¿Cuál es el margen de acción para la nueva secretaria de Cultura?

Claudia Curiel de Icaza, nueva titular de la Secretaría de Cultura, recibe encomiendas de la presidenta Claudia Sheinbaum y pendientes heredados del sexenio recién concluido. ¿Podrá trazar una agenda propia para otros problemas y demandas históricas del sector?
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I

Claudia Curiel de Icaza es la nueva secretaria de Cultura federal. La esperan las encomiendas que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo enlistó el pasado 1 de marzo en el Zócalo durante el arranque de su campaña presidencial. A estos encargos se añaden los proyectos que no concluyó el presidente saliente y que estableció como prioritarios: el Proyecto Chapultepec y el rescate si aún es posible del patrimonio cultural devastado por el Tren Maya. Están también aquellos asuntos que no fueron tomados en cuenta durante seis años por su antecesora Alejandra Frausto y otros titulares de dependencias de alto nivel, desde problemáticas crónicas hasta auténticas bombas de tiempo. Estos tres aspectos bastan para preguntarse sobre cuál será el margen de acción de la nueva titular.

De los 100 apartados que conforman el plan de gobierno, Sheinbaum dedicó cinco a la cultura, a los que agrupó como la “República Lectora y Cultural”. No hay una secuencia lógica entre uno y otro, más bien parecen ideas sueltas, así que podemos abordarlos en cualquier orden. Uno de ellos, una declaración de principios, es también una redundancia: el “acceso a la cultura en todos los ámbitos”, puesto que “la cultura también es un derecho”. A Sheinbaum Pardo le gustó la acepción, a la que acude con frecuencia, aunque suele omitir que ese derecho está establecido en el artículo 4 de la Constitución desde hace 15 años, el 30 de abril de 2009, durante el sexenio de Felipe Calderón. No sabemos qué más piense al respecto, pues no anticipó ni cómo ni cuándo ni, sobre todo, con cuánto presupuesto. ¿El 1% del PIB que propone la UNESCO, como meta para el final de sexenio? Descartémoslo de antemano.

Durante la gestión de Alejandra Frausto no se avanzó mucho para que ese acceso a la cultura se extendiera a lo largo de México. En parte porque el 25% del presupuesto para el sector cultural lo absorbió el Proyecto Chapultepec y las partidas extras al INAH fueron dedicadas a la compra de los terrenos para la construcción del Tren Maya. En parte porque a la exsecretaria y ahora titular de Turismo de la CDMX solo le interesaban los diseños indígenas, la recolección de piezas mesoamericanas donadas por extranjeros bien intencionados, y su concierto anual infantil y juvenil en el Auditorio Nacional, “Yo tengo un sueño”.

¿Cuál será la aportación de Curiel de Icaza, con una visión sexenal y federal? Los institutos y las secretarías estatales fueron ignorados por Alejandra Frausto. En tanto, Ana Francis Mor, la nueva secretaria de Cultura en la CDMX y sucesora de Claudia Curiel, fue contundente: no es asunto federal el apoyo a las entidades. Lo dijo en el debate que organizó el Grecu el 2 de marzo pasado, ante el estupor de Consuelo Sáizar, titular del proyecto cultural de Fuerza y Corazón por México, y Ruth Alejandra López, de Movimiento Ciudadano, quienes expresaron su hondo desacuerdo.

¿La nueva secretaria de Cultura compartirá esta visión? Sería grave. Si no la comparte, sabe entonces que su antecesora a nivel federal y su sucesora en la capital conciben las cosas desde una perspectiva centralista. La subsecretaria de Desarrollo Cultural en el sexenio recién concluido, Marina Núñez Bespalova, piensa igual. Según su visión, el apoyo se da a través de las convocatorias dirigidas a los artistas de las entidades para que se presenten en Chapultepec, a las que se les dedica el 5.2% del presupuesto que recibe ese capricho sexenal. “No lo digo de dientes para fuera”, fue la expresión a la que acudió.

II

Por otra parte, el apartado una “República de Lectores” le corresponde propiamente a la SEP, a través del Fondo de Cultura Económica, aunque suponemos que no excluye la colaboración con otras instancias. En lo esencial consta de círculos de lectura en los ámbitos “educativo” y “laboral”, librerías y “bibliotecas populares”, más libros a bajo costo. Nada que no se haya hecho a lo largo del siglo XX y hasta la fecha. La novedad son unas confusas “bibliotecas digitales de libre acceso”. ¿Las bibliotecas serían accesibles en línea, en un país donde la interconexión es deficiente o se carece de ella en varias regiones? ¿Los libros se encontrarían en formato digital en bibliotecas abiertas al público, acerca de lo cual los editores han planteado reservas, derivadas del necesario combate a la piratería?

