Foto: Oren Ziv / DPA via ZUMA Press

Los ciudadanos árabes de Israel, en busca de reconocimiento

Las recientes elecciones en Israel mostraron el importante rol de los ciudadanos árabes israelíes. Ayman Odeh ofrece terminar con la era política de Benjamín Netanyahu, durante la cual los árabes de Israel sufrieron amenazas de expulsión, acoso y discriminación electoral.
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“El único futuro para Israel es uno compartido y no hay un futuro compartido sin una participación plena e igualitaria de los ciudadanos árabes palestinos”. Ayman Odeh.

La fragmentación étnica, religiosa y política, sumada a las cada vez más marcadas brechas económicas, son dos factores clave para entender las tensiones y divisiones de la sociedad israelí contemporánea, dentro de la cual los ciudadanos árabes israelíes juegan un rol importante.

Fundado en 1948 bajo la premisa de ser un Estado judío con igualdad para todos sus ciudadanos sin distinción de sexo, etnia o religión, Israel ha experimentado, además de guerras, intifadas y conflictos militares, cambios demográficos que han resultado en un país más complejo, diverso y fragmentado que aquel soñado por el movimiento sionista, pensado por Herzl e implementado por Ben Gurión. El escenario político israelí está fraccionado en una multiplicidad de partidos políticos, ONG, asociaciones civiles y movimientos sociales que dan voz a una numerosas identidades, posturas políticas y sectores socioeconómicos.

Los ciudadanos árabes de Israel, árabes israelíes o ciudadanos palestinos de Israel, representan más del 20% de la población.

((Para mayo de 2019 la población de Israel era de 9,009,000 de los cuales 74.8% era judío y 20.9% árabe con un 4.8% de “otros”.
))

y residen principalmente en Galilea (norte), el Negev (sur) y en la zona conocida como “el triángulo” (cerca de la línea verde que divide Israel de Cisjordania). En el aspecto religioso, el 80% son musulmanes, 10% cristianos y otro tanto drusos.

((Los drusos conforman una minoría religiosa que habita principalmente en Israel, Líbano, Siria, territorios palestinos y Jordania. Separados del Islam ortodoxo, sus orígenes se encuentran en el ismailismo, secta del islam shia, e incorporan varias creencias de religiones monoteístas así como elementos de la filosofía griega.
))

 

Siempre subrepresentados tanto en los organismos estatales como en los medios de comunicación, sistema financiero y academia, han destacado en el campo deportivo y cultural, como lo demuestran los casos de Sayed Kashua, Nazih Kajyhr, Naím Araide, Suleimán Masalja, Samih al-Qassim y Anton Shammas, entre otros escritores árabes israelíes que buscan recuperar la voz de los ciudadanos a los que representan y a quienes se les suele cuestionar su lealtad a Israel, negar su contribución a la cultura, política y sociedad del Estado y exigir la renuncia a su identidad palestina. Shmuel Moreh, profesor de lengua y literatura árabe de la Universidad Hebrea de Jerusalén (él mismo un judío proveniente de Iraq y ganador en 1999 del Premio Israel), los describe como aquellos que “muestran la riqueza cultural que se ha logrado generar en Israel a pesar de los problemas”.

A los árabes israelíes sería correcto definirlos como una “minoría nacional, religiosa, étnica y lingüística”

((Darawshe, Mohammad. “Ciudadanos árabes y palestinos: la lucha por la igualdad”, Vanguardia Dossier. Número 19. Abril/Junio 2006.
))

que goza de derechos políticos, educativos y legales que, si bien son envidiables para los estándares actuales del Medio Oriente, quedan cortos en relación a los de los ciudadanos judíos de Israel. Dificultades en el acceso a préstamos y financiamientos para comprar tierras y obtener permisos de construcción, así como un menor presupuesto estatal para su sistema educativo son algunos de los obstáculos y desafíos cotidianos que enfrentan.

