Secundarios memorables: Chief Bromden

One Flew Over the Cuckoo´s Nest persiste en la memoria fílmica gracias a la excelente interpretación de William Sampson Jr. en el papel del indio aparentemente mudo.
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Casi todos los cinéfilos recuerdan la famosa película de Milos Forman One Flew Over the Cuckoo´s Nest, traducida desafortunadamente en nuestro país como Atrapado sin salida, no importándoles que dicho título vendiera en buena medida la trama del film. Aunque ya había aparecido en Easy Rider de Dennis Hopper en 1969,  fue justo con la película de Forman en 1975 que Jack Nicholson se hizo famoso (increíble que no fuese con el film de Antonioni del mismo año, Professione: reporter). Sin embargo One Flew Over the Cuckoo´s Nest, no solo persiste en la memoria fílmica gracias a Nicholson y a su personaje (McMurphy), sino a la excelente interpretación de William Sampson Jr. en el papel del indio aparentemente sordo y mudo: el gran Chief Bromden.

                El film está basado en la novela del mismo nombre, escrita por Ken Kesey, gran aficionado a los ácidos, y como en El Apando de Revueltas, llevada al cine por Felipe Cazals también en ese 1975, el lugar de encierro funciona perfectamente como una metáfora de una sociedad enclaustrada y castradora. El hospital psiquiátrico (en Kesey-Forman) y la cárcel (en Revueltas-Cazals) sirven para exponer mejor, gracias a la exageración y a las situaciones límite que viven en esos lugares los personajes, una realidad humana cruel, regulada por las relaciones de poder, entendido este bajo la vieja fórmula foucaltiana de vigilar y castigar. En aquella película aparecía un tipo sui generis, muy alto (casi dos metros de estatura), con la cara como esculpida en piedra, inexpresivo, robusto, con rasgos étnicos (al parecer de la etnia muskogui, una tribu del suroeste de los Estados Unidos), el gran jefe indio actuado por William Sampson Jr. que a pesar de ser un personaje secundario, terminó por ser entrañable y funcionar durante todo el drama como una fuerza determinante, casi protagónica. Este personaje, que se hace pasar por sordomudo para no ser molestado aparecía ya en la novela de Ken Kesey como un personaje central y no es casualidad que desde el comienzo de la novela lo veamos trapear los pasillos del hospital, sembrando miedo en los internos de origen afroamericano pero al mismo tiempo siendo objeto de burlas a causa de su supuesta torpeza e incomprensión, su sordera y su mutismo.

                 “Pocas cosas bajo el cielo son tan instructivas como las lecciones de Silencio” escribió Lao Tse en el Tao Te King y justo por eso las actitudes silenciosas del Chief Bromden parecen igual de aleccionadoras que la desfachatez y extroversión del rebelde de McMurphy. El jefe indio enseña en todo momento incluso al propio McMurphy, y su lección final consistirá en una hermosa imagen trágica sobre la libertad. Lo vemos deslizarse todo el tiempo en silencio, apenas arrastrando los pies junto a su eterno trapeador, o dando largas zancadas para cruzar la cancha de básquetbol, siguiendo las instrucciones de McMurphy que lo trata como a un niño. Lo vemos parado como escalera, inmóvil, sosteniendo en sus hombros a McMurphy, que logra saltar la cerca. Pero todo eso se revierte cuando el personaje interpretado por Nicholson, al mismo tiempo que nosotros, descubre que nos ha estado engañando. La solución es magistral, McMurphy y Chief Bromden aguardan en un pasillo del hospital, han sido castigados, están sentados en una banca de madera esperando su turno para ser sometidos a una “terapia” de electrochoques. Vemos a ambos de frente, atados de manos, de pronto McMurphy extiende un paquete de goma de mascar juicy fruit a su amigo, diciéndole “¿quieres uno?” y el gran jefe indio, después de haberlo visto actuar como sordomudo durante toda la película, contesta como si nada, “gracias”. Es justo ese poder del silencio lo que resulta interesante. Mediante el silencio, el personaje crece psicológica y dramáticamente, llevándolo espiritualmente a la altura de su gigantismo físico. Resulta simbólico hacer pasar por sordomuda a una minoría étnica y racial, históricamente segregada o exterminada en Norteamérica, para después devolverle el poder de la palabra. Y esa reivindicación, que opera mediante la ruptura del mutismo, se da en mitad del encierro y la tortura, en pleno camino a la locura o la muerte (la lobotomía). Este gigante que no habla hace pensar en el silencio que ayuda a simular mejor la locura o planificar la venganza, es decir el silencio que pregona Hamlet, el personaje más importante del drama occidental. Con este personaje falsamente secundario, el mutismo, parece decir Kesey, tiene una fuerza expresiva mucho más potente que cualquier verborrea delirante. Ser o no ser sordomudo, ser o no ser lo suficientemente cuerdo o loco como para dejarse aplastar por el sistema, perder el cerebro, descerebrarse. El mutismo prehistórico, casi atemporal, asesina al delirio contestatario y dionisiaco, es decir la estrategia del indio supera las tácticas y trampas del divertido McMurphy. La muerte amorosa que le inflige Chief Bromden a su amigo al final del film, es de las muertes trágicas más hermosas del cine norteamericano. Con esa almohada asfixiante, el jefe indio asesina el delirio alegre, juvenil y rebelde que le devolvió la palabra a él mismo y, como en un tributo sacrificial, honra la memoria de esa rebeldía asesinándola justo porque ha dejado de ser eso: rebeldía. El gran jefe indio destroza el mueble de baño, el agua inunda el piso, rompe la ventana y las protecciones, sale al reino de la libertad. No más vigilar ni castigar. Una generación entre beat y hippie, que andaba en el camino, borracha y rebelde, tuvo que morir para que las raíces, silenciadas por instinto de supervivencia, fueran liberadas. El personaje secundario se vuelve el principal, y le damos el destino que Forman nos deja imaginar con esa toma abierta, llena de aire, en donde el gran jefe indio corre por una pradera verde, huyendo de la reclusión.  Es preferible seguir viendo a William Sampson Jr, así, corriendo por esos campos verdes, volando al este o al oeste, o sobre el nido del cucú, e ignorar que murió tempranamente a los 53 años, en Huston Texas.

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Es escritor de cuento, poesía y ensayo. Maestro en Lengua y Literatura Hispanoamericana, por la UDLA Puebla. Actualmente produce y conduce el programa “Perifonía” (revista radiofónica especializada en


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