Lo cierto es que la Estrategia Nacional de Lectura del sexenio de AMLO también fracasó. La integraban tres ejes: el “formativo”, a través de los libros de texto gratuitos, vergonzoso sainete sexenal que aún no concluye; los “Vientos del Pueblo”, la afrenta editorial más grande en la historia del FCE; y una campaña en medios de la que se ocuparía Jesús Ramírez Cuevas, vocero del expresidente López Obrador. A finales del sexenio, los indicadores del Módulo sobre Lectura del INEGI reportaron niveles de lectura semejantes a los de 2018: 3.1 libros por persona al año. La primera Encuesta Nacional de Lectura fue realizada por el Conaculta en 2006 y reportó un promedio de lectura de 2.9 libros anual. Eso significa un incremento, en 18 años, de 0.2 libros. El fracaso recorre los cuatro sexenios del siglo XXI.

En 1989, para la creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes fueron trasladadas la Dirección General de Publicaciones y la Dirección General de Bibliotecas al nuevo organismo cultural de carácter federal. En 2018 Taibo II informó que deseaba la integración de la Dirección General de Publicaciones al FCE, lo que concluyó con su desaparición, formalizada en el decreto de 2023. Hay que prestar atención, no sea que quiera esta vez “fusionar” la Red Nacional de Bibliotecas al Fondo, convertirlas en “bibliotecas populares”, coloque sus tendidos de libros para ampliar su negocio de las Brigadas Para Leer en Libertad y comience a destruir la infraestructura cultural más amplia de México. La red llegó a constar de 7 mil 413 bibliotecas distribuidas en dos 282 municipios, el 93.2% de total del país, y fue construida por Rafael Tovar de Teresa durante sus tres periodos como titular del Conaculta y como primer secretario de Cultura. Eso fue lo que recibió Alejandra Frausto. Eso es al menos lo que tendría que recibir Claudia Curiel de Icaza.

III

La presidenta también busca la ampliación de “los semilleros creativos para la construcción de la paz”, pertenecientes al Programa Cultura Comunitaria. No se entiende por qué insiste en una iniciativa que fracasó apenas al año de su inicio. ¿Estará informada? La apuesta era llegar durante 2019 a los 720 municipios con los más altos índices de violencia y marginación. El sexenio acabó y apenas alcanzaron los 297 municipios, muchos de los cuales no cumplían con el perfil inicial. Del tal modo, sobre la marcha se inventó “Yo tengo un sueño”, un concierto infantil y juvenil gratuito de periodicidad anual que se presenta en el Auditorio Nacional. Los “semilleros creativos” ni han llegado a su destino ni han reconstituido el tejido social, tal como se prometió.

Por otra parte, Sheinbaum Pardo anticipa: “algunas de las universidades que haremos estarán dedicadas a las artes”. Si el nivel al que se aspira es semejante al de esas escuelas inauguradas por AMLO y que la doctora en física sabe bien que no cumplen con los criterios de calidad para considerarlas de educación superior, demos por hecho este otro fracaso. ¿La titular del Ejecutivo o la secretaria de Cultura cuentan igualmente con un reporte de los índices de ingreso, egreso y deserción en el Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de México, en los centros estatales y en las escuelas de iniciación artística? ¿Se sabe de la oferta y la demanda laboral por disciplina artística, por región y a nivel nacional? La constante es más bien la dificultad crónica de los creadores para que su trabajo sea remunerado, sus proyectos cuenten con apoyo para la producción, las obras concluidas lleguen al público porque los propios recintos no cuentan con los recursos para las funciones, y el público asista.

Es más sensato apoyar a las facultades, escuelas y departamentos de arte existentes de las universidades de las entidades y la capital, que enfrentan graves carencias de distinta naturaleza, desde la condición de los inmuebles y la infraestructura y el equipamiento de las aulas hasta la actualización académica y los salarios del plantel docente. Una convocatoria abierta a recintos públicos y también privados, para que puedan plantear sus necesidades concretas, evaluada por jurados nacionales, regionales y locales, es la vía. Lo importante es identificar aquellas con trayectoria y potencial. Sheinbaum Pardo no simpatiza con las escuelas privadas. Es parte de sus dogmas. Lo cierto es que construir “universidades de las artes” sin tener una noción clara de lo que existe, de lo que se busca y de lo que es posible, es un punto de arranque erróneo, como sucedió con los “semilleros creativos”.

