La experiencia literaria sigue concitando la curiosidad de los lectores, interesados en conocer la opinión que merecen a los autores sus propias obras, o las obras de sus contemporáneos. Pero también, como en este caso, la opinión que les merece la opinión de sus contemporáneos sobre su obra. Este tipo de libros, cuando son serios como el que comentamos, proporcionan un nada desdeñable aprendizaje crítico. Indiscutiblemente, no vamos a negarlo, a un autor se le conoce por sus obras; pero las opiniones que expresa en una conversación, una entrevista o una carta contribuyen sin duda poderosamente a que nos formemos una idea de los mismos, y sin duda también a que nos animemos a leerlos, o a no leerlos. El peligro de estos libros casi siempre estriba en el entrevistador. Cuando éste es un periodista con aficiones literarias, como suele ser el caso, tendremos que resignarnos a oír los tópicos de siempre. Pero cuando quien hace las preguntas y ordena sus recuerdos es nada menos que Philip Roth, la cosa cambia considerablemente. Philip Roth sabe hablar en serio con humor y en broma con seriedad. ¿Y qué es lo que pregunta Roth? Pues por ejemplo: ¿Qué relación hay entre la experiencia vivida y la obra?, ¿por qué el autor no cuenta las cosas como realmente sucedieron?, ¿cómo influyen las obras de otros autores en las obras propias?, ¿cómo influyen la lengua, la familia, la profesión, la memoria, el exilio, el desarraigo?, ¿cómo influye la historia? Este es el tipo de preguntas que plantea Philip Roth a Primo Levi, a Aharon Appelfeld, a Ivan Klíma o a Milan Kundera. Y el tipo de preguntas que se plantea a sí mismo. No en estos términos, evidentemente. El oficio de escritor se diferencia de cualquier otro oficio en esto precisamente, en que las respuestas a las preguntas no sólo van a determinar su elección, sino el producto de esa elección. Y es que más que respuestas a preguntas, de lo que se trata aquí es de formular preguntas a respuestas. Por eso está bien que siga llamándose oficio y no profesión. Aunque hay profesionales de la escritura, pero de esos no se habla en este libro.
Todos los escritores de los que habla y con los que habla Philip Roth tienen algo en común: son judíos y han sufrido en distintos grados la persecución, el encarcelamiento, la difamación, el aislamiento, el miedo, la humillación; en una palabra, todos son supervivientes. Esta es una condición cada vez más frecuente hoy en día, y no sólo entre escritores, naturalmente. Y una afinidad más que parece desprenderse de forma natural de las anteriores: Kafka. Kafka es el escritor superviviente por antonomasia. Pero no porque sobreviviera a ninguna catástrofe; Kafka no fue perseguido, ni encarcelado, ni condenado a muerte, como algunos de los escritores con los que dialoga aquí Roth. Su supervivencia es de otra clase: Kafka se sobrevivió a sí mismo, fue un superviviente de su propia vida, y también, en cierto modo, de su propia obra. Que Kafka es el protagonista de esa obra nadie lo duda hoy en día, y ésta es la razón tal vez de su predicamento entre escritores. Kafka gana con el tiempo más escritores que lectores, hay que reconocerlo. Como es el caso también de otro de los grandes escritores invocados en estas páginas: Samuel Beckett. Decir que estos supervivientes hicieron de la literatura su particular tabla de náufrago sin duda es un tópico poco original, pero también bastante verosímil.
Pero además, Roth plantea en este libro algunas cuestiones extraliterarias que han influido e influyen poderosamente en la literatura. ¿Cómo se las apaña un escritor en una sociedad mercantil, de dónde saca sus temas, de dónde sus lectores? Hay obras que no se hubieran escrito nunca sin determinados regímenes opresivos, por utilizar un calificativo benévolo. Pero si seguimos necesitando y admirando esas obras, es únicamente porque aquello fue posible. Y ojalá no las hubiéramos necesitado nunca. La vieja y rancia cuestión de que la mejor literatura florece bajo la opresión, como reacción a ella, se la plantea Roth a los escritores checoslovacos: ¿de qué van a escribir cuando vivan en una democracia que respete todas las libertades, a la vez que las someta todas a la implacable ley del mercado? Claro que a esta pregunta ya ha contestado Roth con su propia obra. ~
(Madrid, 1950) es crítico literario y traductor. En 2006 publicó el libro de relatos Esto no puede acabar así (Huerga y Fierro).