda Domínguez. Durante 2023 entre—ríos reunió a un grupo de colaboradores para recorrer las aguas del río Bogotá desde su nacimiento en el páramo de Guacheneque hasta el salto del Tequendama realizando encuentros con defensores del territorio y proyectos de rehabilitación y ecología. Para poder “comer el río” los artistas Cristina Consuegra y Carlos Alfonso crearon un menú a partir de sus visitas a las huertas de la cuenca alta y media del río Bogotá, mismo que fue degustado en un piquete con los defensores de las diferentes regiones. Estos encuentros desembocaron en una publicación llamada Cómo cuidar un río, en la que nos muestran las vidas y procesos que se alimentan y son alimentados por estas aguas.

Finalmente, me gustaría mencionar una iniciativa institucional: El río: territorios posibles de la Red Cultural del Banco de la República. Un programa que integra charlas, talleres y exposiciones con la finalidad de promover una cultura hidrocomún que reconozca al agua como un elemento básico de la vida.

Además de los mencionados, muchos otros proyectos culturales se están desarrollando en Colombia desde ámbitos editoriales, artísticos, agroecológicos y comunitarios que, a falta de espacio, no podemos reseñar ahora. Sin embargo, esperamos que esta pequeña selección anime a continuar el diálogo y a desarrollar más iniciativas desde otros territorios. ~


  1. Los integrantes de la colectiva son: María Buenaventura, Diego Bermúdez, Lorena Rodríguez Gallo, Sabina Rodríguez, la abuela muisca Blanca Nieves, Liliana Novoa, Guido Caicedo, Jesús Larrota, Juan Rodríguez, Alejandro Bernal, Leonel Vásquez, Diego Martínez Celis y Milena Camacho. ↩︎
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Es escritora, crítica de arte y académica. Su libro más reciente es Todo retrato es pornográfico (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015)


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