Gatopardismo económico

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El pasado 8 de mayo, en el contexto de un renovado y aumentado Pacto por México, se presentó una iniciativa de reforma financiera cuyo objetivo es lograr que los bancos en México “presten más y más barato”. Dicho objetivo, por supuesto, es muy loable además de necesario –por no decir fundamental– para contribuir al tan anhelado crecimiento de la economía mexicana. La razón de esto es muy simple: sin crédito a tasas razonables para las empresas es muy difícil que una economía prospere, que haya nuevas inversiones y que se generen nue- vas oportunidades de empleo.

A partir de la crisis de 1994/95, el crédito de las instituciones financieras al sector privado en México ha fluido a cuentagotas y en condiciones relativamente poco favorables para las empresas, sobre todo para las pequeñas y medianas que son las que generan el mayor volumen de empleo en el país. Es por ello que el crédito bancario en México se encuentra muy por debajo de lo observado en otros países de nivel de desarrollo similar. De hecho, cuando uno compara la penetración del crédito bancario en México (es decir, el crédito como porcentaje del pib) con el de otros países, se encuentra con la sorpresa de que el sistema financiero mexicano es similar al de países del África subsahariana y que está muy por debajo del resto de los países latinoamericanos, con excepción de Argentina y Venezuela, dos países que difícilmente pueden representar un punto de referencia deseable en esta materia.

Esta situación ha permitido que surjan mecanismos de financiamiento paralelos que buscan sustituir al crédito bancario y que lo hacen de manera muy ineficiente (crédito de proveedores, por ejemplo) o a tasas sumamente elevadas (como el ofrecido por las casas de empeño). Esta es precisamente la situación que trata de corregirse con la anunciada reforma financiera. La reforma propuesta consta de cuatro ejes fundamentales: a) fomentar el crédito a través de la Banca de Desarrollo, b) incrementar la competencia en el sector financiero, c) ampliar el crédito de las instituciones financieras privadas y d) asegurar la solidez y prudencia del sector financiero en su conjunto.

Para comentar sobre la perspectiva, importancia y viabilidad de esta propuesta partamos por el diagnóstico, el cual se considera parcialmente adecuado. Esto es, finalmente las autoridades económicas han reconocido la importancia de la escasez de crédito en el país, así como las implicaciones que esto puede tener para el crecimiento de la economía nacional. Más aún, finalmente se reconoce que el crédito es bajo por cuestiones del lado de la oferta de créditos y no porque no haya demanda de estos, lo cual solía ser la explicación más usual de autoridades económicas anteriores. También es muy afortunado que finalmente se hable de la ingente necesidad de fomentar y promover una mayor competencia en el sector financiero en su conjunto.

Desafortunadamente, el diagnóstico en el que se basa la propuesta de reforma financiera es incompleto y eso conduce a que las propuestas específicas no sean necesariamente las más apropiadas para lograr los objetivos buscados. Así, por ejemplo, la reforma evita hacer referencia al tema de las elevadas comisiones que cobra la banca y, en general, evita discutir el tema de los incentivos a los que se enfrentan las instituciones bancarias en México que les impide actuar como lo hacen en cualquier otra parte del mundo. Al no abordar estos temas, se evita reconocer que la banca mexicana no otorga cierto tipo de préstamos simplemente porque no tiene los incentivos para ello. ¿Para qué prestarle a una empresa con algún nivel de riesgo, cuando puede prestarle al gobierno federal o a los gobiernos estatales con una alta y muy segura rentabilidad? ¿Para qué prestarle a una empresa al 10 o 12% cuando puede prestarle a un consumidor en su tarjeta de crédito al 30 o hasta 40%? ¿Para qué prestarle a una pequeña empresa que podría no pagar si es posible obtener rendimientos muy elevados cobrando todo tipo de comisiones a los usuarios cautivos del sistema financiero? Estos son los incentivos a los que se enfrentan las instituciones financieras y mientras estos no cambien tampoco cambiará la conducta de los agentes en el mercado. Nótese entonces, que la solución a estos problemas no pasa, como pretende hacerlo la reforma, por otorgarle una mayor capacidad de cobro y de ejecución de garantías a los bancos. Esto último solo redundará en potenciales abusos de parte de los bancos y en mayores quejas de parte de los consumidores, que ahora podrán ser con mayor facilidad sujetos de arraigo, expropiaciones de cuentas bancarias o de embargos. Finalmente, si esto fuese el problema, uno debería preguntarse por qué el tipo de crédito bancario que más ha crecido en México en los últimos años ha sido precisamente el crédito al consumo, el cual es uno de los créditos más difíciles de recuperar en caso de incumplimiento de pago.

Es evidente, entonces, que los bancos no prestan no porque les sea difícil recuperar su dinero, sino que no lo prestan a cierto tipo de empresas simplemente porque les es más conveniente prestar a los consumidores, quienes están dispuestos a pagar tasas de interés mucho más elevadas que otros potenciales clientes. Por lo tanto, la verdadera solución al problema de la escasez de crédito en México pasa más bien por un cambio regulatorio que logre realinear los incentivos de los bancos con los incentivos del gobierno y de la sociedad en su conjunto. Esto último, sin embargo, quizá no habría contado con la simpatía de los bancos y, por lo mismo, quizá nunca habría sido propuesto por autoridades que no parecen estar dispuestas a confrontar a grupos de interés tan poderosos. Por ello, esta reforma financiera parece ser un ejemplo más del gatopardismo económico que propone cambiar todo para que todo siga igual. ~

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Economista. Profesor-Investigador de El Colegio de México y Profesor Visitante en la Universidad de Chicago.


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