Fotografía: Alberto Estevéz

Entrevista a Don Winslow

Don Winslow (Nueva York, 1953) es autor de una de las grandes novelas que se han escrito sobre el narcotráfico: El poder del perro, que James Ellroy consideró “una hermosa visión comprimida del infierno”. The cartel –su libro más reciente, inspirado en la fuga de Joaquín Guzmán Loera en 2001– llegó a las librerías de Estados Unidos unas semanas antes de que el Chapo escapara por segunda vez. Aun cuando sus mejores armas provienen de la narrativa –o quizá porque escribir novelas permite una visión panorámica de los acontecimientos–, Winslow ha llegado a ser una voz indispensable para poner en perspectiva el fracaso de la guerra contra las drogas en ambos lados de la frontera.
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¿Después de escribir El poder del perro usted declaró que le parecía haber terminado con la guerra contra las drogas como tema. ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

Cuando lo dije, lo dije en serio. Pasé más de cinco años investigando y escribiendo El poder del perro y pensé que había escrito la historia completa. Estaba equivocado. Cuando las cosas en México comenzaron a salirse de control, estuve al pendiente de ellas desde lejos, y durante todo ese tiempo no pensaba en ponerme a escribir otro libro sobre el tema. Empecé a buscar patrones entre los sucesos para intentar explicar lo que estaba sucediendo, y después de más o menos un año ya los percibía. A partir de ahí lo que empezó a surgir fue la estructura de un posible libro, pero aún así seguía reacio a escribirlo. Creo que lo que me hizo cambiar de opinión fue que pensé que podría –a través de la ficción– aclarar lo que estaba pasando; y si me creía capaz de hacerlo, me dije, entonces debía de hacerlo. Además se trata de una historia realmente grande, con personajes fuera de este mundo y eventos cautivantes.

Un funcionario mexicano me dijo que la guerra contra las drogas de la década de los ochenta en México le recordaba a El padrino, mientras que el conflicto de una violencia implacable como la actual lo hacía pensar en Caracortada. En aquellos años había una especie de omertà; ahora es el caos, movido por la tortura y el terrorismo. ¿Hay algo de verdad en eso? ¿Le sorprendió el nivel de violencia que ha tenido México en los últimos nueve años?

Lo que dijo el funcionario es preciso. Cuando escribí El poder del perro estaba consciente de la similitud con El padrino, los acontecimientos y los personajes pueden compararse fácilmente. En aquellos años, los líderes de los cárteles peleaban unos contra otros, pero no contrataban ejércitos privados. Entiendo la comparación con Caracortada, pero no estoy seguro de que sea acertada. Lo que he visto durante los últimos años es la militarización del conflicto de las drogas, y este ha crecido hasta convertirse en algo que solo puede llamarse una “guerra”.

Me ha dejado absolutamente sorprendido la escalada en el sadismo y la tortura. Es una locura total. Pero cuando creas una situación en la que el único recurso es la violencia, y no la ley, es inevitable que los más violentos sean quienes lleguen a la cima, y eso es lo que vemos ahora con grupos como Los Zetas. Esta situación ha provocado una crecida imparable en el nivel de horror, porque un cártel siempre intenta superar al otro.

En efecto, desde los años de El poder del perro, uno de los nuevos personajes en la historia son Los Zetas, que han incorporado un nivel distinto de brutalidad. Como novelista, ¿cómo se aproxima a personajes como Heriberto Lazcano?

La labor del novelista no es la de juzgar. Tengo mis opiniones acerca de Lazcano y los de su calaña –son escoria psicópata– pero como novelista mi objetivo es permitir que el lector vea el mundo a través de los ojos del personaje. No siempre es fácil y no siempre es divertido, pero por lo menos tengo que intentar escribir desde el punto de vista de ese personaje, porque todo el mundo tiene uno. Por lo general empiezo con el trasfondo, con la infancia del personaje, de dónde viene, qué quiere, a qué le teme. No quiero justificar al personaje ni sus acciones (que son injustificables), pero tengo que acercar al lector lo más posible. Esa es mi labor. La brutalidad es nauseabunda, y yo mismo he sentido malestar, pero no tiene sentido intentar suavizarla. Puedes integrar otra perspectiva: ver a un personaje a través de los ojos de otros, ellos pueden hacer comentarios sobre él, explicarlo, condenarlo.

