Se está haciendo cada vez más tarde, de Antonio Tabucchi

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Antonio Tabucchi, Se está haciendo cada vez más tarde, traducción de Carlos Gumpert, Anagrama, Barcelona, 2002, 263 pp.

La dudosa lógica del delirio

Los escritos acerca del furor divino con los que Marsilio Ficino interpretaba a Platón abonando el terreno literario con la virtud de lo libérrimo, de lo enajenado, nacida de cierta turbación producida por el genio divino, dieron pie a que Giordano Bruno señalase más tarde que sería siempre preferible el poeta genial y furioso al canónico y disciplinado por las reglas del arte. Admitamos entonces la evidencia de que su contemporáneo Tabucchi se habría ganado el respeto de Bruno por su inmarcesible deseo de liberarse de ataduras genéricas y de preceptos, ganándose a pulso el marbete de inclasificable. Sea como fuere, desde Nocturno hindú (1984) Tabucchi viene enredando la madeja de sus textos hasta haberlos convertido en inmejorable muestra de la literatura posmoderna, que lo respeta todo y todo lo trenza, suerte de supercodificación, en palabras de Guy Scarpetta (L'impureté), que subraya la multiplicidad —que avanzó Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio— en la que conviven la alegoría medieval y el relato de viajes ilustrado, el dietario y el cuaderno de viaje, el minimalismo y las complejidades especulares de la estética del barroco, el relato metafísico, la fantasía vanguardista y la poesía, el diálogo renacentista y el relato gótico, incluso necrófilo, como en el caso de su novela La línea del horizonte (1986), de la novela onírica que representa Réquiem (1991), extraño viaje al sueño que une a vivos y muertos, a la enigmística o la novela comprometida de inequívoco calado político, Sostiene Pereira (1994), que el propio Tabucchi ha preferido denominar novela existencial. Sobrepasadas hace tiempo las fronteras que en su día distinguieron géneros y tradiciones, el autor de Vecchiano publica ahora Se está haciendo cada vez más tarde, novela que para no pocos críticos constituye ya la evidencia de un nuevo tour de force del lusófilo italiano, que en esta ocasión se atreve con la novela epistolar y el empleo, siempre incómodo, pues apenas si es posible ocultar su talante impostado, de la segunda persona. 17 cartas —o monólogos— escritas a otras tantas señoras por hombres enfermos de amor, de desasosiego y de nostalgia, extraviados en sus propias vidas, convertidas una vez más, como sabe bien el lector de Tabucchi, en viajes de búsqueda a través de un tiempo del que sólo nos redime el remedio del amor, de las islas griegas a Samarcanda, Londres o París. Las cartas encerradas en esta cuando menos insólita novela epistolar (y, ça va sans dire, entiéndase aquí "novela" como un juego con el código) tienen de un modo inequívoco la impronta dieciochesca, y no tanto en la materia amorosa cuanto en las digresiones y el sentido moral. En cualquier caso, e incluso para aquellos lectores que hace ya tiempo que se rindieron, como el que esto suscribe, al talento de Tabucchi, esta "pequeña comedia humana de bolsillo", como desea denominarla su autor, peca —salvo en la hermosísima epístola "Ojos míos claros, mis cabellos de miel", nacida de un amor imposible y de la frescura de la oralidad transcrita, y en las que mencionamos abajo— de cierto engolamiento y presumiblemente también de autocomplacencia. Hasta es posible que la inconexión del conjunto y el regodeo en el tratamiento del estilo, a tiro de piedra del pastiche (enseguida le acercamos al lector un ejemplo para que juzgue), exijan que la paciencia del lector primerizo y la condescendencia del lector más fiel resulten directamente proporcionales a los mencionados engolamiento y autocomplacencia. En "El río", a propósito de la idea de tiempo futuro, el remitente arroja al océano de su espesa misiva una nueva frase abstrusa y extravagante, "habría deseado haberte conocido ya cuando te conocí, y en eso, hasta ahora, ha consistido probablemente mi deseo más oculto. Porque en ese punto sueño y deseo coinciden, siendo lo mismo, al menos para aquellos que se imaginan incluso muy vagamente una vida futura después de que las células y el genoma que las mantiene unidas se hayan vuelto polvo", extraño minotauro con cabeza lírica de La voz a ti debida de Salinas y cuerpo simbiótico de Thomas Pynchon. Espigamos el segundo ejemplo de "Libros que nunca escribí, viajes que nunca hicimos", un ejercicio de estilo a medio camino entre la retórica filosófica y las galanuras de un prestidigitador de vocablos. En una ocasión Tabucchi señaló que le gustaría que su lector "fuese una persona muy disponible, muy flexible desde el punto de vista de la imaginación" (Carlos Gumpert, Conversaciones con Antonio Tabucchi) y desde luego no con otras virtudes deberá enfrentarse el lector a su nueva novela, huérfana de trama, sin protagonista ni instancias narradoras, acaso sin apenas voluntad de construir, lo que conduciría al lector sedentario, sino de transitar por un universo caprichoso y excéntrico de la mano del lector nómada, el único que le interesa a Tabucchi. "¿Para qué sirve un arpa con una cuerda sola?", deliciosa carta del arpista viajero a su amada, y "La máscara está cansada", dedicada a Ofelia, sean tal vez, en cambio, las cartas más pulcras del epistolario, las más elegantes y un raro ejemplo de contención en un volumen como éste, marcado por el signo del exceso. Con todo, admitamos que es posible interpretar Se está haciendo cada vez más tarde no como un tour de force sino como un pretencioso ejercicio de supremo virtuosismo, y que la ternura de su recorrido por las pasiones humanas alcanza lo almibarado, en ocasiones un amasijo de pulsión y erudición cuya única lógica —como su propio autor señala a otro propósito— es la lógica del delirio, y su único acicate es el artificio. A la postre, apenas si la maestría estilística de Tabucchi, su poder de evocación y su inagotable fuente de historias que subliman lo nimio y buscan lo fantástico en lo cotidiano, alcanzan a disfrazar, como conviene a la ocasión, la más sutil, la más delicada de entre las incontables formas del onanismo literario. ~

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(Barcelona, 1964) es crítico literario y profesor de la Universidad Pompeu Fabra.


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