El catálogo de los libros náufragos

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Para Gabriel Zaid, bibliófilo y humanista

La bibliothèque engloutie. La quête idéale du fils de Christophe Colomb, de Edward Wilson-Lee,

((1 Traducción del inglés por Séverine Weiss, París, Éditions Paulsen, 2019, 499 pp.
))

 es ciertamente un libro de historia, pero también una novela sobre ese personaje singular, Hernando Colón, que consagró la vida a la memoria y rescate de su padre y esa consagración tomó forma en el hecho de que fue el primero —y tal vez el único— que heredó su fortuna… a su propia biblioteca, o más bien al desarrollo del proyecto de la que sería la biblioteca privada más grande del Renacimiento, cosa por demás extraña y fascinante.

((Vida del Almirante don Cristóbal Colón escrita por su hijo don Hernando, edición, prólogo y notas de Ramón Iglesia, México, FCE, colección Biblioteca Americana, 1ª. edición: 1947, 1ª. reimpresión: 1984. En este libro el historiador Ramón Iglesia se refirió al hecho de que: “No sabemos que tuviera Don Hernando ningún amor de mujer. Su gran amor fueron los libros. Desde muy joven puso las bases para su biblioteca que concibió en grande e instaló en Sevilla, biblioteca que aun hoy se conserva [sólo en parte] y que había de llevar el nombre de Fernandina”. (p. 10). Otro libro de referencia es el de Juan Guillén, Hernando Colón: humanismo y bibliofilia, Fundación José Manuel Lara, 2004, pp. 283.
))

La obra sobre Hernando Colón fue escrita originalmente en inglés por Edward Wilson Lee y se publicó con el título de The Catalogue of Shipwrecked Books en Inglaterra, Reino Unido, por William Collins. La versión que leo es la de la traducción francesa La bibliothèque engloutie, editada por Paulsen y publicada en París este año en traducción de Severine Weiss. El Memorial de los libros naufragados: Hernando Colón y la búsqueda de una biblioteca universal será publicado próximamente, en versión de María Dolores Ábalos, por el sello de Ariel de España.

Fascinante y bien escrita, es una biografía paralela a cinco bandas: Hernando Colón, Cristóbal Colón, la del surgimiento de “América” en la conciencia europea, la de la transformación de esta conciencia por los viajes del famoso Almirante de la Mar Oceana, y la de la invención de una biblioteca infinita modelada por este navegante en el mar del conocimiento precursora de internet. Mucho de lo que cuenta suena conocido. Pero Wilson Lee sabe atar los cabos de los documentos notariales y de los testimonios de primera mano para dar una visión refrescante y, sobre todo, armoniosa y estética, bella y convincente de lo que podría llamarse el surgimiento del mundo trasatlántico como una de las dimensiones del mundo renacentista. Una de las cosas que hace ver Wilson Lee es el parentesco entre el nombre de Colón y la voz que designa a la “colonización” —cosa en la que poco se repara. “La leyenda oculta que igualmente por esta época, Colombo se volvió Colón —patronímico con el cual fue conocido el resto de su existencia—, incluso si Hernando afirma que cada nombre tenía un sentido simbólico: ‘Colombo’, ‘la paloma’ que, mensajera de Noé, se acerca en medio de las olas y trae pruebas de la existencia de una tierra, firmando así la alianza entre Dios y su pueblo; así como que ‘Colón’, que en griego hace de Colón un ‘miembro’ del Cristo, un brazo que ejecuta sus órdenes y anuncia que hará de los pueblos indígenas unos coloni, es decir ‘miembros de la Iglesia’ (aunque ¡no deja de ser irónico! que sea esa la raíz de la palabra ‘colonizar’)”.

((pp. 47-48.
))

Hernando o Fernando Colón honró la memoria de su padre con los hechos y con los libros, en el mar y en la tierra, en las bibliotecas y en las ciudades, entre los cosmógrafos y los reyes. Por ejemplo, consta en la anotación que hace el hijo del descubridor al “ejemplar de las tragedias senequistas que consta en la Colombina [que] fue adquirido en Valladolid por don Fernando, hijo del descubridor, muchos años después del descubrimiento, por 1518, y es de mano de don Fernando y no de su padre la nota marginal que dice en latín: ‘Esta profecía fue realizada por mi padre el Almirante Cristóbal Colón, el año de 1492.’” Según recuerda Alfonso Reyes en “El cuento del Marsellés” (1942), en Junta de Sombras (1949), Obras completas, t. XVII. La obra de Edward Wilson-Lee es una revelación. No sólo habla de los viajes, de la persona y de los sufrimientos de ese atormentado y tormentoso, ambicioso aspirante a santo y diestro navegante que fue Cristóbal Colón, sino de la vida de su hijo Hernando, bibliófilo y navegante, investigador y político e inventor, por sus formas de catalogación y de comprensión matemática del mundo. Libro maravilloso y prodigioso éste de Lee sobre Hernando Colón donde las figuras del Renacimiento bajan de sus pedestales para hablarle al lector en persona a través de ese hombre-mundo que fue Hernando Colón.

