Erik Alonso, Los procesos. Mรฉxico, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2014, 100 pp.
Un niรฑo se estรก quedando dormido en una alberca. Un niรฑo se estรก quedando dormido en una alberca y no se quiere salir. “Mi padre dice que ya es hora, que la alberca deja de funcionar a las siete. Las albercas no funcionan.”
Los procesos es un libro lleno de momentos de este tipo. La memoria y el pasado son las constantes, y siempre se construyen con este tipo de lenguaje puntual y aforรญstico, con frases que, consecuentemente, perduran en la memoria del lector.
Afirma el ensayista que el pasado podrรญa ser una especie de urss, “un lugar al que no podemos regresar y del que los recuerdos no pueden salir porque ya no existe”. La primera parte de Los procesos habla de un pasado en permanente construcciรณn, como esa casa que fue edificando el abuelo de Erik poco a poco y hacia abajo. El narrador explora los confines de la memoria, los puntos ciegos, esas ventanas que dan hacia mรกs muros y las azoteas que “como el olvido, surgen sin darse cuenta”.
El pasado que explora no es solo el suyo sino tambiรฉn el de los otros: Brodsky, Wittgenstein, Bernhard y muchos mรกs. En ellos encuentra no รบnicamente una afinidad literaria, formal y temรกtica (el tema de la nostalgia, por ejemplo, tiene mucho que ver con las ideas de Brodsky), tambiรฉn busca en la vida de estos personajes aquellos instantes que si bien para algunos lectores pueden parecer baladรญes para Erik son significativos, decisivos. En Wittgenstein, por ejemplo, rastrea su poco explorada faceta de arquitecto y compara las casas que construyรณ a lo largo de su vida, una majestuosa y otra muy modesta. La forma en que incorpora estas referencias hace imposible no pensar en el estilo de David Markson: las coloca sin juzgarlas, a veces sin interpretarlas: “El lunes siempre es el comienzo del futuro verdadero. La esperanza, escribiรณ Joseph Brodsky, es un buen desayuno, pero una mala cena.” Es su relaciรณn espacial con el resto del texto (las lรญneas que preceden a esas referencias y las que siguen) lo que les otorga significado, sin restringirlo a una interpretaciรณn unรญvoca.
Dos temas recurrentes en el libro son la televisiรณn y el arte contemporรกneo. El autor recupera ciertos momentos de programas como Los Soprano y Seinfeld, y rescata la pasividad que implica ver la televisiรณn (en su visiรณn bartlebiana, muy afรญn tambiรฉn a Robert Walser), en comparaciรณn, por ejemplo, con la interacciรณn que requiere internet. De las piezas de arte que se mencionan en este libro –de Duchamp, Orozco o Mark Manders– son los detalles los que interesan al ensayista, como ese momento especรญfico en el que observรณ a un colibrรญ bebiendo del bebedero que colocรณ Fernando Ortega como parte de una instalaciรณn en el museo Carrillo Gil.
La nostalgia es quizรกs el tono preeminente en Los procesos. El ensayista dice odiar a quienes se reservan las cosas que quieren para no desgastarlas. Asegura que si fuera como esos que dosifican el uso, vivirรญa con menos nostalgia. Quizรกs con menos conciencia del fin. Hay una preocupaciรณn en Los procesos por las despedidas, las evidentes y las que pasan inadvertidas. Pero a pesar de la insistencia en la memoria, nunca existe la aรฑoranza de quien idealiza el pasado. “Ningรบn tiempo pasado fue mejor y yo siempre quiero volver atrรกs”. Volvemos al fracaso, a lo incompleto, pero siempre con humor. “La nostalgia es por un lado padecimiento y por otro esa sonrisa que se muestra mientras recordamos”. Parte de lo que hace tan entraรฑable la lectura de Los procesos es ese humor sutil, de sonrisa y no de carcajada.
(ciudad de Mรฉxico, 1988), es ensayista. Por Foreign Body/Cuerpo extraรฑo (Literal Publishing, 2013) obtuvo el Premio Literal de Ensayo 2013 que convoca la revista Literal.