Vera McLean ha publicado varios libros sobre la literatura de los Siglos de Oro, a medio camino entre los estudios culturales, la investigación filológica y la creación literaria. Su publicación más reciente es Trouble in Toboso. Absence, Presence, and the Dynamics of Representation (HUP), una singular mirada al Quijote.
Trouble in Toboso es un libro muy distinto a sus ensayos anteriores. Generalmente trataban de autores u obras mucho menos conocidas. ¿Cómo nace este libro?
En realidad parte de la idea del ensayista José-Carlos Mainer, que dice en un artículo que Dulcinea es la ausencia mejor contada del Quijote. Esa frase me hizo preguntarme qué significaba esa ausencia y pensar el papel de las mujeres en el Quijote en general.
Hay muchas mujeres importantes en la novela. Está Dorotea, que además cuenta su historia, la pastora Marcela, la duquesa, la dueña Altisidora. Muchos de esos personajes han sido estudiados.
Hay muchos personajes femeninos y son importantes. Jordi Gracia lo ha señalado en su biografía, por poner un ejemplo reciente. Esta importancia y esta sensibilidad especial no pasaron inadvertidas a Ramón J. Sender, que escribió Las gallinas de Cervantes. Tampoco hay que olvidarse del ama. Don Quijote vive con dos mujeres: la sobrina y su ama. Y, si don Quijote escribe una carta a Dulcinea, Sancho Panza escribe también a su mujer, Teresa.
El propio Cervantes le cambia de nombre…
Bueno, pero eso no significa mucho. Le cambia de nombre hasta a don Quijote.
Quizá lo que sorprende es la propuesta de su libro. Habiendo tantas mujeres importantes, usted decide centrarse precisamente en Aldonza Lorenzo, Dulcinea del Toboso, que no aparece en la novela.
Pero esa es la clave de todo. Su ausencia, por eso la frase de Mainer es tan importante, es una presencia: de hecho, toda ausencia es una presencia, del mismo modo que toda presencia es una ausencia de la ausencia. Dulcinea es una presencia central en la novela. Ella existe como un personaje que impulsa dinámicas de acción. Por supuesto, lo es para don Quijote, que solo se convierte en don Quijote cuando tiene una dama. De hecho, hay algo espurio en esta transformación, de lo que es plenamente consciente Cervantes: a fin de cuentas, traza la parodia. Pero ella motiva, cuando menos nominalmente, las acciones de don Quijote, que además pretende que otros que encuentra en su camino vayan a verla. Y, finalmente, también su figura es empleada por los duques: don Quijote tiene que darse los azotes para que Dulcinea sea desencantada. La propia idealización de don Quijote se utiliza mecánicamente para burlarse de él. Todo esto sigue una dinámica clásica del relato épico, incluso en su degradada forma paródica. Como decía el director Anthony Mann, without women westerns wouldn’t work: los westerns no funcionarían sin mujeres. Otra cosa es que ellas tuvieran un papel activo en las tramas, que se las dotara de agencia en vez de emplearlas únicamente como objetos que motivan las acciones de los protagonistas masculinos. Lo verdaderamente novedoso de la propuesta de Cervantes no está ahí.
Sabemos muy poco de Dulcinea…
Sabemos que hay una Dulcinea real y una Dulcinea imaginada, producto de una fantasía masculina. Sepultada por siglos de prejuicios machistas, marginada por los académicos y filólogos, su ausencia aparente de las páginas se revela paradójicamente como una presencia que subvierte las estructuras de poder de la novela y el más amplio relato patriarcal que enmarca y condiciona nuestra codificación de la experiencia. Pero es el verdadero centro de la novela.
Lo que pasa es que quizá si saliera en la novela sería más fácil considerarla un personaje central.
Como sabes, las tesis sobre el cuento de Ricardo Piglia muestran que lo más importante de un relato es precisamente aquello que no se cuenta. Creo que es bastante razonable pensar que en el Quijote esta idea también resulta vigente. El asunto que se cuenta de manera elíptica o soslayada es un proceso de empoderamiento, de ahí que Cervantes, de forma plenamente consciente, se niegue a dar esa visión idealizada o a participar siquiera en ella. En todo caso sería una limitación profundamente empobrecedora reducir el estudio de una novela a su texto. Hay muchos otros elementos que forman parte de su configuración. La propia materialidad del texto, en buena medida convencional, propone cierta base para el desarrollo de las lecturas, pero en modo alguno constituye un cierre hermenéutico.
Ha habido muchas lecturas del Quijote. Ha habido una lectura romántica, se ha leído como un libro que explicaba la esencia española, como la primera novela moderna y al mismo tiempo como la primera novela posmoderna. ¿Se puede leer como una novela feminista?
Las interpretaciones de una obra son infinitas. Desde luego unas pueden ser más oportunas y otras más oportunistas, y todas ellas van a reflejar básicamente una cuestión de poder. En todo caso me parece que la lectura feminista del Quijote desde mis presupuestos, con el relato en elipsis del proceso de empoderamiento en el Toboso, resulta totalmente legítima.
Habla también de algunas novelas de caballerías escritas por mujeres.
Sí, por ejemplo hablo de Beatriz Bernal, la primera escritora española que escribió con conciencia de que estaba escribiendo para publicar. Vuestra Aphra Benn, podríamos decir. Publicó anónimamente Cristalián de España en 1545. Le ha dedicado un valioso estudio la profesora Donatella Gagliardi. Y luego está el caso de Teresa de Ahumada, Santa Teresa de Jesús. Sabemos, porque ella misma lo cuenta, que escribió una novela de caballerías que se perdió. Es, sin duda, una de las grandes ausencias de la historia de la literatura española. Y es con esa ausencia con la que dialogan los capítulos del Toboso que no aparecen en el Quijote.
¿Cuál ha sido la recepción del libro en la academia?
Bueno, sé que es un libro un poco distinto y preveía que iba a despertar algunas reticencias entre los académicos más tradicionales. En Estados Unidos es diferente, pero aquí la tradición es más historicista y tiene todavía esas pretensiones de aspiración científica que muchas veces no son otra cosa que una armadura para defender viejos constructos y formas determinadas de mirar las cosas. Con todo, pese a algunas críticas relativamente duras y previsibles, me ha sorprendido ver la buena acogida del libro, también entre el público no especializado.
Es una especie de spin off de un personaje que no sale.
[Risas] Quizá con otras obras me habría ido mejor. La novia de McGyver, que se queja de que nunca cuelga unos cuadros que faltan por poner. El esteticista de M. A. El tipo de la gasolinera de El coche fantástico. El vendedor de chanclas en Los vigilantes de la playa. El podólogo de Don Johnson en Corrupción en Miami. La limpiadora de la casa de Omar Little en The Wire. El que le arregla el ordenador a Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York.
[Sátira.]
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).