En su libro Contra la empatรญa, el psicรณlogo y profesor de Yale Paul Bloom distingue entre empatรญa y compasiรณn. El primer concepto estรก muy manoseado: es la palabra token del individuo sentimental contemporรกneo. Es, en esencia, ponernos en la piel del otro. Bloom piensa, provocadoramente, que esto puede resultar muy nocivo por varios motivos. Cree, por ejemplo, que la empatรญa es sesgada: โsomos mรกs propensos a sentir empatรญa por las personas atractivas y por las que se parecen a nosotros o comparten nuestro origen รฉtnico o nacionalโ. Tambiรฉn cree que es un mecanismo limitado: la empatรญa โnos conecta con individuos concretos, reales o imaginarios, pero es insensible a las diferencias numรฉricas y a los datos estadรญsticosโ. Tambiรฉn es indiferente al futuro y provoca reacciones excesivamente irracionales. Y hacer nuestro el dolor de otros nos puede incapacitar emocionalmente.
Bloom prefiere lo que llama โcompasiรณn racionalโ, una bondad con mรกs distancia, cierto autocontrol y un elevado sentido de la justicia. Quizรก su posiciรณn es demasiado โcerebralโ y โsolucionistaโ. Tal vez una compasiรณn racional es mรกs efectiva que una empatรญa emocional, sobre todo en el plano de las polรญticas pรบblicas: un funcionario en un centro de acogida no puede ser muy empรกtico, es decir, no puede interiorizar todo el dolor que presencia, porque entonces su funciรณn se verรญa enormemente mermada. Pero en el plano personal, el โsolucionismoโ de Bloom puede resultar contraproducente: a veces solo hace falta escuchar y acompaรฑar sin aportar soluciones.
Jorge Bustos tiene una visiรณn parecida de la empatรญa en su estupendo libro Casi, donde explora el mundo del sinhogarismo en Madrid a partir de sus visitas al Centro de Acogida San Isidro, o Casi. Es el mรกs antiguo y grande de Espaรฑa. En รฉl sobreviven alrededor de trescientas personas de noventa nacionalidades. El Casi ha sido โdepรณsito de mendigos, obra de misericordia, cรกrcel de hombres y mujeres condenados por la ley de vagos y maleantes, inclusa de huรฉrfanos y moderno centro de acogida a partir de 1983โ. Bustos habla en las primeras pรกginas del โarte de la compasiรณn, que es un arte ilustrado y no visceralโ. El autor โdesconfรญa de los buenos sentimientos, que a menudo son la coartada de la peor hipocresรญa cuando no del narcisismo moral o de una odiosa condescendenciaโ. En Casi, Bustos rehรบye del sentimentalismo y ejercita una compasiรณn racional y una piedad sin aspavientos. Es quizรก esa actitud la que le permite trabar tan buenas relaciones con sus entrevistados, desde individuos sin hogar a funcionarios, voluntarios o religiosas. Casi es una galerรญa de personajes marginales fascinantes, pero no es una crรณnica de la โsal de la tierraโ ni utiliza a sus personajes como vehรญculo para unas ideas. Al mostrarlos tal y como son, los dota de dignidad y los hace reales para el lector. Habla de cรณmo engaรฑan y roban y agreden y tambiรฉn de cรณmo se quitan lo suyo para ayudar al prรณjimo o del agradecimiento que profesan a sus salvadores; habla de sus mentiras y manipulaciones y explica cรณmo sin ellas no podrรญan sobrevivir en la selva; explica los lรญmites del asistencialismo y reivindica su funciรณn, tan necesaria; habla de sus adicciones sin moralismos ni prejuicios; expone cรณmo sus incentivos no son los mismos que los de individuos en plenas facultades y cรณmo se ha distorsionado su mundo interior y exterior. Es un libro lleno de observaciones y reflexiones profundas y punzantes sobre la mente humana. El indigente pierde el apetito por la vida. A veces es la adicciรณn lo que les envรญa a la calle; a veces es la calle la que les hace entrar en adicciones, lo que les altera cognitivamente para siempre. Su horizonte de expectativas es muy limitado, su desconfianza es natural, su sistema de recompensa no funciona bien. โEn la calle el organismo adopta el modo de supervivenciaโ, dice la directora del centro de acogida Beatriz Galindo, que atiende a mujeres sin hogar en situaciรณn de grave exclusiรณn. โNo vives, te defiendes. Y paradรณjicamente eso te mantiene vivo. Como ahora han mejorado sus condiciones de vidaโ, dice sobre una de las mujeres acogidas, โse ha vuelto mรกs consciente de su dolorโ.