IV

La presidenta también prometió: “generaremos las condiciones para que los artistas puedan desarrollar su actividad y reciban una remuneración justa por su trabajo con seguridad social”. Eso es una cuestión que se remonta a la década de los 90, que Alejandra Frausto prometió cada año que resolvería, y no cumplió. No se trata, por cierto, solo de los artistas. No le informaron tampoco a Sheinbaum Pardo u olvidó mencionar que ni siquiera los gestores culturales que trabajan en las dependencias de la Secretaría de la Cultura reciben honorarios justos ni a tiempo, ni cuentan con los beneficios que mandata la ley.

No hay manera de que los trabajadores eventuales contratados como “capítulos” sean regularizados si no hay una reforma laboral integral que encare el sindicalismo cultural, así que veremos qué recibimiento le dan los sindicatos a la secretaria de Cultura. En ese aspecto, la administración saliente debió ponerla al tanto para que pueda proponerle a la presidenta la solución integral a un problema que ronda los 35 años. ¿Será del interés de Claudia Sheinbaum y de Claudia Curiel? Ningún titular del Conaculta ni de la Secretaría de Cultura –ni del INAH ni del INBAL– lo ha logrado. Ni siquiera lo ha intentado o incluso deseado, pues para una reforma de esa magnitud deben estar convencidos, tener una propuesta clara, con visión de un cuarto de siglo y total apoyo presidencial. Son demasiadas cosas, así que no es prudente hacerse ilusiones.

Mientras, los artistas y los gestores culturales independientes tampoco encontraron una alternativa en la propuesta que formuló la Secretaría de Cultura en el último trimestre de 2023. La SC apenas pagó durante unos cuantos meses las cuotas del IMSS de los artistas y gestores inscritos a su plataforma Telar, pero al vencerse el plazo y dado que no cuentan con trabajo estable, apenas alcanzan a cubrir sus gastos de manutención y no pueden seguir cubriendo las cuotas para continuar con la atención médica gratuita. A lo mucho, acumularon unas cuantas semanas más.

En la socarronería del presidente saliente, al IMSS Bienestar basta y sobra para dar cobertura a los mexicanos que no estén adscritos ni al ISSSTE ni al IMSS, solo que la ingente demanda de servicios haría colapsar al instituto. Esa cobertura sucedería en dos sexenios, si los neopopulistas no cometen las torpezas del sexenio que los parió, y si hay presupuesto. Dado que Sheinbaum recibe un país en la asfixia financiera, podemos descartarlo también. Por eso el éxito y la valía social de las farmacias que ofrecen servicios básicos de salud y sobre las cuales apunta la Secretaría de Hacienda para regularlas y asfixiarlas más, en lugar de suscribir un sensato convenio de colaboración. Es por ello que insisto: el problema de los servicios de salud para los artistas y los trabajadores de la cultura no tiene una solución gremial. Un mexicano, por el hecho de serlo, debe contar con esa garantía. Lo único que bastaría es el acta de nacimiento, o el INE, el pasaporte o la cartilla. De este modo, este frente al menos quedaría cubierto.

V

Finalmente, el apartado que completa la lista es una broma que suponemos es en buena lid: “seguiremos impulsando el reconocimiento de la grandeza cultural de México, la recuperación de la memoria histórica, apoyando el rescate y el cuidado del patrimonio cultural”. Esto significa que, en efecto, la futura ejecutiva está convencida de que las piezas, en su gran mayoría de segundo orden y de procedencia mesoamericana, obtenidas en el exterior debido a la buena disposición de los donantes, forman parte de “la recuperación de la memoria histórica”, y que la devastación de zonas y sitios debido a la construcción del inconcluso e inservible Tren Maya es muestra del “cuidado del patrimonio cultural”.

Claudia Curiel de Icaza recibe, pues, estas cuatro encomiendas.

Aunque no figuró entre los cinco apartados de la “República Lectora y Cultural”, no es improbable que Sheinbaum Pardo quiera darle proyección federal a las “Utopías”, espacios comunitarios que mezclan talleres de distinta naturaleza con actividades deportivas e inclusive culturales, que impulsó la ex alcaldesa de Iztapalapa y hoy jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. El negocio para la 4T estaría en las licencias de uso de suelo y/o en la obra urbana, la construcción y/o compra-venta de los recintos. Es lo que han hecho en la capital desde que llegaron al poder en 1997. ¿Sería el “nuevo” Proyecto Chapultepec, que absorbería la cuarta parte del presupuesto cultural? Esperemos no sea así.

Hay una amplia red de casas de cultura a nivel nacional que requieren de un diagnóstico y eventual remozamiento, que podrían dar cobijo a las actividades de las Utopías. Si gustan cambiarle el nombre a las casas de cultura y rebautizarlas, no hay problema. Lo hacen todos los gobiernos, neoliberales y neopopulistas. Lo más importante es que que no corra a cuenta del presupuesto de la SC. Por las características de las actividades, el presupuesto para las Utopías debe ser aportado por la Secretaría de Educación, del Bienestar. de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, de Salud y de Trabajo y Previsión Social. Esa fue otra de las opacidades del Proyecto Chapultepec: el presupuesto de la SC para el proyecto acabó en buena medida en el gobierno de la Ciudad de México.