Históricamente los árabes israelíes han sido incapaces de llevar su porcentaje poblacional a la Knesset (Parlamento israelí), pues muchas veces se han abstenido de participar en los procesos electorales. Algunos analistas explican este fenómeno poniendo el foco en el sistema electoral, pero es más plausible explicarlo por la falta de cohesión política al interior de la comunidad árabe, que ha resultado en una baja participación en las elecciones parlamentarias, aunque en las elecciones locales suelen ser mayor.

Nacido en 1975 en Haifa, Ayman Odeh un abogado y político del partido Hadash lideró a la Lista Árabe Unida a obtener 13 escaños para la Knesset en las elecciones celebradas el 17 de septiembre pasado, lo que iguala su éxito electoral del 2015. En la lista de ministros propuestos por esta coalición de los principales partidos árabes destacan Ahmad Tibi, Mansour Abbas y la abogada feminista Aida Touma-Sliman. Odeh llamó la atención nacional e internacional cuando decidió recomendar a Benny Gantz, líder del Partido Kahol Lavan, para formar gobierno. Desde 1992 ningún partido árabe había aceptado proponer al presidente a algún candidato para buscar lograr los 61 escaños que garantizan la mayoría en la Knesset.

((A la fecha de la redacción de este artículo La Lista Árabe Unida propuso a Gantz pero ha decidido mantenerse fuera de cualquier coalición de gobierno y estar en la oposición parlamentaria.
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Odeh publicó un artículo de opinión en el New York Times el 22 de septiembre, en el cual reflexionaba: “si los partidos de centro izquierda de Israel creen que los ciudadanos árabes palestinos tienen un lugar en este país, ellos deben aceptar que nosotros tenemos un lugar en la política. Nosotros estamos decididos a demostrar que los ciudadanos árabes palestinos no seguirán siendo rechazados o ignorados”. Entre las demandas que han dominado el discurso político árabe israelí y que Odeh recupera están: la separación entre Estado y religión, un sistema de seguridad social con mayores derechos para los trabajadores, más programas de bienestar y desarrollo para los pueblos y villas árabes y una solución al conflicto de los territorios y población conquistados por Israel en la guerra de 1967.

La actual situación es resultado de la lucha de los árabes israelíes por el reconocimiento e igualdad que se remonta al final de la guerra de 1948, cuando se estableció un gobierno militar para la población árabe que duraría hasta 1966, año en que fue remplazado por una administración civil. La siguiente década sería testigo de la aparición de una cultura política propia de los ciudadanos árabes/palestinos, que se mostraría con una gran protesta en la región de Galilea (especialmente en el pueblo de Sakhnin) cuando en marzo de 1976 se decidió confiscar 20,000 dunams

((Un dunam equivale a 1000 metros cuadrados.
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de tierra palestina para expandir la ciudad de Carmiel. La represión militar causaría tres muertos y sentaría las bases de una politización social que influiría, una década después, en la explosión de la primera Intifada palestina.

Con la esperanza de un proceso de paz entre palestinos e israelíes, en 1992 los partidos árabes apoyaron al gobierno de Rabin. La decepción vendría años después cuando quedó claro que, tras el asesinato de Rabin, la radicalización de la derecha liderada por Netanyahu, sumada a la violencia descontrolada de Hamas y la ineptitud y complicidad de Arafat con las actividades terroristas, la paz era algo aún utópico.

Más de dos décadas después, Odeh ofrece ayudar a terminar con la era política de Netanyahu, durante la cual los ciudadanos árabes han sido objeto de amenazas de expulsión, propuestas parlamentarias para terminar con el estatus oficial del idioma árabe, acoso y discriminación electoral.

El Centro Guttman de Opinión Pública e Investigación Política, parte del Israel Democracy Institute, realizó un estudio en 2017 sobre las relaciones entre ciudadanos judíos y árabes. Los resultados fueron sorprendentes: la mayoría de los árabes israelíes están a favor de que los partidos árabes formen parte del gobierno y un 65% de los ciudadanos árabes expresó ser orgullosamente israelí.

Dependerá de los líderes políticos, académicos, artistas, periodistas y la sociedad civil israelí si la minoría árabe encontrará la igualdad y el reconocimiento que busca y se merece.

 

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es profesor de Medio Oriente y Cáucaso, Universidad Alberto Hurtado de Chile.


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