¿Qué opina de la decisión de Felipe Calderón de enfrentarse a los cárteles en 2006? Calderón decía que no había otra alternativa porque los cárteles se habían adueñado de estados en varias regiones del país, empezando con Michoacán. ¿Le parece que tiene sentido?

En parte sí y en parte no. Para finales de 2006, Calderón sabía que no podía confiar en ninguna policía estatal ni local, porque estaban cooptadas, de forma parcial o en su totalidad, por alguno de los cárteles. Si se iba a enfrentar a los cárteles su única opción era el ejército, aunque este tampoco estuviera completamente “limpio”. Fue problemático, sin embargo, que haya comenzado la guerra en Michoacán (su estado natal), en lugar de en Tamaulipas, Chihuahua, Baja California o, especialmente, Sinaloa.

Desde hace tiempo ha estado fascinado (no está solo en esa fascinación) por la figura del Chapo Guzmán. ¿Qué tipo de hombre es?

No estoy fascinado con Guzmán tanto como con el papel que ha tenido el cártel de Sinaloa en los últimos quince años como el motor de los conflictos del narco mexicano. Así que, por extensión, tuve que estudiar a Guzmán. Creo que es brillante, un empresario perspicaz, muy organizado, y un gran estratega. También es despiadado. Como tantas personas, ama a su familia, a sus hijos y ha sufrido pérdidas personales amargas –un hermano y un hijo asesinados–. Pero no nos olvidemos de que tiene las manos manchadas con la sangre de miles de personas. Su propio sufrimiento no lo ha vuelto sensible al sufrimiento de los demás. Como cualquier sociópata, solo es capaz de sentir el dolor propio.

¿Por qué ha sido tan exitoso? ¿Qué es lo que lo hace diferente a otros capos?

Su pragmatismo ha hecho la diferencia. Guzmán rara vez deja que las emociones se interpongan en sus negocios. De tal manera que lo hemos visto hacer las paces con enemigos acérrimos (como Lazcano) cuando era la opción práctica, y luego olvidar esas alianzas cuando así le convenía. Por lo demás ha evitado el error de volar demasiado alto. Aprendió de los éxitos y los errores tanto de Amado Carrillo Fuentes como de Miguel Ángel Gallardo. Vio cómo la hibris eventualmente hizo caer a esos dos hombres poderosos, y por eso ha dejado de lado la extravagancia de algunos de los narcos y no ha permitido que sus hombres fanfarroneen. (Su ruptura con el grupo de los Beltrán Leyva –uno de sus pocos errores tácticos– sucedió porque pensaba que ellos estaban muy cerca de la esfera pública.) También ha sabido escoger con mucho cuidado a sus socios más próximos, como el Mayo Zambada, por sus habilidades diplomáticas y sus conexiones al interior del gobierno. Finalmente Guzmán hace que los demás ganen dinero, algo esencial para tener una vida longeva dentro del crimen organizado.

¿Esperaba que se escapara?

¿No crees que lo esperábamos todos? Tan pronto como México decidió no extraditarlo, la llamada “fuga” estaba predestinada. Era solo cuestión de tiempo. Esta no fue una fuga sino una partida.

¿Le convence la versión oficial de los hechos? Ha teorizado con una versión distinta…

La versión oficial de los hechos es evidentemente ridícula. Sería graciosa si no fuera tan trágica. Incluso en el nivel más superficial, habla de la negligencia criminal y/o de la corrupción descarada. No hay otras posibilidades. Por eso no creo en ella. Tengo serias dudas de que Guzmán haya recorrido ese túnel. Recordemos que había una “versión oficial” después de su primera “fuga” en 2001 –alguna tontería acerca de un carrito de lavandería, que resultó una falsedad–. El túnel me parece solamente una mentira un poco más elaborada. Si un hombre tiene el poder y la influencia para construir un túnel de 1.5 kilómetros de largo debajo de una prisión de máxima seguridad, tiene también el poder y la influencia para salir por la puerta, exactamente como lo hizo la última vez.

¿Qué piensa que hizo Guzmán después de salir del Altiplano? Imaginemos cuáles fueron sus siguientes pasos…

Partió en coche o helicóptero a una casa de seguridad, donde se quedó hasta la noche siguiente, y luego se fue hacia Sinaloa o Durango, protegido por sus propios hombres y probablemente por la policía. Recordemos que tuvo una ventaja de cuatro horas y media.