Las cuatro encomiendas de la recién investida presidenta bastan para ocupar la agenda de la nueva secretaria de Cultura, a las cuales se sumarán otras tres. Claudia Curiel de Icaza deberá concluir el Proyecto Chapultepec, cuyas obras tomarán, digamos, un año más, junto al compromiso de ponerlo en operación, que le tomaría, si cuenta con presupuesto, la mitad del sexenio. El Tren Maya recibirá sin duda más recursos del INAH para la puesta en marcha de las zonas, sitios y museos prometidos que se han salvado de la devastación y la compra de más terrenos para la continuación y conclusión de las obras. Las nuevas salas de cine de IMCINE –las del CENART, las de los teatros del IMSS y las del propio Proyecto Chapultepec—son un elefante blanco y no se llenarán solas, ni en un mes, ni en un año, ni en tres. Súmense las películas enlatadas, a la espera de programación y público.

Junto a lo anterior, problemáticas históricas y minas a campo traviesa. La designación de un equipo de trabajo capaz que la blinde, y liberarse paulatinamente de los intereses creados que encontrará. La reconstrucción del tejido entre las instituciones y la comunidad culturales, devastado estos seis años por la actitud altanera y desdeñosa de la antecesora y varios de sus directivos de alto nivel. El reinicio de las relaciones con los institutos y secretarías de cultura de las entidades. La defensa de las becas del FONCA y del Sistema de Creadores Eméritos, bajo la amenaza de la ultra de Morena, y el relanzamiento del Programa de Apoyo a la Traducción, PROTRAD. En el ámbito legal, las paralizadas reformas a las leyes el cine y del libro, entre varias más. En Arenal 40 encontrará una propuesta de reforma administrativa a la Secretaría de Cultura que lo más probable es que sea una criatura del doctor Frankenstein. En fin, la reconstrucción de lo que destruyó la 4T cultural entre 2018 y 2024.

Hay una herencia más, que amerita ser leída con atención: el decálogo cultural que en su momento propuso Xóchitl Gálvez.

La otra alternativa es emular a Frausto, disfrazarse de indígena y que la SC siga siendo un accesorio. ~

Coda

El equipo de Claudia Curiel comienza a perfilarse, aunque en gran medida o en su totalidad, al margen de su decisión, como sucede en otras secretarías y dependencias de Estado. Los nombramientos los ha hecho –y anunciado– Claudia Sheinbaum Pardo, a través de sendos boletines de prensa. Entre ellos, los titulares de los tres institutos más importantes de la Secretaría de Cultura, el día 30 de septiembre. Diego Prieto fue ratificado como director general del INAH. Alejandra de la Paz deja el Museo del Palacio de Bellas Artes y sustituye a Lucina Jiménez como directora general del INBAL. Daniela Alatorre Bernard, galardonada con el Premio Ambulante del Festival de Cine de Morelia por su ópera prima Retiro, es la nueva directora del IMCINE, puesto que ocupaba María Novaro. Dos nombramientos más fueron hechos con anterioridad. En el Canal 22, Pavel Granados es relevado por Alonso Millán Zepeda, quien ocupaba desde 2021 la dirección general de Capital 21, el canal oficial de televisión de la Ciudad de México. Al Canal 11, adscrito al Instituto Politécnico Nacional y en lugar de Carlos Brito Lavalle, se incorpora Renata Turrent Hegewich, subdirectora de la revista Sentido común –que dirige Fabrizio Mejía y en cuyo consejo editorial se encuentran Lorenzo Meyer, Paco Taibo II, Elena Poniatowska y Enrique Semo, entre otros— y también conductora del programa El Aquelarre, que trasmite Capital 21. Una cosa es cierta: Sheinbaum Pardo confirmó el recorte al gasto en todas las secretarías y la reestructuración de algunas de ellas a partir de enero de 2025. Inicia el segundo sótano de la 4T. En próximos artículos, ahondaremos en el diagnóstico de lo que se avecina en el área cultural.

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Es autor del libro digital 80 años: las batallas culturales del Fondo (México, Nieve de Chamoy, 2014), de Política cultural, ¿qué hacer? (México, Raya en el Agua, 2001, y de La palabra dicha. Entrevistas con escritores mexicanos (Conaculta, 2000), entre otros. Ha sido agregado cultural en las embajadas de México en la República Checa y Perú y en el Consulado General de México en Toronto.


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