En México la ficción cataclísmica no es cosa de echar a andar la imaginación: es cosa de tener paciencia. Cuando pasaban Mad Max en los cines hace años, con sus imágenes sobre lo espantoso que iba a ser el mundo post-guerra atómica en el año 5,000, los mexicanos nos sentíamos timados: hacía décadas que ese pinche futuro ya estaba en Tláhuac y no cobraban por mirarlo.
Esta cosa de que la tierra mexicana, tan bravía, se abra de pronto, sin previo aviso y sin excusa de por medio, sin temblor ni invasión extraterrestre ni rayo láser ni lagartija gigante ni prisma negro ni nada, sino pura y llanamente porque se le da la gana, y luego proceda a tragarse los coches y la gente y las casas y a convertirlos en bolo alimenticio, sería rechazado por inverosímil hasta en el Japón donde parieron a Mothra y a Godzilla.
Esta cosa de que haya una avenida de 10 kilómetros de largo en la que cien mil señores evidentemente trepanados conducen unos bólidos cúbicos llamados “transporte colectivo” construidos con la técnica que consiste en agarrar un motor de 600 caballos, ponerle diez filas de asientos, un mofle de cohete de la NASA y siluetas de señoras encueradas en las ventanas, y luego forrar todo eso con hojalata, y luego atornillarle abajo cuatro neumáticos lisos, y luego retacarlo de ciudadanos inermes, y luego proceder a practicar esa técnica azteca de control de la explosión demográfica que se llama “echar carreritas”, bueno, esta cosa, digo, deja al mundo de Terminator como un bebé de pecho.
Esta cosa de que el canal del desagüe se va a salir de madre y se va a inundar de mierda la ciudad y va a haber que adaptarse a vivir así como Xochimilco y las peseras van a ser como las bananas de Acapulco o como pangas con motor fuera de borda y van a atropellar a todos y a pasar por Revolución haciendo olas y los puestos de los ambulantes que venden el dividí porno y el jarripóter van a estar en chalupas bloqueando los canales y los que van en sus lanchas rápidas todos enojados y AMLO va a hacer segundos pisos para las lanchas rápidas y las manifestaciones van a ser de pura gente con guajes o llantas y sólo caminaban una cuadra porque costaba mucho esfuerzo avanzar en mierda y los vendedores de las esquinas iban a ponerse llantas para vender sin sumirse y en el metro se iba a crecer una iglesia subterránea de darketos mutantes rana y Ebrard decía que rechazaba la ayuda federal porque es una intromisión y que no quería el plan DN3 y que el ejército a los cuarteles y entonces inauguraba una nueva línea del lanchabús y los lunes se iba a trabajar en bicilancha o lanchicleta y decía que la del DF sería mierda pero mierda orgullosa de ser libre y traían a los ingenieros de Hong Kong para que hicieran flotante el aeropuerto y la gente comenzaba a construir chinampas para vivir y el gobierno creaba el chinampavit y los chinos importaban chinampas más baratas y los ricos vivían en torres de chinampas con penthouse y un día la maestra Elba Esther y Hugo Sánchez se iban así nadando entre las chinampas por los canales y de pronto ya no eran mutantes y…
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.