La obsesiรณn de muchos funcionarios y voluntarios es evitar la institucionalizaciรณn, es decir, la dependencia excesiva de los centros de acogida. No por falta de espacio o fondos (aunque siempre escasean las dos cosas) sino porque la recuperaciรณn de la autonomรญa individual y la dignidad personal es clave. Hay historias apasionantes. Un tipo que dice haber formado parte del gal; uno de los funcionarios lo corrobora. Otra mujer dice que compartiรณ celda con Luis Roldรกn. Una mujer se volviรณ loca al descubrir a su marido en la cama con su hermana y acabรณ en la calle. Hay un antiguo crรญtico de arte que dice haber conocido a Andy Warhol cuando visitรณ Madrid en los ochenta; se dio a la bebida y no ha podido recuperarse. Hay un torero y chef que toreรณ en Las Ventas y en la Maestranza y cocinรณ con Arguiรฑano y Arzak. Hay un pintor que consiguiรณ recuperarse de la bebida y vive en un piso tutelado; Bustos acude a su primera exposiciรณn en una galerรญa; consigue venderle un cuadro a una concejala.
El capรญtulo sobre losย MENA, los menores extranjeros no acompaรฑados, una etiqueta cargada polรญticamente, es especialmente importante. Bustos no necesita mรกs que mostrarlos tal y como son para refutar el relato racista sobre ellos. Son chavales posadolescentes que no tienen nada ni a nadie y que sueรฑan con lo que sueรฑan todos los chavales de dieciocho aรฑos: quieren vestir bien para ligar, quieren un trabajo para comprarse una moto, conservan la rabia y el orgullo de cualquiera a esa edad, con el aliciente de que estรกn solos en un paรญs donde la policรญa les detiene simplemente por su aspecto. Bustos recela constantemente de las generalizaciones. Cada individuo es un mundo. Defiende un Estado de bienestar que no sea selectivo, al contrario del supuesto โchovinismo de bienestarโ de la ultraderecha. โUna democracia que recela del mestizaje no dura mucho tiempo como tal democracia: sus ciudadanos han emprendido el regreso a la tribu y al orden de la selva.โ Tampoco le gusta el esencialismo en torno a las vรญctimas tan comรบn en la izquierda contemporรกnea: โRara vez las vรญctimas mรกs puras son tambiรฉn las mรกs capaces de reflexionar sobre su condiciรณn. Bastante tienen con salir adelante en la lucha por la vida.โ En su ensayo hay un equilibrio constante entre lo pรบblico y lo privado, una ambivalencia que surge de un anรกlisis multicausal: a veces el problema es personal, a veces es estructural, a veces las soluciones son pรบblicas, otras privadas. โLas instituciones se inventaron para no depender de la variable calidad moral de las personas, mucho menos de su fe religiosa; pero lo cierto es que ninguna instituciรณn aguanta mucho sin encarnarse en personas decentesโ, escribe Bustos. Yย Casiย estรก lleno de funcionarios y voluntarios mรกs que decentes, humanos, cuya compasiรณn es productiva y salva vidas.
Quizรก la empatรญa y la compasiรณn no son tan excluyentes como sugiere Bloom. Son como las gafas de cerca y de lejos de la bondad humana. El libro de Bustos se mueve en esa ambivalencia. El autor es piadoso y compasivo, pero tambiรฉn empรกtico, es decir, se ve afectado por estas personas y eso activa algo en รฉl que intenta descifrar. La empatรญa quizรก es selectiva o individualista, como seรฑalaba Bloom, pero esa individualizaciรณn es precisamente lo que nos permite ver la particularidad, y por lo tanto la humanidad y dignidad, de cada persona. Al final del libro Bustos hace, sin mencionar el concepto, una defensa de la empatรญa, es decir, una defensa de la individualizaciรณn frente a la abstracciรณn: โMantener vivo lo particular frente a las generalizaciones de la ideologรญa: esta es la humilde batalla en la que hay que comprometerse. No existen los sintecho. Existe cada persona privada de hogar que un dรญa podrรญamos ser nosotros.โ
Su despedida en una excursiรณn a la pradera de San Isidro el 15 de mayo, en el que los usuarios del Casi viven un dรญa de ocio sencillo, un bocata en la hierba, una siesta bajo el sol, un breve baile en la verbena, es un bonito ejemplo de esa ambigรผedad. Algo ha cambiado en รฉl que no tiene que ver con el anรกlisis racional. Hay una distancia, quizรก insalvable, y a la vez un reconocimiento. โMe despido de todos y me arranco de allรญ con el remordimiento de siempre, alejรกndome despacio pero alejรกndome, soportando sus รบltimas miradas de intempestiva gratitud, portando una culpa difusa y la avergonzada promesa de no volver a ignorarlos.โ ~
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciรณn de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemรกn' (Libros del Asteroide, 2023).