Por las páginas de este libro pasean Antonio de Nebrija, Bartolomé de las Casas, desfilan Erasmo, Pedro Mártir de Anglería, Michel Angelo Buenarroti, Pedro Aretino, Magallanes, François Rabelais, Luis Vives, Lutero, Nicolás Monardes, Tomás Moro y Carlos V, a cuya coronación como Emperador asistió Hernando. De hecho, la sombra y la presencia de Carlos V y del Sacco di Roma (saqueo de Roma) por las tropas imperiales fue decisiva en la vida y en el proyecto de una biblioteca universal concebido por el hijo de Colón. Además al emperador Carlos V que no conocía España, Hernando le propuso hacer una Descripción de España en la cual no sólo se “contentó con anotar el número de habitantes de las ciudades atravesadas por la corte” sino que incluiría una serie de medidas y planos trazados geométricamente que permitirían “ver el mundo con ojos nuevos” (p. 246, edición francesa) “la descripción de Hernando […] buscaba hacer ver cómo era España en aquella época y en integrar esas observaciones en el espacio imparcial y frío de una planilla cuadriculada. El mundo representado así, con esas líneas numeradas estaba ligado a la proporción, a la escala, a la medida —a saber, tenía que ver con las matemáticas— y se escapaba de los efectos deformantes de la experiencia humana.” (p. 247). Este proyecto geográfico y cosmográfico tenía que ver con “una de las obsesiones del renacimiento”: “el principio de translatio imperii (“la transferencia del poder”). Había la creencia de que los imperios se sucedían unos a otros, desde Grecia a Roma. “La cuestión más interesante por supuesto, estaba en saber qué nación sería la próxima en llevar la llama; y se creía por lo general que la que se asemejara más a los imperios del pasado, es decir, la que reflejara su riqueza cultural y sus proezas tecnológicas, terminaría por triunfar sobre las otras. El mecenazgo de los papas y de los reyes no era completamente desinteresado…” (p. 244). En 1527, luego de la destrucción de la Biblioteca Vaticana durante el saqueo, Hernando concibió un sueño imposible: conservar un ejemplar de cada libro impreso en el mundo. Con ese propósito envió a Roma, Venecia, Amberes, París, Colonia, Lyon y Nuremberg, entre otras ciudades, agentes de confianza, compradores avezados para nutrir su biblioteca. En cada uno de los libros de ese vasto acervo que llegaría a ser la biblioteca privada más grande de su época, iba anotando la fecha, el lugar, el precio, algunas circunstancias como si había conocido personalmente al autor o algún otro detalle u observación pertinente. De esa materia y de los resúmenes de cada libro está compuesto el Libro de los Epítomes con cuya próxima publicación se abrirá una nueva hora en el estado del conocimiento de la cultura del Renacimiento gracias a ese peculiar y polimorfo fichero. Hernando Colón podía ser capaz de armar y rearmar su registro y colección al infinito. Esto lo convierte en un precursor de los motores de búsqueda y refresca el valor que pueden tener las modestas técnicas de investigación manual fundadas en la redacción de fichas o cédulas aptas para concentrar la memoria. Viene a la mente una palabra traviesa que acuñó el poeta y crítico argentino Saúl Yurkievich: fichógrafo… El título original de la obra The Catalogue of Shipwrecked Books proviene del título del manuscrito que enlistaba los miles de libros que compró en Venecia y que se hizo enviar a Sevilla pero que naufragaron y no llegaron a su destino. De esos miles de libros sólo quedaría en su biblioteca ese listado.

No es cualquier biografía ni él cualquier personaje. Gracias a este libro se asoma uno a varios mundos y vidas. Hernando es un personaje salido de las páginas de Borges. Si Colón descubrió América, Hernando no sólo hizo la biografía de su padre sino que fue un inventor de sistemas de clasificación y en su tiempo el organizador y creador de la biblioteca privada más rica de Europa, que incluía libros en varios idiomas y textos sueltos, imágenes y partituras… El libro me afirma en la idea de que es necesario hacer libros que nos hagan redescubrir a los autores.

El libro no ha pasado desapercibido, una reseña apareció en la edición del viernes 12 de julio de 2019 del periódico Le Monde, p. 6, firmada por Macha Séry titulada “Tout savoir sur Hernando Colomb, fou de savoir” (“Para saberlo todo sobre H. C., loco de saber”). En esta reseña se da cuenta de que un investigador canadiense encontró en la biblioteca Nacional de Copenhague el libro de los Epítomes mencionado por Edward Wilson-Lee en una entrevista que dio a Le Monde en abril de este año.  Ahí EWL dio a conocer que, con motivo de la aparición del libro, el mencionado investigador entró en contacto con él y le envió unas fotografías de un manuscrito enigmático. El investigador británico, gracias a unas anotaciones marginales que aparecían en ese manuscrito que carecía de portada, avaló la autenticidad de la obra en cuestión. El manuscrito de ese grueso volumen anónimo fue donado a la Biblioteca de Copenhague por un erudito islandés del siglo XVII, Arni Magnusson. Merced a esta feliz coincidencia un equipo compuesto por investigadores de diversas nacionalidades se está dedicado a transcribir, traducir y digitalizar este archicompendio o resumen de resúmenes que fue escrito, encargado y concebido por Hernando Colón, quien resulta ser así un digno heredero espiritual de ese navegante que fue su padre y, en cierto modo, de la era de la navegación virtual. Del otro lado del Atlántico Michael Dirda hizo también una reseña para The Washington Post titulada “The story of Christopher Columbus’s son, the ultimate completist” (“La historia del hijo de Cristóbal Colón, el último coleccionista”), el 13 de marzo de 2019.

Publicado originalmente en Literal y reproducido con autorización. 

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(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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