¿Dónde cree que esté ahora?

En algún lugar de las montañas de Sinaloa, donde se encuentra protegido por la policía y la población local. He escuchado reportes de que está en Guatemala, algo que ha hecho en el pasado, pero no creo que se arriesgue a cruzar una frontera. ¿Por qué dejaría su base, donde se siente (con justificada razón) seguro? Me recuerda un poco a Bin Laden: por años escuchamos rumores de que estaba por todo el mundo, pero resultó que permanecía protegido en una casa en Pakistán.

Después de su fuga de Puente Grande, el Chapo buscó reconstruir su imperio y se desató el infierno. ¿Qué hará ahora?

Regresará a lo mismo de siempre. ¿En verdad creemos que no estaba conduciendo su negocio desde el interior de la cárcel? Tenía celulares y era todo lo que necesitaba. El cártel de Sinaloa no se debilitó durante su sabático, en todo caso se fortaleció y desató una epidemia de consumo de heroína en Estados Unidos. La pregunta no es si Guzmán tiene que reconstruir su imperio –sigue ahí–, es más bien si podrá mantenerlo. El punto clave es si su alianza con Ismael Zambada sigue en pie. Si lo está, es posible que la hegemonía sinaloense continúe por un tiempo (en el entendido de que tarde o temprano todos los imperios caen). Si no, cabe esperar que haya violencia al interior del cártel de Sinaloa en los próximos meses, lo que disparará el caos, ya que los cárteles más pequeños intentarán aprovechar esta crisis para hacerse de un lugar.

Algunos teóricos de la conspiración sugieren que el gobierno de Enrique Peña Nieto dejó salir al Chapo para restaurar una especie de pax sinaloense en medio del desconcierto actual, creado por grupos como el violento Nueva Generación en Jalisco…

Es una teoría posible, y se ha repetido desde antes del arresto de Guzmán. Varios periodistas serios han sugerido que el gobierno se alineó con el grupo de Guzmán para restaurar cierta estabilidad. Si uno revisa el bajo número de arrestos de miembros del cártel de Sinaloa comparados con los de otros cárteles, la teoría parece sostenerse. No soy un teórico de la conspiración, pero también he sugerido que el gobierno está coludido con esta supuesta fuga por esa misma razón: el crecimiento de grupos como Nueva Generación ha provocado un miedo genuino de que comience una era de caos y violencia, y Guzmán en el exterior puede hacer cumplir mejor una pax sinaloense. Y es entendible que un gobierno piense que el problema de las drogas en Estados Unidos debe ser el problema de Estados Unidos, no el de México.

¿Qué le parece la fama de Guzmán, su estatus como héroe popular? ¿Hay hechos reales detrás de su mito o simplemente es un producto más dentro del amplio abanico de la narcocultura?

El Chapo no es Robin Hood. Es un asesino serial. Pero su estatus de héroe popular es una vieja historia que llega hasta Jesús Malverde. De nuevo, es entendible: Guzmán se ha burlado de dos gobiernos y se ha salido con la suya. Ha construido iglesias, escuelas y clínicas. Lo mismo hacen los terroristas. Su estatus como héroe popular me parece repulsivo. Los héroes populares deben ser los hombres y mujeres valientes que han sacrificado su vida peleando contra los cárteles, contra la corrupción y contra los gobiernos opresivos, peleando por contar su historia. Esos son los héroes, no personajes como Joaquín Guzmán. Compongámosles canciones a aquellos.

¿Volveremos a ver al Chapo?

Sin duda, pero probablemente no tras las rejas. El mito dice que la última vez desapareció trece años. Si por “desaparecer” queremos decir que se organizó una boda adonde invitó a políticos y policías, acudía a restaurantes, iba a fiestas de fin de año y a destinos turísticos. Me recuerda una canción de Townes Van Zandt: “Todos los federales dicen / que lo podían atrapar cualquier día. / Lo dejaron escapar, / supongo, por bondad.” Sí, claro. El gobierno siempre ha sabido dónde está Guzmán, posiblemente sepa dónde está ahora y es por eso que sigue buscando en todos los lugares menos en el adecuado.

Ha sugerido que el calibre de la corrupción al interior de los distintos niveles de gobierno en México es alarmante. ¿Cree que cualquiera puede ser comprado en México? ¿Por qué?

