Siegfried Kracauer
Jacques Offenbach y el París de su tiempo
Traducción de Lolo Ábalos
Madrid, Capitán Swing, 2015, 376 pp.
Como Walter Benjamin, Siegfried Kracauer fue un judío alemán que se vio obligado al exilio y a una vida laboral itinerante. Hasta ahora, su obra podía leerse en la editorial Gedisa, que ha traducido su crítica sociológica, y en Paidós, que se encargó de publicar sus estudios cinematográficos. Ahora, por fin, Capitán Swing ha traducido una de sus obras más emblemáticas, Jacques Offenbach y el París de su tiempo, el libro que mejor sella la afinidad política e intelectual de Benjamin y Kracauer.
Como es sabido, el mayor libro de Walter Benjamin es un proyecto inacabado sobre París, la capital de la modernidad europea. La Obra de los pasajes es un conjunto de apuntes, anotaciones y citas que provienen del París del Segundo Imperio. Benjamin se condujo, literalmente, como el trapero que, según él, debía ser todo historiador, e hizo suya la definición de Baudelaire: recogió, clasificó y coleccionó los desechos de “todo lo que había sido rumiado por la divinidad de la Industria para convertirse luego en objeto de utilidad y disfrute”. Con esta definición, Benjamin resume su propia labor y su filosofía materialista de la historia. Para Benjamin, Kracauer era también un “trapero en la alborada del día de la revolución”, aunque esta declaración pueda sorprender en un primer momento al lector que se acerque a Jacques Offenbach y el París de su tiempo. Porque el libro de Kracauer en apariencia tiene muy poco que ver con la Obra de los Pasajes. Es un libro hecho por encargo en un par de años. Aparece ya en 1937 publicado de forma simultánea en francés, inglés y alemán. Si el libro de Benjamin es producto de una labor de investigación de más de diez años y no tenía ninguna intención narrativa, sino que es una recopilación de materiales ajenos, el libro de Kracauer apenas está documentado y emplea las oportunas técnicas narrativas e intrigas novelescas.
Sin embargo, sí existe una estrecha afinidad entre las dos obras. Kracauer, antes de escribir sobre Jacques Offenbach, había sido muy crítico con el auge del género biográfico. En “La biografía como forma de arte de la nueva burguesía” había escrito acerca del horizonte comercial de este género, una literatura popular y evasiva con la que la burguesía trataba de “no verse comprometida por los conocimientos que la ponían necesariamente en crisis”. Por tanto, Kracauer no podía limitarse a realizar una simple y entretenida biografía del compositor que inventó el género musical de la opereta. Él realiza una biografía social de todo un periodo, el del París del Segundo Imperio, porque, al igual que Benjamin, establece una relación entre aquello que había sucedido bajo el reinado de Napoleón III y los acontecimientos políticos y culturales de su propio tiempo. No es que vean ninguna continuidad histórica, sino que Benjamin y Kracauer reconocen en la ciudad de París –con sus tecnologías del ocio y sus prácticas de consumo: la visita a los panoramas, a los teatros, a los grandes almacenes, a las exposiciones universales, los paseos por los bulevares, la lectura de los folletines periódicos, etc.– el lugar oportuno donde llevar a cabo su labor arqueológica acerca de la modernidad.
Kracauer está visiblemente influido por El 18 Brumario de Luis Bonaparte, donde Marx analiza el golpe de Estado del sobrino de Napoleón I y señala su carácter de “lamentable farsa”, ya que el sobrino se proclamó emperador y pretendía cómicamente que lo amparara el simbolismo heroico de su tío. En Jacques Offenbach y el París de su tiempo, Kracauer interpreta el régimen de Napoleón III como un régimen de opereta. El deseo de evasión, de diversión continua, y la necesidad permanente de estimular los sentidos embotados del público eran ciertamente un motivo propio del París de Napoleón III. Pero Kracauer aprecia también rasgos de esta realidad espectacular en la República de Weimar: una cultura del espectáculo que había analizado en su famoso reportaje de 1930 Los empleados, precisamente cuando Benjamin se refiere a él como el “trapero en la alborada”. En este sentido, el popular baile del cancán, uno de los símbolos más emblemáticos del régimen de opereta parisino, puede evocar los gestos sincronizados del baile de las Tiller Girls que tanto gustan a los contemporáneos de Kracauer. La misma función social que había tenido la opereta bajo Napoleón III, mantener el orden bajo la apariencia de felicidad, puede verse en las exhibiciones oficiales de la Alemania hitleriana y el modo en que estimulaban el apetito visual del público. Por tanto, Kracauer afirma que el carácter fantasmagórico del Segundo Imperio es un fenómeno derivado del fetichismo de la mercancía, según la interpretación convencional del marxismo, pero además sugiere una heterodoxa lectura “bonapartista” del régimen nacionalsocialista que le obligó a refugiarse en París.
Aunque Jacques Offenbach y el París de su tiempo puede parecer la simple biografía de un compositor escrita con cierta precipitación, cobra especial relevancia cuando se lee según el papel que desempeña en el conjunto de la obra de Kracauer. El libro confirma que es un pensador heterodoxo cuyo principal mérito está en su percepción estética de la propaganda totalitaria. Incluso cuando en apariencia trata de otros asuntos. ~
(1976) es profesor de teoría de la literatura comparada en la Universidad de Barcelona. En 2010 publicó La ciudad y su trama (Lengua de Trapo), que obtuvo el VIII premio de ensayo Caja Madrid.