A Gustavo Guerrero El mensajero trajo ayer tu carta.
Como quien ve una foto antigua, descifrando
los rostros en las aguas turbias de la memoria,
leí tus recuerdos y tus preguntas.
Han pasado los años y su noria:
el tiempo que fluye, las abstracciones
que cifran y descifran lo sin nombre.
Mil noticias sin respuesta
y estas tardes de cal contra las sombras
de las arboledas y los cuartos.
No vivo retirado, la ciudad
retumba en mis palabras. Descreídamente
crédulo, leo cada día la prensa,
esa biblia moderna:
génesis, éxodos, diluvios y el cantar
de los cantares en las páginas de anuncios.
Estoy en un jardín, rodeado de ruidos
sacralizados por lo necesario.
Frente a mí, un chopo cintilante
y el rumor elegíaco del mar,
ese ir y venir, todavía intacto.
No vivo retirado, ni en paz
con pocos pero doctos libros.
Estuve en el Congreso, no hace mucho,
en visita turística, y ganas
me dieron de lanzarles un discurso
para enmendar a la totalidad,
como a los dieciocho, cuando todo
parecía posible porque todo
era bien poco. Pero mi actual capítulo
de reformas abarca las cosas y sus nombres.
Tú me preguntas por las coincidencias,
y señalas lo Uno como fondo.
Pero lo nuestro no es la identidad,
el mar fijo, la mano que detiene
lo que no tiene más fijeza que la errante;
lo nuestro es irnos por la tangente,
no la tierra materna y su diezmo de sangre:
la voz que se traduce en otras voces,
enamorada de la incertidumbre.
Si no sabemos lo que es el tiempo,
salvo con un saber que no se sabe,
es porque no podemos sujetarlo,
salvo con paradojas y centauros.
Las palabras son tiempo y resuenan;
para ti las escribo y se escapan
seducidas por el aire, rebeldes
al silencio obligado y a la espera.
Tanto ha pasado desde entonces
que mi vida ya cabe en dos palabras.
La agitación del mundo se resuelve
en epitafio, tan equívoco
como el mar y la fórmula del agua.
Prefiero no contarte, pues, mis pasos
ni el peso de las cuentas y su horario.
Mi vida, como la tuya, ha sido
mejor y peor que la quisimos:
más intensa que un sueño, más ligera
que esta frágil rama, y sin embargo… –
(Marbella, 1956) es poeta, crítico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro más reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fórcola, 2020)