El viejo y el mal

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La reciente crisis diplomática con el gobierno de Cuba (aún por resolverse), más allá de la impericia con que se ha manejado desde Tlatelolco, produjo una reacción que no por previsible es menos preocupante: la defensa a toda costa del régimen castrista por parte de una perseverante minoría de la sociedad mexicana, que denostó a Vicente Fox, electo democráticamente, para alabar a Fidel Castro, quien se aferra autoritariamente a su mandato desde hace casi medio siglo. Gran parte de la izquierda mexicana, y de otros países, se niega a responder a las preguntas más sencillas: ¿por qué no hay elecciones libres en Cuba?, ¿por qué se encarcela a la disidencia?, ¿por qué no existe en la isla el derecho elemental de libre asociación?, ¿por qué se persigue, en fin, de tantas maneras, a quien difiere de los lineamientos de una revolución trasnochada y desvirtuada a los ojos del mundo desde hace décadas? La sola idea de promover la visita de un observador de la Comisión de Derechos Humanos a Cuba enardece al régimen castrista, que aprovecha la ocasión para blandir una retórica vitriólica concentrada en un conocido cliché: quien está contra Fidel está a favor del imperio estadounidense. Cada vez son menos los que defienden, mal, esa falsa interpretación en blanco y negro. En noviembre de 2002, Letras Libres presentó un número llamado “Futuros de Cuba” que causó algún revuelo por la reacción visceral de esa izquierda dogmática. Hoy insistimos y seguiremos haciéndolo, con argumentos, convencidos de que la transición en la isla ya comenzó, mientras el dictador y su ideario envejecen ostensiblemente. Esperamos que las colaboraciones de este número (Havel y Payá, que dialogan sobre una transición pacífica en marcha, no muy diferente de la Revolución de Terciopelo checoslovaca; Cabrera Infante, que recuerda la diferencia entre embargo y bloqueo y la importancia de los envíos de dólares a Cuba por parte de familiares exiliados; Rico y De la Grange, que ven con sus propios ojos la miseria en la que viven los cubanos; Hernández Busto, que habla de la formación de los intelectuales cubanos de su generación; Pellicer, que hace el recuento histórico de la relación política entre México y Cuba; Domínguez Michael, que resume la idolatría de la izquierda por Fidel; Montaner, que demuestra la importancia de los cubanos de Miami tanto para Cuba como para ee.uu., y Elorza, que critica la aquiesencia de Oliver Stone en su película Comandante) ayuden a convertir la obcecación de algunos en examen y reflexión, en sentido común frente a la situación de un país querido que no merece padecer el ya larguísimo otoño de su impuesto patriarca. –

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