Monsiváis y Carlos Fuentes van a Durango

En una carta a Octavio Paz de marzo de 1970, Fuentes describe un viaje a Durango y a Torreón.
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En su libro de crónicas Días de guardar (Ediciones Era, 1970), Carlos Monsiváis conmemora el 5 de febrero, día de la Constitución, con “Las ceremonias de Durango”. La crónica narra la inauguración de una escuela en un ejido; deriva hacia los westerns que se filman en los alrededores; comenta un conflicto político y económico local (la pugna entre la Fundidora de Monterrey y el gobierno de Durango por controlar los yacimientos de coque en el Cerro del Mercado).

El conflicto político había iniciado en 1966. Meten mano en él la Fundidora y el gobierno de Durango, los periódicos García Valseca, el PRI y unos estudiantes que defienden el derecho del pueblo a beneficiarse de la explotación de los yacimientos: para lograrlo, se movilizan tumultuariamente contra el gobierno, acusándolo de despojo de tierras, saqueo al erario, violaciones a la Constitución, robos al Patronato del Cerro del Mercado y malos manejos del legado de Raymond Bell (“un latifundista arrepentido que le dejó todo a los niños pobres”, dice el cronista) que estaba a cargo del banquero Agustín Legorreta.

Aquel movimiento estudiantil –el primero de importancia luego de la matanza de Tlatelolco– crece en tamaño y en fuerza contra el gobernador, los poderes estatales y la policía. A ellos se unen comerciantes, propietarios de fincas, clase media, campesinos y maestros. Hasta los errores de ortografía, anota Monsiváis, se solidarizan: “Apollamos a los estudiantes”. Por su parte, el gobernador acusa que en el conflicto “se filtran los intereses bastardos, germina la batalla de las facciones. No se mueve una hoja de árbol sin la voluntad de cien grupos en pugna” y declara a los estudiantes “indisciplinados, anarquistas y revoltosos”. La crónica termina con una reflexión sobre cómo, al propiciar la hechura de telenovelas históricas, el Estado y la televisión advierten al público sobre los riesgos que corren quienes ansían la libertad.

No encuentro información sobre qué hacía Monsiváis en ese ejido de Durango, pero se deduce de los párrafos dedicados al cine del género western que, al parecer de Monsiváis, “es el tramo de la historia de la humanidad que abarca del paso de Roncesvalles a las vísperas de Hiroshima”. Bueno, pues en un western que se estaba filmando en Durango en esos días, Macho Callahan, el rol de la muchacha lo hacía la actriz Jean Seberg, con quien andaba Carlos Fuentes, por lo que se puede pensar que Fuentes invitó a su amigo a visitar la filmación, lo mismo que al pintor José Luis Cuevas, pues hay una foto en la que figuran todos ellos y Pedro Armendáriz, que era el mexicano malo, en el set de la filmación:

 

Una novela de Fuentes, Diana o la cazadora solitaria (1995), narra sus trabados amores con la actriz que, a su vez, vivía amores trabados con otros caballeros, uno de ellos un joven estudiante revolucionario duranguense al que Fuentes llama en la novela “Carlos Ortiz” y a quien otras fuentes identifican con su nombre de la vida real, Carlos Ornelas Navarra o Navarro.

Fui a dar a este asunto leyendo una carta a Octavio Paz, fechada en México el 13 de marzo de 1970, en la que Fuentes describe un viaje a Durango y a Torreón, ciudades tan horribles que –anota– “podría pasar un bulldozer por esas ciudades y el mundo nada perdería”. Fuentes se refiere a la venalidad del gobernador Alejandro Páez Urquidi y la del banquero “Tintino” Legorreta. Se queja de que los jóvenes “revolucionarios”

tienen una incultura terrible, su capacidad para repetir slogans vacíos de Guevara y Mao, su ingenuidad política y, en otros casos, su obvio propósito de provocar […] Un grupo dostoievskiano (barbas, asma, ausencia de humor) instiga a los campesinos (que en algunos ejidos están armados modernamente) a asaltar cuarteles, matar soldados y hacer un “Tlatelolco al revés”. Estos promotores de la jacquerie [revuelta] no pueden ser sino agentes del gobierno.

Intrigados por lo que ocurría, continúa Fuentes, 

en una investigación sur place que hice con Monsiváis, descubrimos el fondo del asunto: el actual gobernador fue impuesto por Carlos Prieto [Fernández de la Llana], de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, para proteger sus intereses (el cerro del Mercado abastece la fundidora) e impedir lo que le piden los estudiantes: la creación de una fundidora durangueña que dé trabajo local. Pero, a su vez, el movimiento estudiantil está financiado por el grupo [Garza] Sada de Monterrey, que quiere adueñarse, en lucha con el grupo Prieto, de los nuevos yacimientos durangueños. Total: una opereta de Kurt Weil y Bertold Brecht: una lastimosa visión de nuestro país en plena etapa balzaciana de tiburón capitalista contra tiburón capitalista.

Cámara.

Acción…

 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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