En esto debo ser claro: hay muchos policías, militares y funcionarios de gobierno honestos en México, algunos de los cuales han dado su vida por pelear contra los cárteles. No cualquiera puede ser comprado, hay personas que se han negado y han sido asesinadas junto a sus familias, así que no debemos difamarlas al generalizar. También debo ser muy claro con algo más, la corrupción que en verdad está causando el problema no se encuentra en México sino en Estados Unidos. Una corrupción del tejido social que nos hace los consumidores de droga más importantes del mundo.

Dicho esto, es verdad: el nivel de corrupción financiera, de intimidación y extorsión al interior de México es abrumador, y esta “fuga” es la manifestación más reciente.

¿Por qué? Hay libros enteros que intentan responder esa pregunta. Solo diré que deseo que los mexicanos tengan un gobierno que sea tan bueno como ellos.

El periodismo en México se encuentra bajo amenaza. En algunas regiones incluso puede estar agonizando. Las amenazas son simplemente inimaginables…

Esa es una historia poco abordada de la guerra contra las drogas en México y es una tragedia. Los cárteles, el gobierno, el ejército se han dado cuenta de que necesitan controlar no solo la acción sino también la narrativa y ese es el primer paso en la caminata de la muerte de la democracia. Yo no soy periodista, soy novelista, pero los periodistas en México que han intentado contar la verdad sobre esta historia tienen todo mi respeto. Es descorazonador.

Uno de los misterios sobre la situación actual es por qué en Estados Unidos casi no se habla de la guerra en México. ¿Por qué ese país permanece voluntariamente ignorante de una situación tan urgente?

Es vergonzoso. No hay excusa, pero aventuro una posible explicación: la violencia en México coincidió con el 11-S y la “guerra contra el terrorismo”, así que los estadounidenses se han enfocado en el Medio Oriente. Por otro lado, hay un elemento de negación: lo que las personas pueden soportar tiene un límite. Sabemos que como consumidores, los estadounidenses financiamos la violencia en México, pero queremos mirar hacia otro lado en lugar de encarar este hecho.

Se suele preguntar en México por qué en Estados Unidos no hay violencia que esté relacionada con el narcotráfico. ¿Cómo lo explica? ¿Hay un pacto secreto? ¿Es solo que los estadounidenses son mejores para hacer cumplir la ley?

No hay pacto secreto. Se debe más a que Estados Unidos es un país consumidor, no uno de tránsito o productor, así que mientras que de nuestro lado se generan las grandes ganancias con las drogas, no se acerca a los billones que se generan en México. Sin duda tenemos violencia relacionada con las drogas, pero en su mayoría son pandillas urbanas buscando hacerse del control de ciertas esquinas, no ejércitos privados intentando controlar estados. El cumplimiento de la ley, por otro lado, es mejor. Tenemos policías corruptos, por supuesto, pero hay un sistema de supervisión de responsabilidades bien establecido. De ese modo, aunque ciertos policías o ciertas unidades sean corruptos, es raro que todo un departamento lo sea.

¿Qué piensa de la guerra contra las drogas? ¿Esta estrategia punitiva tiene futuro?

No. Tiene que terminar. Hemos estado haciendo las mismas cosas inútiles durante 45 años y creo que cada vez estamos más conscientes de que el modelo punitivo simplemente no sirve. Los políticos y la policía finalmente están reconociendo esto ante la opinión pública y sugieren que nos enfoquemos más en el tratamiento y no en el encarcelamiento o la prohibición. Tomará tiempo todavía, pero está sucediendo.

En The cartel, se percibe cierta sensación de desesperanza. El mensaje parece claro: es imposible derrotar a esta hidra todopoderosa. ¿Así lo ve ahora? Aunque suene melodramático: ¿no hay salida para México?

La desesperanza no es opción. Qué hacemos entonces, ¿rendirnos? Creo que hay una “salida” para México: la manera de derrotar a esta hidra todopoderosa es dejar de combatirla. Estados Unidos tiene que legalizar todas las drogas para quitar las enormes ganancias y hacer que los negocios criminales quiebren. Estamos muy lejos de eso, pero hay un cierto viraje en esa dirección. Mientras tanto, debemos cooperar con México de todas las maneras posibles; los estadounidenses creamos a los cárteles, ahora no podemos simplemente abandonarlos.

¿Consejos para México? No tengo. México ha recibido suficientes consejos de Estados Unidos. Simplemente le pediría disculpas. ~

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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